Miguel de Unamuno: bastión de la generación del 98 (Plumas transgresoras)
El escritor y filósofo español es recordado por ser uno de los integrantes destacados de la generación del 98. Escribió en varios géneros literarios y fue rector de la Universidad de Salamanca tres veces.
Mónica Acebedo - @moacebedo
“El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce,” Niebla.
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“El aburrimiento es el fondo de la vida, y el aburrimiento es el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor. La niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, licor agridulce,” Niebla.
Pensador, filósofo y escritor, Miguel de Unamuno es un referente de las letras universales de comienzos del siglo XX. Se trata de una pluma transgresora que lideró la generación del 98 (grupo de escritores, marcados con el año en el que termina la decadencia política en España, en un complejo contexto histórico y cultural, entre los que están Machado, Azorín, Baroja, Valle-Inclán y Maeztu), que desafió las convenciones literarias de su tiempo a partir de una constante búsqueda existencial desde lo religioso y lo social. Martín de Riquer y José María Valverde se refieren a la novela más icónica de Unamuno así: “En su obra narrativa, Unamuno renuncia a todo lo externo: caracterización, ambiente y enredo argumental, concentrándose en el diálogo, para manifestar los problemas de la personalidad, en las cuestiones en que gira el ser o no ser de los hombres, lo mismo los insignificantes que los geniales. La narración larga —no novela, sino nivola, término caprichoso para eludir las responsabilidades del género— más importante de Unamuno es Niebla (1915), así llamada por la “niebla” en que los hechos de la vida humana se mojan y funden, haciendo llevadero el vivir y velando suavemente la excesiva angustia de los grandes enigmas de la existencia” (Historia de la literatura universal, V II, RBA libros, p. 471).
Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864, en el seno de una familia culta y en un ambiente lleno de tensiones políticas y culturales. Entre 1880 y 1884 estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Luego se vinculó como profesor de Lengua Griega en la Universidad de Salamanca y allí se quedó hasta su muerte. Su carrera académica fue rápida y muy exitosa. Se convirtió en rector de la Universidad a los 36 años. Desde el ámbito universitario fue muy activo en las esferas cultural y política españolas. Se oponía fervientemente a los regímenes autoritarios. Por esa razón, durante la dictadura de Primo de Rivera le fue forzoso exiliarse. Cuando regresó a España, volvió a la Universidad de Salamanca, que le sirvió de base para su prolífica actividad literaria. Murió el 31 de diciembre de 1936.
Escribió numerosos ensayos sobre filosofía, política y religión. Uno de los más célebres: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913), en el que combina su preocupación por la condición humana y la identidad de las naciones. Es usual que sus reflexiones partan de la tradicional tensión entre la fe y la razón: “La ciencia nos enseña, en efecto, a someter nuestra razón a la verdad y a conocer y juzgar las cosas tal como son; es decir, como ellas mismas eligen ser y no como quisiéramos que fueran”.
En la novelística rompe con el estilo narrativo e innova con técnicas metaliterarias y juega con los límites entre la realidad y la ficción; por ejemplo, en Niebla (1914) presenta un personaje que se rebela contra el autor. El hilo conductor de la novela es la historia de un joven con dinero que se enamora de una mujer pianista de escasos recursos. De ahí se desprenden varias temáticas de corte existencialista, como la inmortalidad, la ambigüedad del ser humano frente a decisiones importantes y muchos más. Otra obra esencial es Abel Sánchez: una historia de pasión (1917), en la que se vale del mito bíblico de Caín y Abel para contar la historia de dos amigos que se dejan llevar por la envidia, el odio y los celos. San Manuel Bueno, mártir (1831), novela sobre un sacerdote que duda de su fe y del papel de la religión a lo largo de la historia: “¡Hay que vivir! Y él me enseñó a vivir, él nos enseñó a vivir, a sentir la vida, a sentir el sentido de la vida, a sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el alma del pueblo de la aldea, a perdernos en ellas para quedar en ellas”.
También escribió poesía y teatro. Rosario de sonetos líricos (1911) reúne gran parte de su lírica, también de corte existencialista, de exploración filosófica y religiosa: “Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, / y en tu nada recoge estas mis quejas, / Tú que a los pobres hombres nunca dejas / sin consuelo de engaño. No resistes”.
Es decir, Miguel de Unamuno es, sin duda, un prototipo de pluma transgresora al innovar en aparatos narratológicos y técnicas experimentales; al establecer un pensamiento crítico en todas las esferas de la sociedad; al sembrar las dudas de lo que luego se llamó existencialismo; al haberse comprometido como un verdadero académico e intelectual: “Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento”; al haber explorado temas que eran considerados tabú en la sociedad española de su tiempo; al haber cuestionado dogmas sociales, culturales y literarios preestablecidos: “Venceréis, pero no convenceréis”, es una de sus frases famosas pronunciadas en alguna de sus críticas políticas y también por haber sido uno de los escritores que más se preocupaba por el futuro de España.