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“No quería mostrar la muerte y los horrores de ese día”, comentó Meredith Bergmann, la escultora detrás del memorial a las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001, que se encuentra dentro de la catedral anglicana St. John the Divine, en Nueva York. El torso en bronce de una mujer desnuda se alza sobre un pedestal, sus ojos están cerrados y mirándola de cerca se alcanza a ver una sombra de dolor en su rostro. Los brazos alzados de la mujer cubren su pecho y dos aviones se están incrustando por el frente de sus manos. En donde deberían estar sus piernas hay una urna de vidrio en la que descansan parte de los escombros que dejaron las Torres Gemelas.
El monumento de Bergmann estuvo en proceso durante 10 años y finalmente se instaló de manera permanente en la iglesia en 2012. Sin embargo, la idea de la escultora comenzó a tomar forma poco después de los atentados.
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Bergmann estaba trabajando en el Monumento a las Mujeres de Boston, un proyecto comisionado desde 1998. Cuando sucedieron los ataques ella vivía con su esposo e hijo de 5 años en Manhattan. “A nuestro hijo, que ahora tiene 25 años, le habían diagnosticado autismo unos años atrás y estábamos buscando terapias para él cuando sucedió el 9/11”, recuerda. En medio de su situación familiar y la angustia de los eventos que acababan de suceder, la artista había terminado una parte crucial de su monumento para Boston. Según cuenta, su proceso creativo incluye hacer sus esculturas tres veces, la primera es una versión pequeña en la que “una pulgada equivale a un pie. Luego, cuando está aprobada, la hago en un tamaño intermedio de la mitad del tamaño final y a lo último salto a 6 pies o la altura que sea”. Su trabajo para el monumento de Boston le impedía trabajar en su estudio en su apartamento y mientras veía los reportes iniciales “y el horror, esta idea vino a mi cabeza y comencé a modelarla en el mismo tamaño de las esculturas de Boston”.
La artista afirma que estaba pensando en la mujer, el heroísmo y la ciudad. “Las figuras de mujeres siempre han sido utilizadas en la tradición occidental para representar ideas. Primero las diosas y luego ideas abstractas como la libertad la Estatua de la Libertad y en ocasiones las ciudades son retratadas como mujeres”, comentó. Su proceso creativo para esta obra se desprende de su trabajo con la tradición escultórica griega y egipcia, además de su recuerdo de la destrucción de los Budas de Bamiyán en Afganistán 6 meses antes del ataque a las Torres Gemelas. “Estaba horrorizada de que destruyeran algo que le pertenecía a la humanidad y que era una imagen positiva de paz e iluminación, y ellos lo destruyeron porque no se adaptaba a su interpretación específica de la religión”, continuó.
Bergmann afirma que quería que su monumento retratara todo aquello que Al-Qaeda no apoyaría, la desnudez femenina y una representación de su valentía y coraje. “Estaba jugando con el simbolismo en mi mente, con mi profundo dolor y esta fue la imagen que surgió”. Dentro de las fuentes de inspiración para la artista se encuentran también los relatos cristianos, uno de estos es San Sebastián de Milán, quien al negarse a desistir de su fe cristiana fue condenado a muerte y a pesar de recibir una lluvia de flechas continuó con vida. Sin embargo, la historia a la que más relacionó su obra fue a la de San Francisco de Asís, quien recibió los estigmas de Cristo (marcas o señales que aparecen en el cuerpo de una persona y son similares a las heridas de Jesús durante su crucifixión). “Parecía que Estados Unidos recibió un llamado de atención que involucraba un terrible sufrimiento. Por lo que era parecido usar esta simbología cristiana al representar los aviones incrustándose en el frente de sus manos y sus brazos como las torres”.
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El memorial difiere de otros que se han hecho en cuanto a que este es uno figurativo y representa a una persona, pero no muestra el horror vivido ese día y tampoco es una forma abstracta al aire libre. Bergmann menciona que luego del diagnóstico de su hijo la tristeza se apoderó de ella y unos años después se dio cuenta de que necesitaba lidiar con su dolor, por lo que comenzó a estudiar poesía y llevar un proceso de auto análisis. “Quise usar esa experiencia de ser capaz de seguir siendo fuerte para funcionar. Intenté mostrar la fuerza de las mujeres y su habilidad para absorber el sufrimiento de los que están a su alrededor y ayudarlos a sobrevivir. Me pareció que necesitaba hacer la imagen de una mujer que pudiera sobrevivir incluso ataques terroristas, que la ciudad como mujer pudiera sobrevivir”.
A través de esta forma de expresión literaria conoció al deán de la catedral St John the Divine, quien para el décimo aniversario de los ataques la invitó a exhibir esa primera versión de su escultura en la catedral. Frente a su obra colocaron pedazos de los escombros que dejaron las Torres Gemelas, alguien los había llevado a la catedral y habían estado guardados en el sótano por años, y el deán le propuso realizar una versión más grande de su escultura e incorporar en ella los escombros. “Pensé en usar el pedestal de la estatua como un relicario dentro del que se pudieran observar estos fragmentos y que estuvieran preservados como si fueran las reliquias de un santo, no para hacer milagros sino para reflexionar. Entonces diseñé este pedestal de vidrio y acero que reflejara la arquitectura de las torres y organizar los fragmentos dentro e instalar la figura de mayor tamaño encima”.
Los relicarios católicos mantienen a salvo los restos de un santo, hay unos decorados en un estilo que parece barroco, otros guardan un parecido con extremidades humanas y otros tienen forma de edificios. La escultora recuerda que “estaba fascinada por ellos desde que empecé a viajar por Europa cuando salí de la escuela de arte. Me obsesioné con ellos porque son muy conmovedores, la preciosidad y el oficio que se les dedicó es realmente conmovedor”.
En cuanto a la escultura, Bergmann afirma que durante el proceso pensó mucho en el Adams Memorial en Washington del escultor Augustus St. Gauden’s. La escultura es la lápida de Marian Hooper Adams, esposa de un amigo del artista, y muestra a una mujer sentada que se retrae hacia el interior del manto que cubre su cara casi del todo, “es terriblemente triste y a la vez hermoso”, comentó Bergmann, “es algo en lo que cada quien puede encontrar su propio significado”. Esto es precisamente lo que la artista esperaba hacer con su monumento. La cara de la mujer enfrentándose a los aviones es impasiva, pero al mirarla de cerca es posible notar que su ceño muy sutilmente muestra una emoción, “tal vez es un esfuerzo por no reaccionar, tal vez es dolor”. Sus ojos están cerrados y esto fue hecho a propósito, “quise que fuera ambiguo de manera que cada uno encuentre lo que necesita en ese rostro, pero desde mi perspectiva quería que ella mirara hacia adentro en vez de interactuar con la audiencia a través de su mirada. No es sumisa, simplemente no está mirando”, comentó.
El memorial al 11 de septiembre de Meredith Bergmann aún puede ser apreciado dentro de la catedral, a su lado hay una mesa sobre la cual descansa el más nuevo libro de visitas, donde los espectadores pueden dejar por escrito sus pensamientos y sentimientos. Cientos de ellos han sido archivados por la catedral, cada uno lleno de mensajes escritos por personas que han visto la obra. “Amo la forma en que las personas ven la escultura y encuentran lo que quieren ver y, ojalá, lo que necesitan en ella. Significa que la obra funciona, que realiza una función para la gente. No es solo una obra de arte que está ahí únicamente para apreciarla”.