Milan Kundera y su encuentro con García Márquez, Cortázar y Fuentes
Sobre el viaje de estos tres escritores latinoamericanos, que fueron invitados a Checoslovaquia (hoy República Checa) por la Unión de escritores, debido a la invasión de la Unión Soviética. Su anfitrión fue Milan Kundera.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Cuentan los mayores de 60 años que antes se conversaba mucho. Que ahora, el tiempo en el que no hay tiempo para nada porque requiere de reacción, inmediatez y fácil digestión, nada parece importar mucho, pero que antes todo era importante. O parecía importante. Había un poco más de horas para concentrarse en asuntos como la soberanía de un país, así fuese ajeno, o la inclusión del piano en el jazz. Por el primer tema, Cortázar, Fuentes y García Márquez se desplazaron a Praga, tres meses después de la invasión rusa a Checoslovaquia, en 1968. Sobre el segundo, hablaron durante el viaje: como lo contó García Márquez, Fuentes quiso indagar sobre música con Cortázar.
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Cuentan los mayores de 60 años que antes se conversaba mucho. Que ahora, el tiempo en el que no hay tiempo para nada porque requiere de reacción, inmediatez y fácil digestión, nada parece importar mucho, pero que antes todo era importante. O parecía importante. Había un poco más de horas para concentrarse en asuntos como la soberanía de un país, así fuese ajeno, o la inclusión del piano en el jazz. Por el primer tema, Cortázar, Fuentes y García Márquez se desplazaron a Praga, tres meses después de la invasión rusa a Checoslovaquia, en 1968. Sobre el segundo, hablaron durante el viaje: como lo contó García Márquez, Fuentes quiso indagar sobre música con Cortázar.
“A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo, en que momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchicha con papas heladas”, escribió el escritor colombiano en el prólogo de Imagen de Julio Cortázar, de Ignacio Solares.
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Viajaron desde París hacia Praga por tren debido a su miedo compartido a volar. La invitación partió de la Unión de Escritores, de la que fue miembro Milan Kundera, y por la que fue acusado de contrarrevolucionario. Su defensa por las “libertades elementales de la literatura” y de la cultura, tiempo después, lo condujo a abandonar su país. Se nacionalizó francés luego de ser censurado por un comunismo del Este que consideró amenazante, pero no precisamente por asuntos políticos, sino identitarios: la cultura checa se percibía “peligrosa e indeseable”.
“Esto va más allá de la política, que se cree que es la causa y el fin de todo. No es verdad. Checoslovaquia era un país occidental. A la Primavera de Praga la veo como un intento por occidentalizar el socialismo. Estamos incluidos en la cultura rusa. Es grave que hoy nos desplacen de nuestra esfera natural, a una que nos es extraña. La identidad nacional de este país está muy amenazada”, dijo Kundera, varios años después, en una entrevista realizada por el español Joaquín Soler Serrano el 6 de enero de 1980.
Sobre la situación en Checoslovaquia, y antes del viaje en cuestión, escritores extranjeros a la coyuntura, dijeron: “Los abajo firmantes, escritores e intelectuales españoles y latinoamericanos, cuya posición democrática y antiimperialista es bien conocida, condenan enérgicamente la agresión militar de gobierno soviético y sus aliados del Pacto de Varsovia contra el pueblo y gobierno socialista de Checoslovaquia. Consideramos esta intervención contraria a los principios de la moral internacional y el derecho de los pueblos a la autodeterminación, en la medida en que fortalece la posición estadounidense en Vietnam, descarta las esperanzas de un socialismo genuinamente democrático y siembra la división en el campo de las fuerzas progresistas”, dice en una carta titulada “Una protesta de intelectuales españoles y latinoamericanos en París”, publicada en Le Monde, el 26 de agosto de 1968.
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El anterior texto, que fue recopilado por el libro Las cartas del Boom, tiene las firmas de Carlos Barral, Jose María Casteller, Alfonso Carlos Comín, Francisco Fernández Santos, Juan García Hortelano, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Juan Goytisolo, Luis Goytisolo, Jesús López Pacheco, Ana María Batute, Jorge Semprún, José Ángel Valente, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
Milan Kundera: “Pasé con ellos una semana inolvidable”
Según el escritor checo, en una carta publicada en la Revista Cambio y replicada en el periódico El Tiempo, los latinoamericanos viajaron “discretamente, en su calidad de escritores. Para ver. Para comprender. Para alentar a sus colegas checos”.
En este texto, el autor de La broma, La vida queda en otra parte y La insoportable levedad del ser, demostró que lo que más le impresionó de la llegada de estos pensadores lejanos de origen, pero cercanos de convicción, fue García Márquez y Cien años de soledad, novela que leyó con el asombro de quien comprueba certezas y se sorprende con las genialidades externas.
Dijo, entre muchas otras cosas, que quedó “deslumbrado”. Que Cien años de soledad no era más que “imaginación libre”. Que era una de las grandes obras de poesía y que fue la confirmación de una antigua certidumbre suya: “la poesía y el lirismo no son nociones hermanas, sino que deben mantenerse a larga distancia la una de la otra. Pues la poesía de Gabo no tiene nada que ver con el lirismo. No se confiesa, no abre su alma, sino que permanece ebrio por el mundo objetivo que eleva hacia una esfera en la que todo es a la vez real, inverosímil y mágico (es por la intensidad de su poesía como por la virulencia de su antilirismo que la obra de Gabo se distingue tan radicalmente de la novela contemporánea en Europa)”, escribió Kundera en la carta citada.
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Seguidamente, contó que escribió un posfacio para aquella novela y que ese fue su primer texto prohibido. Que cuando se fue de Checoslovaquia, se llevó muy poco. Empacó contados tesoros que le servirían para la nueva etapa de su vida, y que ese texto viajó con él como un amuleto protector. Su texto terminó contando que, para él, el apogeo de la novela en América Latina fue encarnado en “su imaginación por aquellos tres hombres cuarentones, muy guapos, muy viriles, con quienes viví en los amargos días de Praga una felicidad improbable, vigilada por las metralletas del ejército ruso”.
Sobre la visita, Carlos Fuentes publicó Amigo de los amigos, texto compilado en un especial de la Revista Semana en homenaje al escritor Gabriel García Márquez. En él, el escritor mexicano recordó aquel viaje en el que cada uno de ellos atesoró un recuerdo. Se conmovieron distinto, pero coincidieron en que pasaron días y noches “inolvidables” en aquel viaje al que acudieron por solidaridad. Por, si se quiere, coherencia humanista:
“Una de las noches inolvidables de nuestra amistad ocurrió en el tren París-Praga en diciembre de 1968. Íbamos invitados por Kundera a mantener la ficción –es decir, la esperanza– de una cultura checa independiente en un país rodeado de tanques soviéticos. Cortázar fue hilvanando temas como un cuentista árabe de la plaza de Marrakech. Recordó todas las novelas que sucedían en trenes, en seguida las películas en trenes, y por último, a partir del swing de Glenn Miller, el ritmo de locomotora del jazz y, en particular, una memoria asombrosa, la relación entre el jazz y el piano... Cuando llegamos de madrugada a Praga, nos esperaba en la estación Kundera, que nos llevó a Gabo y a mí a un sauna y cuando pedimos una ducha para quitarnos el calor, Milan nos condujo al río Ultava y nos empujó, encuerados como lombrices, al agua congelada. Recuerdo el comentario de Gabo cuando salimos morados del río: ‘Por un instante, Carlos, creí que íbamos a morir juntos en la tierra de Kafka’”.
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Durante el viaje a Checoslovaquia, los tres escritores latinoamericanos le dieron una entrevista a Petr Pullman, de la revista Listy, en la que hablaron, sobre todo, de la literatura latinoamericana: eran autores casi desconocidos en este país, sobre todo García Márquez, de quien no se había traducido ni publicado nada en checo para ese momento. La conversación también se encuentra en el libro recién publicado Las cartas del Boom.
Sobre el motivo de su visita, Carlos Fuentes anotó: “Usted sabe que durante siglos América Latina ha luchado por dos principios: la independencia y la no intervención. Por lo tanto, es completamente natural y comprensible que nos solidaricemos con ustedes”.
Milan Kundera se afilió al Partido comunista desde los 16 años, mismo partido que después lo excluyó. Decía que no se podía “reducir un país a su sistema político” y, con una cortesía que lo alejaba del estigma acerca de los intelectuales, reconocía que no tenía autoridad para opinar sobre este tema. Defendía la cultura porque creía en su poder, que solamente podía ser ejercido en libertad. En la entrevista ya citada para el español Soler Serrano, dijo que detestaba las simplicidades. Tampoco le gustaba la palabra disidente, “un invento de los periodistas”. Contó, además, que cuando quisieron quitarle la libertad, fue cuando más libre se sintió: trabajó como obrero y en una orquesta de jazz.
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El periodista en cuestión le preguntó por sus recuerdos del día de la invasión rusa, a lo que contestó. “Fue uno de los traumas más terribles de toda la nación. Fue horrible. Se sintió que se trataba de un cambio, de un acontecimiento fatal que iba a cambiar el destino del país”.
Debido a esta invasión y lo que percibía como una “masacre” con respecto su cultura, conoció a sus colegas escritores de Latinoamérica: “No he podido olvidar aquel triple encuentro: Praga ocupada por el ejército ruso, la visita de Gabo y sus dos amigos, y las primeras pruebas de la traducción checa de ‘Cien años de soledad’”.