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Mil orejas regadas por todo el cuerpo

El libro ‘Mil orejas’, de Pilar Gutiérrez Llano, es una obra que une los mundos de los sordos y los oyentes gracias al relato poético y el lenguaje de señas.

Juliana Muñoz Toro
22 de agosto de 2014 - 03:52 a. m.
Mil orejas regadas por todo el cuerpo
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Este es un libro sin letras en la cubierta. Sin embargo, dice con claridad: “Mil orejas”. No es otro idioma, pero sí otro lenguaje: el de señas. El primer mensaje es que este relato es para los sordos... y para los oyentes también. Es, más bien, un puente entre los dos mundos, que sordos y oyentes entiendan al otro y puedan comunicarse mejor.

¿Cómo? Con señas, palabras, dibujo y poesía. Mil orejas es la historia de una mujer sorda que puede escuchar desde el silencio: “Perdí el oído a los siete años / pero no soy sorda. / He querido explicar que / tengo mil orejas diminutas regadas por todo el cuerpo, (…) que una mano rozándome la espalda / grita que me quiere”.

La autora de este relato poético es Pilar Gutiérrez Llano, también fundadora de Tragaluz Ediciones, a quien se le había olvidado que había escrito esta historia y por fortuna una amiga se la recordó. Rosita, su amiga, perdió el oído a los siete años y con Pilar pensaron en escribir una novela. Al final el proyecto no resultó, pero sí un correo que Pilar le escribió. Era una misiva, tal vez de agradecimiento, sobre las conversaciones que surgieron entre las dos. Pasaron meses después de eso, hasta que un día Rosita le quiso recordar aquella breve historia.

El siguiente paso fue invitar a un grupo de sordos para que leyeran el relato y saber si cada uno de ellos sentía de verdad la historia. Y no fue así. Entonces, para acercarse a ellos, Pilar y su equipo de Tragaluz se dieron cuenta de que el lenguaje de señas era el indicado e invitaron a Lilian López para que fuera la intérprete, el puente, y así poder llevar el relato a conceptos claros.

El trabajo poético siguió con el ilustrador Samuel Castaño Mesa. Sus dibujos no son literales, sino un juego de significados. Así, para el pasaje de la pérdida del oído unió los dos puntos de esa idea: la sordera y la infancia. Y el resultado fue ilustrar el teléfono artesanal que todos construimos alguna vez con un par de vasos y una pita... sólo que con la cuerda rota. Dice Castaño: “Este es un libro para todos, en el que se refuerza la idea de que el diálogo entre el silencio y el sonido es necesario para que ambos existan”.

Este proyecto no termina con el lanzamiento del libro, que se realizó esta semana. Por eso se está haciendo una cadena de videos para que las personas sordas hagan una traducción del relato al lenguaje de señas.

Con esto se quiere demostrar que el lenguaje de señas cambia en otras latitudes, que hay detalles bellos y sutiles en la interpretación de un niño con respecto a la de su madre, “que los sordos son personas de las que tenemos mucho que aprender”, opina Gutiérrez. Incluso, en su libro, queda claro que las personas de verdad sordas son las que no quieren entender.

 

 

@julianadelaurel

Por Juliana Muñoz Toro

 

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