Memoria de un diccionarista en China
Presentamos una crónica sobre los recuerdos de uno de los encargados de revisar y editar uno de los borradores del diccionario chino-español.
Eduardo Márceles Daconte*
Desde que Deng Xiaoping (1904-1997), máxima autoridad del régimen comunista entre 1978 y 1989, orientó las reformas económicas de la República Popular China, el país se empeñó en una campaña de modernización y liberalización que impulsó los programas de idiomas extranjeros en algunas de sus principales universidades. Tal política los obligó a contratar los servicios de numerosos especialistas en las disciplinas de la comunicación, como el periodismo, los idiomas, la televisión y la radiodifusión, sin desatender las profesiones tecnológicas, científicas y humanísticas. Los chinos aseguraban entonces, con cierto aire premonitorio, que el siglo XXI les pertenecía y, de hecho, a pesar de sus accidentados ciclos económicos, ya han invadido el mundo con sus mercaderías baratas que compiten de manera ventajosa con los más industrializados países asiáticos como Japón, o la llamada Banda de los Cuatro: Singapur, Hong Kong, Corea y Taiwán.
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Desde que Deng Xiaoping (1904-1997), máxima autoridad del régimen comunista entre 1978 y 1989, orientó las reformas económicas de la República Popular China, el país se empeñó en una campaña de modernización y liberalización que impulsó los programas de idiomas extranjeros en algunas de sus principales universidades. Tal política los obligó a contratar los servicios de numerosos especialistas en las disciplinas de la comunicación, como el periodismo, los idiomas, la televisión y la radiodifusión, sin desatender las profesiones tecnológicas, científicas y humanísticas. Los chinos aseguraban entonces, con cierto aire premonitorio, que el siglo XXI les pertenecía y, de hecho, a pesar de sus accidentados ciclos económicos, ya han invadido el mundo con sus mercaderías baratas que compiten de manera ventajosa con los más industrializados países asiáticos como Japón, o la llamada Banda de los Cuatro: Singapur, Hong Kong, Corea y Taiwán.
En camino a un liderazgo mundial desde finales del siglo XX, más de mil millones de chinos se han estado preparando para ingresar a un mercado de consumo con una economía mixta que asimila características socialistas y capitalistas. Así mismo, una selecta minoría ingresa a las universidades para internarse en los misterios de las lenguas extranjeras.
Pero es en el campo de la traducción e interpretación simultánea donde los chinos están más necesitados de personal competente para servir de puente entre el chino e idiomas tan diferentes como los de países con los que sostiene lazos comerciales o diplomáticos, puesto que son pocos los interlocutores que llegan a reuniones de cualquier tipo con el conocimiento apropiado del chino para conversar, negociar o subscribir acuerdos. Tal como sucedió en el recién concluido Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC 2023) en la ciudad de San Francisco en el cual participaron 21 líderes mundiales, entre ellos el presidente chino Xi Jinping, Joe Biden, de Estados Unidos, y nuestro presidente Gustavo Petro.
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En tales circunstancias, los chinos han solicitado los servicios de miles de especialistas extranjeros en las más diversas ramas del conocimiento humano, desde oceanógrafos, ingenieros navales y civiles, y agrónomos, hasta profesores de swahili y lexicógrafos en los idiomas más inverosímiles para la elaboración de diccionarios. Por un casual encuentro, en 1985, con el profesor de español Xu Ruihua de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái, alumno en mi Taller de Dramática en la Universidad Javeriana de Bogotá, fui invitado como profesor visitante a una de las ciudades más populosas de China.
Además de mis clases sobre historia cultural de América Latina, se me asignó la labor de revisar y editar el borrador de un inmenso diccionario chino-español que elaboraba un equipo de profesores de español, cuyo lanzamiento fue motivo de grandes celebraciones en el mundo académico chino. Corregía las definiciones, sugería ejemplos para hacer más comprensibles ciertas acepciones abstractas, introducía vocablos y derivados, ramificaciones, sinónimos, neologismos, y cierta terminología popular desconocida por completo en aquel remoto país.
Así empecé a familiarizarme con un idioma tan extraño como difícil para los occidentales. De ahí que los chinos, más inclinados a sintetizar una experiencia en las breves palabras de un refrán, comenten con su perenne sonrisa que “no hay nada más terrible en el cielo o en la tierra que un extranjero hablando chino”. No se equivocan, he conocido suficientes casos que sustentan tal convicción. El chino es esencialmente tonal. La diferencia en la entonación de una palabra decide su significado, y hay cuatro tonos. Por ejemplo, ji puede significar “pollo” o “prostituta”, dependiendo de cómo se pronuncia. Es también un idioma monosilábico. Por eso suena a nuestros oídos como una sucesión de explosiones en staccato que enfatiza los tonos agudos y altisonantes. A diferencia del idioma hablado, el escrito contiene cerca de 50.000 caracteres que simbolizan cada uno algún objeto o acción. Alrededor de 5.000 son de uso común, y solo se necesitan unos 1.500 para leer el Renmin Ribao (Diario del Pueblo).
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A partir de 1958, los chinos adoptaron oficialmente el sistema pinyin como un método para escribir su idioma con el alfabeto latino. Puesto que la lingua franca en China es el mandarín, o dialecto de Pekín, es este el chino que se transcribe a pinyin. Pero solo se usa en las grandes ciudades como una muletilla para orientar a los turistas, y para los manuales que pretenden enseñar el idioma en 10 días. Entonces, en lugar de un jeroglífico impronunciable, podemos decir ni jao ma?, es decir, ¿cómo está usted?, para saludar a nuestro vecino de asiento en el expreso a Cantón.
En mi experiencia como profesor y lexicógrafo en Shanghái, aprendí que a los chinos les gusta ordenar en escala numérica los diferentes fenómenos culturales que se suscitan en el seno de su sociedad o en el curso de su historia. Así, las cinco formas principales de castigo en la antigua China eran: tatuaje en la cara, amputación de nariz, amputación de pies, castración y decapitación. Las siete pasiones son: júbilo, cólera, tristeza, miedo, amor, odio y deseo. Desde la década del 80 se empezaron a desarrollar las cuatro modernizaciones impulsadas por Deng Xiaoping: industria, agricultura, ciencia-tecnología y defensa nacional. De igual modo, existen dos técnicas y cuatro tendencias en la pintura tradicional china: xie-yi y gong-bi, y así hasta la enumeración de todos los pecados y virtudes del género humano.
Pero quizá mi mayor sorpresa fue descubrir que el chino es un idioma de esencia metafórica en una sociedad tradicionalista que aún hoy, para nuestras costumbres occidentales, utiliza arcaísmos en sus definiciones. Algunas de ellas escapan a cualquier referencia en nuestra cultura y son el legado de una época feudal que se extiende hasta la víspera de la revolución comunista de Mao Zedong, proclamada en Beijing el 1.° de octubre de 1949, después de numerosas invasiones extranjeras y guerras civiles. Una definición que llamó mi atención el primer día de trabajo, que nunca supe a qué situación aludía fue: “Asistir una emperatriz, o emperatriz viuda, detrás de una cortina, al consejo presidido por el emperador”. Abundan ciertas locuciones militares, morales, históricas o alusivas a la revolución triunfante que encierran casi siempre una moraleja o enseñan una conducta.
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He aquí un glosario de algunas definiciones que suenan curiosas, humorísticas y hasta exóticas a nuestro juicio occidentalizado (las expresiones sin definición se explican por sí mismas). Cualquier parecido con circunstancias similares en nuestro país no es mera coincidencia:
-Otorgar el emperador el favor del suicidio a un vasallo (en lugar de ser ejecutado).
-Ir uno a morir impávido por una causa justa.
-Recogiendo de oídas conocimientos fragmentarios y superficiales se las dan de “máxima autoridad en el mundo”.
-Montañas de cuchillos y mar de llamas (lugares peligrosos o pruebas muy duras).
-Perder el tazón de arroz (perder el trabajo)
-Tirar uno su casco y cota de malla (desprenderse de todas las cosas en una huída precipitada)
-Tratar a los camaradas con un calor primaveral (con amabilidad)
-Es como una tuerca cuadrada para un tornillo redondo (personaje que desentona en la sociedad)
-Un perro ladra a una sombra y cien perros responden a su ladrido (repetir de manera servil lo dicho por otros)
-Quemar un instrumento musical para cocinar una grulla (destruir cosas valiosas por una causa insignificante)
-Como pluma de fénix o cuerno de unicornio (persona o cosa preciosa y rara)
-Boca de Buda y corazón de serpiente (ser hipócrita y malicioso)
-El marido inicia el canto y la mujer prosigue (armonía conyugal)
-Viajar un mosquito en la cola de un corcel (hacerse famoso apoyado en una celebridad)
-Cuando el árbol cae, los monos se desbandan (cuando el amo sucumbe, sus lacayos huyen)
-La bisagra de una puerta en uso nunca se oxida (persona o cosa en actividad permanente se mantiene ágil)
-Una flor solitaria enamorada de su propia fragancia (narcisista)
-Es imposible aplaudir con una sola mano (es difícil hacer algo sin ayuda)
-Mudo como cigarra entumecida por el frío (no atreverse a despegar los labios por timidez)
-Intentar dibujar un tigre y terminar en algo parecido a un perro (tener demasiadas pretensiones y terminar en fracaso)
-Como gorriones que hacen su nido en la cortina (situación precaria)
- ¡La fama presagia problemas para una persona como la gordura a un cerdo!
-Una ama de casa inteligente no puede preparar una comida sin arroz
-Aquel a quien mil dedos señalan, muere sin estar enfermo.
Un grupo de profesores y escritores hispanoamericanos, entre quienes recordamos a Jairo Mercado, el fallecido escritor de Ovejas (Sucre), han participado también en el proceso de redacción y corrección del diccionario chino-español más completo de que se tenga noticia. Es sin duda el mejor instrumento en la traducción de obras literarias y científicas, útil para acercar los países hispanoparlantes a aquella región asiática y, a la inversa, conocer más a fondo su milenaria cultura.
* El autor de este ensayo ejerció de profesor visitante y editor del diccionario chino-español en la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái de 1986 a 1988.