Microrrelatos de un mito llamado La Habana
Comenzó Bogoshorts, el 17° Festival de Cortos de Bogotá, que irá hasta el 10 de diciembre, en más de 15 escenarios emblemáticos.
Laura Valeria López Guzmán
En cada edición, el Festival elige una ciudad diferente; este año La Habana se llevó la atención, en conmemoración de sus 500 años de fundación, llamada “Viva la ciudad”. A La Habana han llegado varios artistas y escritores que han contribuido a plasmar artísticamente la indescriptible esencia de la ciudad.
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En cada edición, el Festival elige una ciudad diferente; este año La Habana se llevó la atención, en conmemoración de sus 500 años de fundación, llamada “Viva la ciudad”. A La Habana han llegado varios artistas y escritores que han contribuido a plasmar artísticamente la indescriptible esencia de la ciudad.
Los once cortometrajes de la edición 17° de Bogoshorts nos trasladan a las calles de La Habana, esa pequeña ciudad que aún cuenta en sus calles la historia de una revolución y de una guerra fría. Cada cinta es un recorrido por sus habitantes, las paredes húmedas, los carros color crema y las maracas que se confunden con el golpe de las olas en el malecón.
Esta serie de cortometrajes trata sobre el arte y la cultura en Cuba, dos elementos que han sido defendidos, pero que también han tenido su censura y su silencio; su historia en el cine, que estuvo influenciada por García Márquez con la creación de la Escuela de Cine y Televisión, el 15 de diciembre de 1986, entre otros escritores, poetas y artistas, como lo hizo el poeta español Federico García Lorca, quien escribió varios poemas, dictó conferencias y quedó totalmente envuelto en el oleaje folclórico de la isla.
“La llegada a La Habana ha sido un acontecimiento, ya que esta gente es exagerada como pocas. Pero La Habana es una maravilla, tanto la vieja como la moderna… el ritmo de la ciudad es acariciador, suave, sensualísimo, y lleno de un encanto que es absolutamente español; mejor dicho, andaluz. La Habana es fundamentalmente española, pero de lo más característico y más profundo de nuestra civilización”, dice un fragmento de la carta de Federico García Lorca a sus padres.
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Las calles de La Habana cuentan todo tipo de historias; el sueño que muchos tienen de comenzar una vida en Estados Unidos y poder hacer parte del American Dream, olvidando que durante los periodos de guerra, a mediados del siglo XX, este país volvió La Habana el prostíbulo de sus soldados que habían estado en combate; la mezcla de culturas y razas entre los negros y los españoles; los relatos que podemos deducir con los viejos que siempre han estado sentados en la entrada de sus casas, con un habano en la mano y en la otra un vaso con alguna bebida, o un buen ron, escuchando son cubano que a lo largo de La Habana Antigua se va sintiendo y, que cambia de canción con cierta cantidad de pasos, con alguna que otra intervención de músicos tocando en vivo para cada turista que aparece y se enamora del ritmo de la isla, una isla que se afana en algunas cosas por “avanzar”, pero que vive dándole la espalda al pasar del tiempo.
Cada corto tiene una mirada especial sobre la historia de la capital, cada uno producido en años diferentes entre 2003 y 2018. No es país para viejos cuadrados, de Yolanda Durán, es un cortometraje animado de personas sin rostro, en el que se muestra la postura del dictador y cómo el resto de la ciudadanía trabaja igual, sin parar, en pro de los mismos intereses. El corto de Durán se desarrolla cuando uno de los ciudadanos logra llegar al puesto desde donde este dictador lidera y toma el poder que frente a esto se olvida de su porvenir y se convierte en el nuevo dictador.
Partir, de Estela Martínez Chaviano, es el relato de una mujer que, por medio de una carta que le deja a su madre, cuenta las razones de su decisión de irse en busca de nuevos horizontes, nuevas oportunidades que ella encuentra limitados en La Habana; mientras se narra esto la protagonista va en un bus, conocida entre los cubanos como la guagua.
Este espacio tiene diversidad en los géneros y temas de la producción de los cortos. Entre estos nos encontramos con Lienzo cubano, el documental de Kavery Kaul, en el que podemos entender cómo se ha desarrollado con el paso del tiempo el arte, en especial las artes plásticas en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, y cómo cada autor tiene diferentes corrientes.
Además de los mencionados, en esta sección encontraremos los siguientes cortometrajes: Mapa, de Damian Sainz; Bajo Habana, de Terence Piard; Atardecer en el trópico y París, puertas abiertas, de Marta María Borrás; Afuera, de Vanessa Portieles; El año del cerdo, de Claudia Calderón; El inexorable, de Stephanie Tabaréz; Batería, de Damian Sainz; Miénteme bien, Jackie Chang, de Grethel Castillo, y Los minutos, las horas, de Janaína Marques.
La Habana es una ciudad caracterizada por la continua presencia de arte en sus calles, como la avenida principal El Malecón, donde las fachadas de las casas son de diferentes colores, con mariposas o flores pintadas, que reafirman la diversidad y la alegría de sus ciudadanos. Esta misma calle, que entre semana y gran parte del día es visitada por turistas de diferentes lugares del mundo, cambia los jueves, viernes y sábados en la noche, cuando la juventud se encuentra para hablar, fumar uno que otro tabaco y poner música que termina en baile.
En diferentes calles de La Habana nos vamos encontrando con esculturas de acero. Distintas versiones del Che, plasmado en cuadros, caricaturas, imágenes, muñecos tallados en madera, acompañadas por negros tocando tambor o con maracas en mano y bailarinas en diferentes posiciones. Al fin y al cabo, la capital de la isla respira y exhala arte. Es una sociedad interesada en la cultura y el arte, pues al tener resueltas las necesidades básicas tiene tiempo para poder involucrarse de lleno en cada expresión artística, al punto de volverlo su profesión, como los emblemáticos bailarines del Ballet Nacional de Cuba.