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¿Por qué “Más allá de la línea roja”?
María Elsy Morales: siempre en la guerra hay una línea roja, no definida, pero se sabe que es el límite terrestre de acceso a la población civil. Entonces el título atiende a esta simbología. Más allá de esa línea roja es estar inmerso en la zona de fuego, en el conflicto puro.
En los primeros capítulos del libro se habla de experiencias personales, por ejemplo lo que sus familias les cuentan sobre el conflicto armado. Es decir, este no es un texto impersonal o una historia de terceros...
Olga Lucía Garzón: sí, estamos contando una historia no porque miramos un archivo o nos la contaron, sino porque nosotras estuvimos allá y la vivimos. Escribir es como vivir una experiencia de nuevo, es sacarla y poder manifestarles a los demás lo que estoy sintiendo. Por lo general, la gente nunca se imagina todo lo que tocó hacer para tener una página, 30 segundos al aire. Creo que por eso hubo mucha emoción cuando nos propusieron hacer el libro.
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Este es una historia del conflicto en Colombia, pero también la historia de cómo se llega a ser periodista de guerra. ¿Cómo fue ese proceso para ustedes?
Morales: la vida nos llevó a eso, no elegí propiamente ser periodista de conflicto. Elegí ser periodista y busqué ser corresponsal. Estando en los medios, si sucede así sea una escaramuza, uno va y la cubre, luego se fueron intensificando los ataques de violencia y seguimos cubriendo. En el camino se fue aprendiendo. Nos volvimos corresponsales de guerra, llamémoslo así, sin tener un chaleco antibalas, sin tener nada que nos protegiera, pero además nadie que nos dijera cómo actuar. Fue, por un lado, la pasión de hacerlo y la necesidad de cumplir con lo que uno se responsabilizó.
Garzón: en mi caso fue el destino, digo. Desde que era pequeña tuve esas primeras puntadas y luego como que se fue uniendo todo. Como cuento en el libro, empecé a escuchar acerca de episodios de guerra con mi abuelita, en el Líbano. Me contaba todo lo que tenía que ver con la violencia bipartidista. Después, cuando entré a trabajar a El Nuevo Día, me asignaron la página de comunidad y empecé a ir a los barrios más pobres de Ibagué y a entender de dónde viene eso de la guerrilla, la injusticia social, el abandono del Estado y todo esto. Luego conocí a Jaime Gustavo Osorio Gómez, que era secretario de Gobierno, y él me sugirió ir a la Gatinia a cubrir lo que estaba pasando con la amapola. Me fui, como dice María, sin saber cómo era la cosa, me bajé y empecé a preguntar en dónde podía conseguir un guerrillero, y bueno, ahí terminé.
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Más allá de la parte técnica, hablemos de los sentimientos que surgen al hacer este tipo de periodismo.
Morales: eso tiene varios momentos. Cuando sientes el movimiento de un helicóptero empiezas a ponerte tensa, pero al mismo tiempo emocionada de saber que está pasando algo y que debes saber qué es y la expectativa de saber qué vamos a encontrar. Luego vienen el reproche y la rabia al ver la destrucción y las vidas afectadas. Y cuando todo pasa, vuelve la tensión de llegar a cumplir con el material. Entonces es una cantidad de sensaciones, emociones y sentimientos.
Garzón: hay mucha adrenalina desde que uno comienza a idearse la nota, pero también hay muchos sentimientos de impotencia cuando uno llega a lugares donde hay víctimas del conflicto y ven a la prensa como su salvación. Eso pasa muchísimo y tienes que llegar por lo tuyo, por tu entrevista, y no se puede hacer nada, dejar a la gente atrás e irte. Entonces es mucha impotencia ver sufrimiento y no poder hacer absolutamente nada. Pero en ocasiones también hay alegrías y satisfacciones, porque hay mucha pasión por lo que se hace.