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Maribel, cuénteme usted quién es, qué la define.
Soy una inconformista, conciliadora, perfeccionista, testaruda, alguien quien busca ser una mejor persona. Me salgo de la zona de confort para perseguir mis sueños. Me define la perseverancia. Tengo alma de investigadora. Estoy llena de dudas y busco resolverlas.
¿Cuáles son sus orígenes?
Mi ascendencia es sefardita. Personajes de nuestra familia salieron de España a finales de mil quinientos.
Israel Lopera Medina, mi abuelo, tuvo una empresa de carpas para camiones que le permitió un modo de vida relativamente cómodo. Murió a sus tempranos setenta, cuando yo tenía siete años. María Meza Restrepo, mi abuela, perteneció a una familia de terratenientes. Pero, al morir sus padres, el único hermano hombre dejó a sus hermanas sin herencia. Se casó con mi abuelo para llevar una vida humilde. Vivieron en Aragón, corregimiento de Santa Rosa de Osos, Antioquia, y tuvieron dieciocho hijos de los cuales mi papá era el quinto.
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Mi papá dice que nunca supo cuándo su mamá estaba en embarazo y cuándo no; su hermana menor nació cuando él tenía veintiún años, la abuela planchó hasta las once de la noche para dar a luz a las cuatro de la mañana, que fue cuando él escuchó llorar a un bebé.
Pancracio de Jesús Lopera Mesa, mi papá, es un mito para mí. Tuvo una voluntad férrea, fue siempre un comprometido con sus proyectos. Estuvo muy cerca de ordenarse como sacerdote, entonces aprendió a hablar latín, pero lo echaron del Seminario. Finalmente, se licenció en Ciencias sociales y Filosofía, y aprendió mucha historia.
¿Y de su familia materna qué información tiene?
Erasmo Sierra Galeano, mi abuelo materno, murió en un accidente de ferrocarril cuando mi mamá tenía dos años. Dejó a mi abuela con cinco hijos. Julia Rosa Uribe Monsalve, mi abuela, fue muy rebelde. Se escapó de su casa a los catorce años y rápidamente quedó en embarazo estando soltera. Después conoció a Erasmo, mi abuelo. Ellos vivieron en Puerto Berrío, pero al enviudar, mi abuela se trasladó a Medellín. Estando aquí, para sacar a sus hijos adelante, trabajó como obrera: atendía dos turnos, por lo mismo, dejaba a los niños solos todo el día. Murió a sus noventa y cuatro.
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Ruth María Sierra Uribe, mi mamá, fue una persona muy inquieta, con unos principios fuertísimos y unas ganas de superación enormes. Nació y creció solita. Recuerda de su primera infancia (desde sus dos años) que quien las cuidaba era el hermano de ocho años. Permanecía encerrada durante todo el día en una habitación con rejas en las ventanas y una cantina cercana que ponía tangos a todo volumen haciéndola sentir muy mal. Ella vio siempre a una mamá ausente, muy nerviosa, a quien no le podía hablar y quien le pegaba por cualquier cosa. La abuela sufrió de hipertiroidismo, lo que vuelve a las personas irascibles.
A mamá no le gustó esa vida y se propuso a salir de ella hasta lograrlo. Fue la única de sus hermanos que estudió. En su salón se destacó como la mejor estudiante, escribió el discurso de grado.
¿Cómo se conocieron sus papás?
Mi papá fue profesor de mi mamá durante el bachillerato. También eran vecinos, mi papá vivía en el mejor sector del barrio; sus hermanas, a los ojos de mi mamá, eran lindas, respetuosas, responsables, educadas, y eran compañeras de clase. Las llamaban las pancracias. A sus veintiún años, en 1970, mi mamá comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Antioquia. En segundo semestre se retiró para casarse.
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¿Cómo fue su infancia?
Mi hermana y yo crecimos con dos padres muy presentes. Magali, mi hermana, fue en términos prácticos mi gemela. Nacimos con diez meses de diferencia, ella un diez de abril y yo un diez de febrero del año siguiente. Es muy generosa, una buena persona, enamorada de la vida, entusiasta. Estudió enfermería profesional. Recientemente fundó Merka Orgánico.
Mi papá fue el ejemplo irreprochable de generosidad, honestidad, dedicación al hogar, solidez, nos dio mucha seguridad. Mi mamá, de una moral muy fuerte, era quien decidía qué se hacía, daba los permisos, porque tuvo la potestad de decisión sobre nosotras.
A mi mamá le debo el que, antes de que cumpliera cuatro años, yo estudiara en una academia de baile. Asistí a otras actividades extracurriculares: ballet, piano, solfeo, guitarra, coro, gimnasia. Nos educaron haciéndonos ganar las cosas, nunca tuvimos en exceso.
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Mi mamá, como buen médico bioenergético y especializada en medicina alternativa, nos hizo las niñas diferentes, pues en la lonchera nos enviaba comida saludable y nunca nos dio carnes rojas ni embutidos.
¿Cómo fue su paso por el colegio?
Comencé el colegio en segundo de primaria, pues mi mamá ya me había enseñado a leer. Estudié en escuela pública, a media cuadra de la casa, luego en la Presentación y terminé en un liceo de quintos y sextos. Fui la mejor del curso hasta graduarme a mis quince años. Mientras esperaba el concurso para entrar a la Facultad de Medicina en la Universidad de Antioquia, tomé un curso de inglés por un año. Bailo desde mis cuatro años. Inicié en la Academia de María Elena Uribe. En 1992 integré el Ballet Folclórico de Antioquia por invitación de su director. El baile para mí fue una ventana al mundo, sinónimo de crecimiento y libertad.
También participó en un reinado.
Una de las experiencias más lindas que me regaló el ballet, además de hacer mis primeros viajes a Europa, fue la de haberme llevado a ser reina en el Reinado Nacional del Bambuco en 1997.
La coronación coincidió con mi grado de medicina al que asistió mi papá para recibir el título y hacer el juramento hipocrático por mí.
Son muchas las anécdotas que recuerda de esa experiencia. También me contó que obtuvo su grado de medicina.
Me gradué con la idea de irme al exterior. El ballet me abrió en cierto modo esa puerta, me permitió conocer lugares y gente, lo que facilitó materializar mi proyecto. Entonces en 1998, cuando me gradué, decidí viajar. En el 2000 viajé a Francia donde hice un máster en medicina aeroespacial al tiempo que estudiaba el idioma. Luego estuve en Instituto Europeo de Oncología, reconocido a nivel mundial, buscaba a un asistente de investigación en medicina nuclear. Me entrevistó Giovanni Paganelli y como resultado de esa entrevista, recibí una beca por tres meses como asistente de investigación.
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Con el tiempo me ofrecieron otra beca, pues quería hacer la especialidad. Con mucho esfuerzo logramos completar un dossier, presenté tres exámenes en la Universidad de la Sapienza, que fueron el todo o la nada: medicina interna, cirugía y medicina legal. Estas materias son las biblias de la medicina, pero me fue bien, salí idónea. Había pasado ya tres años en Europa, era diciembre de 2003. Al año siguiente presenté y pasé el concurso para estudiar medicina nuclear. Terminé la residencia y tuve la suerte de llegar al hospital, uno de los tres en el mundo que hacía este tipo de terapia.
Giovanni Paganelli comenzó a trabajar de manera directa con el hospital de Rotterdam, Holanda. Con él hice escuela por casi diez años desde el 2001, inicialmente como becaria, luego como asistente de investigación y finalmente como residente durante mi especialidad.
En su trayectoria profesional fue cuando conoció a su esposo.
En el 2009, en un congreso de terapia en medicina nuclear que tuvo lugar en Cartagena, Giovanni me presentó a Stefano Buono, físico nuclear quien acababa de fundar una industria farmacéutica que producía radiofármacos y quien más adelante se convertiría en mi esposo.
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Poco después fue cónsul de Colombia.
Es un honor ser llamado para ser cónsul. Fue un desafío que acepté, entonces tuve que renunciar a mi ejercicio profesional durante el tiempo que estuve en el cargo. Este fue un trabajo que amé, una responsabilidad enorme, una misión de voluntariado, aunque sin ninguna clase de poder. Ejerciendo mis funciones de cónsul se estrecharon los vínculos con Stefano. Nos casamos una vez me retiré del cargo cuando ya teníamos dos niñas.
Fue así como pasó a la industria farmacéutica...
Stefano me convenció cuando me dijo que pasar a la industria farmacéutica no era quedar al lado de los malos, sino de quienes podían hacer realidad el sueño de que esta terapia fuera accesible a todos los pacientes sin distingos de clase.
Tuvimos que surtir el proceso ante las autoridades. Decidimos registrarnos en los Estados Unidos primero que en Europa. Continuamos con el estudio de Fase III cuando ya contábamos con más de dos mil pacientes tratados con este tipo de terapia, sin que fuera garantía de nada. Trabajé en el diseño de un fármaco como director médico, en la farmacovigilancia, con el entusiasmo de saber que lograríamos cambiarles la vida a los pacientes de tumor, no solo raro, sino de incidencia muy baja. Y los resultados lo confirmaron.
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En el 2015 hicimos la plenaria del Congreso Europeo de la Sociedad de Oncología en Madrid, donde presentamos nuestros primeros resultados comparativos. Obtuvimos tan excelentes resultados que cotizamos en el índice Nasdaq de la Bolsa de Nueva York en el 2015. La acción se disparó: iniciamos en cuarenta y un dólares por acción y cerramos en ochenta y dos.
Estando en Estocolmo recibimos una llamada del Data Center Board, mesa que integraban cuatro especialistas mundiales en este tipo de terapias y de tumores, los únicos que podían acceder a los avances de los resultados de nuestro tratamiento. Recibimos un comunicado súper secreto que decía: “Pedimos urgentemente parar el estudio. Los pacientes de terapia estándar deben pasar al brazo activo, por eficacia aplastante”. Celebramos en la fiesta del Congreso, no dábamos crédito de la dicha.
Terminé publicando los resultados de nuestro estudio en el diario de medicina más prestigioso del mundo. Con Stefano cambiamos la historia de la medicina nuclear. A partir de ese momento, los grandes inversionistas financiaron los pequeños proyectos que le apostaban a este tipo de terapias.
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Fue cuando les compró Novartis.
En el 2018 Novartis, una de las farmacéuticas más importantes del mundo especializada en este tipo de tumores, se fijó en nosotros y nos compró por casi cuatro mil millones de dólares.
Hablemos de su incursión en la industria cinematográfica, también de su viaje alrededor del mundo en un catamarán que mandaron a construir. Aquí la invito a que me hable de la Fundación Buono Lopera...
Creamos un family office para manejar los veintisiete proyectos en los que invertimos. Entre ellos, la Fundación Buono Lopera, brazo no profit que se ocupa de los proyectos de beneficencia, de impacto social.