“Miradas testigo”
El presidente de Médicos Sin Fronteras habla sobre sus experiencias en zonas que estuvieron en crisis, a propósito de la nueva muestra con imágenes de la agencia internacional Magnum en Colombia.
Germán Casas- Presidente de Médicos Sin Fronteras
Es difícil hacer un repaso de mi carrera como médico psiquiatra sin recordar los sucesos del 12 de enero de 2010. Ese día, a las 16:53, un terremoto de magnitud 7 sacudió Haití, país que visitaba frecuentemente como coordinador de salud mental de 43 proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF). Las estadísticas del gobierno dicen que 316.000 personas murieron en aquel terremoto, que 350.000 resultaron heridas y que más de 1,5 millones se quedaron sin hogar. Para mí, leer esos números me remite a los rostros de amigos y conocidos que fallecieron y que incluso no pude ayudar cuando ocurrió la catástrofe.
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Es difícil hacer un repaso de mi carrera como médico psiquiatra sin recordar los sucesos del 12 de enero de 2010. Ese día, a las 16:53, un terremoto de magnitud 7 sacudió Haití, país que visitaba frecuentemente como coordinador de salud mental de 43 proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF). Las estadísticas del gobierno dicen que 316.000 personas murieron en aquel terremoto, que 350.000 resultaron heridas y que más de 1,5 millones se quedaron sin hogar. Para mí, leer esos números me remite a los rostros de amigos y conocidos que fallecieron y que incluso no pude ayudar cuando ocurrió la catástrofe.
El día del terremoto estaba de vacaciones en Cartagena. Me llegó un mensaje a mi celular que decía, someramente, los hechos del terremoto en Haití. Viajé inmediatamente. Para mí Puerto Príncipe era en ese entonces una ciudad en donde muchas personas estaban saliendo adelante y en donde se podía, pese a las dificultades, trabajar en la salud mental de la gente y acompañarla en su proceso de resiliencia. Ir allá era una experiencia maravillosa, no solo por los paisajes, sino por su gente, por los sincretismos religiosos, por el valor que se le daba a la vida. Pero el terremoto fue la tragedia más grande que he visto en mi vida y el sufrimiento humano más inmenso.
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Cuando veo la foto de Haití en el archivo de Magnum recuerdo ese momento en el que llegué al hospital de Médicos Sin Fronteras, o a lo que quedaba de él… Los cuatro pisos colapsaron. Llegué a echar pala para intentar rescatar a nuestra gente, a personas que atendían en el centro de rehabilitación o en la sala de cirugías. Se escuchaban gritos de desespero, llamados de auxilio. Luego pasó por mi mente otra imagen mía contando muertos en la morgue con una sensación de impotencia: cuando lo hacía recordaba a los pacientes haitianos que semanas atrás salían sonriendo de las consultas.
Toda esa confusión y angustia hicieron que, después de unas semanas, me trasladaran a República Dominicana por una suerte de patología que incluso había estudiado como psiquiatra: el “burn-out”, que, en palabras simples, quiere decir que estaba totalmente quemado y agotado por todo el estrés y la carga emocional de esos días. Esa foto de Haití, que hoy me hace recordar, es parte de una galería gratuita y al aire libre de Médicos Sin Fronteras y Magnum Photos que fue inaugurada el pasado viernes 17 de septiembre en Bogotá, en la plazoleta de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y que estará abierta hasta el 6 de octubre.
Esta exposición está compuesta por 32 fotografías que dan cuenta de algunas de las mayores crisis humanitarias en los últimos 50 años y en las que Médicos Sin Fronteras intervino. Por ahora me referiré a tres contextos en los que estuve trabajando: Haití, que acabo de relatar; Grecia y Honduras. Antes, sin embargo, quisiera resaltar que Magnum comparte con Médicos Sin Fronteras esa necesidad de dar testimonio sobre las mayores crisis, profundizando en el aspecto humano desde la fotografía.
Grecia y Honduras
Mi historia con las tragedias humanas la podría comenzar a contar con Armero, cuando estaba en el colegio y hacíamos recolectas para llevar víveres, ropa y otros elementos para la población damnificada. Allí vi, por primera vez, a los médicos de Médicos Sin Fronteras y quise ser como ellos. Por eso, cuando repaso las fotos de Magnum, veo que en las tragedias hubo mucho sufrimiento y que los médicos, lejos de ser héroes como lo imaginaba de niño, somos muy humanos, y, como se hace con los pacientes que atendemos, también queremos aliviar nuestro sufrimiento.
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La primera vez que trabajé con Médicas Sin Fronteras era médico general y me enviaron a África. En aquel entonces entendí cómo las tragedias humanas trascienden en las familias y en testigos como nosotros. Es inevitable no cambiar la forma de ver la vida después de asistir a personas que lo han perdido todo, pero que luchan por sobrevivir.
Algo similar sentí cuando viajé a Honduras, un país que también es muy especial y que está retratado por Magnum. La primera misión que coordiné en el año 1998 tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de los jóvenes en Tegucigalpa. En ese entonces la capital de Honduras era una de las ciudades más violentas del mundo y los niños muchas veces terminaban en la calle mendigando o en situación de orfandad. Ante la necesidad por sobrevivir, los padres se veían forzados a migrar a Estados Unidos para responder económicamente por ellos. Esas separaciones familiares eran muy dolorosas.
Años después de mi primera visita hubo varios cambios, pero en líneas generales Honduras no tuvo una recuperación económica equitativa. Gran parte de la población estaba en condiciones de vulnerabilidad, con una salud bastante débil y con una cobertura sanitaria limitada. Luego vinieron grupos armados, narcotráfico, aumento de la violencia… Allí se presentó un incremento en la mortalidad de jóvenes, y desde Médicos Sin Fronteras intentamos mejorar sus oportunidades de vida, pero fue difícil, sobre todo porque después de la desmovilización hubo una reconfiguración de la violencia. La labor médica de atención por violencia sexual, por ejemplo, era esencial. Pero la salud mental con enfoque psicosocial también lo fue, sobre todo para tratar las heridas que deja un conflicto armado en la vida de los jóvenes y que se pasan de generación en generación.
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Para terminar, quisiera hablar sobre otra foto de la exposición de Magnum, tomada por Enri Canaj, en Grecia, y que muestra una cara cruel de la migración. Han pasado décadas y todavía existen políticas restrictivas que son inhumanas con los migrantes. Las costas de Grecia son testigos del sufrimiento de miles de migrantes que se han quedado esperando para entrar a Europa o incluso que han muerto en el mar después de huir de la guerra en Siria o Afganistán. En este país, Médicos Sin Fronteras ha buscado aliviar el sufrimiento de la población migrante que está estancada y en condiciones precarias. De hecho, en 2015 nuestra organización rechazó fondos de la Unión Europea ante una evidente contradicción por las políticas restrictivas que estaba imponiendo frente a los migrantes.
Las fotos de la exposición de Magnum y Médicos Sin Fronteras hablan sobre estos contextos humanitarios que engloban no solo paradojas humanas, sino políticas. Hoy, en medio de una pandemia, vale la pena detenerse, mirar atrás y pensar en aquellos lugares en los que los seres humanos han sufrido y a su vez han buscado soluciones. Quizás en esos contextos encontremos pistas sobre los caminos que podremos tomar a futuro y seamos conscientes de todo lo que hemos llorado.