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                                                                                                                                María Kodama: “Los hijos son una hipoteca de por vida”

                                                                                                                                La viuda de Jorge Luis Borges habla de las razones que la vincularon para siempre con el escritor argentino, cuyos 120 años de natalicio se conmemoraron este año.

                                                                                                                                Joseph Casañas - @joseph_casanas

                                                                                                                                María Kodama, aquí como invitada a la pasada edición de la Feria del Libro de Montería, ha escrito libros como “Atlas” y “Homenaje a Borges”. / Álvaro Vargas Mejía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Tal vez a Borges le gustaba estar conmigo porque yo había recibido una educación totalmente distinta del resto de los argentinos. Una educación japonesa basada en el respeto, en la cortesía y en la puntualidad, que es el respeto a la vida del otro. Mi padre me dijo una vez que yo nunca debía llegar tarde porque estaba tomando la vida de otra persona y no tenía derecho. Si esa persona quería pasar dos horas mirando el techo, era su vida, pero yo no podía hacerla esperar dos horas porque yo tomaba esas dos horas de vida del otro. Y eso me quedó hasta hoy”.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Buscaba que Kodama hablara de algo de su vida que no estuviera ligado con el autor de El Aleph. Me conflictúa —y lo sigue haciendo— eso de que su existencia esté totalmente eclipsada por la obra de Borges. Es difícil resignarse a entender, aunque ya sea más comprensible, que a María Kodama la quieran entrevistar y la inviten a dar charlas y conferencias, no solo, pero sí únicamente, por ser la viuda de Borges.

                                                                                                                                Con la esperanza de encontrar un relato que no incluyera a Borges, Kodama comienza a contar el segundo recuerdo del señor Yosaburo.

                                                                                                                                “Cuando le pregunté a mi papá qué era la belleza, él se reservó su respuesta para el fin de semana siguiente y me regaló, entonces, un libro de arte con una lámina de La victoria de Samotracia. “Pero no tiene cabeza”, le dije. Y él me respondió: “¿Quién le dijo a usted que la belleza está en una cabeza? Mire los pliegues de la túnica; esos pliegues están agitados por la brisa del mar. Detener la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de esa túnica para la eternidad, esa es la belleza”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                María Kodama conoció a Borges cuando tenía 16 años. Bueno, ese es un decir: a esa edad apretó la mano del escritor. En realidad, dice ella, se enamoró de él cuando tenía cinco años y la maestra que le enseñaba inglés le leyó un poema de Borges escrito en inglés.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Y la anécdota de cómo conoció a Borges en la calle Florida, de Buenos Aires. “Yo caminaba rápido como una bala. Borges salía de una librería, lo choqué sin querer y casi lo tiro al suelo. En la desesperación del golpe, le dije: ‘¡Ay perdón! Yo lo escuché cuando era chica’ (por la conferencia). Y me dijo: ‘Dígame, ¿usted no querría estudiar inglés antiguo?’. Yo, para hacerme la sabia, le pregunté: ‘¿Shakespeare?’. ‘No, mucho más antiguo. Siglo IX’, respondió. ‘Ah no, eso va a ser muy difícil. No voy a poder’. Y me lanzó: ‘Pero si lo que le digo es que yo tampoco lo sé y que lo estudiemos juntos’. A partir de ese momento, no nos separamos más”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No importa que cada anécdota se termine cruzando con la vida de Borges. Eso explica, tal vez, porqué terminaron juntos pese a la abismal diferencia generacional.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Y también fue preciso hablar, en su momento, de los convencionalismos sociales. Y los hijos, y el matrimonio. Y todas las pavadas. Y se pone más argentina para decir lo que viene. Su voz es un susurro. Un susurro argentino.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Supe desde el principio que no iba a ser mamá. Me regalaban muñecas y me decían que eran mis hijos, yo las sentaba en el suelo y decía que eran mis alumnos. Mi vocación era enseñar, no tener hijos. Además, tener hijos es una hipoteca de por vida. Cuando son bebitos, bueno son bebitos y toca cuidarlos, cuando son adolescentes, se llevan la cabeza contra las paredes, luego se quedan hasta los treinta años, y luego te plantan y te enchufan los nietos”.

                                                                                                                                María Kodama, quien este año fue distinguida como profesora honoraria de la UBA, tras la muerte de Borges, no se volvió a enamorar. A los amigos que intentaron presentarle prospectos sentimentales les advertía: “Ojalá que sea un clon de Peter O’Toole o de Harrison Ford con la personalidad de aventurero. Tendría que ser alguien que no tenga que ver con la literatura, si no, termina aplastado en la comparación”.

                                                                                                                                María Kodama, aquí como invitada a la pasada edición de la Feria del Libro de Montería, ha escrito libros como “Atlas” y “Homenaje a Borges”. / Álvaro Vargas Mejía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                “Tal vez a Borges le gustaba estar conmigo porque yo había recibido una educación totalmente distinta del resto de los argentinos. Una educación japonesa basada en el respeto, en la cortesía y en la puntualidad, que es el respeto a la vida del otro. Mi padre me dijo una vez que yo nunca debía llegar tarde porque estaba tomando la vida de otra persona y no tenía derecho. Si esa persona quería pasar dos horas mirando el techo, era su vida, pero yo no podía hacerla esperar dos horas porque yo tomaba esas dos horas de vida del otro. Y eso me quedó hasta hoy”.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Buscaba que Kodama hablara de algo de su vida que no estuviera ligado con el autor de El Aleph. Me conflictúa —y lo sigue haciendo— eso de que su existencia esté totalmente eclipsada por la obra de Borges. Es difícil resignarse a entender, aunque ya sea más comprensible, que a María Kodama la quieran entrevistar y la inviten a dar charlas y conferencias, no solo, pero sí únicamente, por ser la viuda de Borges.

                                                                                                                                Con la esperanza de encontrar un relato que no incluyera a Borges, Kodama comienza a contar el segundo recuerdo del señor Yosaburo.

                                                                                                                                “Cuando le pregunté a mi papá qué era la belleza, él se reservó su respuesta para el fin de semana siguiente y me regaló, entonces, un libro de arte con una lámina de La victoria de Samotracia. “Pero no tiene cabeza”, le dije. Y él me respondió: “¿Quién le dijo a usted que la belleza está en una cabeza? Mire los pliegues de la túnica; esos pliegues están agitados por la brisa del mar. Detener la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de esa túnica para la eternidad, esa es la belleza”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                María Kodama conoció a Borges cuando tenía 16 años. Bueno, ese es un decir: a esa edad apretó la mano del escritor. En realidad, dice ella, se enamoró de él cuando tenía cinco años y la maestra que le enseñaba inglés le leyó un poema de Borges escrito en inglés.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No importa que cada anécdota se termine cruzando con la vida de Borges. Eso explica, tal vez, porqué terminaron juntos pese a la abismal diferencia generacional.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Y también fue preciso hablar, en su momento, de los convencionalismos sociales. Y los hijos, y el matrimonio. Y todas las pavadas. Y se pone más argentina para decir lo que viene. Su voz es un susurro. Un susurro argentino.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                María Kodama, quien este año fue distinguida como profesora honoraria de la UBA, tras la muerte de Borges, no se volvió a enamorar. A los amigos que intentaron presentarle prospectos sentimentales les advertía: “Ojalá que sea un clon de Peter O’Toole o de Harrison Ford con la personalidad de aventurero. Tendría que ser alguien que no tenga que ver con la literatura, si no, termina aplastado en la comparación”.

                                                                                                                                Por Joseph Casañas - @joseph_casanas

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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