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Mariana Martínez: “Es un deber moral el aportar a la construcción de país”

En este nuevo capítulo de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo para El Espectador, Mariana Martínez habla acerca de la herencia por el gusto al servicio público, su vocación por la economía y su trabajo, desde el derecho, por la justicia social.

Isabel López Giraldo
07 de diciembre de 2020 - 01:25 a. m.
Mariana Martínez ha desempeñado su vida profesional desde la economía y el derecho.
Mariana Martínez ha desempeñado su vida profesional desde la economía y el derecho.
Foto: Archivo Particular
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Soy perfeccionista y podría decir que un tanto psicorrígida. Leal y honesta, con plena convicción del deber público. Esposa amorosa y afectuosa madre. Buena amiga.

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Orígenes- Rama materna

Mis abuelos fueron Luis Cuéllar Calderón y María Mercedes López Michelsen, los dos descendientes de familias con pasión por la política pública.

Los Cuéllar

El primer Cuéllar que pisó América lo hizo hacia 1570, Juan de Cuéllar y Rivera (1515-1600), hijo de Baltazar de Cuéllar y Catalina Rivera. Ya se cuentan más de once generaciones desde ese momento. Su origen fue Castilla y León (España), para morir en Colombia aproximadamente en 1600.

Conquistador español, Don Juan llegó a Lima y de allí se unió a Belalcázar. Participó en la fundación de Cali, Anserma y Popayán. Su primer hijo, Juan De Cuéllar Del Acebo y Sotelo, nació en la Palma (Cundinamarca), en 1573.

Los Calderón

El ancestro más antiguo que tengo identificado por la rama Calderón es José Manuel Calderón (1716), de quien desciende Arístides Calderón Reyes (1815 – 1890), mi tatarabuelo materno, quien fuera presidente del Estado soberano de Boyacá durante la segunda administración de Rafael Núñez. Su esposa, Ana Rosa Tejada Mariño, era prima hermana del famoso dramaturgo y político Luis Vargas Tejada.

Mi bisabuela materna, Lucila Calderón Tejada, fue prima hermana de Clímaco Calderón, presidente de la República en 1882.

Los López

El ascendente más antiguo de los López fue don Gerónimo López, sastre nacido en Santafé de Bogotá en 1790. Su hijo, Ambrosio López Pinzón, nació en 1809, fue presidente de la Sociedad de Artesanos de Colombia, esposo de Felisa Medina Morales y padre de Pedro Aquilino López Mejía, hombre de negocios, pero con gusto por los asuntos públicos, que nació en Bogotá el 4 de enero de 1857.

Pedro Aquilino fue el mayor exportador de café del país, casado con María del Rosario Pumarejo, con quien conformó su familia en Honda. Fueron los padres del expresidente Alfonso López Pumarejo, mi bisabuelo, y abuelos del expresidente Alfonso López Michelsen, mi tío abuelo. Durante la Guerra de los Mil Días se trasladó a Nueva York para volver en 1908. En 1917 fue miembro principal del Concejo de Bogotá y en 1918 el presidente Marco Fidel Suárez lo nombró ministro del Tesoro, cargo que no aceptó.

Don Pedro fue el primero en construir un edificio de seis pisos para oficinas que hoy ocupa el Banco de la República y que en algún momento fue la sede del Banco López que había fundado, edificio construido y diseñado por el arquitecto Robert Farrington, inaugurado en 1920 y considerado el más grande, importante y emblemático de la ciudad.

En 1921 fue senador por el departamento del Tolima y su suplente fue Enrique Olaya Herrera.

Los Michelsen

Carlos Michelsen Koppel nació el 9 de mayo de 1818 en Dinamarca y murió en Bogotá en 1893, siendo la quinta generación de su familia. Don Carlos se casó con doña María del Carmen Uribe Ibáñez y fueron padres de Carlos Michelsen Uribe (1850-1930), a su vez casado con doña Antonia Lombana Barreneche, descendiente de Pedro de Lombana, conquistador español. Carlos y Antonia son los padres de María Michelsen Lombana, quien nació en 1890. María fue la esposa de Alfonso López Pumarejo, mis bisabuelos.

Mis abuelos

De mi abuelo Luis Cuéllar Calderón no tengo mucha información. Murió muy joven en un accidente de avión proveniente de Guayaquil donde tenía algunos negocios, cuando mi mamá apenas si había cumplido tres años.

Mi abuela, María Mercedes López Michelsen, hermana de Alfonso, fue muy amorosa. Tuvo una vida compleja debido a dos sucesos que se le presentaron. Quedó viuda muy joven con tres hijos, lo que le impuso unos retos difíciles en una época en que la mujer no estudiaba y por supuesto tampoco trabajaba. Además, tuvo que conciliar esta situación con un constante clima político adverso, pues el hecho de ser hija de López Pumarejo la incorporó dentro de un escenario de violencia cuasi permanente. Entre las cosas traumáticas que ocurrieron puedo mencionar el hecho de que les incendiaron su casa ubicada en la calle 24 con carrera 5ª. Esto fue así cuando se pretendió acallar a la dirigencia liberal. Pero ese mismo día, 6 de septiembre de 1952, ya habían saqueado y prendido fuego al edificio de la Dirección Nacional Liberal, continuaron hacia las dependencias de El Tiempo y El Espectador, disparando contra sus ventanas, las que más tarde incendiaron. No contentos con esto, prosiguieron a la casa del presidente Carlos Lleras Restrepo en el norte de la ciudad.

Esta situación obligó a López Pumarejo y a Carlos Lleras Restrepo a refugiarse en la Embajada de Venezuela y a salir para el exilio. Mi abuela se vio forzada a dejar a sus tres hijos, Martha, Mercedes y Luis, en un internado en París, en el que permanecieron por año y medio, o quizás dos, hasta su regreso al país cuando las circunstancias les permitieron hacerlo.

Muy recién nacida nombraron a mi abuela cónsul en Ámsterdam donde permaneció quince años. Pese a que la visitábamos con frecuencia, no tuve mucho tiempo para haberla disfrutado y conocido más. A su regreso ya estaba mayor.

Mi abuela vivió con una tía a quien quise mucho, Martha Cuéllar, con quien además tuve muchas afinidades. No tuvo hijos y me decía que yo “era su niñita”. Fue una persona muy importante para mí.

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Casa materna

Mi mamá, María Mercedes Cuéllar, es economista graduada de la Universidad de los Andes. Adelantó una maestría en desarrollo económico en la Universidad de Boston y posteriormente otra en derecho en la Universidad de los Andes. Fundó con Rodrigo Botero y con Rudy Hommes la revista Estrategia Económica y Financiera. Entre sus grandes logros están las reformas para avanzar en la descentralización administrativa, en la apertura de la economía a los mercados externos, en la reestructuración del Banco de la República, el diseño de políticas para afrontar la crisis financiera del 99, y más recientemente recomendaciones sobre el mercado de vivienda y sector financiero.

Ha dedicado su vida a la carrera pública. Fue viceministra de Hacienda, ministra de Desarrollo, la primera directora de Planeación Nacional, la primera mujer codirectora del Banco de la República. También fue presidente de Asobancaria y de Felabán. Su carrera pública y profesional ha sido impecable. Es una de las personas más influyentes en la política económica del país, y una de las mujeres más admiradas por su templanza y su tenacidad.

Está dedicada a la asesoría, a la lectura y a sus nietos. Se ha vuelto una persona más familiar. Sus hijas, Mariana, Juliana y Cristina, heredamos el amor por los asuntos públicos. Mi mamá ha sido nuestro faro.

Nací en un momento muy interesante, quizás soy una de las pocas personas de mi generación que tuvo una mamá que estudió, la primera en su familia que sacó adelante su carrera profesional y luego tuvo una trayectoria poderosa y potente, convirtiéndose en un referente muy retador para sus hijas.

Rama paterna

Mis abuelos, Alfonso Martínez Rueda y Paulette Roba Deliens, se casaron huyendo de la Segunda Guerra Mundial en una circunstancia muy especial.

Paulette era hermana de René Roba, experto en insectos que vino a trabajar a Colombia y se casó con una colombiana. Mi bisabuela y mi abuela vinieron a visitarlo, y fue cuando mis abuelos se conocieron.

Mi abuela materna regresó a Bélgica y uno de los hermanos de mi abuela materna, Pedro López Michelsen, casualmente estaba en Copenhague y se casó con Paulette por poder y en representación de mi abuelo. Esto fue así para que mi abuela pudiera salir de Bélgica y por supuesto de Europa. Tomó un barco desde Lisboa y se encontró con mi abuelo en Ann Arbor (Michigan, EEUU), donde él estudiaba su carrera de medicina. Luego se casaron en una nueva ceremonia en diciembre de 1940.

Paulette también era prima hermana del reconocido caricaturista Jean Roba, nacido en Bélgica en 1930 y que murió en 2006, creador de Boule et Bill, serie de comics traducida a más de una veintena de lenguas y que superó los veinticinco millones de lectores y que le valió recibir el Premio Albert-Uderzo en 2003.

Mi abuelo nació en Bogotá el 23 de octubre de 1917. Perteneció a una familia de médicos y él fue psiquiatra. Fue el menor de los hijos del profesor Pompilio Martínez y de María Luisa Rueda Vargas. María Luisa era hermana de Manuel Antonio Rueda Vargas, MD, alcalde de Bogotá 1937-38, y los dos fueron hijos de Manuel Antonio Rueda Jara (1858 – 1907, Villa del Rosario Santander).

Sus ascendientes migraron a Colombia por Venezuela. Manuel Antonio Rueda Jara fue un reconocido matemático e ingeniero civil que se entregó por completo a la academia desde el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, la Universidad Nacional y la Escuela Colombiana de Ingeniería. Fue fundador del Liceo Mercantil, del Colegio Académico y de la Universidad Republicana. También fue socio fundador de la Sociedad Colombiana de Ingenieros.

Mi abuelo Alfonso inició sus estudios universitarios en la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan en los Estados Unidos y de postgrado en el Instituto Neurológico de Nueva York (1945) y luego en el Instituto Neuropsiquiátrico de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor (1946-47). Fue el primer médico colombiano con formación psiquiátrica en los Estados Unidos y fundó la Asociación Psicoanalítica Colombiana de la cual fue presidente en 1967.

Su padre, Pompilio, fue uno de los médicos que dio inicio a la cirugía en Colombia, profesor y decano de la Facultad de Medicina de la Academia Nacional de Medicina. Tuvo destacados alumnos como Juan N. Corpas y otros. Practicó la primera sutura de corazón realizada en Colombia, y entiendo que en América Latina.

Existe una curiosidad con respecto a ese procedimiento que le valió ser expulsado de forma temporal de la Facultad, al considerar esta que el corazón era la sede del alma. También fue uno de los fundadores de la Clínica de Marly.

Mi abuela murió de cáncer antes de mi nacimiento y mi abuelo en un accidente de tránsito cuando yo era adolescente.

Su papá

Mi papá, Manuel Martínez Roba, nació en los Estados Unidos mientras mi abuelo estudiaba medicina en Ann Arbor Medical Center – Michigan University. Estudió en el Colegio Nueva Granada y economía en la Universidad de los Andes, donde conoció a mi mamá. Años después viajaron juntos a hacer una maestría en economía en Boston.

Comenzó su carrera en el sector público y terminó su vida profesional en el Fondo Latinoamericano de Reservas Económicas (FLAR), atendiendo temas de inversiones públicas y desarrollo económico. Ahora está dedicado a su finca, a sus vacas y a sus nietos.

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Pilares fundamentales

Uno de los pilares fundamentales de familia fue precisamente el de la educación, pues se le dio una importancia muy grande. Mi mamá es quien es gracias a que tuvo la oportunidad de estudiar y de ejercer su profesión. Nos mostró la manera de transformar el mundo que nos rodea, siendo ella un punto de referencia de la transformación económica en el país de los últimos 40 años. Mientras crecimos este hecho se reflejó, no en un tema de exigencia académica, pues lo curioso es que estudiando en el Anglo, colegio que genera muchas capacidades y competencias, mis padres nunca estuvieron particularmente pendientes de nuestros resultados, al estar desarrollando sus carreras. Cuando nací tenían alrededor de treinta años y ya mi mamá ocupaba importantes cargos públicos.

El otro pilar tiene que ver con la formación profesional, que va más allá de la educación y que está inspirado en el trabajo público que trasciende la vida laboral de mis padres, pues muy especialmente en la familia López se vive la vocación pública. Algunos la desarrollaron más con enfoque político, otros en lo técnico, como es el caso particular de mi mamá y mío. Lo tenemos como un deber, porque nos gusta, porque conocemos los temas y porque así lo sentimos. En un país como el nuestro hay una inequidad muy grande, muchos son los frentes en los cuales se puede trabajar si se tienen las competencias y las habilidades para aportar a que la situación sea mejor.

Otros valores importantes en los cuales se fundamentó nuestra infancia son la honestidad, el respeto y la transparencia, que muchos relacionan con lo primero. Mi mamá siempre nos dijo que lo único que tendríamos, y con lo que nos defenderíamos en la vida, sería con lo que estudiáramos. Al hacer el balance, hoy se confirma, pues sus hijas todas hemos adelantado varios estudios sobre los que hemos basado nuestra vida profesional.

Colegio Anglo Colombiano

Estudié en el Anglo Colombiano y me iba muy bien, sin ser de las que se ganaba todos los premios, pero sí obtenía algunos. Conservo el mismo grupo de amigas de bachillerato con el que puedo dejarme de ver por años, pero sin que se pierda el vínculo emocional.

Fui la conciencia de mi grupo de amigas, me decían Mamá Mariana. Creo que esto obedece a que cuando nació mi hermana menor, Cristina, mi mamá era directora de Planeación Nacional, entonces ayudé en su crianza. Mi personalidad se volvió muy conservadora. Cuando uno juega el rol de mamá, todo el tiempo piensa entre lo que está bien y mal. Esta característica se trasladó a la relación con mis amigas, quienes en muchas ocasiones no me contaban que hacían maldades solo para evitarse el regaño.

El ver a mi mamá desarrollar su vida profesional de una forma tan activa, y el que la llevara a la casa, me permeó de lo que era su formación en economía por los temas que se desarrollaba en las conversaciones que sostenía con quienes la visitaban. Esto despertó mi interés en los temas económicos desde el colegio.

Universidad de los Andes

Cuando tuve que escoger carrera se dio un primer acto de rebeldía. Si bien me gustaba la economía, decidí irme por la matemática. Siendo mi mamá un modelo de vida y mi mayor referente, era importante para mí forjar mi propio futuro. Necesitaba estar segura de que no estaba tomando la decisión de qué estudiar basada en lo único que había visto en mi vida: economía al desayuno, el almuerzo y a la comida.

Me daba temor escoger economía porque era lo único que conocía y no porque fuera mi verdadera vocación. Así me aparté de ella a sabiendas de que esta área del conocimiento me gustaba mucho, pues desde el colegio ya tomaba clases, gracias al modelo de bachillerato internacional que lo permitía.

Inicié estudiando matemáticas puras, pero al cabo de un año ya no me gustaron tanto, pues el idioma de las matemáticas es la física y me pareció muy aburrida. Hablar de aceleración y velocidad no me decía nada, pese a que usa las mismas fórmulas que en economía: derivadas, integrales y otras modelos de optimizaciones y modelos de crecimiento económico. Hablando con los asesores académicos me dijeron que necesitaba imprimirles a esas mismas variables un ingrediente que significara y representara algo. De ahí que la combinación de las dos cosas me llevó a estudiar economía.

Cuando estaba por terminar la carrera comencé a encontrar el gusto por la microeconomía aplicada. Esta me permitía conocer los diferentes sectores y en especial el tema del gasto y composición de hogares y la manera como maximizan su bienestar, cómo sacarlos de la pobreza y cómo reducir la inequidad.

Fedesarrollo

Recién graduada en economía tuve la fortuna de conocer a Ana María Ibáñez, a quien quiero y admiro. Ana María actualmente está vinculada a la Universidad de los Andes y al BID, y para ese momento trabajaba en Fedesarrollo. En mi tránsito entre la carrera y la maestría, me ofreció trabajar con ella, entonces no solamente sería mi directora de tesis, sino que me integraría al equipo con el que atendería el proyecto del Banco Mundial sobre desplazamiento en Colombia.

Acepté de inmediato y fue así como empecé a alejarme de la economía pura para entrar en temas de microeconomía aplicada. Esta aproximación me haría después experta en política pública, especialmente en temas de seguridad y justicia.

El tema de desplazados fue una investigación muy interesante porque buscábamos identificar las diferencias de la oferta institucional a nivel municipal. Ahí comencé a entender el por qué del desplazamiento en Colombia, qué lo estaba generando, las variables de seguridad y el contexto político que, desde la economía, nunca lo había visto. Algo curioso, porque Fedesarrollo es un centro de pensamiento económico, pero había una línea de investigación social que se abría en lo referente a violencia política y sus efectos sobre el desarrollo económico. Mi carrera adquiría verdadero sentido y se empezó a manifestar en mí esa vocación pública familiar que, si bien no estaba en el sector, ya hacía trabajo público.

Conocí a alguien a quien también quiero y admiro, Elvira María Restrepo, que, sin ser economista, sino abogada, estaba vinculada a Fedesarrollo. Ella era la única abogada en medio de economistas. Cuando se realizan proyectos que analizan la violencia, siempre termina uno analizando que está pasando con la justicia. Existe una relación directa, la una afecta a la otra. En el año 2002 las dos empezamos a estudiar sobre la impunidad en Colombia, que en ese entonces ya era muy alta y lastimosamente aún lo sigue siendo. Estudiamos sobre procesos de homicidios, peculado y terrorismo, tomando información de la Fiscalía, buscando respuestas al por qué los procesos judiciales no prosperan y por qué presentan una impunidad tan alta.

Esa fue mi incursión en el derecho. Me volví experta en el sistema penal inquisitivo de la Ley 600. Porque para poder modelar se necesita entender las variables y su significado. Así supe con profunda claridad qué era un imputado, un sindicado, cuándo había condena, cuándo un proceso precluye, y demás detalles de relevancia en el procedimiento investigativo. Me empezó a fascinar el funcionamiento de la justicia penal.

Posteriormente también con Elvira María me vinculé al CEDE de la Universidad de los Andes. Buscamos con el Banco Mundial recursos para investigar sobre el desenlace de más de ocho mil casos de homicidios en Colombia. Hicimos un trabajo similar al que ya había adelantado, logrando resultados interesantísimos. Era necesario fortalecer el aparato de justicia en investigación criminal y remediar las disparidades en que los jueces dictaban sentencias. Esta fue una de las conclusiones más interesantes.

Se dice, se repite, se insiste y se cree, que la justicia es igual para todos, y resulta que no es así, como se evidencia en la práctica y como quedó probado con los modelos econométricos que diseñamos. Salieron un buen número de recomendaciones para la Fiscalía, donde resaltábamos las variables determinantes para identificar, vincular a la investigación y luego condenar al culpable del homicidio.

Se iniciaron estudios en otras líneas de justicia que me permitieron entender el derecho civil, contencioso administrativo, de familia, laboral, además del penal. Eso sumó al idioma jurídico que ya empezaba a conocer.

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Corporación Excelencia en la Justicia

Recibí una llamada de la Corporación Excelencia en la Justicia que manejaba Mauricio González, exmagistrado de la Corte Constitucional, para invitarme a hacer parte del equipo de investigadores. Ayudamos a la Fiscalía a diseñar e implementar lo que después se convirtió en la Ley 906 del nuevo Sistema Penal Acusatorio.

Este sistema significó un cambio enorme para el país al pasar de un sistema inquisitivo a uno acusatorio, más moderno, que debía traer menos impunidad, ser más eficiente y con mayor celeridad y transparencia. Pero también con mayor vinculación de las víctimas a los procesos y más reparación.

Planeación Nacional

Santiago Montenegro dirigía el Departamento Nacional de Planeación y me invitó a ser subdirectora de Justicia en la Dirección de Justicia y Seguridad. Les pareció muy interesante mi perfil que podría calificar como mixto, el de alguien que entendía totalmente lo que estaba pasando en el sistema de justicia, pero que tenía la capacidad de aportar con herramientas de diseño en políticas públicas relacionadas con presupuesto y con la formulación de indicadores, definición de objetivos, y demás instrumentos de la administración pública.

Estando aquí decidí hacer la maestría en derecho, lo que tuvo dos explicaciones. Una fue que los magistrados no me encontraban legítima al no ser abogada. Cuando iba a negociar presupuesto con ellos, les parecía que no les entendía nada, cuando entendía más de lo que ellos creían, pero partían del supuesto de que no eras así. Eso me estaba generando dificultades a la hora de negociar y de avanzar en las políticas para la búsqueda de alcanzar una justicia más eficiente. El segundo factor surgió cuando mi mamá me dijo: “Hagámosla juntas”. Para mi mamá resultaba interesante y necesaria, al querer entender las motivaciones que llevaban a los jueces a fallar de una determinada manera, pues para ese momento se presentaron muchas sentencias con abominables efectos económicos. No se puede hacer política económica o política pública sin entender cómo piensan los jueces. Si bien hay fallos en derecho, también hay un nivel de discrecionalidad muy alto, y en materia económica esto estaba teniendo unos costos muy altos para el país.

La iniciamos por razones distintas y la terminamos en momentos diferentes, debí priorizar mi embarazo, pues esperaba a mi primogénita, Antonia. Tres años más adelante la terminé, antes del nacimiento de mi segunda hija, Gabriela.

Después de tres años muy intensos, pues fue en Planeación donde aprendí a formular política pública y donde también tuve retos profesionales muy importantes, así como logros en justicia, pese a los problemas estructurales, sentamos las bases para la reparación a las víctimas y con la Fiscalía implementamos la Ley de Justicia y Paz.

Tiempo para la familia- Consultorías

Tomé la decisión de retirarme y fue muy compleja, pero necesaria. Sentí que debía sacar un poco más de tiempo para mi familia. Comenzó aquí una época muy agradable en la que acompañé los primeros años de preescolar de Antonia, mientras hacía consultoría con Fedesarrollo, con la Corporación Excelencia en la Justicia y otros Think Thanks. Además, entregué la tesis de mi maestría en derecho hasta graduarme.

Banco Interamericano de desarrollo

Recibí una llamada del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pues querían que colaborara con el tema de la defensa jurídica del Estado, tema que ya había trabajado en Planeación Nacional.

Estando en el DNP se había identificado que las demandas contra el Estado estaban creciendo vertiginosamente, lo que representaba erogaciones fiscales muy altas y el BID quería brindar ayuda al país. El Banco consideraba que Colombia debía transformar la manera en que se ejercía la defensa jurídica y que se estaba saliendo de control.

Desde mi salida de Planeación hasta esa llamada, prácticamente, se habían quintuplicado las pretensiones económicas de procesos contra el Estado.

Trabajamos con la Presidencia de la República y fue una de las medidas que se tomó con la gran transformación que hizo el presidente Santos en el 2011, con las facultades extraordinarias bajo las que se crearon varias agencias del Estado.

Agencia Nacional de Defensa Jurídica

Esta consultoría dio lugar a la creación de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica, pensada para mejorar la defensa del Estado, pues en ese momento estaba sembrada la tesis de que demandar al Estado era buen negocio, y creo que aún se mantiene.

En estos diez años ha habido una transformación en la manera como se defiende el Estado, y para este momento ya se realizaba una verdadera defensa de los casos más grandes y onerosos, con elevadas tasas de éxito para la nación.

Estructurando la agencia, recibí la invitación de Fernando Carrillo a formar parte de su equipo. Fue así como inicié en la agencia, con el conocimiento previo al haberla estructurado en el papel desde el BID, y para mí constituía un honor hacer parte del proyecto que era como un bebé al que había que sacarlo de la cuna, algo realmente importante.

Empecé a organizar lo que denominé en su momento el corazón o columna vertebral de la agencia, que era el sistema de información y de predicción de riesgo de demandas al Estado. Partí de una hoja de excel hasta constituirse en un sistema de gestión de demandas con impacto de alto alcance. Desde Presidencia hicimos una modificación con el Ministerio de Justicia sobre el código contencioso administrativo, conocido como el CPACA, en el que se incluyeron normas que le daban poder a la agencia en muchos frentes.

Uno de los artículos ordenaba que todas las demandas contra el Estado tenían que ser notificadas a la agencia, lo que nos brindó una cantidad de información antes nunca vista y que nos permitió conocer el número de ellas, el valor de las pretensiones, a quiénes y por qué demandaban, y quién lo hacía, pero, sobre todo, permitió actuar de forma expedita para reducir los riesgos de fallos desfavorables al Estado.

A partir de allí determinamos cuáles eran las mayores variables de riesgo para que se pudiera intervenir oportunamente en los procesos judiciales. Esta es una herramienta muy poderosa.

Fueron años muy intensos, un reto difícil y grande porque siempre había trabajado en temas de justicia, pero no totalmente rodeada de abogados. Y es que los abogados piensan de una forma y los economistas de otra, tenemos objetivos distintos. Pero al final logramos los objetivos propuestos.

Realmente el trabajo grande lo hicimos con Adriana Guillén en la dirección de la agencia, a quien quiero mucho y admiro, pues Fernando estuvo apenas unos pocos meses.

Ministerio de Defensa

Estando en la agencia recibí dos llamadas el mismo día. Luis Carlos Villegas, ministro de Defensa, me dijo que quería que asumiera el viceministerio de Defensa en el que manejaría todo el presupuesto del sector defensa. Prácticamente le dije que sí, que no tenía que pensarlo siquiera.

En la noche me llamó Edgardo Maya, contralor General de la República, para que asumiera como vice contralora General. Le agradecí el honor que me hacía, pero mi corazón se inclinaba más hacia el Ministerio de Defensa, tan relacionado con los temas de seguridad y violencia. El reto era igualmente interesante, pero me llamaba poderosamente la atención el hecho de ejecutar directamente la política pública de seguridad y defensa, más que el rol de auditora.

Acepté el Viceministerio de Estrategia y Planeación, sin duda la experiencia más fascinante de mi vida profesional, y en la que aprendí muchísimo durante cuatro años y medio que estuve vinculada al Ministerio de Defensa.

Tuve a cargo el proyecto de transformación de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, el manejo de un presupuesto que superó los treinta y cinco billones de pesos anuales, las políticas de formación de capital humano -desde el momento que se vincula un oficial, suboficial o un soldado a la Fuerza hasta su retiro-, y las escuelas de formación. También fui responsable de la política logística, lo que significa que efectivamente los integrantes de las Fuerzas tuvieran todo lo necesario para ejecutar las diferentes operaciones. Es decir, la dotación, los equipos, el armamento, la movilidad, las comunicaciones, la infraestructura, requeridos para el éxito de la operación. Mi responsabilidad incluía las políticas de mantenimiento y adquisición de equipos mayores como helicópteros, buques, submarinos, aviones, vehículos tácticos, armas.

Estos eran los grandes temas, pero alrededor de ellos se daban muchas otras cosas. Lideré la política de transparencia, anticorrupción y construcción de integridad. Trabajamos con OTAN buscando aprehender de las mejores prácticas de administración de recursos de defensa. Gracias a este y otros esfuerzos, invitaron a Colombia a ser Global Partners ante la OTAN, el único país de Latinoamérica en lograrlo.

Fue muy importante, pues nos abrieron, entre otras, las puertas para avanzar en la participación en misiones internacionales bajo los mejores estándares de interoperabilidad. Es un gran voto de confianza, además del reconocimiento al profesionalismo y capacidades de nuestras Fuerzas Militares.

En los temas de integridad avanzamos muchísimo. Pasamos de ser un país de riesgo C, que es moderado en temas de corrupción, hasta llegar a la banda B. En banda A y B solo hay diecisiete países.

Vino luego el cambio de presidente y por ende de ministro. Sentí nostalgia pues los proyectos de transformación requieren tiempos largos para su implementación, para convencer a todos los actores involucrados, y estos aún estaban apenas concretándose. Presenté la carta de renuncia, pero el ministro Guillermo Botero me dijo que había hablado con el presidente Iván Duque y los dos querían que continuara. Así lo hice, pues mi compromiso estaba en materializar toda la transformación que llevábamos adelantando y que resultaba tan crítica.

La transformación era muy importante, pues Colombia ya llevaba unos años con problemas fiscales. Particularmente en el sector defensa, a pesar de tener un presupuesto tan alto, se estaban empezando a afectar los recursos para garantizar las operaciones, por ende, estaba y continúa en riesgo la sostenibilidad de las Fuerzas.

La pregunta era cómo garantizar que las fuerzas pudieran seguir operando con presupuestos decrecientes o congelados. El gobierno de los Estados Unidos nos ayudó a entender qué era exactamente lo que nos estaba pasando. Resulta que no teníamos una relación entre la estrategia y el presupuesto. Teníamos unos dictámenes de Presidencia en los que el presidente trazaba sus objetivos, pero no había forma de relacionarlos con el presupuesto que teníamos asignado.

Esto sucede cuando la forma de diseñar el presupuesto general en el país no se realiza conectando los gastos de personal, inversiones o gastos generales. Puede que las asignaciones de personal aumenten, pero si no hay un aumento proporcional en los gatos generales, pues no habrá dotación con la cual los soldados puedan salir a combatir. Por eso ese equilibrio es tan importante. Y si no tenemos botes, aviones o vehículos, pues tampoco podemos movilizar la tropa. Es decir, tenemos una nómina costosa, pero cada día menor capacidad de mover a nuestras fuerzas. Y ni qué decir de cómo relacionar estos gastos con los objetivos de seguridad nacional.

Sabíamos que la nómina ascendía a veinticinco billones de pesos, combustible a medio billón, repuestos un tanto igual, pero sin forma de saber si el soldado, la gasolina y el repuesto realmente estaban alineados para producir los objetivos estratégicos. Así no se podía priorizar el presupuesto para su cumplimiento.

En eso constituía el principal eje de la transformación. Había que cambiar todo el modelo de planeación para establecer, que si hay una determinada amenaza y el presidente establece su objetivo estratégico sobre ella, cómo se va a atacar y con cuánto presupuesto. Así, encontramos la ficha faltante del rompecabezas. Empezamos a planear por capacidades. Esto significaba no pedirle a Hacienda más recursos para estos tres frentes que mencioné, personal, gasto generales e inversión, de la forma clásica, sino para que las Fuerzas pudieran obtener y sostener sus capacidades.

Un ejemplo, es la capacidad de asalto aéreo. Si quiero entrar a la destrucción de laboratorios y cristalizaderos en territorio, la forma de hacerlo es con esta capacidad, es decir, con la combinación de un helicóptero con combustible, pilotos y su tripulación, ocho o doce soldados que tienen entrenamiento para bajar por soga rápida con su respectiva dotación y armamento, comunicaciones y contar con la doctrina que nos diga cómo hacerlo. Si no tengo todos los elementos: doctrina, organización, materiales, personal e infraestructura, pues no tendré la capacidad. Así todo debe estar integrado y entre unos y otros hablarse.

Esto es efectividad y planear por capacidades. Se vinculan los recursos con los objetivos. Si se quieren más operaciones, pues el tamaño de la amenaza lo amerita, se sabe exactamente el costo de la capacidad. El riesgo empieza ya no a quedar exclusivamente dentro del Ministerio de Defensa, sino dentro Congreso, del Consejo Nacional de Seguridad y de otras instancias del gobierno nacional.

Hora de volver a casa

Si bien continué por un tiempo sintiéndome muy apoyada por el presidente y por el ministro, con la salida de Botero supe que ya era suficiente, pues nadie había durado tanto en ese viceministerio. Ya era, una vez más, hora de volver a casa.

Me retiré en enero del 2020, después de entregar la mejor ejecución presupuestal del Ministerio de Defensa, con más del 99.6% de ejecución efectiva. El Plan Estratégico de Defensa y Seguridad 2018 – 2022 formulado, el proyecto de transformación y desarrollo de capacidades de las fuerzas al 2035 formulado, el nuevo modelo de planeación y desarrollo de capacidades andando, el plan de transformación digital expedido, entre otras muchas políticas de formación y desarrollo del capital humano, y de políticas logísticas.

Fue un gran esfuerzo de institucionalización y formalización de más de cuarenta políticas de defensa –quizá la mayor cantidad en la historia de ese viceministerio-, y no solo me siento orgullosa de lo que logramos, sino también profundamente agradecida por haber contado con un equipo tan maravilloso.

Después de haber tenido la honrosa posibilidad de conocer el valor del soldado, de tierra, mar y aire, y de nuestros policías, hoy con mucho orgullo me siento parte de este cuerpo.

¡Soy un soldado más!

Pude recorrer con ellos todo el territorio nacional haciendo seguimiento, en compañía de mis hijas y mi esposo, a quienes siempre les dieron la más grata de las bienvenidas. Mis hijas aprendieron también del sacrificio y valor del soldado. Sin duda alguna, ellas también llevan en su alma ese sentimiento patrio, y, sobre todo, el respeto y admiración que nuestra fuerza pública merece.

Estoy muy agradecida con los ministros Luis Carlos Villegas y Guillermo Botero y, por su puesto, con los presidentes Santos y Duque por haber confiado en mí y haberme dado tan honrosa oportunidad de trabajar hombro a hombro con nuestras Fuerzas Militares y de Policía.

Salí del ministerio y hoy disfruto inmensamente, y como nunca, de mi familia, con la satisfacción del deber cumplido.

Buen viento y buena mar.

Familia

Me casé en 2003, después de vivir un noviazgo de año y medio con Juan Ruge, mi esposo.

Juan es administrador de empresas y tiene un restaurante campestre familiar en Subachoque, La Huertana, al que ha estado vinculado toda su vida.

Como uno de mis hobbies es la jardinería, alguna vez que visité el restaurante, me detuve en las hortensias que tiene a la entrada para observar que estaban mal podadas. Nos conocimos esa misma tarde por una amiga en común vecina del sector. En ese almuerzo no se me ocurrió sino mencionar la manera como debía podarlas.

A Juan todavía le causa risa recordar a esa mujer tan aburrida que de lo primero que le habló fue de matas. Pero si algo me define es ser bastante perfeccionista y psicorrígida, porque soy la que alinea todo.

Antonia es una niña muy tranquila y quien aprecia mucho su zona de confort. Es muy aplicada y auto responsable. Tiene gran facilidad para las manualidades, pinta y escribe. Es muy amorosa, a diario me dice: “mamá, te quiero”. Gabriela nació tres años después. Su personalidad es muy cercana a la de Juan. Es histriónica, extrovertida. Si pudiera ser artista lo haría, porque le fascina actuar, cantar, contar chistes. Tiene un don de gentes enorme. Ahora que he podido compartir con mis hijas en estos meses sabáticos, he aprendido a conocerlas a profundidad.

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Aficiones

Diría que mi única afición es la jardinería. Llegué a través de una tía abuela, Elvira Martínez de Nieto, que tuvo un jardín precioso, de revista, en su finca en Tabio. Estuvo muy vinculada a todos los clubes de jardinería que nacieron en Colombia hace un buen número de años.

Recuerdo que mi papá fue uno de los sobrinos que más pendiente estuvo de ella durante su vida, pues no tuvo hijos. Crecimos mucho a su lado y desde niña me enseñó el arte del jardín, a sacar piecitos, esquejes, a podar, abonar, fumigar y reproducir. Le tomé mucho amor al tema.

Cuando empecé vi cómo no se me morían las matas y mi tía me decía que tenía muy buena mano, pero no para la cocina porque nunca he preparado un plato, para eso está Juan y su amor por la cocina.

A raíz de esta experiencia quedé a cargo de su jardín lo que se me convirtió en un reto emocional el no dejarlo morir, y también se convirtió en mi punto de escape, en terapia, en felicidad. Me costó un poco mantenerlo mientras estuve en el ministerio, pero lo he recuperado en estos meses de pandemia.

Reflexiones

¿Qué sigue en su camino?

No soy de planear mi camino. Este se ha ido abriendo de una forma fascinante. Ahora se me presenta el reto de trabajar para el gobierno de los Estados Unidos como asesor internacional para la transformación de organizaciones militares con los países aliados. Vamos a ver a dónde me lleva este camino.

Si fuera una planta, ¿cuál sería?

Esa es una pregunta difícil. Tengo pasión por tantas de ellas, especialmente por su increíble capacidad de supervivencia y adaptación, de crecimiento permanente, de floración, de reproducción.

Por su buena energía sería violeta, símbolo de confianza y lealtad. Zarza, tenacidad. Tomillo, apoyo y constancia. Amapola, consuelo. Belladona, sinceridad y silencio. Jazmín blanco, elegancia.

¿Qué elemento de la naturaleza es?

Aire. El pensamiento.

¿Cuál es su color?

Lavanda por serenidad y creatividad.

¿Dónde está su equilibrio?

En el momento en que diferencié que no todo es trabajo, que se pueden hacer las cosas con la mayor vocación siendo responsable con los temas íntimamente personales, como la familia que se está construyendo. También está en el apoyo que me ha brindado mi esposo para que pudiera seguir adelante con mi vida profesional. Él se ha gozado todo mi proceso siendo muy felices como familia, como pareja.

¿Qué le gusta dejar en las personas que se acercan a usted?

Depende de quien se trate. Quizás el respeto por el funcionario público, pues la gente suele generalizar y llamarlos a todos corruptos, cuando no es así. Si bien hay mucha corrupción en Colombia, hay un número muy importante de personas que trabajamos en el sector público y no somos corruptas.

Se necesitan funcionarios públicos con vocación y formación. Los hay, y de muy altas competencias, que han aportado al país sin hacer parte del desprestigio.

¿Qué mensaje le da a los jóvenes con vocación para el servicio público que evitan hacer parte por el riesgo?

Que, si tienen la vocación, es un deber moral el aportar a la construcción de país. Si bien los riesgos son altos, deben asumirlos, tomando todas las precauciones, pues es necesario construir instituciones sólidas, lo que solo se puede lograr con personas integrales e íntegras. Alguien tiene que tomar las decisiones difíciles, aunque estas no sean populares.

¿Cómo quiere ser recordada el día de mañana?

Como una persona amorosa, pero con el temple para afrontar situaciones adversas.

¿Cuál debería ser su epitafio?

Madre y esposa amorosa. Mujer valiente.

#HISTORIASDEVIDA #ISALOPEZGIRALDO

Por Isabel López Giraldo

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