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Martes, 2 de agosto de 2022. Stephen King, el escritor sinónimo del fenómeno best seller en Estados Unidos, llega a un edificio en traje gris, con mascarilla negra, baja de una camioneta Chevrolet Suburban negra y camina encorvado hacia la entrada. El público lo espera sentado frente a un escenario. Esta vez, no se trata de la presentación de un nuevo thriller, ni de una conversación sobre su obra. King ha llegado a testificar en un juicio. ¿El adversario? Simon & Schuster, la casa editorial que patrocina y adorna las primeras páginas de todos sus libros.
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La adquisición más cuantiosa de la industria editorial estaba cocinándose a fuego lento y King quería bloquearla. Esta historia se remonta a noviembre de 2020, cuando Paramount Global anunció que vendería su baluarte literario, Simon & Schuster, a Penguin Random House por unos dos mil doscientos millones de dólares, una transacción que cambiaría el panorama comercial de la literatura. El mercado de los libros en inglés estaba concentrado en cinco editoriales, las Big Five. Las autoridades de competencia estaban decididas a bloquear esa operación.
La audiencia inició en agosto de 2022. Según el gobierno —el demandante— un mercado saludable necesita muchos actores con poderes equiparables o con un balance adecuado entre enormes, grandes, medianos y pequeños. La diversidad trae salud. Los agentes literarios tienen más oportunidades para colocar a sus autores y negociar por mejores pagos y condiciones. Los escritores nóveles tienen más oportunidades de ver sus obras en las perchas. Además, la literatura trae un peso político. Es arte y, como tal, está sujeto al anhelo del control y la censura. Reducir el número de editoriales es también reducir el número de voces que aceptan o rechazan las obras literarias. King secundaba estas tesis: “Vine porque creo que la consolidación es mala para la competencia (…) Esa es mi forma de entender el negocio del libro. Cuantas más empresas haya, mejor será”.
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Las empresas demandadas tenían una versión muy distinta de cómo funcionaba el mercado literario. Ambas defendían que la consolidación era positiva porque permitía eficiencias en la red de distribución, juntando circuitos y llegando a más sitios y a un menor costo. Además, un mejor músculo financiero permitía que más autores entren al mercado. La apuesta por un autor nuevo es muy costosa y los retornos posiblemente nulos. Bueno, pues la fusión permitiría que haya más apuestas. También los autores ya consolidados tendrían mejores pagos. Juntarse sería, además, positivo para navegar en un mundo de incertidumbres. La literatura, dijeron, es un negocio maleable e inestable. Nada está dicho. Los editores han visto promesas de best sellers quedarse en los confines de las bodegas y también han visto las peores apuestas despegar. “Todo en la industria editorial funciona al azar”, testificó Markus Dohle, director de Penguin Random House, por eso, dijo, su nombre tan acertado. Azar, se traduce en inglés como random.
La Corte aceptó los argumentos del gobierno. “El efecto de la fusión propuesta puede ser disminuir sustancialmente la competencia en el mercado editorial estadounidense”. Simon & Schuster debería buscar otro comprador. Penguin Random House no era su par. Este juicio develó el lado comercial de la literatura, su rostro corporativo y escribió un proceso que, en sí mismo, podría ser una buena novela o memoria. También ese lado numérico y burocrático de las letras, resulta seductor.
*Profesor de derecho, cuentacuentos. Transforma juicios en historias cercanas. Autor de Leyes y Leyendas, 7 juicios que cambiaron la historia.