Algunos poemas para recordar la obra de Maruja Vieira
La autora Maruja Vieira falleció este 28 de octubre a los 100 años. Como homenaje, recopilamos algunos de los poemas que componen su obra.
Maruja Vieira
“La muerte en nuestra casa conoció su fiel palabra, todo fue tan sencillo como el partir de un barco”. En la madrugada de este 28 de octubre, Ana Mercedes Vivas, hija de Maruja Vieiria, confirmó con ese mensaje el fallecimiento de su madre, la poetisa, periodista y catedrática manizalita que había cumplido 100 años el pasado 25 de diciembre.
Maruja Vieira fue una de las poetas más importantes de Colombia. Integró la Academia Colombiana de la Lengua y fue integrante hispanoamericana de la Real Academia Española. En su siglo de vida fue honrada con premios prestigiosos como la Gran Orden de la Cultura, el premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura, la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación, entre otras condecoraciones nacionales. En 2005, el Gobierno de Chile le concedió la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral por su trayectoria literaria y como docente.
Algunas de sus publicaciones fueron Campanario de lluvia, Palabras de la ausencia, Tiempo de vivir, Todo lo que era mío, Tiempo de memoria, Todo el amor buscando mi corazón, entre muchas otras. Como homenaje, recordamos algunos de sus poemas:
Año nuevo de cualquier año
Para obedecer a su vocación de pintor
Paul Gauguin abandonó cuanto tenía
¿será verdad que algo tenía?
y se fue a buscar el rojo sol de las islas.
Un día nos detenemos a pensar
qué hay detrás de la muerte.
Y descubrimos
que la única muerte verdadera
es la que estamos viviendo.
Cuando se han recorrido
tres cuartas
o dos terceras partes de la vida
o nueve décimas
(nadie lo sabe con certeza)
llega un momento
n que el gran escritorio de madera
parece un coche fúnebre.
De pronto comprendemos
que estamos muertos,
sepultados por siglos y milenios
en esos cajones profundos.
Pero resucitar da miedo.
La gente cuerda no entiende
la razón de esta alegría recóndita
de empezar a sufrir de otra manera.
Huella
La huella
de tu mano.
Apenas una gota
de rocío.
Suave trazo
de luz distante y pura.
La huella
de tu mano.
Viajes
Allá
donde no fui
jamás
(Colliure, San Michele)
tú irás.
Entonces quiero ser
ceniza nada más.
Crecer en una rama
de rosal.
(Un pétalo amarillo
que la brisa
deshojará).
Fechas
Hay fechas que parecen
llenas de alas oscuras.
La medida del tiempo
se trastorna
Y no son años,
cifras,
horas.
Es una cercanía de la herida al dolor,
del dolor a la huella-cicatriz
de una ausencia total,
definitiva.
Última llama
¿Por qué lloras?
Porque anoche a mi lámpara
la apagó un viento amargo.
¿Qué buscas en la sombra?
La sombra de unas manos,
unas manos desnudas que se alzan
contra vientos de fuego
y los enlazan
y retuercen sus uñas malhirientes.
Unas manos que nacen
en el cauce del río de la infancia
y crecen en los árboles
y vuelan con el ala de los pájaros.
¿Quién apagó tu lámpara?
No importa.
Hoy he vuelto a encenderla
con la última llama.
“La muerte en nuestra casa conoció su fiel palabra, todo fue tan sencillo como el partir de un barco”. En la madrugada de este 28 de octubre, Ana Mercedes Vivas, hija de Maruja Vieiria, confirmó con ese mensaje el fallecimiento de su madre, la poetisa, periodista y catedrática manizalita que había cumplido 100 años el pasado 25 de diciembre.
Maruja Vieira fue una de las poetas más importantes de Colombia. Integró la Academia Colombiana de la Lengua y fue integrante hispanoamericana de la Real Academia Española. En su siglo de vida fue honrada con premios prestigiosos como la Gran Orden de la Cultura, el premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura, la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación, entre otras condecoraciones nacionales. En 2005, el Gobierno de Chile le concedió la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral por su trayectoria literaria y como docente.
Algunas de sus publicaciones fueron Campanario de lluvia, Palabras de la ausencia, Tiempo de vivir, Todo lo que era mío, Tiempo de memoria, Todo el amor buscando mi corazón, entre muchas otras. Como homenaje, recordamos algunos de sus poemas:
Año nuevo de cualquier año
Para obedecer a su vocación de pintor
Paul Gauguin abandonó cuanto tenía
¿será verdad que algo tenía?
y se fue a buscar el rojo sol de las islas.
Un día nos detenemos a pensar
qué hay detrás de la muerte.
Y descubrimos
que la única muerte verdadera
es la que estamos viviendo.
Cuando se han recorrido
tres cuartas
o dos terceras partes de la vida
o nueve décimas
(nadie lo sabe con certeza)
llega un momento
n que el gran escritorio de madera
parece un coche fúnebre.
De pronto comprendemos
que estamos muertos,
sepultados por siglos y milenios
en esos cajones profundos.
Pero resucitar da miedo.
La gente cuerda no entiende
la razón de esta alegría recóndita
de empezar a sufrir de otra manera.
Huella
La huella
de tu mano.
Apenas una gota
de rocío.
Suave trazo
de luz distante y pura.
La huella
de tu mano.
Viajes
Allá
donde no fui
jamás
(Colliure, San Michele)
tú irás.
Entonces quiero ser
ceniza nada más.
Crecer en una rama
de rosal.
(Un pétalo amarillo
que la brisa
deshojará).
Fechas
Hay fechas que parecen
llenas de alas oscuras.
La medida del tiempo
se trastorna
Y no son años,
cifras,
horas.
Es una cercanía de la herida al dolor,
del dolor a la huella-cicatriz
de una ausencia total,
definitiva.
Última llama
¿Por qué lloras?
Porque anoche a mi lámpara
la apagó un viento amargo.
¿Qué buscas en la sombra?
La sombra de unas manos,
unas manos desnudas que se alzan
contra vientos de fuego
y los enlazan
y retuercen sus uñas malhirientes.
Unas manos que nacen
en el cauce del río de la infancia
y crecen en los árboles
y vuelan con el ala de los pájaros.
¿Quién apagó tu lámpara?
No importa.
Hoy he vuelto a encenderla
con la última llama.