Manuel Teodoro: “Hay gente buena capaz de hacer cosas malas”
Conversación con el director de “El rastro” a propósito de los diez años del programa de investigación criminal de Caracol Televisión.
Danelys Vega Cardozo
“El rastro” cumple diez años. Hablemos un poco sobre cómo surgió la idea de crear este programa investigativo.
La idea surgió después de leer el libro A sangre fría, de Truman Capote. No es un secreto para nadie que los grandes canales televisivos del mundo tienen, desde hace años, formatos denominados “crímenes verdaderos”, que surten altos niveles de audiencia, se caracterizan por un homicidio y permiten entrar un poco en la mente de un criminal desde una perspectiva psicológica. Siempre he sido hincha de Agatha Christie y leía también todos los libros relacionados con Jack el Destripador. Podríamos estar de acuerdo en que no hay un acto más dramático y repudiable que quitarle la vida a otra persona. Que un ser humano asesine a otro es lo más inusual (aunque desafortunadamente en Colombia y en otros países no es así y debería serlo).
Entré a la oficina del entonces vicepresidente de la parte de noticias: Luis Calle (que en paz descanse) y le dije que por qué no contemplábamos la posibilidad de hacer ese formato en Colombia en Caracol. Me dijo que lo intentáramos por un año y veíamos cómo nos iba. Diez años después seguimos contando estas historias, que han despertado mucho interés en la audiencia.
¿Y qué fue lo que le llamó la atención de “A sangre Fría”?
Al leer el libro sentí lo que siento muchas veces cuando leo las obras de Agatha Christie: ¿por qué quienes escriben pueden contar esas historias y los que hacemos televisión no? Mi única referencia real eran esos programas que habían hecho en otros países y, evidentemente, las películas de Alfred Hitchcock (que es como el rey de este género). Entonces, más allá de A sangre fría, la inspiración real son las historias que uno conoce en Colombia. Produciendo Séptimo día veíamos que había muchas historias en el país de personajes absolutamente nefastos. La condición que interpusimos para El rastro es que debían ser casos cerrados, en donde el criminal o el homicida ya estuviera sentenciado.
¿Por qué se ha interesado en historias de criminales o asesinos?
Voy a dar un ejemplo: nosotros hicimos una historia de un personaje absolutamente nefasto denominado “El Monstruo de Guarne”. El reportero Diego Guauque logró una entrevista con él, quien se encontraba en la cárcel El Pedregal. Este señor resultó ser una persona inteligente (independientemente de su falta de principios y el hecho de que sea un criminal). Con él logramos hacer algo: explorar la mente de una persona absolutamente obsesionada con una mujer hasta el punto de convertirse en esclavo de sus emociones. Esta mujer lo dejó para irse con otro, entonces él se despertaba por la mañana y en lo primero que pensaba era en que ella estuviera con otro hombre, y durante todo el día no hacía otra cosa más que pensarla (se inventaba películas, cosa que todos hacemos). Todos tenemos un poquito de todo en nuestra psique (no voy a matar a nadie, pero sí he tenido ese tema de celos y de una mujer que no me quiere. La gran diferencia es que uno no va a hacerle daño a nadie, simplemente tira la toalla y busca a otra). El tipo en la cárcel dijo que ya estaba libre de los celos que lo obsesionaban con esta mujer y que la única forma era matándola (desde una perspectiva psicológica esto es fascinante). El hecho de escucharlo nos permite entrar en la desviación de la normalidad (no hay nada usual en la mente de los seres humanos). Para mí, no hay nada más fascinante que la mente humana, especialmente cuando está desviada. Las historias detrás de esos personajes son tristes, llenas de drama.
Le invitamos a leer: Leila Guerriero, la autora que le huyó a la “cámara de cristal”
Son seres humanos…
Sí… Que alguien mate a otra persona es un hecho real, no lo podemos ocultar; lo que sí podríamos hacer es tratar de entenderlo más. ¿Sabes quiénes son los que menos entienden la mente humana? Las mismas autoridades. Muchas veces cuando hay un crimen de esos, lo que más nos interesa es saber por qué, más que el hecho que fue condenado. Lo único que le importa a la Fiscalía es lograr y producir una condena para poder acumular puntos y mostrar resultados, entonces muchas veces no entran en el porqué, así que quedan todas esas historias sin contar. No es fácil encontrar el porqué, pues al criminal no le conviene decirlo.
¿Y cree que el hecho de que ustedes indaguen en el porqué es lo que ha permitido que el programa se siga transmitiendo?
Sí, sin lugar a duda. Si me preguntas que ha sido lo más difícil en este programa, yo te diría que eso mismo: llegar al porqué; como en cualquier búsqueda periodística, lo más difícil es hallarlo. En Caracol hacemos un noticiero muy bueno (admiro a los periodistas que trabajan allá), pero se limitan al qué (no lo digo despectivamente).. La frase favorita de los noticieros es “las autoridades están investigando”; hasta ahí llegó la noticia y nunca se supo el porqué. En El rastro muchas veces la persona está muerta, no porque se lo merezca, pero hay que aceptar que tampoco fue “una perita en dulce” (obvio, eso no justifica su asesinato). Sé que los programas de El rastro son un poco morbosos (lo admito), pero creo que tienen lecciones con cierta utilidad; es decir, con valor social.
¿Cuál es ese valor social?
A través de las experiencias de otros quizá podemos entendernos un poco más a nosotros mismos y, por qué no, a nuestros seres queridos. De cada diez rastros siete tienen que ver con temas de pasión.
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Tal vez porque los seres humanos somos muy emocionales…
Sí, tiene que ver con las emociones y también explora temas como la manipulación, la obsesión y el maquiavelismo. Había una señora en el Meta con seis víctimas, quien seducía a los hombres y les sacaba un seguro de vida por $300.000.000 a cada uno. Entonces, así como hablamos de pasión también podemos hablar de frialdad; de una persona que no siente nada. No puedo justificar el asesinato de nadie, pero me duele más que maten a un señor que trabajó toda su vida de forma noble, siempre pagó todos sus impuestos y nunca cometió un crimen, a que asesinen a un paramilitar (hay que ser honestos). Cada historia te da una lección diferente.
¿Qué otros factores, aparte de que sean casos cerrados, tienen en cuenta para seleccionar las historias?
Así como hay buenas historias, hay otras que no tienen los elementos básicos para que lo sean. Para nosotros es un reto encontrar un crimen interesante porque hay muchos que no lo son. Te voy a dar un ejemplo: tú estás en el Transmilenio y llega alguien y te pega un disparo para quitarte el celular, pero no hay una conexión entre ustedes, simplemente era un hampón que quería tu dispositivo. Para mí esa historia no es tan interesante, pero si determinamos que ese hombre era tu exnovio y la razón por la que te disparó no fue solo el celular, pues todo cambia. La gran mayoría de las historias no sirven. Al final de día lo que estamos buscando los periodistas son buenas historias.
¿Hay alguna historia en particular que emocionalmente le haya costado abordar?
Sí… De cada diez rastros en cuatro de ellos la víctima es un niño. Tengo dos hijos entonces no es difícil empatizar con el dolor de un padre que ha perdido a su hijo; es como si me clavarán cincuenta mil alfileres en el corazón. Si no eres padre, pero matan a tu hermano, a tu mamá o algún familiar, puedes sentir también ese dolor.
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Sí, porque en cierta medida conecta con nuestra propia realidad…
Exacto… Pero quizá el rastro que más me dolió fue el de “El monstruo de los cañaduzales”, quien asesinó a veintidós niños entre los 12 a 15 años (los descuartizaba y los tiraba en los cañaduzales). Nosotros les preguntábamos a las autoridades por qué tuvieron que esperar que asesinara a veintidós niños para capturarlo, acaso no era suficiente con un asesinato.
El rastro no es un programa de denuncia como Séptimo día, lo que tratamos de resaltar es que, así como, le damos “palo” a las autoridades (en todo sentido), también hay que reconocer que existen investigaciones admirables e interesantes realizadas con mínimas herramientas por un fiscal, un policía o un equipo. Nosotros tenemos la oportunidad de recrear investigaciones forenses; todo lo que constituye una evidencia para montar un rompecabezas. Como las historias deben tener mucho suspenso, es decir, no establecer quién mato a quién desde el principio (dejarlo como el gran premio del final), toca sostenerlas y eso lo podemos hacer, muchas veces, gracias a que hay un componente en todos los rastros: la parte de la investigación. Siempre buscamos al fiscal o investigador real (no al vocero de la Fiscalía), quien estuvo en la escena del crimen recolectando material probatorio.
¿Qué enseñanza le ha dejado “El rastro”?
Me ha enseñado que hay seres humanos muy malos por diferentes razones, que son más interesantes que el hecho de que sean malos; eso obedece a distintos factores: crianza o tal vez algún componente genético (aunque hasta ahí no he llegado), pero suelo pensar que tiene que ver más con aspectos sociales (externos). Otro aprendizaje que me ha dejado es que hay gente buena capaz de hacer cosas malas.
Como todos…
Todos somos seres humanos y ninguno es perfecto (ni Nelson Mandela ni el dalái lama). Entonces, para mí ha sido una gran lección distinguir entre personas que están en la cárcel porque son malas de aquellas que están en prisión no porque sean malas, sino porque hicieron algo malo que merece justicia y reparación.
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“El rastro” cumple diez años. Hablemos un poco sobre cómo surgió la idea de crear este programa investigativo.
La idea surgió después de leer el libro A sangre fría, de Truman Capote. No es un secreto para nadie que los grandes canales televisivos del mundo tienen, desde hace años, formatos denominados “crímenes verdaderos”, que surten altos niveles de audiencia, se caracterizan por un homicidio y permiten entrar un poco en la mente de un criminal desde una perspectiva psicológica. Siempre he sido hincha de Agatha Christie y leía también todos los libros relacionados con Jack el Destripador. Podríamos estar de acuerdo en que no hay un acto más dramático y repudiable que quitarle la vida a otra persona. Que un ser humano asesine a otro es lo más inusual (aunque desafortunadamente en Colombia y en otros países no es así y debería serlo).
Entré a la oficina del entonces vicepresidente de la parte de noticias: Luis Calle (que en paz descanse) y le dije que por qué no contemplábamos la posibilidad de hacer ese formato en Colombia en Caracol. Me dijo que lo intentáramos por un año y veíamos cómo nos iba. Diez años después seguimos contando estas historias, que han despertado mucho interés en la audiencia.
¿Y qué fue lo que le llamó la atención de “A sangre Fría”?
Al leer el libro sentí lo que siento muchas veces cuando leo las obras de Agatha Christie: ¿por qué quienes escriben pueden contar esas historias y los que hacemos televisión no? Mi única referencia real eran esos programas que habían hecho en otros países y, evidentemente, las películas de Alfred Hitchcock (que es como el rey de este género). Entonces, más allá de A sangre fría, la inspiración real son las historias que uno conoce en Colombia. Produciendo Séptimo día veíamos que había muchas historias en el país de personajes absolutamente nefastos. La condición que interpusimos para El rastro es que debían ser casos cerrados, en donde el criminal o el homicida ya estuviera sentenciado.
¿Por qué se ha interesado en historias de criminales o asesinos?
Voy a dar un ejemplo: nosotros hicimos una historia de un personaje absolutamente nefasto denominado “El Monstruo de Guarne”. El reportero Diego Guauque logró una entrevista con él, quien se encontraba en la cárcel El Pedregal. Este señor resultó ser una persona inteligente (independientemente de su falta de principios y el hecho de que sea un criminal). Con él logramos hacer algo: explorar la mente de una persona absolutamente obsesionada con una mujer hasta el punto de convertirse en esclavo de sus emociones. Esta mujer lo dejó para irse con otro, entonces él se despertaba por la mañana y en lo primero que pensaba era en que ella estuviera con otro hombre, y durante todo el día no hacía otra cosa más que pensarla (se inventaba películas, cosa que todos hacemos). Todos tenemos un poquito de todo en nuestra psique (no voy a matar a nadie, pero sí he tenido ese tema de celos y de una mujer que no me quiere. La gran diferencia es que uno no va a hacerle daño a nadie, simplemente tira la toalla y busca a otra). El tipo en la cárcel dijo que ya estaba libre de los celos que lo obsesionaban con esta mujer y que la única forma era matándola (desde una perspectiva psicológica esto es fascinante). El hecho de escucharlo nos permite entrar en la desviación de la normalidad (no hay nada usual en la mente de los seres humanos). Para mí, no hay nada más fascinante que la mente humana, especialmente cuando está desviada. Las historias detrás de esos personajes son tristes, llenas de drama.
Le invitamos a leer: Leila Guerriero, la autora que le huyó a la “cámara de cristal”
Son seres humanos…
Sí… Que alguien mate a otra persona es un hecho real, no lo podemos ocultar; lo que sí podríamos hacer es tratar de entenderlo más. ¿Sabes quiénes son los que menos entienden la mente humana? Las mismas autoridades. Muchas veces cuando hay un crimen de esos, lo que más nos interesa es saber por qué, más que el hecho que fue condenado. Lo único que le importa a la Fiscalía es lograr y producir una condena para poder acumular puntos y mostrar resultados, entonces muchas veces no entran en el porqué, así que quedan todas esas historias sin contar. No es fácil encontrar el porqué, pues al criminal no le conviene decirlo.
¿Y cree que el hecho de que ustedes indaguen en el porqué es lo que ha permitido que el programa se siga transmitiendo?
Sí, sin lugar a duda. Si me preguntas que ha sido lo más difícil en este programa, yo te diría que eso mismo: llegar al porqué; como en cualquier búsqueda periodística, lo más difícil es hallarlo. En Caracol hacemos un noticiero muy bueno (admiro a los periodistas que trabajan allá), pero se limitan al qué (no lo digo despectivamente).. La frase favorita de los noticieros es “las autoridades están investigando”; hasta ahí llegó la noticia y nunca se supo el porqué. En El rastro muchas veces la persona está muerta, no porque se lo merezca, pero hay que aceptar que tampoco fue “una perita en dulce” (obvio, eso no justifica su asesinato). Sé que los programas de El rastro son un poco morbosos (lo admito), pero creo que tienen lecciones con cierta utilidad; es decir, con valor social.
¿Cuál es ese valor social?
A través de las experiencias de otros quizá podemos entendernos un poco más a nosotros mismos y, por qué no, a nuestros seres queridos. De cada diez rastros siete tienen que ver con temas de pasión.
Le recomendamos leer: Los hijos del futuro
Tal vez porque los seres humanos somos muy emocionales…
Sí, tiene que ver con las emociones y también explora temas como la manipulación, la obsesión y el maquiavelismo. Había una señora en el Meta con seis víctimas, quien seducía a los hombres y les sacaba un seguro de vida por $300.000.000 a cada uno. Entonces, así como hablamos de pasión también podemos hablar de frialdad; de una persona que no siente nada. No puedo justificar el asesinato de nadie, pero me duele más que maten a un señor que trabajó toda su vida de forma noble, siempre pagó todos sus impuestos y nunca cometió un crimen, a que asesinen a un paramilitar (hay que ser honestos). Cada historia te da una lección diferente.
¿Qué otros factores, aparte de que sean casos cerrados, tienen en cuenta para seleccionar las historias?
Así como hay buenas historias, hay otras que no tienen los elementos básicos para que lo sean. Para nosotros es un reto encontrar un crimen interesante porque hay muchos que no lo son. Te voy a dar un ejemplo: tú estás en el Transmilenio y llega alguien y te pega un disparo para quitarte el celular, pero no hay una conexión entre ustedes, simplemente era un hampón que quería tu dispositivo. Para mí esa historia no es tan interesante, pero si determinamos que ese hombre era tu exnovio y la razón por la que te disparó no fue solo el celular, pues todo cambia. La gran mayoría de las historias no sirven. Al final de día lo que estamos buscando los periodistas son buenas historias.
¿Hay alguna historia en particular que emocionalmente le haya costado abordar?
Sí… De cada diez rastros en cuatro de ellos la víctima es un niño. Tengo dos hijos entonces no es difícil empatizar con el dolor de un padre que ha perdido a su hijo; es como si me clavarán cincuenta mil alfileres en el corazón. Si no eres padre, pero matan a tu hermano, a tu mamá o algún familiar, puedes sentir también ese dolor.
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Sí, porque en cierta medida conecta con nuestra propia realidad…
Exacto… Pero quizá el rastro que más me dolió fue el de “El monstruo de los cañaduzales”, quien asesinó a veintidós niños entre los 12 a 15 años (los descuartizaba y los tiraba en los cañaduzales). Nosotros les preguntábamos a las autoridades por qué tuvieron que esperar que asesinara a veintidós niños para capturarlo, acaso no era suficiente con un asesinato.
El rastro no es un programa de denuncia como Séptimo día, lo que tratamos de resaltar es que, así como, le damos “palo” a las autoridades (en todo sentido), también hay que reconocer que existen investigaciones admirables e interesantes realizadas con mínimas herramientas por un fiscal, un policía o un equipo. Nosotros tenemos la oportunidad de recrear investigaciones forenses; todo lo que constituye una evidencia para montar un rompecabezas. Como las historias deben tener mucho suspenso, es decir, no establecer quién mato a quién desde el principio (dejarlo como el gran premio del final), toca sostenerlas y eso lo podemos hacer, muchas veces, gracias a que hay un componente en todos los rastros: la parte de la investigación. Siempre buscamos al fiscal o investigador real (no al vocero de la Fiscalía), quien estuvo en la escena del crimen recolectando material probatorio.
¿Qué enseñanza le ha dejado “El rastro”?
Me ha enseñado que hay seres humanos muy malos por diferentes razones, que son más interesantes que el hecho de que sean malos; eso obedece a distintos factores: crianza o tal vez algún componente genético (aunque hasta ahí no he llegado), pero suelo pensar que tiene que ver más con aspectos sociales (externos). Otro aprendizaje que me ha dejado es que hay gente buena capaz de hacer cosas malas.
Como todos…
Todos somos seres humanos y ninguno es perfecto (ni Nelson Mandela ni el dalái lama). Entonces, para mí ha sido una gran lección distinguir entre personas que están en la cárcel porque son malas de aquellas que están en prisión no porque sean malas, sino porque hicieron algo malo que merece justicia y reparación.
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