Mario Mendoza: “Personalizar el dolor es el error de la victimización contemporánea”
El autor bogotano presentó en rueda de prensa Los vagabundos de Dios, libro con el que regresa a la ficción tras varios años de haberse dedicado al comic.
La Feria del Libro 2024 empieza a palpitarse con varios eventos previos, y uno de ellos sucedió hoy con la rueda de prensa para presentar el nuevo libro de Mario Mendoza, Los vagabundos de Dios.
Ha hecho ruido este libro, pues el regreso tras varios años del autor bogotano a la ficción, ya que en los últimos años había estado explorando el mundo de los comics. Esto, en parte, por su intención de dejar morir su versión de años atrás, de saltar al vacío como en tantas otras ocasiones lo ha hecho.
Adán Santana, personaje principal de esta historia, es un escritor que termina luego de varios infortunios en historias que no se alejan del universo de Mario Mendoza, de mundos subterráneos, esotéricos o místicos.
Previo a las preguntas, Mario Mendoza quiso destacar tres ideas que podían encerrar el argumento de Los Vagabundos de Dios. La relación con el dolor, la literatura de formación y el viaje del héroe fueron nociones que el autor bogotano señaló para explicar la construcción de esta novela que, como la mayoría de su obra, vuelve a desarrollarse en Bogotá.
Para hablar del dolor y de su importancia para forjar el carácter, Mendoza partió de “un ensayo de Carl Gustav Jung sobre la obra de Picasso. Parece que en la trayectoria de algunos artistas hay que parar y descender a las profundidades. Es un momento terrible. Le puede pasar a cualquier persona, pero en los artistas se ve ese instante”.
En la novela, pero también lo hizo durante su explicación, hizo una reflexión sobre el dolor y aseguró que personalizarlo “es el error de la victimización contemporánea”, pues el sufrimiento es parte constitutiva de la condición humana y no de solo un individuo. Se sufre, más no “yo sufro”, comentó Mendoza que es la forma correcta de concebir esta sensación.
Influenciado por el budismo y sus lecturas, Mendoza fue explicando las ideas que envuelven su libro, así como las que lo han acompañado a lo largo de los años y se han mantenido también por las circunstancias de este tiempo. Así, una de las preguntas que acompañó la creación de esta historia es la de la relación con el inconsciente, con lo que no es tangible y lo que nos es invisible. “Uno intuye que su vida está siendo gobernada por el inconsciente”, dijo el autor.
“El viaje de una persona inteligente es más difícil, porque la inteligencia le impide descender y bajar a sí mismo”, aseguró Mendoza, quien desde ahí argumentó que por eso su personaje principal tenía que ser un escritor que no podía valerse de lo que sabe y de lo que ha hecho para enfrentar ese descenso a los infiernos que él menciona.
Mendoza habló también de la tradición de la Literatura de formación, explicando que en muchos casos los personajes de este tipo de narrativa suelen ser jóvenes, mientras que en este caso su reto, dijo, fue pensar en la formación de un personaje ya adulto, que debía abandonar sus creencias y su personalidad para forjar una nueva. “Hay un protagonista que vemos cómo su carácter se va formando. Una cosa es formar la inteligencia, pero cómo se forma el carácter de una persona es otra. Y aquí el verbo clave es forjar. El carácter se forja ante la adversidad, a martillazos. Cómo se forja el carácter de una persona adulta”.
Sobre el viaje del héroe, estructura que Mendoza siente que se ha explorado sobre todo en el cine, y que se basa en lo escrito por Joseph Campbell, señaló que en el caso de esta novela el personaje “siente el llamado de la vida ordinaria para ir a lo extraordinario, a lo otro, a lo que está prohibido, a lo que las fronteras impiden cruzar. En ese momento empieza la transformación y asciende purificado de los infiernos. (...) Acá también me interesa que el protagonista en la medida en que va sintiendo el viaje se acerca profundamente a la religión”.
Las preguntas finales estuvieron relacionadas con su proceso creativo y su relación con la escritura, quizá asociando a lo vivido por el personaje de Los olvidados de Dios como un espejo de su vivencia como escritor y de lo que ha sido su obra literaria.
“El llamado de la escritura da miedo porque está uno solo en la inmensidad del desierto, de la nada. Toda la obra es un recorrido por una ciudad como Bogotá”, dijo Mendoza que, a su vez, reconoció no ser consciente de la totalidad de su día a día cuando está construyendo una novela. “Uno no es tan consciente de su proceso creativo. No todo el tiempo hay que estar teorizando sobre uno mismo. Voy sintiendo los impulsos creativos, trabajo y me inmiscuyo en eso, pero no soy tan consciente”.
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La Feria del Libro 2024 empieza a palpitarse con varios eventos previos, y uno de ellos sucedió hoy con la rueda de prensa para presentar el nuevo libro de Mario Mendoza, Los vagabundos de Dios.
Ha hecho ruido este libro, pues el regreso tras varios años del autor bogotano a la ficción, ya que en los últimos años había estado explorando el mundo de los comics. Esto, en parte, por su intención de dejar morir su versión de años atrás, de saltar al vacío como en tantas otras ocasiones lo ha hecho.
Adán Santana, personaje principal de esta historia, es un escritor que termina luego de varios infortunios en historias que no se alejan del universo de Mario Mendoza, de mundos subterráneos, esotéricos o místicos.
Previo a las preguntas, Mario Mendoza quiso destacar tres ideas que podían encerrar el argumento de Los Vagabundos de Dios. La relación con el dolor, la literatura de formación y el viaje del héroe fueron nociones que el autor bogotano señaló para explicar la construcción de esta novela que, como la mayoría de su obra, vuelve a desarrollarse en Bogotá.
Para hablar del dolor y de su importancia para forjar el carácter, Mendoza partió de “un ensayo de Carl Gustav Jung sobre la obra de Picasso. Parece que en la trayectoria de algunos artistas hay que parar y descender a las profundidades. Es un momento terrible. Le puede pasar a cualquier persona, pero en los artistas se ve ese instante”.
En la novela, pero también lo hizo durante su explicación, hizo una reflexión sobre el dolor y aseguró que personalizarlo “es el error de la victimización contemporánea”, pues el sufrimiento es parte constitutiva de la condición humana y no de solo un individuo. Se sufre, más no “yo sufro”, comentó Mendoza que es la forma correcta de concebir esta sensación.
Influenciado por el budismo y sus lecturas, Mendoza fue explicando las ideas que envuelven su libro, así como las que lo han acompañado a lo largo de los años y se han mantenido también por las circunstancias de este tiempo. Así, una de las preguntas que acompañó la creación de esta historia es la de la relación con el inconsciente, con lo que no es tangible y lo que nos es invisible. “Uno intuye que su vida está siendo gobernada por el inconsciente”, dijo el autor.
“El viaje de una persona inteligente es más difícil, porque la inteligencia le impide descender y bajar a sí mismo”, aseguró Mendoza, quien desde ahí argumentó que por eso su personaje principal tenía que ser un escritor que no podía valerse de lo que sabe y de lo que ha hecho para enfrentar ese descenso a los infiernos que él menciona.
Mendoza habló también de la tradición de la Literatura de formación, explicando que en muchos casos los personajes de este tipo de narrativa suelen ser jóvenes, mientras que en este caso su reto, dijo, fue pensar en la formación de un personaje ya adulto, que debía abandonar sus creencias y su personalidad para forjar una nueva. “Hay un protagonista que vemos cómo su carácter se va formando. Una cosa es formar la inteligencia, pero cómo se forma el carácter de una persona es otra. Y aquí el verbo clave es forjar. El carácter se forja ante la adversidad, a martillazos. Cómo se forja el carácter de una persona adulta”.
Sobre el viaje del héroe, estructura que Mendoza siente que se ha explorado sobre todo en el cine, y que se basa en lo escrito por Joseph Campbell, señaló que en el caso de esta novela el personaje “siente el llamado de la vida ordinaria para ir a lo extraordinario, a lo otro, a lo que está prohibido, a lo que las fronteras impiden cruzar. En ese momento empieza la transformación y asciende purificado de los infiernos. (...) Acá también me interesa que el protagonista en la medida en que va sintiendo el viaje se acerca profundamente a la religión”.
Las preguntas finales estuvieron relacionadas con su proceso creativo y su relación con la escritura, quizá asociando a lo vivido por el personaje de Los olvidados de Dios como un espejo de su vivencia como escritor y de lo que ha sido su obra literaria.
“El llamado de la escritura da miedo porque está uno solo en la inmensidad del desierto, de la nada. Toda la obra es un recorrido por una ciudad como Bogotá”, dijo Mendoza que, a su vez, reconoció no ser consciente de la totalidad de su día a día cuando está construyendo una novela. “Uno no es tan consciente de su proceso creativo. No todo el tiempo hay que estar teorizando sobre uno mismo. Voy sintiendo los impulsos creativos, trabajo y me inmiscuyo en eso, pero no soy tan consciente”.
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