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“Mis retratos no son perfectos: me interesa capturar la humanidad”: Antonio Castello

Este 25 de febrero, el artista bogotano Antonio Castello culminó su séptima participación como fotógrafo en el Festival Internacional de Cine de Berlín, un escenario que le ha servido para reflexionar sobre su labor.

Samuel Sosa Velandia
28 de febrero de 2024 - 12:00 p. m.
Luego de graduarse como diseñador gráfico, Antonio Castello desarrolló la primera tienda de diseño "online" en Colombia. / Natalie Herrmann
Luego de graduarse como diseñador gráfico, Antonio Castello desarrolló la primera tienda de diseño "online" en Colombia. / Natalie Herrmann
Foto: Natalie Herrmann

¿Cómo describiría su experiencia como fotógrafo de la Berlinale?

Es bastante dispendiosa, porque es un trabajo que hace mucha gente en un espacio muy estrecho y en corto tiempo: en 50 segundos tienes que lograr el retrato perfecto de la gente que va caminando por la carpeta roja, mientras que hay otros fotógrafos que, entre codazos, tratan de tomar la misma foto. Sin embargo, llevo siete años trabajando en el festival y con el tiempo he aprendido a minimizar el equipo para hacer lo máximo de manera más rápida. En términos profesionales también es difícil, porque Getty Images tiene monopolizado el mercado y envía alrededor de 10 fotógrafos a estos eventos, por lo que logran armar un catálogo gigante de imágenes que venden a medios de todo el mundo.

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¿Cómo llegó a este escenario?

Viví cuatro años en Nueva York y trabajé con una empresa de cámaras que promocionaba sus productos en alianza con fotógrafos que participaban en eventos como el Fashion Week. Luego me mudé a Berlín y continué en esa industria, pero estando allí descubrí la Berlinale, que si bien es un evento similar a los de moda, me llamó la atención: me di cuenta de que el cine logra tocar otras fibras y resulta ser algo menos banal. Entonces, contacté a los organizadores del festival y me dijeron que tenía que ser acreditado por un medio. Así comencé a trabajar con portales de Berlín, Austria, Estados Unidos y hasta de Colombia, como la revista Shock.

¿Cómo funcionan los derechos de autor en estos eventos?

Las fotos pertenecen completamente a mí. En el momento en que una celebridad se presenta en un festival, sabe que se está exponiendo a ser fotografiado; es un permiso implícito. Ya una vez están las imágenes, uno puede concertar diferentes contratos con los medios. En mi caso, yo prefiero tener el derecho total sobre las fotografías, porque mi trabajo es más artístico que comercial.

¿Qué cambios ha evidenciado en el festival a lo largo de estas siete ediciones?

Ha habido muchos cambios, en especial luego de la pandemia. La Berlinale se redujo en su estructura, en la cantidad de filmes y de asistentes. De igual manera, hubo cambios en la dirección del festival, que siempre ha sido como “la niña rebelde” de los otros eventos. Si tú vas a Cannes o a Venecia ves producciones comerciales, en cambio, aquí siempre han estado a la vanguardia de lo underground con temas más sociales y políticos. Aunque como hoy en día es más difícil llenar salas de cine y que la gente asista a estos espacios, han tenido que cambiar el foco.

¿Y qué cambios ha evidenciado en usted? ¿Cada vez se siente más en confianza?

Sí, al principio uno se compara constantemente con otros fotógrafos y quiere hacer lo mismo que ellos. Mi trabajo antes era comercial y me importaba venderlo. Contacté a agencias como Getty Images o AFP, pero al mostrarles mi trabajo nunca estábamos en la misma sintonía, pues mi labor siempre ha sido experimental y artística. A pesar de que intenté acercarme a eso que pedía el mercado, fracasé. Quiero hacer arte, mis retratos no son perfectos: cuando les tomó fotos a los famosos me interesa capturar su humanidad, más que vender una foto para una portada.

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¿Pero cómo logra retratar ese lado más humano en una alfombra roja?

La fotografía a blanco y negro es una forma de acercarse a eso, porque con estos colores no importa cómo la gente está vestida o su color de piel, nos olvidamos de esos rasgos. Por otro lado, como hay tantos fotógrafos en la alfombra roja, y hay un momento específico para cada artista, todos centran su atención en el instante en el que posa, pero cuando este sale de escena y queda relegado, me concentró en él, porque ya no está performando, sino que está en un lugar más relajado.

¿Por qué emigró? ¿La decisión tuvo que ver con su desarrollo profesional?

Lo que me llevó a emigrar de Colombia fue la situación que vivía el país. Álvaro Uribe estaba de presidente y había mucha tensión política, y eso me afectó como artista, pues la sensibilidad es mayor. Dejé mi casa porque quería escapar de la violencia, y ahí fue que llegué a Estados Unidos, donde encontré a un grupo de artistas cercanos a lo que estaba buscando, que era el arte de la fotografía experimental y análoga. Ya después de eso me enamoré de una alemana y por eso terminé en Berlín.

¿Y en su trabajo hay algo impregnado de Colombia?

Nunca me he dejado de sentir colombiano y voy cada vez que puedo. La visión como artista nacido en Colombia es distinta a la de un europeo, por el hecho de la calidez con la que nos acercamos a la gente y cómo vemos el mundo para nosotros. Mientras que en Europa son fríos y lejanos, trato de acercarme a los demás sin esperar nada a cambio, o sin pensar en si es famoso. En cuanto a mi trabajo, creo que mis raíces me hicieron desear que mi fotografía no fuera algo comercial, sino algo que me hiciera feliz a mí y a quien las ve. Es un proceso más sensible que el simple hecho de vender y hacer dinero.

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Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com

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