Miguel Vallejo: “Hay otro allá afuera que no es uno”
En el libro “Basuras”, el autor se enfocó en el agitado centro bogotano para dibujar lo que muchos prefieren esquivar: los habitantes de la calle.
Diana Gil Guzmán
Una plumilla, tinta china y papel opalina fue todo lo que Miguel Vallejo (Bogotá, 1993), conocido artísticamente como Gusanillo de tierra, necesitó para participar en el II Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas 2018. Además de una férrea disciplina para entregar en un mes la novela gráfica que lo hizo ganador de un premio accésit. Ese tiempo tan corto provocó el trazo veloz y nervioso de las 96 páginas de Basuras. Tras la premiación, la propuesta de Cohete Cómics, sello editorial de Laguna Libros, no se hizo esperar para iniciar el proceso de edición. Sin imaginarlo, el accésit fue su pasaporte para publicar esta obra dibujada en blanco y negro.
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Una plumilla, tinta china y papel opalina fue todo lo que Miguel Vallejo (Bogotá, 1993), conocido artísticamente como Gusanillo de tierra, necesitó para participar en el II Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas 2018. Además de una férrea disciplina para entregar en un mes la novela gráfica que lo hizo ganador de un premio accésit. Ese tiempo tan corto provocó el trazo veloz y nervioso de las 96 páginas de Basuras. Tras la premiación, la propuesta de Cohete Cómics, sello editorial de Laguna Libros, no se hizo esperar para iniciar el proceso de edición. Sin imaginarlo, el accésit fue su pasaporte para publicar esta obra dibujada en blanco y negro.
A diferencia del mes que invirtió en la creación de Basuras, la publicación tardó dos años. Ya no se trataba de cumplir con un término fijo, sino de esculpir y pulir la obra. Entre el trajín y el reposo culminó la novela. Con devota paciencia esperó el lanzamiento que por causa de la pandemia no se pudo realizar el año pasado.
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Fuera de Basuras, Miguel ha producido una gran variedad de cómics como Emok y el lobo (2017), Pollito Karateka (2019) y Sueños pictóricos (2020), entre otros. Su entusiasmo por la narración gráfica empezó desde los 15 años y parece no tener fin. En 2019, algunas planchas de Basuras fueron exhibidas en el 45° Salón Nacional de Artistas.
Varios de sus trabajos gráficos tienen como referente al municipio de Soacha, territorio que habita desde niño; sin embargo, en Basuras prefirió desplazar el escenario al agitado centro bogotano para dibujar lo que muchos prefieren esquivar: los habitantes de la calle. Su mirada humanista y católica fueron los filtros para imaginar a los otros. La ilustración de la cubierta del libro anuncia esa diversidad de seres que deambulan por las calles de la capital del país. En ese paisaje aparece el protagonista de la historia, Gerardo, un habitante de la calle que, sin quererlo, tendrá que frenar los planes de un fascista cristiano. En la obra no hay posturas asépticas y “bioseguras”, el creador dejó huellas de su resistencia a cualquier tipo de autoritarismo.
Empecemos por la génesis de su obra. ¿De dónde surgió la preocupación por tratar el tema de los habitantes de la calle?
El premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas especificaba que las obras debían ubicarse en las ciudades, entonces pensé desde qué perspectiva podía acercarme y me llamaba mucho la atención el centro de Bogotá. Por esa sensación de movimiento y de inseguridad que tiene causa ansiedad estar en ese espacio. Entonces pensé en un personaje que se moviera naturalmente allí y escogí al habitante de la calle porque me permitía recorrer ciertos lugares del centro por los que usualmente no me movería.
¿Cuáles fueron los comentarios del jurado sobre “Basuras”?
No hubo una realimentación directa. Solo dos de los jurados hicieron comentarios. Bernardo Fernández (Bef) dijo en un video, durante la premiación, que le había gustado mi acercamiento a la novela negra. Este autor mexicano ya había trabajado este tipo de narración, entonces había una cercanía. También mencionó que le gustó la energía de la obra y la forma en la que estaba narrada. Por su parte, a Marcela Trujillo (Maliki) también le gustó la manera en la que transcurre la narración, pero no logró identificarse tanto con el personaje, sentía la historia un poco lejana.
Luego del premio, ¿cómo cambió “Basuras” en el proceso de edición con Cohete Cómics?
Eso cambió harto. Al sentarme con Pablo Guerra, editor del cómic, pudimos darnos cuenta de que, por haberse hecho con tanta rapidez, la obra terminó con mucha acción y el personaje quedó descuidado en su profundidad. Suprimimos unas partes y añadimos otras. Cambiamos unas 20 o 30 páginas, que son las más lentas del cómic; por ejemplo, cuando el protagonista visita a su esposa e hijo, y algunas escenas con el antagonista. Buscamos no solo tener la aventura, sino también espacios que ayudaran a entender la relación del protagonista con los demás.
¿Pasar de la historieta corta a la novela gráfica supuso alguna modificación en su manera de trabajar el guion?
Entre el cómic corto y el de largo aliento siempre cambia el proceso. Hay historietas en las que tengo una especie de escaleta para la estructura; en otras simplemente me suelto, y poco a poco descubro el final de la historia. Al haber menos espacio en la historieta corta, planeo más. En cambio, cuando tengo más páginas exploro en el camino. El cambio radica en que detallo más lo que va a pasar en los relatos cortos. En el caso de Basuras quería situarme en un mundo ficticio y explorarlo, como cuando uno está en un sueño.
En cuanto al centro de Bogotá, ¿cómo fue dibujarlo?
Fue desde la imaginación y la memoria. Había pasado por allí varias veces para ir a la Biblioteca Luis Ángel Arango o para adquirir materiales de dibujo, entonces el lugar lo reconstruí en gran medida desde el recuerdo. En algunos trabajos se busca la localización, pero acá fue desde mi memoria. Es un centro de Bogotá imaginado hasta cierto punto.
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El centro de la capital tiene muchos matices, ¿no le hizo falta el color como un elemento narrativo?
No, me siento más cómodo con el blanco y negro. Como diría Alberto Breccia, el blanco y negro es más expresivo que el color. Además, llevo más tiempo trabajando así y me gusta el contraste. Disfruto presentar bloques de tinta negra en relación con el espacio blanco de la página.
En su obra se denuncia la profunda exclusión y desigualdad social que enfrentan las ciudades latinoamericanas; ¿hasta qué punto considera que el cómic puede ser una herramienta de cambio social?
Creo que como producto cultural y artístico esa es su principal labor: ser parte de los cambios que van a ocurrir en una sociedad. Hay que pensar mucho en la difusión y en los lectores a los que llega, porque si el público es reducido no sé hasta qué punto pueda suscitar algo. Pensar el cómic como algo popular puede provocar diálogos más profundos. No solo se trata del tema de las historias, sino también de la cantidad de lectores. El cambio estriba en su promoción y en lo que refleja el lector al leer, pero depende del medio en el que se está. En nuestro caso, no somos un país lector.
En Basuras se observan varios cuadros sobre santos, ¿qué lo motivó a incorporar referencias del arte cristiano?
Soy católico y me gusta esa tradición pictórica de la Iglesia. En este cómic quería poner cuadros de fondo que dialogaran con la historia. Su inclusión va en función de tener un espacio dentro de la historieta que no sea específico, sino que cambie, como en Krazy Kat de George Herriman, donde los fondos cambian y son muy disímiles. Quería explorar la posibilidad de tener una suerte de lugar plástico que, a su vez, funcionara como un personaje que permitiera conexiones con lo que transcurre en la narración.
El personaje de Gerardo es muy real, no solo por su recreación gráfica, sino también por su forma de hablar y lo que dice. ¿Hizo algún trabajo de investigación sobre los habitantes de la calle?
Sí, pero no quería hacer un trabajo documental, preferí la ficción. Lo que hice fue pensar en cómo hacer que el personaje adquiriera la verosimilitud que tienen películas como Los espigadores y la espigadora de Agnès Varda y otras por el estilo, donde se abordan distintas perspectivas sobre el hecho de habitar la calle. Quería pensar en lo que significa vivir en un lugar cambiante, en un contexto como el colombiano y con todos los peligros que esto conlleva.
Un personaje paradójico es el villano. Por un lado, es un devoto y padre de un habitante de la calle, y por el otro, es el impulsor del exterminio de este grupo social. Me recuerda mucho el refrán popular que dice: “El que peca y reza, empata”.
Ese personaje va por ese lado: el cristianismo a medias. El amor a los enemigos es el valor más exigente del cristianismo y no siempre se da entre los creyentes, por eso se terminan cometiendo barbaridades. Una creencia comprometida implica el perdón y la reconciliación. Muchas veces se intenta camuflar el odio y la falta de tolerancia bajo una idea de cristianismo que conduce a atrocidades. Así se escuche la misa todos los días, no necesariamente se está prestando atención.
Fuera del héroe y el villano, también hay otros personajes con personalidades muy distintas; ¿cómo logró recrear perfiles tan diversos?
Esos personajes van apareciendo. Una de las cosas chéveres del cómic es que, al dibujar, el gesto de la persona te va diciendo cosas. Como cuando uno va por la calle y al fijarse en alguien puede imaginar su forma de ser por su apariencia. No con el interés de juzgar o clasificar, sino de entender cómo podría ser esa persona. Eso mismo hago en el cómic, al dibujar personajes quiero ver qué hacen y así van adquiriendo su propia personalidad. Y también empiezan a chocar entre ellos mismos. Recrear historias se centra en eso, en que existan personajes diversos que se confrontan. (Usualmente, en mis historias terminan tratando de matarse). Hay algo hermoso en dibujar personas diferentes por esa consciencia de lo externo, de que hay otro allá afuera que no es uno. Que vive, existe y es valioso precisamente porque es diferente a uno.
Recientemente Rodrigo Bastidas, editor de Ediciones Vestigio, describió Basuras como una novela antifascista en Twitter. ¿Qué opina al respecto?
¡Qué chévere que haya escrito sobre Basuras! No me muevo mucho en Twitter, entonces no lo leí. No fue pensado estrictamente así, pero creo que es inevitable que eso se refleje. El autoritarismo está muy presente y lo vemos constantemente con el Esmad, la Policía y nuestros dirigentes, entonces es muy difícil que no se manifieste un rechazo a ese abuso, sea en forma consciente o inconsciente, en estos ejercicios de ficción.
Otro asunto es su dibujo. En el libro se aprecia un trazo veloz, suelto y cargado de detalles; ¿por qué prefiere este tipo de dibujo a uno más riguroso?
Eso cambia según mi estado de ánimo. Desde que hice Basuras han cambiado los procesos, a veces son mucho más técnicos, con bocetos y toda la cosa; pero otros son más libres. En este caso fue así porque estaba medio estresado en la casa, entonces dejé salir todo eso con el dibujo. En cuanto a los detalles, John Berger menciona que el dibujo es un diálogo con uno mismo; entonces empezaba a hacer el personaje, luego algún detalle del fondo y eso me indicaba otras cosas, y así se iba llenando el espacio. Por eso aparecen tortugas, tiendas, gente de fondo, etcétera. Una cosa llevó a la otra en esa forma de plantear la escena.
En Basuras cambia constantemente el tamaño y la geometría de las viñetas, lo que suscita un ritmo de lectura agitado. ¿Cuáles son sus referentes para ello?
Más que referentes, fue el proceso. Hay trabajos en los que uno tiene un esquema de la página que le permite controlar el ritmo. En Basuras no tenía un boceto previo, no planeaba la página estrictamente, sino que la recorría. En esta forma de trabajo se podría mencionar a los autores franceses de los noventa de L’Association que empezaron a hacer cómics sin bocetos. Eso les permitió tener estructuras muy distintas que significaron en ese momento una ruptura con la bande dessinée más tradicional, la cual estaba más influenciada por las historietas de Astérix o Tintín.
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Luego de Basuras, ¿qué otra historieta piensa publicar?
Ahora estoy en Emok, una serie de cómics sobre Ocasa, un lugar ficticio de Soacha. Hace tiempo le trabajo a eso. La quiero publicar y por eso estamos haciendo un crowdfunding para imprimir los cinco primeros números que ya están listos. Esa es la que más me llama la atención por ser una serie que me permite hacer y explorar con calma todos los personajes que se presentan. Hace poco terminé el número seis y espero que pueda salir pronto.