Mario Benedetti: un desexiliado romántico y soñador
Se cumplen 100 años del natalicio de uno de los poetas uruguayos más importantes del siglo XX. Más allá de su poesía existe un hombre que fue periodista y que vio que en “El sur también existe” una historia y una dignidad por rescatar.
Andrés Osorio Guillott
Un poeta que habitó su tierra con la pasión de querer descubrirla y defenderla; un poeta que fue exiliado por representar lo contrario al temor y la represión de la dictadura; un poeta que dejó como un manifiesto en verso que El sur también existe, que después un amigo y cómplice del arte como Joan Manuel Serrat hizo de ese poema uno de los álbumes más preciados de su obra, que entendió que: “aquí abajo abajo/ cerca de las raíces / es donde la memoria / ningún recuerdo omite / y hay quienes se desmueren / y hay quienes se desviven / y así entre todos logran / lo que era un imposible / que todo el mundo sepa / que el Sur también existe”.
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Un poeta que habitó su tierra con la pasión de querer descubrirla y defenderla; un poeta que fue exiliado por representar lo contrario al temor y la represión de la dictadura; un poeta que dejó como un manifiesto en verso que El sur también existe, que después un amigo y cómplice del arte como Joan Manuel Serrat hizo de ese poema uno de los álbumes más preciados de su obra, que entendió que: “aquí abajo abajo/ cerca de las raíces / es donde la memoria / ningún recuerdo omite / y hay quienes se desmueren / y hay quienes se desviven / y así entre todos logran / lo que era un imposible / que todo el mundo sepa / que el Sur también existe”.
Del sur hablaron cuando las dictaduras cayeron sobre Chile, Argentina y Uruguay. Prohibido cualquier movimiento cercano a la izquierda. Era pecado, sí, con la connotación religiosa, pertenecer y promover los discursos que daban algunos movimientos sociales que creyeron en las arcadias erigidas por la revolución rusa y varios años después, por la revolución cubana, esa misma que Benedetti señaló como importante, pues fue “la primera vez que el socialismo hablaba español, lo entendimos mucho mejor y con él entendimos los problemas de nuestro propio país", dijo en una entrevista.
La verdad de su militancia se debe a su obsesión con la realidad. “La realidad siempre ha tenido mucha influencia sobre mí personalmente y sobre lo que escribo también. Además, un tema que yo trato con mucha frecuencia es el de las relaciones humanas y, bueno, esas relaciones están ahí, en la realidad, es ahí donde uno las observa para bien o para mal”, le dijo a Reina Roffé.
Una realidad a la que asistió primero con el lamento de no poder terminar sus estudios por problemas económicos. Y, aunque no fue un impedimento para aprender a leer por medio de las obras de Julio Verne o Emilio Salgari, su ausencia en el aula pudo significar su primer choque con un mundo que habla de derechos, pero que en la práctica se convierten en privilegios de clase.
Fue por sus múltiples oficios en la empresa Will L. Smith que el uruguayo agudizó su opinión sobre lo político y lo social. La burocracia de las instituciones lo incomodaron y ello quedó demostrado en Poemas de oficina, su octavo libro y el primero en romper con el mercado en su país tras convertir lo cotidiano en un relato lírico: “A partir de la vida burocrática, de esa cosa gris que tiene la vida oficinista, yo traté de encontrar una esencia poética”. Y así fue construyendo los Andamios de su ideología y de una vida que pagó el alto precio de defender la dignidad de las ideas y de no renunciar a sus convicciones por presiones o amenazas.
En su vida predominó la poesía. Su obra así lo refleja. Paralelo a una novela o a un ensayo, Benedetti siempre escribía un libro de poesía. Y afortunadamente nunca la abandonó. Incluso una de sus quimeras literarias, El cumpleaños de Juan Ángel, es un ejemplo de ello. Una novela en verso que narra en un día las múltiples edades del personaje que ve su entorno y piensa que “hay un momento en que mi civilización clama / por mi barbarie / exige por lo pronto que los bárbaros esos / analfabetos inocentes sensibles aplasten / con su odio creador a los civilizados / sapientes y asesinos / pero exige también y eso es lo grave / que en mi propio claustro en mi propio / territorio en mi defendida soledad / la violencia abrume con odio igualmente / creador a los infinitos pudores y credos (…)”.
Por su fijación por la realidad trabajó como periodista. Fue redactor y director del semanario Marcha, donde conoció a sus contemporáneos y cómplices en las artes, en el exilio y en la esperanza. Ángel Rama, Juan Carlos Onetti, Eduardo Galeano, Idea Vilariño, entre otros. La literatura uruguaya encontró en ellos algunas voces que, seguramente, no iban a solucionar el desasosiego, pero, tal vez, lo iban a desnudar y lo iban a alejar del absurdo de creer en las utopías mientras se asiste al derrumbamiento del mundo.
También hizo parte de la revista literaria Marginalia y del consejo de redacción de la revista literaria Uno. Ambas influyeron en su proceso de creación como ensayista y poeta. En ese tiempo, a vísperas de esa primavera llamada revolución cubana, Mario Benedetti empezó a vislumbrar aún más su interés por la política. Aunque el uruguayo afirmó que el poeta César Vallejo abrió más caminos e inspiró más su andar en la poesía, también es cierto que una vida y un testimonio como el de Pablo Neruda, otro rebelde del verso, tiene similitudes en tanto que ambos abrieron una brecha diciente en su obra para hablar en nombre de los señalados como ellos, de los exiliados como ellos, de los enamorados como ellos. No fueron panfletarios o incendiarios. Que hablaran del Che Guevara y que él llevara libros de algunos de ellos no significa que hayan sido revolucionarios de armas tomar, sino que fueron los portavoces de un cambio que muchos añoraban en el silencio de la soledad y de la resignación ante una realidad que puede siempre parecer que nos supera, pero que en un despertar colectivo puede ser lo que esa masa desee.
Solo estuvo cinco meses en Estados Unidos para reafirmar la desigualdad que de alguna manera vivió cuando no pudo estudiar de niño. El racismo y el amanecer de un orden económico mundial avasallante y destructor fueron motivos de desaliento y de reafirmación de la militancia de Benedetti hacia la izquierda. A Cuba la siguió de cerca, inclusive la pequeña isla que hizo verosímil el triunfo de un pueblo sobre un poder perpetuo hizo parte de los países en los que el poeta vivió su exilio en esa larga noche de 12 años que duró la dictadura de Bordaberry.
El poeta sueña. El poeta, aunque suene a melancolía, se adapta a ella y la arropa para entenderla a ella y entender la existencia por medio de la misma. Benedetti soñaba siempre. Y creía en la utopía. Y la veía en todos lados también. En la política y en el amor. “Todo lo que se haga por amor me parece fantástico”, dijo alguna vez, y en El amor es un centro escribió: “Un todo al borde de la nada / fogata que será ceniza / el amor es una palabra / un pedacito de utopía”.
El poeta sueña con el pasado y con ver algo de él en el porvenir. Una grata sorpresa y varios desencuentros con la realidad se topan en ese deseo tan humano de pretender que el tiempo desconozca los cambios y asegure que todo será como antes. “Será como antes”, el choque de tiempos que se leen como una paradoja y como una añoranza del corazón.
Benedetti esperaba ver a su Uruguay como la dejó. Siempre estuvo pendiente de ella. En Argentina, España, Perú o Cuba habló de la patria de su infancia y defendió las voces de quienes batallaron por la democracia desde la distancia y desde la obra, desde lo que quedaría para siempre como testigos de una historia que se repite una y otra vez entre los gobiernos autoritarios y los espíritus libres de toda sed de poder y violencia. Su exilio y desexilio es una experiencia literaria y también política. No fue solo luchar contra el olvido de su tierra y de lo que él fue mientras allí vivió escribiendo en su Olivetti, también fue mantener una comunicación constante con quienes veían en las universidades o las revistas los primeros canales para reconstruir un camino y una nación que ya había visto lo más oscuro de su anochecer y se preparaba para un alba que seguimos viendo en el sur que también existe.
Que todos pasen por la famosa frase “Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor” que se encuentra en La tregua, su novela más leída y admirada por los enamorados, es, tal vez, abrir esa ventana de posibilidad para ver que la obra de Mario Benedetti es más que la historia de amor de su jefe, que es más que una poesía que busca el asombro y el brillo en los ojos de una pareja. Que aunque defienda al amor como una magia inconmensurable, su valor radica en haber dejado un mensaje sin decirlo explícitamente, en haber sido un referente de la poesía y la esperanza en América Latina en el siglo XX.
Mario Benedetti aseguró su lugar en las remembranzas y en el destino de la humanidad. Su obra parece quedar inscrita en los libros de obligatoria lectura para muchas generaciones, eso lo blinda del olvido, pero si así fuera, si sus versos y sus relatos no pudieran con la eternidad, algunos volverían a él otra vez, porque como bien lo dijo en su poesía: El olvido está lleno de memoria: “hay quienes imaginan el olvido / como un depósito desierto / una cosecha de la nada y sin embargo / el olvido está lleno de memoria”.
Ah las primicias
Ah las primicias / cómo envejecieron
Cómo el azar se convirtió en castigo
Cómo el futuro se vació de humilde
Cómo los premios cosecharon premios
Cómo desamoraron los amores
Cómo la hazaña terminó en sospecha
Y los oráculos enmudecieron
Todo se hunde en la niebla del olvido
Pero cuando la niebla se despeja
El olvido está lleno de memoria