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El embarazo en la carrera de medicina y en los programas de residencia parece ser una mala palabra. A pesar de que cada vez hay más mujeres en las facultades de medicina, una pregunta obligada en las entrevistas es si piensan embarazarse. La mayoría de las médicas empiezan a estudiar medicina alrededor de los 18 años y probablemente no dejan de estudiar, entre pregrado, maestrías, residencias y fellows, hasta pasados los treinta. Es decir, pasan su edad más fértil inmersas en la carrera. Luego de terminar el pregrado de medicina, un gran porcentaje de médicas y médicos se especializan a través de diversos programas de residencias médico-quirúrgicas. Esta figura tiene una característica binaria que la diferencia de otros posgrados: se trata de un tiempo de formación académica con matrícula en una institución universitaria y de labor asistencial en los diversos hospitales. Dicho trabajo, hasta hace muy poco, carecía de una remuneración económica. En el 2019, se logró, finalmente, el paso de la ley de residentes (Resolución 1872 del 2019) para reglamentar su pago. Dentro de la ley se concibe la licencia de maternidad o paternidad como una causal para la suspensión del contrato, sin pérdida de la remuneración. Sin embargo, era una oportunidad de regular e incluir dentro de la normativa un tema que por muchos años se ha omitido. El argumento de que ninguna médica debe ser evaluada por sus capacidades reproductivas es claro, aunque no está de más reiterarlo: ninguna debe ser valorada por nada diferente a sus cualidades y sus méritos, y todas deben ser tomadas en cuenta de manera independiente a sus deseos reproductivos. Ahora, las mujeres están en pleno derecho de elegir no ser madres, así como de elegir la manera de serlo y el momento para serlo. No obstante, con frecuencia, si una residente quiere ser mamá se enfrenta a un muro de concreto, a un juicio de valor y a unas miradas aprensivas.
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La crucial tarea de humanizar la medicina se ha argumentado repetidamente en los últimos años, pero esto también se refiere a reconocer la humanización en el médico (con el supuesto de generalidad del sustantivo en masculino). Implica también entender que, a pesar de ser concebidos como máquinas de estudio y trabajo, lo que hace que un médico o una médica sobresalga es precisamente su humanidad y para eso es necesario concederla: entender qué define a ese ser por fuera de su carrera, qué lo inspira y qué lo motiva. Por ende, esos años de formación, desde el pregrado hasta la residencia, tienen derecho a ser vividos por fuera de la facultad y esto implica que mujeres y hombres en edad reproductiva puedan decidir cuándo y cómo quieren ser madres y padres, allende de la camisa de fuerza del currículum académico.
Sin embargo, a pesar de las barreras, unas cuantas valerosas quedan embarazadas durante la residencia. A pesar de ello, la evidencia reciente no es alentadora, pues nos muestra que una residente gestante tiene mayores riesgos gestacionales, como trastornos hipertensivos del embarazo, pérdidas fetales, partos pretérmino, desprendimiento de placenta, restricción de crecimiento intrauterino, entre otros, al compararlas con gestantes de edades similares (Baxley, Clements, Newton, Eden, & Botner, 2020; Behbehani & Tulandi, 2015; Cai et al., 2019; Chernoby, Pettit, Jansen, & Welch, 2020). Estos riesgos son mayores si la residente hace turnos de noche durante su primer y tercer trimestre de gestación (Behbehani & Tulandi, 2015; Chernoby et al., 2020). Una encuesta aplicada en 190 programas de residencia en Norteamérica evaluó un total de 238 residentes embarazadas y encontró que casi un 50% de las gestantes trabajaron más de seis turnos nocturnos al mes y el 40% de las que duraron más de ocho horas semanales en un quirófano tuvieron una tasa de complicaciones obstétricas significativamente mayor (comparado con un 26% en las residentes que trabajaron menos de seis turnos nocturnos al mes y 8% de las que duraron menos de ocho horas semanales en cirugía) (Behbehani & Tulandi, 2015). Además, como no existe tiempo ni mucho menos intención de proteger la maternidad, los hijos e hijas de residentes tienen menor oportunidad de lograr una lactancia materna efectiva y, por ende, hay mayores riesgos asociados a la ausencia de esta: alergias alimentarias, asma bronquial y mayor riesgo de hospitalización en el primer año de vida (Chernoby et al., 2020; Munblit et al., 2017; Obihara et al., 2005; Walsh, Gold, Jensen, & Jedrzkiewicz, 2005).
Es indispensable emprender la búsqueda de una manera de proteger la maternidad durante las residencias médico-quirúrgicas en Colombia, donde, además de un vacío legal, no existen precedentes regulatorios. En este sentido, la mejor forma de quitarle el estigma a la maternidad es valorar, empoderar y proteger a la paternidad. Si se logra que tanto hombres como mujeres tengan la posibilidad de tiempo protegido para sus hijos (días en caso de enfermedad, licencia de maternidad y de paternidad), la equidad de género se dará un poco más en el campo académico y laboral.
Por tanto, además de cuestionar la normativa vigente, también es el momento para crear el precedente. Por ejemplo, un programa de residencia de medicina de emergencias en la Universidad de Indiana sugirió un esquema de horarios flexibles para residentes gestantes, así como para nuevas madres y padres residentes (Chernoby et al., 2020). La propuesta incluyó la posibilidad de elegir un horario prenatal sin turnos nocturnos durante el primer y tercer trimestre, una posibilidad de horarios flexibles de seis semanas para nuevas madres y padres residentes y un tiempo protegido en caso de enfermedad (Chernoby et al., 2020). Al analizar los resultados después del piloto, los jefes de residentes no reportaron una carga adicional en la planeación de los turnos y no hubo complicaciones prenatales ni postparto (Chernoby et al., 2020).
Para el caso de los residentes en España, el Real Decreto 1146 del 2006 estipula las características de la relación laboral de residentes durante su formación. En él se incluyen los derechos de maternidad y paternidad. Los MIR (médico interno residente) tienen derecho a diez y seis semanas de licencia de maternidad (las primeras seis obligatorias), así como el derecho a dejar de hacer turnos en las noches en caso de un embarazo de riesgo. De esta manera, se incluyen las dos particularidades propias de una residencia médico-quirúrgica: su carácter formativo (académico y universitario) y su carácter asistencial (laboral). En este sentido, los derechos laborales, la licencia de maternidad remunerada, así como el tiempo libre en caso de enfermedad para padres y madres por igual, son independientes a las características formativas y a las responsabilidades académicas del residente en formación.
Quizás estos cambios no tengan relevancia para algunos, pero el reconocer su importancia y emprender un discurso más equitativo se traduce en una atención más humana. Se sabe que el trabajo excesivo no conlleva, de ninguna manera, a una mejor atención en salud, ni mucho menos a mayores capacidades y aprendizajes para los residentes, sino todo lo contrario. No se trata únicamente de argumentar a favor de programas de residencia más igualitarios, sino también a favor de un ambiente de trabajo más humano, que sin lugar a dudas tiene el potencial de acelerar el aprendizaje. Formar especialistas más humanos, más integrales, con la capacidad de balancear su trabajo y su vida personal, con la consciencia de una redefinición de roles de género para que sean justos y ecuánimes, debe ser una prioridad para las facultades de medicina. Esto, además, puede tener impactos sociales, económicos y en atención en salud.
Referencias
Baxley, E. G., Clements, D. S., Newton, W. P., Eden, A., & Botner, K. (2020). Family leave for family medicine residents: Time for a new way forward. Annals of Family Medicine, 18(3), 280–282. https://doi.org/10.1370/afm.2551
Behbehani, S., & Tulandi, T. (2015). Obstetrical Complications in Pregnant Medical and Surgical Residents. Journal of Obstetrics and Gynaecology Canada (Vol. 37). https://doi.org/10.1016/S1701-2163(15)30359-5
Cai, C., Vandermeer, B., Khurana, R., Nerenberg, K., Featherstone, R., Sebastianski, M., & Davenport, M. H. (2019, December 1). The impact of occupational shift work and working hours during pregnancy on health outcomes: a systematic review and meta-analysis. American Journal of Obstetrics and Gynecology. Mosby Inc. https://doi.org/10.1016/j.ajog.2019.06.051
Chernoby, K. A., Pettit, K. E., Jansen, J. H., & Welch, J. L. (2020). Flexible Scheduling Policy for Pregnant and New Parent Residents: A Descriptive Pilot Study. AEM Education and Training, aet2.10504. https://doi.org/10.1002/aet2.10504
Jefatura del Estado. (2006). REAL DECRETO 1146/2006, de 6 de octubre, por el que se
regula la relacion laboral especial de residencia para la formacion de especialistas en ciencias de la salud. Boletin Oficial Del Estado, 34864–34870.
Munblit, D., Peroni, D. G., Boix-Amorós, A., Hsu, P. S., Van’t Land, B., Gay, M. C. L., … Warner, J. O. (2017, August 17). Human milk and allergic diseases: An unsolved puzzle. Nutrients. MDPI AG. https://doi.org/10.3390/nu9080894
Obihara, C. C., Marais, B. J., Gie, R. P., Potter, P., Bateman, E. D., Lombard, C. J., … Kimpen, J. L. L. (2005). The association of prolonged breastfeeding and allergic disease in poor urban children. European Respiratory Journal, 25(6), 970–977. https://doi.org/10.1183/09031936.05.00116504
Walsh, A., Gold, M., Jensen, P., & Jedrzkiewicz, M. (2005). Motherhood during residency training: challenges and strategies. Canadian Family Physician Médecin de Famille Canadien, 51, 990–991.