Escribir con las vísceras y la forma de burlar una ‘tusa’
“Mi manera de dejarte ir y quedarme conmigo” (Árbol Naranja) es el primer poemario que publica Beatriz Serna Maya. Su hijo, el rapero Nanpa Básico, la motivó para que renunciara a su trabajo como docente universitaria y se dedicara de lleno a la escritura.
Joseph Casañas Angulo
Un viejo refrán español para hablar de desamor y poesía, o de desamor hecho poesía, que no es lo mismo, decía: “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”. Ese mal, entendido como el fin del efecto narcótico de aquella droga llamada amor, sorprendió a Beatriz Serna Maya una noche de enero del año 2000.
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Un viejo refrán español para hablar de desamor y poesía, o de desamor hecho poesía, que no es lo mismo, decía: “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”. Ese mal, entendido como el fin del efecto narcótico de aquella droga llamada amor, sorprendió a Beatriz Serna Maya una noche de enero del año 2000.
De repente Serna Maya dejó de sentir lo que sentía por Pacho, el papá de sus dos hijos y el hombre con quien pensó que escribiría una historia de vida con puntos suspensivos. Sin embargo, sin previo aviso o con él, el punto final apareció. Se dejó ver como cuando una silueta escapa de la niebla al final del camino.
Todo el dolor, la ira, la furia, la tristeza o el desaliento que empezó a sentir, Beatriz Serna lo transformó en poemas. Durante algo más de año, entre enero del 2000 y agosto de 2001, la profesora escribió, en un cuaderno con la carátula de Winnie Pooh, sobre servilletas y hojas huérfanas, lo que sentía sin ambages y con el hígado. “Empecé a escribir cuando la llave del dolor empezó a darle libertad al verso para dejar salir lo que intentaba retener, para poder hablar de lo que no tenía palabras y sentir el palpitar de lo que parecía ya sin vida. Estos versos dan cuenta de la emoción y el sentimiento hechos palabras. Fueron escritos con las vísceras y con el alma”, dice.
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“Mi manera de dejarte ir y quedarme conmigo” es, en esencia, una compilación de poemas paridos desde el dolor, el desamor y la añoranza que veinte años después ven la luz; aunque será mejor decir que dos décadas después son publicados, porque la luz siempre estuvo ahí en forma de poema para susurrarle al oído de su creadora que ese mal no iba ser eterno, porque el cuerpo no podría resistirlo, aunque su mente le dijera otra cosa.
Después de doce años de relación con Pacho, la autora de este poemario entendió que el hombre al que amaba había tomado la decisión de caminar en otro sentido; por eso, y antes de entrar en confrontaciones melodramáticas, decidió, ella misma, dar un paso al costado para que ese ser amado buscara su felicidad a costa incluso de su propio dolor.
Entonces, las preguntas aterrizaron de barriga. ¿Qué hacer con tanto dolor? ¿Qué hacer con los sueños rotos? ¿Qué hacer con esa sensación de querer morirse junto con ese amor occiso? Las respuestas a esas preguntas hoy hacen parte de un poemario. “En la vida tendremos siempre dos opciones ante las situaciones y experiencias: una es echarnos a llorar, abandonarnos y hasta dejarnos morir, y la otra es producir una perla, como lo hace la ostra cuando se siente herida. Yo opté por la segunda. Este libro es mi perla”.
Sin embargo, ese libro naranja que está cargado de intimidad no nació con la pretensión de ser un vademécum del desamor que puede comprarse en una librería. Cuenta su autora que la primera versión de este poemario se empezó a escribir como una forma de sanar y mientras encontraba los caminos de su reinvención, entendió que hay cosas para las que no nos preparan, entre ellas, la muerte. “En este caso, no fue la muerte física, sino la muerte del amor y había que enterrarlo. Decidí enterrarlo el 22 de agosto de 2001, día en el que conmemoramos nuestro aniversario, a pesar de la situación que pasábamos, decidimos ir a comer. Después de la cena, le entregué el libro que yo misma había hecho con los poemas que le había escrito. Esa fue mi manera de decirle adiós y cerrar ese capítulo de la historia de mi vida”. Lea también: Cuando los paramilitares se aliaron con el diablo
Quince años después, Francisco David Rosero Serna, mejor conocido en el mundo del rap como Nanpa Básico, hijo de Pacho y Beatriz, se encontró por casualidad aquel libro artesanal, guardado en uno de los escritorios de su padre.
“Mamá, ¿tú le regalaste a mi papá un libro de poemas en 2001? Son muy potentes”, le dijo Nanpa.
“Sí. Esa fue la manera de cerrar la historia con tu papá”, le explicó ella sin mayores detalles.
“Soy una convencida de que los ciclos de nuestra historia debemos cerrarlos, si no lo hacemos, la vida misma se encargará de hacernos volver a la fuerza a esas historias de dolor. ¿Cómo se hace? En mi caso fue la escritura, pero cada uno encuentra la manera de hacerlo. Si evitamos ese proceso, estaremos cargando con cosas por la vida que nos van a joder emocionalmente”, dice Beatriz Serna Maya en entrevista para El Espectador.
El año pasado, en pleno confinamiento, Nanpa le sugirió a su mamá publicar aquellos poemas. Hasta entonces, esta mujer nacida en Concordia, Antioquia, con alma montañera, espíritu de nómada y fiel escucha de los postulados cantados de Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Alberto Cortés, Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, había postergado durante veinte años ese proyecto de la escritura por cuenta de sus obligaciones como mamá, docente universitaria y académica.
“En mi cumpleaños, que fue en julio, mi hijo me pidió dejar de aplazar ese proyecto y sentarme a escribir. Me dijo que me financiaba si cumplía dos condiciones: renunciar a la universidad y publicar el libro de poemas”. A Beatriz le faltaban dos años para pensionarse y después de alguna consulta con la almohada y de un par de paseos con sus seis gatos, aceptó la propuesta de Nanpa.
El pasado 13 de noviembre, el artista presentó “Unicornio”, su quinto álbum de estudio, con un amplio y variado repertorio de nuevas canciones para apreciarlas en sus melodías y letras. Dentro de este álbum Nanpa Básico incluyó la canción “No Se Vale”, una canción muy especial en la que Nanpa invita a su madre Baatriz Serna, gran influencia para el desarrollo de su carrera musical, a participar en su proceso creativo; y la escriben en conjunto. Una canción que habla de cuando la justicia no se da en una relación.
***
Aprendiendo (fragmento)
Estoy aprendiendo, amor mío
que fuimos fugaces y efímeros
que nada perdura para siempre
que lo único seguro y verdadero
es este instante.
Espejismo (fragmento)
Tus ojos me revelan lo que esconde tu ser
en la profundidad de ese mirar esquivo y ligero
Tus ojos no se miran en los míos
tal vez, porque temen ser reconocidos
presumen de un lenguaje
que, tú crees, no puede ser leído.
Paisaje desierto (fragmento)
Me detengo hoy
en este caminar cotidiano
para releer la historia
que hemos escrito juntos.
No sé si con tristeza, desdén o enojo
de lo que un día fuera
la primavera de nuestro amor.
Ya no florecen
las violetas del ensueño
ni se renuevan los gladiolos de la ilusión.
Ya no hay pensamientos multicolores
ni se deshojan margaritas de esperanza.
Ya no brilla tu mirada
no siento el viento de tu agitado respirar.
No escucho en el arroyo tus anhelos
ni veo en el arcoíris tu enamorado corazón.