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¿Cuáles son las novedades para esta edición de la Fiesta del Libro?
Hay dos elementos que yo resaltaría: el primero es una apuesta por visibilizar y conectar con las editoriales independientes. Algunas van a estar por primera vez en la fiesta, como la editorial Sexto Piso, que ha sido paradigmática en este proceso de independencia. Esto, obviamente, lo que permitirá es que haya una diversificación sustancial en los libros que se van a presentar. Muchas son producciones literarias que no se ven normalmente en librerías tradicionales. La segunda apuesta será el trabajo en torno al Bibliocirco y el Jardín de Lectura Viva, los cuales son espacios relevantes en términos de promoción de la lectura, sobre todo, la infantil.
En esta versión el eslogan seleccionado es “Un latido común”, ¿cuál la historia que quieren contar con esta frase?
Con “Un latido común” lo que queremos resaltar es que la fiesta termina siendo el resultado del trabajo de una gran cantidad de entidades, organizaciones y personas. Esta frase plantea esa especie de sincronía en la que entra la ciudad cuando ocurre este evento. Pero, también, representa una conversación sobre la confianza y el trabajo que se realiza para recuperar los espacios de la ciudad en los que la gente puede vivir, disfrutar y encontrarse para interactuar y hacer parte de los diálogos que abordan muchas preocupaciones que son importantes para Medellín y que, desde hace años, tienen lugar en el marco de este evento.
Este es su primer periodo como secretario, por ende, es también su primera vez a la cabeza de la fiesta: ¿qué cosas ha descubierto de la ciudad, de la gente, o de los libros durante este proceso?
Quizá lo que más me ha llamado la atención ha sido ver el cariño que la gente le tiene a la fiesta. Este evento es capaz de superar muchísimas barreras que en otros temas o lugares están establecidos. Como lo decía, toda la ciudad se moviliza con la excusa del libro y la lectura, lo cual evidencia una naturaleza democrática en cuanto a la forma en que funciona esto. Confieso que había subestimado, o no era consciente, de ese amor y de esa cercanía de la ciudadanía con la fiesta.
Hablemos de su cercanía con los libros: ¿recuerda cómo se gestó esa relación?
Tengo una memoria muy clara y establecida con la lectura infantil, pues tuve la suerte de empezar a leer desde que era pequeño. No obstante, creo que el primer libro que leí por decisión, que disfruté y que además me llevó a asumir el hábito de la lectura, fue una novela histórica que se llama Alexandros, de Valerio Massimo. Este libro, que trata de la vida de Alejandro Magno, sé que fue el primero que tomé y leí, de principio a fin, y que me regaló esta cotidianidad de la lectura en mi vida.
Cuénteme del género que más le guste, además del que menos lo atraiga...
Me he movido por muchas cosas. Empecé por la novela histórica, que en general es lo que más leo todavía; aunque también me gustan los ensayos y la ciencia ficción. No hay género que me repela, sin embargo, creo que nunca he sido capaz de cogerle el ritmo a la poesía. Pero quizás es más un asunto de falta de insistencia, que cualquier otra cosa.
Los libros nos permiten repasar mundos, pero también descubrir otros. ¿Hay algún título que le haya permitido ese hallazgo o ese encuentro con una realidad desconocida?
Si esto es un hombre, de Levi, fue uno de esos libros que, a pesar de que todos tenemos una concepción o conocimiento sobre el Holocausto, presenta un relato muy personal sobre cómo una persona vivió esa experiencia de extrema inhumanidad. Fue de esas lecturas en las que cada dos páginas había que parar para intentar darle sentido. Otro libro es Dominio, del autor Tom Holland, quien narra la historia de la tradición cristiana en Occidente. Dicho texto me llevó a reconocer que las estructuras culturales lo acompañan a uno, incluso, cuando se reniega de ellas. En ese sentido, hay que estar preparado para identificar a qué estructura uno está respondiendo. De hecho, ahora como secretario lo tengo muy presente, porque son constantes los choques entre entramados y rasgos culturales.
Justamente, le quería preguntar por el papel de la lectura y la escritura en su oficio.
Tuve la fortuna de tener en mi familia la disposición frente al hábito de la lectura. Leo de manera recurrente y cotidiana. Respecto a la escritura, he hecho algunas cosas, sobre todo, en términos académicos, pues antes de estar acá, había trabajado como profesor en una universidad y también había estado incursionando en asuntos de opinión. Sin embargo, ahora que estoy en la secretaría, en estos primeros cinco meses que llevo, le he perdido ritmo y estoy leyendo menos de lo que quisiera. Pero espero que cuando se normalice un poco todo, pueda regresar a la lectura y eventualmente a escribir un poco más.
Ahora que está inmerso en la política, ¿considera que a los funcionarios les hace falta lectura? ¿Cómo ve esa relación entre los políticos y los libros?
Sí, pero creo que les hace falta, como a todos los colombianos. En el fondo, nuestros líderes terminan siendo, en buena medida, una representación de los hábitos y las preocupaciones que se dan a nivel nacional. Por supuesto que me encantaría que los políticos leyeran más, pero acompañados de ciudadanos que también leen.
Con todo lo que me ha dicho, ¿qué es un libro para usted?
Es una pregunta difícil, porque muy fácilmente se puede caer en un cliché, pero me voy a acercar a uno: estoy convencido de que un libro implica la apertura de un mundo, y eso no solo ocurre con una novela de fantasía, pues también pasa cuando lees no ficción. El trabajo de cualquier autor es intentar llevar al lector a un lugar diferente, que puede ser de reflexión o hasta muy conceptual. Los libros nos regalan la posibilidad de transportarnos a otros espacios.