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¿Cómo nació el proyecto de Pataclau?
Nació hace 18 años con el apoyo de mi madre, quien siempre estuvo involucrada con el cuidado de los animales. Con ella iniciamos haciendo colectas de elementos de aseo y de alimento para los perros y gatos que encontrábamos en la calle, y luego los llevábamos a otros albergues y grupos de rescatistas. Un día en esa labor nos encontramos a una perrita embarazada, que estaba a punto de dar a luz, y nos la llevamos para la casa. A raíz de eso conocimos a otras personas y el flagelo que vivían los animales en la ciudad y en el campo. Así comenzamos a profundizar y comprender otros escenarios y situaciones que nos motivaron a ser activistas, a entender la defensa por los derechos de estos seres y a crear el albergue, que especialmente recibe animales golpeados y víctimas de maltrato por actos sexuales. Nuestro propósito ha sido llenarlos de paz y sanarlos para darlos en adopción.
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¿Cómo fue ese primer rescate?
Fue a una perrita ovejera que se le “pegó” a mi mamá cuando ella regresaba del trabajo. Nosotras le dimos agua y alimento, y la dejemos en el antejardín. Sin embargo, sentimos una conexión con ella. Cuando volvimos para acariciarla se tiró en el piso y abrió sus patas. Ahí nos dimos cuenta de que tenía la barriguita lastimada. La llevamos al veterinario y nos dijeron que estaba embarazada y a punto de dar a luz, así que decidimos quedárnosla y la bautizamos como Paloma. En el momento en que íbamos saliendo del lugar inició su proceso de parto, por lo que nos devolvimos y estuvimos ahí hasta la madrugada, esperando a que tuviera todas las crías. En ese momento creció tanto nuestro amor hacia ella, que resultamos con sus nueve cachorritos en nuestra casa. No obstante, no podíamos quedárnoslos, por lo que empezamos a poner carteles en los postes y a buscar gente relacionada con el rescate, para asegurarnos de que iban a estar en buenas manos.
¿Hay alguno que la haya marcado?
Todos me han dejado algo, pero en especial hay un caso que estuvo conectado con el de una mujer. Todo ocurrió cuando estaba trabajando como secretaria nacional de género de Sintraunal (Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de las Universidades Públicas), ahí conocí a una señora que era víctima de violencia física y sexual, nosotros le brindamos todo el acompañamiento y ella fue llevada a un refugio. Unos días atrás había rescatado a una manada de perritas que eran maltratadas sexualmente por un señor que era alcohólico. De esas 10 perritas, una se quedó con nosotras. Le conté esto a la mujer y, cuando salió del refugio, conoció a la canina y conectaron de una manera espontánea, por lo que decidió adoptarla. Llevan siete años juntas y la chica me dice que la perra le salvó la vida, que pasaron por cosas similares y ahora se tienen la una a la otra.
¿Cómo se financia el albergue?
Nosotras somos tres personas en el equipo, antes éramos cuatro, pero mi madre murió. Desde siempre los recursos han sido propios, por lo que para el sostenimiento hacemos diferentes actividades: rifas, trabajos en madera o colectas. Una vez tuvimos, una donación importante de una empresa privada de alimentos, pero del Estado nunca hemos recibido apoyo, excepto en algunos casos que la Policía Nacional nos ha acompañado en las jornadas.
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¿Cuál cree que es la mayor responsabilidad de su labor?
Siento que estoy llevando una bandera que mi mamá cargó por muchos años. Tengo la responsabilidad de demostrarle al resto de especies que todos tenemos derechos y sentimientos. Con ello viene una lucha cultural, de hacer un llamado de conciencia sobre la vida de cualquier ser y derribar esa visión del antropocentrismo.
¿Prefiere pasar más tiempo con los animales o con las personas?
A mí me gusta interactuar más con los animales. Sin embargo, para mí es muy enriquecedor estar con aquellos que son empáticos con esta lucha, pues quien es capaz de vulnerar o agredir a otra especie, puede hacerlo contra otro humano. Aun así, los animales me han enseñado a ser más sensible, algo que ha perdido el mundo. Por ejemplo, en el albergue hay un perrito que me traje de Sevilla, Valle, y él convive con animales que han sido violentados sexualmente y siempre los protege, los acompaña y juega con ellos. Así es con todos los cachorros que llegan al albergue. Cada que veo eso pienso en esa necesidad de la protección, de acogernos los unos a los otros y ayudarnos.
¿Qué más ha aprendido de los animales?
Me han enseñado a ser paciente, porque cuando ocurre un rescate, ellos no están bien y muchas veces pueden responder de manera agresiva porque están adoloridos, pero eso es parte del proceso y hay que comprenderlo. Cuando tú empiezas a sanarlos, su respuesta es otra. Y por eso también les he aprendido el valor de la resiliencia, porque ellos se enfrentan a cosas difíciles y siempre mantienen su pureza.
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