María José Navia: “Los detalles más cotidianos merecen siempre nuestra atención”
“Todo lo que aprendimos de las películas” es el más reciente libro de María José Navia, publicado por Páginas de Espuma. Entrevista con la autora chilena.
Juan Sebastián Lozano Mendoza
María José Navia es una escritora que hunde sus raíces en la biblioteca. No en los problemas sociales de Chile, su país, en la tierra que sufre de Latinoamérica; se aleja de la tendencia actual de las escritoras de por aquí a narrar la violencia brutal, lo que padecen las mujeres en un continente machista. Todo lo que aprendimos de las películas homenajea a la literatura y al cine, se construye sobre frases luminosas de otros, epígrafes que amplían nuestro universo -como en Moby Dick-; terminado el libro dan ganas de leerlo todo. Los cuentos cortos también son infinitos, como lector me sentí navegando en una galaxia, y en el fascinante cerebro de la autora. En el libro también hay violencia, una sutil, por ejemplo, la esclavitud de algunas mujeres al mandato de la belleza, las presiones sociales que asfixian a algunas, cierta timidez y represión de personajes que les impiden vivir con plenitud.
En los cuentos también hay mucha solidaridad, entre mujeres, algunas asumen muy bien roles que no les tocan. Hay amores que no se consolidan por las diferencias de edad, o sociales, como en las películas de Wong Kar-way, o en Lost in Translation, filme que nos marcó a tantos. Y otros temas: la nostalgia del pasado, de tiempos mejores, de la luz de la pantalla gigante del cine (el libro fue escrito en la pandemia); los libros de biografía que en realidad son de ficción, porque no podemos asir la realidad; la libertad de los “feos”, los despreciados que al final hacen arte con mirada aguda. El mago de Oz mueve sus hilos detrás del libro, el clásico infantil tal vez es la referencia fundamental. El mago, como el cine, nos “engaña”, maquina un artificio, pero esa ficción nos hace regresar a casa con nuevas enseñanzas -Oz hizo regresar a Dorothy a Ohio-; la realidad se ve mejor cuando hemos visto buenas películas, la imaginación nos hace descubrir la vida.
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María José Navia nació en Santiago de Chile en 1982. Es magíster en Humanidades y Pensamiento Social por la universidad de Nueva York y doctora en Literatura y Estudios Culturales por la universidad de Georgetown. Escribió las novelas Sant y Kintsugi, y los libros de cuentos Instrucciones para ser feliz, Lugar, y Una música futura. También la novela infantil El mapa secreto de las cosas. Kintsugi y Una música futura están publicados en Colombia por Himpar editores. Todo lo que aprendimos de las películas fue finalista del premio Ribera del Duero y está publicado en Páginas de Espuma, editorial española.
En el libro se siente el dolor de las mujeres, por ejemplo, la esclavitud al mandato de la belleza física. No muestra la violencia brutal, tema de otras escritoras, sino una más sutil, por decirlo así. Háblenos un poco de esto.
Me interesa escribir sobre las vidas de las mujeres en distintos momentos de sus vidas. La infancia, la adolescencia, la adultez, la relación con sus cuerpos, con quienes las rodean. Sus momentos de dolor y también sus momentos de felicidad. La violencia está por ahí porque me parece que siempre está en alguna medida, pero lo que yo buscaba más era acercarme con atención a las vidas de esas mujeres, en sus luces y sombras. Creo que los detalles más cotidianos merecen siempre nuestra atención y no solamente los hechos terribles.
Cuéntenos un poco del contexto en el que escribió este libro, supongo que fue en la pandemia, tiene una atmósfera de fin del mundo. En él hay ciencia ficción cercana, un futuro muy cercano a este presente.
Sí, fue un libro escrito en pandemia, de ahí que la casa sea uno de los protagonistas de la colección. Me gusta escribir libros de cuentos que se van conectando unos con otros. En este libro, la conexión está dada por las películas (como presencia cotidiana y suerte de educación sentimental, también el ritual del cine como refugio y como experiencia en peligro de desaparecer [es algo que temí en la pandemia]), por la repetición de algunos personajes que aparecen y desaparecen (como Constance, Laura y otros), y por una casa que se embruja tres veces: por una pareja desesperada por tener un hijo (“Dependencias”), por la llegada de una escritora y su muerte (“Fan”) y por la tecnología (“Gretel”). Lo de la ciencia ficción viene desde antes en mi obra: aparece en el último capítulo de Kintsugi, amenazando con devorar la intimidad de una pareja y es lo que impregna a casi todos los relatos de Una música futura. Me interesa especialmente cómo la tecnología va transformando la forma en que nos relacionamos y nuestros afectos. Pero en este último libro hay más referencias al cine y es un poco más “desenchufado”, quizás por el cansancio de tanta pantalla durante la pandemia.
¿Qué pesa más en su proceso creativo, una planeación detallada de los cuentos, o más bien la improvisación, el dejarse llevar por los personajes o la música de las frases?
Las dos cosas. Son dos momentos muy marcados para mí. Al comienzo es seguir una línea e ir avanzando de a poco, como conduciendo un auto en medio de una neblina, sin saber dónde terminaré. Eso es lo que me mantiene entretenida escribiendo. Pero, una vez que ya hay un primer manuscrito, reviso minuciosamente, pienso muy bien el orden de los relatos y las conexiones entre ellos y me preocupo mucho de la sonoridad de las palabras. En cuanto termino un cuento, lo leo en voz alta y lo grabo en mi teléfono. Luego, por horas, días o semanas, lo voy escuchando como si escuchara un podcast o una canción y voy editando “de a oídas”.
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Qué escritores y artistas la influenciaron para escribir Todo lo que aprendimos de las películas.
Están casi todas esas influencias en los epígrafes del libro y de cada cuento: Mavis Gallant, James Salter, Joy Williams, Emily Dickinson, Jean Rhys, Sofia Coppola, L.Frank Baum, Fanny Howe, Francis Scott Fitzgerald, Aracelis Girmay, Daisy Johnson, Lorde (las canciones también son muy importantes para mi escritura), Peter Orner, Jimena Arnolfi. Para mí escribir es una forma de seguir leyendo, es continuar la conversación con los libros y películas y canciones que me han hecho quien soy. Otras referencias que aparecen en los cuentos o que los impregnan son las películas de Isabel Coixet, de Sarah Polley, de Wong Kar Wai, El Mago de Oz, Lost in Translation (mi película favorita), algunas películas de Tim Burton, Ray Bradbury. Y como grandes influencias de todo lo que escribo están siempre Rodrigo Fresán y Virginia Woolf.
Háblenos un poco de sus libros favoritos, libros fetiche, los que considera fundamentales en su estética como escritora.
Mis libros favoritos son aquellos de escritores que arman con ellos una galaxia. Que escriben obras que se comunican unas con otras, repitiendo motivos, personajes. Me gusta esa familiaridad que se genera cuando una lee libros así. Mi escritor favorito es Rodrigo Fresán y sus obras son fundamentales para mí: son libros que leen otros libros, eruditos y generosos, de una imaginación desbordada. Los recomiendo todos, pero si tengo que nombrar un par diría que su tríptico de las partes (compuesto por La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada), es un verdadero monumento a todo lo que la literatura tiene de maravilloso; sus cuentos en Historia argentina y La velocidad de las cosas son deslumbrantes; Jardines de Kensington es una novela perfecta. Pero todos son geniales, la verdad. Sin embargo, en términos de estilo, yo me siento más bajo el influjo de escritoras en inglés, especialmente de aquellas que le han dedicado sus vidas al cuento como Grace Paley o Deborah Eisenberg. También otras que escriben novelas como Ann Beattie, Mavis Gallant (todas sus novelas y cuentos), Lydia Millet (especialmente Fight No More), Jamie Quatro (I Want to Show You More), Joy Williams (The Visiting Privilege), Megan Mayhew Bergman (Birds of a Lesser Paradise), Amy Hempel (todos sus cuentos), Elizabeth Strout (Olive Kitteridge, Olive, Again, y toda su saga de Amgash que sigue a su personaje Lucy Barton), Sabrina Orah Mark (Wild Milk y Happily), Ottessa Moshfegh (Homesick for Another World), Rebecca Miller, Edith Pearlman…Tantas. Otros favoritos: Zorro y todo lo de Dubravka Ugresic y Dorthe Nors, también muchas escritoras japonesas: Hiromi Kawakami (El cielo es azul, La tierra blanca), Yoko Ogawa (La piscina, El embarazo de mi hermana, La policía de la memoria…), Sayaka Murata (La dependienta), Yukiko Motoya (Mi marido es de otra especie), Mieko Kawakami (Pechos y huevos), Yu Miri (Tokio, estación de Ueno).
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Qué es el cine para usted.
Es una parte muy importante de mis días. Es un vistazo al futuro y a otras vidas, es un ritual de compartir la oscuridad con extraños. Es una parte fundamental de mi biografía, junto con la literatura.
María José Navia es una escritora que hunde sus raíces en la biblioteca. No en los problemas sociales de Chile, su país, en la tierra que sufre de Latinoamérica; se aleja de la tendencia actual de las escritoras de por aquí a narrar la violencia brutal, lo que padecen las mujeres en un continente machista. Todo lo que aprendimos de las películas homenajea a la literatura y al cine, se construye sobre frases luminosas de otros, epígrafes que amplían nuestro universo -como en Moby Dick-; terminado el libro dan ganas de leerlo todo. Los cuentos cortos también son infinitos, como lector me sentí navegando en una galaxia, y en el fascinante cerebro de la autora. En el libro también hay violencia, una sutil, por ejemplo, la esclavitud de algunas mujeres al mandato de la belleza, las presiones sociales que asfixian a algunas, cierta timidez y represión de personajes que les impiden vivir con plenitud.
En los cuentos también hay mucha solidaridad, entre mujeres, algunas asumen muy bien roles que no les tocan. Hay amores que no se consolidan por las diferencias de edad, o sociales, como en las películas de Wong Kar-way, o en Lost in Translation, filme que nos marcó a tantos. Y otros temas: la nostalgia del pasado, de tiempos mejores, de la luz de la pantalla gigante del cine (el libro fue escrito en la pandemia); los libros de biografía que en realidad son de ficción, porque no podemos asir la realidad; la libertad de los “feos”, los despreciados que al final hacen arte con mirada aguda. El mago de Oz mueve sus hilos detrás del libro, el clásico infantil tal vez es la referencia fundamental. El mago, como el cine, nos “engaña”, maquina un artificio, pero esa ficción nos hace regresar a casa con nuevas enseñanzas -Oz hizo regresar a Dorothy a Ohio-; la realidad se ve mejor cuando hemos visto buenas películas, la imaginación nos hace descubrir la vida.
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María José Navia nació en Santiago de Chile en 1982. Es magíster en Humanidades y Pensamiento Social por la universidad de Nueva York y doctora en Literatura y Estudios Culturales por la universidad de Georgetown. Escribió las novelas Sant y Kintsugi, y los libros de cuentos Instrucciones para ser feliz, Lugar, y Una música futura. También la novela infantil El mapa secreto de las cosas. Kintsugi y Una música futura están publicados en Colombia por Himpar editores. Todo lo que aprendimos de las películas fue finalista del premio Ribera del Duero y está publicado en Páginas de Espuma, editorial española.
En el libro se siente el dolor de las mujeres, por ejemplo, la esclavitud al mandato de la belleza física. No muestra la violencia brutal, tema de otras escritoras, sino una más sutil, por decirlo así. Háblenos un poco de esto.
Me interesa escribir sobre las vidas de las mujeres en distintos momentos de sus vidas. La infancia, la adolescencia, la adultez, la relación con sus cuerpos, con quienes las rodean. Sus momentos de dolor y también sus momentos de felicidad. La violencia está por ahí porque me parece que siempre está en alguna medida, pero lo que yo buscaba más era acercarme con atención a las vidas de esas mujeres, en sus luces y sombras. Creo que los detalles más cotidianos merecen siempre nuestra atención y no solamente los hechos terribles.
Cuéntenos un poco del contexto en el que escribió este libro, supongo que fue en la pandemia, tiene una atmósfera de fin del mundo. En él hay ciencia ficción cercana, un futuro muy cercano a este presente.
Sí, fue un libro escrito en pandemia, de ahí que la casa sea uno de los protagonistas de la colección. Me gusta escribir libros de cuentos que se van conectando unos con otros. En este libro, la conexión está dada por las películas (como presencia cotidiana y suerte de educación sentimental, también el ritual del cine como refugio y como experiencia en peligro de desaparecer [es algo que temí en la pandemia]), por la repetición de algunos personajes que aparecen y desaparecen (como Constance, Laura y otros), y por una casa que se embruja tres veces: por una pareja desesperada por tener un hijo (“Dependencias”), por la llegada de una escritora y su muerte (“Fan”) y por la tecnología (“Gretel”). Lo de la ciencia ficción viene desde antes en mi obra: aparece en el último capítulo de Kintsugi, amenazando con devorar la intimidad de una pareja y es lo que impregna a casi todos los relatos de Una música futura. Me interesa especialmente cómo la tecnología va transformando la forma en que nos relacionamos y nuestros afectos. Pero en este último libro hay más referencias al cine y es un poco más “desenchufado”, quizás por el cansancio de tanta pantalla durante la pandemia.
¿Qué pesa más en su proceso creativo, una planeación detallada de los cuentos, o más bien la improvisación, el dejarse llevar por los personajes o la música de las frases?
Las dos cosas. Son dos momentos muy marcados para mí. Al comienzo es seguir una línea e ir avanzando de a poco, como conduciendo un auto en medio de una neblina, sin saber dónde terminaré. Eso es lo que me mantiene entretenida escribiendo. Pero, una vez que ya hay un primer manuscrito, reviso minuciosamente, pienso muy bien el orden de los relatos y las conexiones entre ellos y me preocupo mucho de la sonoridad de las palabras. En cuanto termino un cuento, lo leo en voz alta y lo grabo en mi teléfono. Luego, por horas, días o semanas, lo voy escuchando como si escuchara un podcast o una canción y voy editando “de a oídas”.
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Qué escritores y artistas la influenciaron para escribir Todo lo que aprendimos de las películas.
Están casi todas esas influencias en los epígrafes del libro y de cada cuento: Mavis Gallant, James Salter, Joy Williams, Emily Dickinson, Jean Rhys, Sofia Coppola, L.Frank Baum, Fanny Howe, Francis Scott Fitzgerald, Aracelis Girmay, Daisy Johnson, Lorde (las canciones también son muy importantes para mi escritura), Peter Orner, Jimena Arnolfi. Para mí escribir es una forma de seguir leyendo, es continuar la conversación con los libros y películas y canciones que me han hecho quien soy. Otras referencias que aparecen en los cuentos o que los impregnan son las películas de Isabel Coixet, de Sarah Polley, de Wong Kar Wai, El Mago de Oz, Lost in Translation (mi película favorita), algunas películas de Tim Burton, Ray Bradbury. Y como grandes influencias de todo lo que escribo están siempre Rodrigo Fresán y Virginia Woolf.
Háblenos un poco de sus libros favoritos, libros fetiche, los que considera fundamentales en su estética como escritora.
Mis libros favoritos son aquellos de escritores que arman con ellos una galaxia. Que escriben obras que se comunican unas con otras, repitiendo motivos, personajes. Me gusta esa familiaridad que se genera cuando una lee libros así. Mi escritor favorito es Rodrigo Fresán y sus obras son fundamentales para mí: son libros que leen otros libros, eruditos y generosos, de una imaginación desbordada. Los recomiendo todos, pero si tengo que nombrar un par diría que su tríptico de las partes (compuesto por La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada), es un verdadero monumento a todo lo que la literatura tiene de maravilloso; sus cuentos en Historia argentina y La velocidad de las cosas son deslumbrantes; Jardines de Kensington es una novela perfecta. Pero todos son geniales, la verdad. Sin embargo, en términos de estilo, yo me siento más bajo el influjo de escritoras en inglés, especialmente de aquellas que le han dedicado sus vidas al cuento como Grace Paley o Deborah Eisenberg. También otras que escriben novelas como Ann Beattie, Mavis Gallant (todas sus novelas y cuentos), Lydia Millet (especialmente Fight No More), Jamie Quatro (I Want to Show You More), Joy Williams (The Visiting Privilege), Megan Mayhew Bergman (Birds of a Lesser Paradise), Amy Hempel (todos sus cuentos), Elizabeth Strout (Olive Kitteridge, Olive, Again, y toda su saga de Amgash que sigue a su personaje Lucy Barton), Sabrina Orah Mark (Wild Milk y Happily), Ottessa Moshfegh (Homesick for Another World), Rebecca Miller, Edith Pearlman…Tantas. Otros favoritos: Zorro y todo lo de Dubravka Ugresic y Dorthe Nors, también muchas escritoras japonesas: Hiromi Kawakami (El cielo es azul, La tierra blanca), Yoko Ogawa (La piscina, El embarazo de mi hermana, La policía de la memoria…), Sayaka Murata (La dependienta), Yukiko Motoya (Mi marido es de otra especie), Mieko Kawakami (Pechos y huevos), Yu Miri (Tokio, estación de Ueno).
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Qué es el cine para usted.
Es una parte muy importante de mis días. Es un vistazo al futuro y a otras vidas, es un ritual de compartir la oscuridad con extraños. Es una parte fundamental de mi biografía, junto con la literatura.