María Camila Dávila: “Yo ya estoy bien. Estoy en Santa Marta”
La escritora reflexiona sobre su libro ‘En bus a Santa Marta’ , testimonio de lucha contra el cáncer, cinco años después de su publicación.
Daniela Cristancho Serrano
¿Por qué el título “En bus a Santa Marta”?
Un día estaba en mi cuarto del hospital durante un ciclo de quimioterapia larguísimo, que eran cinco días, y a mí me daba mucho estrés. En pediatría había unas butaquitas para subirse a la cama y me sentaba ahí, moviendo los pies desesperada. En esas la oncóloga me preguntó “¿Cami, qué sientes? ¿Como unas ganas de quitarte el catéter y salir corriendo? Le dije sí, y me respondió: “Estar enfermo es como ir en bus a Santa Marta. Tú en el viaje te vas a marear, vas a vomitar, te vas a querer bajar del bus, pero si te bajas, no llegas a Santa Marta, no te curas”. Hace poco tuve un encuentro con una doctora que tuvo cáncer, y hablando le dije: “Yo ya estoy bien, ya estoy en Santa Marta”. Entonces, San ta Marta se ha vuelto como ese lugar de “vencí el cáncer”, ese lugar de paz.
¿Qué símbolo tienen las grullas y por qué rescatarlo en la portada del libro?
Me enfermé estando en mis primeros años de bachillerato, no fui prácticamente nunca al colegio. Una vez mis amigos vinieron y me trajeron una bolsa llena de grullas, porque detrás de las grullas de papel hay una leyenda japonesa que dice que si armas mil y pides un deseo, este se cumple. Entonces mis amigos me habían traído las grullas con el deseo de que mejorara. Después supe que les habían llevado a alguien para que les enseñaran a hacer el origami, que no es muy fácil. Y si tú te fijas, la historia de las grullas no está en el libro escrito en sí, pero sí en la parte gráfica. El símbolo me motiva mucho porque, más allá de la leyenda, el significado de las grullas es el amor de la gente de sentarse e interiorizar una leyenda para pedir algo por alguien. Me parece muy hermoso.
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Escribir es, en general, un ejercicio que supone fortaleza y vulnerabilidad, pero especialmente cuando se trata de testimonios como el suyo. ¿Cómo vivió ese proceso?
Todos tenemos nuestra propia herramienta de catarsis, y para mí la escritura, en definitiva, es y fue en ese momento una catarsis completa. Fue destapar y desempolvar un montón de recuerdos que había empolvado, porque no quería saber. Archivé un montón de vivencias traumáticas, y sentarme a escribir En bus a Santa Marta fue sacarlos y, en cierta forma, curarlos, porque era darles la cara y empezar a narrarlos, pero no desde el lado pesimista, sino teniendo muy claro que los estaba recordando porque tenía el privilegio de poder escribirlos. Fue un proceso de escritura muy significativo, porque me reunía con Vanessa Villegas, mi editora, todos los miércoles después del colegio para hablar de este proceso de reconocimiento que empecé a tener. Realmente volví a nacer en el sentido de que aprendí a caminar y a hacer cosas sola, pero también empecé a enamorarme. Por ejemplo, Vanessa fue la primera persona a la que abiertamente le hablé de que me gustaban las niñas. Entonces fue un proceso que no solamente tiene como resultado el libro, sino los cimientos de la persona que soy ahora.
En la presentación de “En bus a Santa Marta” Vannessa Villegas, su editora, dice que su libro es parte de un “proceso de reconocimiento que todavía está en curso”, ¿ese proceso ha culminado cinco años después de su publicación?
Me he dado cuenta en los últimos años de que el proceso de reconocimiento realmente nunca se termina. Todos los días estamos conociendo cosas que no sabemos de nosotros y dejando ir otras cosas que ya terminaron su ciclo en nuestra vida. Creo que en ese momento planteamos el proceso de reconocimiento como algo que iba a nacer debido a que había estado enferma y estaba volviendo a vivir, aprendiendo a reconocer la persona que iba a ser después de todo eso, pero nunca nos planteamos que iba a ser algo que iba a seguir. Pero haber escrito En bus a Santa Marta fue la base para saber yo desde donde quería empezar a reconocerme.
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¿Qué sentimientos prevalecen y cuáles se han difuminado?
Esto va a sonar muy cliché, pero lo que prevalece son mis valores y otras cosas que tengo muy claras: el hecho de aceptarme como soy, entender que nada es estático y que nunca se puede dar algo por sentado. Prevalece el sentimiento de que la vida es muy efímera y que no podemos seguir atados a algo que nos haga infelices. Y he cambiado como persona porque, por ejemplo, nuestra carrera de periodismo es increíblemente humana. Estás todo el tiempo en contacto con otras historias que te hacen cuestionarte tu propia vida. Desde que empecé a estudiar, que es más o menos cuando lancé el libro, y que fue donde te digo que obtuve un cimiento desde donde quería partir, comencé a deconstruir muchas cosas que me había implantado la sociedad y yo misma también. Creo que se han difuminado sobre todo miedos, prejuicios y estereotipos.
En el libro afirma que quiere que este sea “una ayuda, un recordatorio de que la vida es efímera”. Desde la publicación del libro, ¿ha encontrado personas o historias con las que se haya cumplido esa intención?
Sí, es impresionante. Justo en la pandemia, estábamos haciendo una entrevista para el podcast de mi editora y yo le contaba que lo primero que me pregunta la gente cuando sabe que escribí un libro es que cuánta plata ganó. Y yo les respondo “absolutamente nada”, porque escribir un libro es muy costoso, sobre todo cuando no tienes un apoyo, pero es irónico porque a mí el libro no me da sustento económico, pero me da toda la vida que yo necesito. Todas las ganas, las palabras y el amor que yo realmente necesito para vivir tranquila, feliz y agradecida. Estoy muy agradecida con la gente que se toma el tiempo de leer mi historia y de escribirme “me estás haciendo ver la vida diferente” o “me dio fortaleza”. Y, como digo al final del libro, me impacta más cómo recibe el libro la gente que no ha tenido cáncer, porque creo que entender que la vida es efímera es un aprendizaje que todas las personas que hemos tenido cáncer ya tenemos, pero para la gente que de pronto no este es un ejemplo muy tangible de que las cosas se pueden acabar en un segundo. Me han llegado palabras y cariño, la gente me da las gracias y yo les digo “no, gracias a ustedes”. Porque la vida después del cáncer sigue siendo muy difícil, sobre todo cuando tienes secuelas y esas palabras me siguen recordando que por algo pasó y me siento tranquila y con la fuerza y el amor para seguir.
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Hablemos de sus otros proyectos como el pódcast ‘De cinco a seis’ y la dirección hacia la que ha ido evolucionando su carrera…
Es muy lindo porque todo se conecta. ‘De cinco a seis’ fue un podcast que nació en la pandemia y la idea es compartir experiencias, como entrevistas semiestructuradas con personas que tenían conocimientos que yo no tenía y que deseaba aprender. Entonces, invité a una sexóloga, a un tatuador... Ahora he cambiado el formato un poco. Por ejemplo, el último episodio es precisamente una historia sobre un profesor que me dio la clase de ‘Derecho LGBT’ en la universidad y él cuando estaba estudiando vio esa misma materia y fue gracias a ella que se reconoció como persona diversa. Es una historia que tiene guión, no es una conversación. Ahora que terminé la tesis y empiezo prácticas, quiero dedicarme muchísimo al podcast y a mi escritura personal, me gusta mucho contar historias.
¿Por qué el título “En bus a Santa Marta”?
Un día estaba en mi cuarto del hospital durante un ciclo de quimioterapia larguísimo, que eran cinco días, y a mí me daba mucho estrés. En pediatría había unas butaquitas para subirse a la cama y me sentaba ahí, moviendo los pies desesperada. En esas la oncóloga me preguntó “¿Cami, qué sientes? ¿Como unas ganas de quitarte el catéter y salir corriendo? Le dije sí, y me respondió: “Estar enfermo es como ir en bus a Santa Marta. Tú en el viaje te vas a marear, vas a vomitar, te vas a querer bajar del bus, pero si te bajas, no llegas a Santa Marta, no te curas”. Hace poco tuve un encuentro con una doctora que tuvo cáncer, y hablando le dije: “Yo ya estoy bien, ya estoy en Santa Marta”. Entonces, San ta Marta se ha vuelto como ese lugar de “vencí el cáncer”, ese lugar de paz.
¿Qué símbolo tienen las grullas y por qué rescatarlo en la portada del libro?
Me enfermé estando en mis primeros años de bachillerato, no fui prácticamente nunca al colegio. Una vez mis amigos vinieron y me trajeron una bolsa llena de grullas, porque detrás de las grullas de papel hay una leyenda japonesa que dice que si armas mil y pides un deseo, este se cumple. Entonces mis amigos me habían traído las grullas con el deseo de que mejorara. Después supe que les habían llevado a alguien para que les enseñaran a hacer el origami, que no es muy fácil. Y si tú te fijas, la historia de las grullas no está en el libro escrito en sí, pero sí en la parte gráfica. El símbolo me motiva mucho porque, más allá de la leyenda, el significado de las grullas es el amor de la gente de sentarse e interiorizar una leyenda para pedir algo por alguien. Me parece muy hermoso.
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Escribir es, en general, un ejercicio que supone fortaleza y vulnerabilidad, pero especialmente cuando se trata de testimonios como el suyo. ¿Cómo vivió ese proceso?
Todos tenemos nuestra propia herramienta de catarsis, y para mí la escritura, en definitiva, es y fue en ese momento una catarsis completa. Fue destapar y desempolvar un montón de recuerdos que había empolvado, porque no quería saber. Archivé un montón de vivencias traumáticas, y sentarme a escribir En bus a Santa Marta fue sacarlos y, en cierta forma, curarlos, porque era darles la cara y empezar a narrarlos, pero no desde el lado pesimista, sino teniendo muy claro que los estaba recordando porque tenía el privilegio de poder escribirlos. Fue un proceso de escritura muy significativo, porque me reunía con Vanessa Villegas, mi editora, todos los miércoles después del colegio para hablar de este proceso de reconocimiento que empecé a tener. Realmente volví a nacer en el sentido de que aprendí a caminar y a hacer cosas sola, pero también empecé a enamorarme. Por ejemplo, Vanessa fue la primera persona a la que abiertamente le hablé de que me gustaban las niñas. Entonces fue un proceso que no solamente tiene como resultado el libro, sino los cimientos de la persona que soy ahora.
En la presentación de “En bus a Santa Marta” Vannessa Villegas, su editora, dice que su libro es parte de un “proceso de reconocimiento que todavía está en curso”, ¿ese proceso ha culminado cinco años después de su publicación?
Me he dado cuenta en los últimos años de que el proceso de reconocimiento realmente nunca se termina. Todos los días estamos conociendo cosas que no sabemos de nosotros y dejando ir otras cosas que ya terminaron su ciclo en nuestra vida. Creo que en ese momento planteamos el proceso de reconocimiento como algo que iba a nacer debido a que había estado enferma y estaba volviendo a vivir, aprendiendo a reconocer la persona que iba a ser después de todo eso, pero nunca nos planteamos que iba a ser algo que iba a seguir. Pero haber escrito En bus a Santa Marta fue la base para saber yo desde donde quería empezar a reconocerme.
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¿Qué sentimientos prevalecen y cuáles se han difuminado?
Esto va a sonar muy cliché, pero lo que prevalece son mis valores y otras cosas que tengo muy claras: el hecho de aceptarme como soy, entender que nada es estático y que nunca se puede dar algo por sentado. Prevalece el sentimiento de que la vida es muy efímera y que no podemos seguir atados a algo que nos haga infelices. Y he cambiado como persona porque, por ejemplo, nuestra carrera de periodismo es increíblemente humana. Estás todo el tiempo en contacto con otras historias que te hacen cuestionarte tu propia vida. Desde que empecé a estudiar, que es más o menos cuando lancé el libro, y que fue donde te digo que obtuve un cimiento desde donde quería partir, comencé a deconstruir muchas cosas que me había implantado la sociedad y yo misma también. Creo que se han difuminado sobre todo miedos, prejuicios y estereotipos.
En el libro afirma que quiere que este sea “una ayuda, un recordatorio de que la vida es efímera”. Desde la publicación del libro, ¿ha encontrado personas o historias con las que se haya cumplido esa intención?
Sí, es impresionante. Justo en la pandemia, estábamos haciendo una entrevista para el podcast de mi editora y yo le contaba que lo primero que me pregunta la gente cuando sabe que escribí un libro es que cuánta plata ganó. Y yo les respondo “absolutamente nada”, porque escribir un libro es muy costoso, sobre todo cuando no tienes un apoyo, pero es irónico porque a mí el libro no me da sustento económico, pero me da toda la vida que yo necesito. Todas las ganas, las palabras y el amor que yo realmente necesito para vivir tranquila, feliz y agradecida. Estoy muy agradecida con la gente que se toma el tiempo de leer mi historia y de escribirme “me estás haciendo ver la vida diferente” o “me dio fortaleza”. Y, como digo al final del libro, me impacta más cómo recibe el libro la gente que no ha tenido cáncer, porque creo que entender que la vida es efímera es un aprendizaje que todas las personas que hemos tenido cáncer ya tenemos, pero para la gente que de pronto no este es un ejemplo muy tangible de que las cosas se pueden acabar en un segundo. Me han llegado palabras y cariño, la gente me da las gracias y yo les digo “no, gracias a ustedes”. Porque la vida después del cáncer sigue siendo muy difícil, sobre todo cuando tienes secuelas y esas palabras me siguen recordando que por algo pasó y me siento tranquila y con la fuerza y el amor para seguir.
Le sugerimos: “Duelo”
Hablemos de sus otros proyectos como el pódcast ‘De cinco a seis’ y la dirección hacia la que ha ido evolucionando su carrera…
Es muy lindo porque todo se conecta. ‘De cinco a seis’ fue un podcast que nació en la pandemia y la idea es compartir experiencias, como entrevistas semiestructuradas con personas que tenían conocimientos que yo no tenía y que deseaba aprender. Entonces, invité a una sexóloga, a un tatuador... Ahora he cambiado el formato un poco. Por ejemplo, el último episodio es precisamente una historia sobre un profesor que me dio la clase de ‘Derecho LGBT’ en la universidad y él cuando estaba estudiando vio esa misma materia y fue gracias a ella que se reconoció como persona diversa. Es una historia que tiene guión, no es una conversación. Ahora que terminé la tesis y empiezo prácticas, quiero dedicarme muchísimo al podcast y a mi escritura personal, me gusta mucho contar historias.