Marvel Moreno, la brisa indeleble de Barranquilla

Marvel Moreno cumpliría este mes 80 años si el lupus no hubiese apagado su luz el 5 de junio de 1995. Se la llevó muy joven, apenas tenía 55 años. Aquí una semblanza.

Steffy Lorens Riquett Bolaño / Especial para El Espectador
24 de septiembre de 2019 - 02:39 p. m.
Artículo del Magazín Dominical de El Espectador a propósito de la publicación de "En diciembre llegaban las brisas" (1987). / Archivo de El Espectador
Artículo del Magazín Dominical de El Espectador a propósito de la publicación de "En diciembre llegaban las brisas" (1987). / Archivo de El Espectador
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El 23 de septiembre de 1939, Barranquilla abrió sus puertas de oro a la que años más tarde sería escogida por la revista Cromos como una de las cien mujeres más influyentes de la historia de Colombia: Marvel Luz Moreno Abello. Este 23 de septiembre de 2019 se conmemoran 80 años de su natalicio.  

Además de ser forzada a recibir una educación católica en los colegios Nuestra Señora de Lourdes y La Enseñanza, Marvel vivió rodeada la mitad de su vida de exclusividades propias de la clase alta barranquillera que criticó desde que pudo escribir. Lugares como el Country Club y el barrio El Prado fueron los responsables de su choque frontal con el elitismo y el patriarcado, que a la postre fueron sus dos enemigos eternos.

Reina del Carnaval en 1959, economista y administradora de una agencia de publicidad, Moreno terminó manipulando su destino de mujer sumisa y burguesa para convertirse en una auténtica representante del talento literario colombiano. Sus cuentos se convirtieron en memorias fantásticas de una cultura caribe que aún está vigente entre nosotros.

Adopción francesa

Marvel siempre buscaba su comodidad. Lejos de la Costa, allá donde el pico de la Torre Eiffel la saludaba cada vez que se asomaba por la ventana, allá fue a parar Marvelita un fin de semana, que se volvió eterno, en compañía del futuro padre de sus dos hijas, Plinio Apuleyo Mendoza.

Su anclaje a París le cambió el semblante. Se dejó crecer el capul hasta los ojos y cada vez sonreía menos. Siempre se caracterizó por ser reflexiva y apasionada. Marvel podía mezclar misterio, magia y fantasía sin olvidar la lucidez.  La otra mitad de su vida se dedicó a la producción de una escritura que evidenciaba la influencia que Barranquilla ejerció sobre ella pues, a pesar de estar lejos de su tierra, nunca necesitó encontrar otra fuente de inspiración distinta a todo lo que había presenciado.

Era experta en convertir lo cotidiano en poesía. Desde sus primeros cuentos El muñeco (1969), Oriane, tía Oriane (1975) y La sala del niño Jesús (1976) Marvel se encargó de escribir bajo el hilo de la fantasía tomando la autenticidad del ambiente barranquillero como aguja guía en el tejido de cada relato. Sus palabras generan la impresión de haber sido seleccionada con la sutileza necesaria para bosquejar la complejidad de sus mensajes. Lo correcto sería leer sus cuentos dos, tres y hasta cuatro veces; dejarse llevar por aquellos paisajes turbios y deteriorados que acompañan a mujeres peculiares en la lucha por resolver sus pesadillas.

Cuando a Ramón Illán Bacca se le pregunta sobre ella no se le dificulta escarbar su memoria para recordarla. Tiene varias historias que dejan expuestos algunos aspectos de su personalidad.  Logró verla en esa época donde era Reina del Carnaval y se robaba todas las miradas por su belleza física. Illán recuerda, entre risas, la vez que un amigo suyo la sacó a bailar. Mientras lo hacían, Marvel se le acercó al oído para preguntarle “¿Qué opinas de ´El muro´ de Sartre?”. Ante la sorpresiva pregunta el hombre, mudo, no tuvo más remedio que sentarse con su galantería pisoteada por la erudición de la reina.

Siempre se le destacó su pasión incansable por la lectura. A través de muchos autores, Marvel logró construir sus ideas sobre un universo femenino inexplorado. Un universo donde la palabra “libertad” sólo funcionaba como adorno para mujeres víctimas de la opresión patriarcal. Estos temas son los que hacen que sus obras sean catalogadas por muchos como feministas. Sin embargo, a diferencia de las demás, Marvel logró resaltar porque su intelecto y su crítica eran lo suficientemente completos para protestar, no solo contra el status quo de Barranquilla, sino contra todo ese modus vivendi tristemente actual en toda Latinoamérica.

Aunque muchos la vinculan al Grupo Barranquilla, mayoritariamente compuesto por hombres, Marvel merece una distinción aparte. Mercedes Ortega, experta en esta autora, reafirma la idea opinando que “Marvel Moreno es igual de buena que García Márquez solo que la manera en la que una mujer y un hombre viven el Caribe son diferentes. Algunas influencias culturales adquieren connotaciones distintas al estar ligadas a la sensibilidad femenina”

En diciembre llegaban las brisas y con ellas los problemas

A finales de 1972 le diagnostican lupus, enfermedad mortal que deteriora su estado de salud rápidamente. Le dijeron que le quedaban dos años de vida ––o menos––, pero ella no se echó a morir. Continuó su producción literaria atestiguando el honorable recibimiento de la emblemática obra en la cual trabajó por siete años: En diciembre llegaban las brisas (1987). Su idea de que el amor y la satisfacción sexual nunca podrán darse en lugares donde haya opresión sustenta gran parte de sus cuentos. A comienzos de los años 90, entre recuerdos, dolores y un enfisema pulmonar, Marvel perfeccionaba una última novela inédita que nunca alcanzó a terminar y que hoy sus seguidores reclaman por su publicación: El tiempo de las amazonas.

En las últimas horas de Marvel postrada sobre una camilla,  “Cuando el tiempo no era más que un chispear de instantes sino el lento transcurrir de días iguales”, las acacias de sus cuentos se quedaron sin dueña y las grandes casas se hundieron en la decrepitud.  La ciudad de las luces ahora apagadas lamentaba su partida. A miles de kilómetros de distancia, su familia se enteraba de la noticia mientras el mar guardaba reposo al saber que nunca más volvería a alegrar las tardes de Marvelita. Hoy, veinticuatro años después, Colombia la recuerda con orgullo cada vez que una fuerte brisa sopla en tiempos decembrinos. Si hoy Marvel viera la ciudad de Barranquilla, su cultura y cómo impera la visión de objeto sobre el cuerpo de la mujer, antes que desfallecer en la lucha, escribiría para combatir el machismo con la brisa libertaria de su pensamiento. Por eso, su palabra, como la brisa barranquillera, es indeleble y necesaria, debería ser de obligatoria lectura, al menos, en su patria chica.  

Por Steffy Lorens Riquett Bolaño / Especial para El Espectador

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