Macondo, un mundo inagotable, incluso en inglés
El impacto de “Cien años de soledad” en los Estados Unidos, visto por un maestro de literatura en Nueva York.
Gustavo Arango*
Cuando se habla del singular fenómeno que fue la aparición de Cien años de soledad, se considera poco el hecho de que detrás de ese éxito (diez mil ejemplares agotados en semanas, cuatro ediciones en seis meses, traducciones al francés y al inglés en pocos meses) está la estrategia publicitaria que García Márquez implementó con la ayuda de amigos como Carlos Fuentes y de su agente Carmen Balcells. (Lea: La vida es corta y el arte largo)
Antes de que la novela saliera a la venta a principios de junio de 1967, numerosas revistas de América Latina y Europa habían generado una gran expectativa y los derechos en otras lenguas estaban vendidos. En el caso de la versión en inglés, de Gregory Rabassa, la editorial Harper & Row venció a la editorial Mc Coward y se quedó con los derechos. (Lea: El día en que todo empezó)
Hace poco tuve el privilegio de leer la correspondencia entre Carlos Fuentes y García Márquez durante la gestación y éxito inicial de la novela, y en una de esas cartas García Márquez decía haber leído la traducción: “Con mi escaso inglés y con el abundante de algunos amigos me parece una versión estupenda”. Poco después, le escribió a Fuentes sobre la primera reseña sobre un libro suyo aparecida en los Estados Unidos: “No one writer to the Colonel salió hace una semana, la crítica la recibió bien y se está vendiendo, el New York Times publicó una nota que dice algo así: ‘Nuestro parroquialismo literario se ha consolidado con la larga demora que ha habido en traducir la obra de Márquez’. ¿No es para morirse de la risa?”. (Lea: Así fue el milagro de “Cien años de soledad”)
En general, la obra de García Márquez ha sido muy bien recibida en este país. Escritores como Toni Morrison y Thomas Pynchon han reconocido la influencia que recibieron del colombiano. El amor en los tiempos del cólera fue la primera novela de un escritor extranjero en mantenerse un año en la lista de más vendidos del New York Times. Hace unos años, la obra de García Márquez recibió un nuevo baño de popularidad cuando la celebridad televisiva Oprah Winfrey eligió Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera para su influyente “Libro del mes”. Siempre que aquí se habla de magical realism se piensa en García Márquez, y asombra la cantidad de personas que han leído Cien años de soledad y la conocen mejor que muchos colombianos.
Para mí, la novela es un mundo inagotable. La leí por primera vez en el bachillerato. Influyó en mi decisión de dejar Medellín e irme a vivir y a escribir en el Caribe. La he releído unas diez veces, incluso una vez en inglés (para un curso que enseñé) y no dejo de alegrarme de haber conocido al autor de ese prodigio. Hay algo de privilegio extraordinario en haber sido su contemporáneo y en haberlo leído antes de que la etiqueta de clásico haga casi imposible leerlo con frescura y asombro espontáneo y genuino.
*Doctor en literatura latinoamericana y teoría literaria de la Universidad de Rutgers; catedrático en la Universidad del Estado de Nueva York (Suny). Autor de “Un ramo de nomeolvides”, sobre García Márquez (1995); finalista del Premio Herralde 2007 con la novela “El origen del mundo”, autor de “Santa María del Diablo” (Ediciones B, 2014).
Cuando se habla del singular fenómeno que fue la aparición de Cien años de soledad, se considera poco el hecho de que detrás de ese éxito (diez mil ejemplares agotados en semanas, cuatro ediciones en seis meses, traducciones al francés y al inglés en pocos meses) está la estrategia publicitaria que García Márquez implementó con la ayuda de amigos como Carlos Fuentes y de su agente Carmen Balcells. (Lea: La vida es corta y el arte largo)
Antes de que la novela saliera a la venta a principios de junio de 1967, numerosas revistas de América Latina y Europa habían generado una gran expectativa y los derechos en otras lenguas estaban vendidos. En el caso de la versión en inglés, de Gregory Rabassa, la editorial Harper & Row venció a la editorial Mc Coward y se quedó con los derechos. (Lea: El día en que todo empezó)
Hace poco tuve el privilegio de leer la correspondencia entre Carlos Fuentes y García Márquez durante la gestación y éxito inicial de la novela, y en una de esas cartas García Márquez decía haber leído la traducción: “Con mi escaso inglés y con el abundante de algunos amigos me parece una versión estupenda”. Poco después, le escribió a Fuentes sobre la primera reseña sobre un libro suyo aparecida en los Estados Unidos: “No one writer to the Colonel salió hace una semana, la crítica la recibió bien y se está vendiendo, el New York Times publicó una nota que dice algo así: ‘Nuestro parroquialismo literario se ha consolidado con la larga demora que ha habido en traducir la obra de Márquez’. ¿No es para morirse de la risa?”. (Lea: Así fue el milagro de “Cien años de soledad”)
En general, la obra de García Márquez ha sido muy bien recibida en este país. Escritores como Toni Morrison y Thomas Pynchon han reconocido la influencia que recibieron del colombiano. El amor en los tiempos del cólera fue la primera novela de un escritor extranjero en mantenerse un año en la lista de más vendidos del New York Times. Hace unos años, la obra de García Márquez recibió un nuevo baño de popularidad cuando la celebridad televisiva Oprah Winfrey eligió Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera para su influyente “Libro del mes”. Siempre que aquí se habla de magical realism se piensa en García Márquez, y asombra la cantidad de personas que han leído Cien años de soledad y la conocen mejor que muchos colombianos.
Para mí, la novela es un mundo inagotable. La leí por primera vez en el bachillerato. Influyó en mi decisión de dejar Medellín e irme a vivir y a escribir en el Caribe. La he releído unas diez veces, incluso una vez en inglés (para un curso que enseñé) y no dejo de alegrarme de haber conocido al autor de ese prodigio. Hay algo de privilegio extraordinario en haber sido su contemporáneo y en haberlo leído antes de que la etiqueta de clásico haga casi imposible leerlo con frescura y asombro espontáneo y genuino.
*Doctor en literatura latinoamericana y teoría literaria de la Universidad de Rutgers; catedrático en la Universidad del Estado de Nueva York (Suny). Autor de “Un ramo de nomeolvides”, sobre García Márquez (1995); finalista del Premio Herralde 2007 con la novela “El origen del mundo”, autor de “Santa María del Diablo” (Ediciones B, 2014).