Míster Juan, el refugiado colombiano que alegra las calles en España
Lea la historia de un colombiano que toca su saxofón en las calles de Melilla, España.
El violinista Ara Malikian suele contar en sus conciertos cómo el instrumento de cuerda que le catapultó a la fama salvó a su abuelo cuando huía del genocidio armenio. La historia de Míster Juan, un músico refugiado de Colombia, es diferente pero tiene algo en común, y es que su inseparable saxofón, en cierto modo, también le salvó en algún momento.
Juan Roosevelth Aguilar Gámez es uno de los usuarios del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla (ciudad autónoma española en el norte de África), donde vive desde que llegó a la ciudad hace medio año para pedir asilo como cientos de migrantes latinoamericanos.
Juan desembarcó en la ciudad con su saxofón, el instrumento con el que enseguida se hizo notar en sus calles para ganarse la vida.
Aunque la música callejera “ha existido todo el tiempo”, como explica él mismo, en Melilla no era habitual hasta que este colombiano de 60 años, con largas rastas a lo Bob Marley, decidió empezar a tocar “sin timidez” tras pedir los correspondientes permisos.
Quería “alegrar los corazones de los melillenses” mientras esperaba la tramitación de su solicitud de asilo. Y lo consiguió hasta el punto de atender peticiones para tocar en eventos particulares.
Juan vive de la música desde hace cuatro décadas porque, dice, no sabe hacer otra cosa. Y, aunque canta y toca nueve instrumentos, hace cinco años decidió “divorciarse” de todos ellos para dedicarse en exclusiva al saxofón, con el que empezó su relación “por accidente”.
“El ‘Despacito’ me salvó”
En 2017, el músico llevaba tres años trabajando por temporadas en hoteles de Turquía con grupos de música colombiana hasta que un día un saxofonista se negó a tocar ‘Despacito’, la célebre canción de Luis Fonsi, y Juan le pidió a su jefe que le comprara un saxofón con la promesa de que aprendería a tocarlo.
“Cuestión de fe, le tocó confiar en mí”, recuerda. Su jefe le dio 15 días, pero a Juan le sobró una semana para interpretar ‘Despacito’, le aumentaron el sueldo y le regalaron el saxofón.
“Me olvidé de la guitarra, del piano, del violín… Me divorcié de todos los instrumentos y de cantar, que es lo mío realmente, para quedarme con él”, agrega este colombiano, nacido en Cali pero criado en el archipiélago de San Andrés.
Ahora, en su repertorio no faltan los clásicos y las baladas. “Música en español que en Colombia siempre hemos escuchado y la llamamos música para planchar”, resume.
Juan ahorra para enviar dinero a su hija Bamba, de 12 años. Su objetivo es lograr que la niña estudie en España.
“La meta es conseguir los documentos para que mi hija venga a estudiar. Ni siquiera estoy hablando de que venga a vivir, no. Que venga a estudiar, que se capacite en España, porque es mejor que estudie aquí que allá”, explica este músico de oscuros ojos vidriosos que dice no tener sueños porque vive la vida “día a día” y dejando que tome su curso.
El violinista Ara Malikian suele contar en sus conciertos cómo el instrumento de cuerda que le catapultó a la fama salvó a su abuelo cuando huía del genocidio armenio. La historia de Míster Juan, un músico refugiado de Colombia, es diferente pero tiene algo en común, y es que su inseparable saxofón, en cierto modo, también le salvó en algún momento.
Juan Roosevelth Aguilar Gámez es uno de los usuarios del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla (ciudad autónoma española en el norte de África), donde vive desde que llegó a la ciudad hace medio año para pedir asilo como cientos de migrantes latinoamericanos.
Juan desembarcó en la ciudad con su saxofón, el instrumento con el que enseguida se hizo notar en sus calles para ganarse la vida.
Aunque la música callejera “ha existido todo el tiempo”, como explica él mismo, en Melilla no era habitual hasta que este colombiano de 60 años, con largas rastas a lo Bob Marley, decidió empezar a tocar “sin timidez” tras pedir los correspondientes permisos.
Quería “alegrar los corazones de los melillenses” mientras esperaba la tramitación de su solicitud de asilo. Y lo consiguió hasta el punto de atender peticiones para tocar en eventos particulares.
Juan vive de la música desde hace cuatro décadas porque, dice, no sabe hacer otra cosa. Y, aunque canta y toca nueve instrumentos, hace cinco años decidió “divorciarse” de todos ellos para dedicarse en exclusiva al saxofón, con el que empezó su relación “por accidente”.
“El ‘Despacito’ me salvó”
En 2017, el músico llevaba tres años trabajando por temporadas en hoteles de Turquía con grupos de música colombiana hasta que un día un saxofonista se negó a tocar ‘Despacito’, la célebre canción de Luis Fonsi, y Juan le pidió a su jefe que le comprara un saxofón con la promesa de que aprendería a tocarlo.
“Cuestión de fe, le tocó confiar en mí”, recuerda. Su jefe le dio 15 días, pero a Juan le sobró una semana para interpretar ‘Despacito’, le aumentaron el sueldo y le regalaron el saxofón.
“Me olvidé de la guitarra, del piano, del violín… Me divorcié de todos los instrumentos y de cantar, que es lo mío realmente, para quedarme con él”, agrega este colombiano, nacido en Cali pero criado en el archipiélago de San Andrés.
Ahora, en su repertorio no faltan los clásicos y las baladas. “Música en español que en Colombia siempre hemos escuchado y la llamamos música para planchar”, resume.
Juan ahorra para enviar dinero a su hija Bamba, de 12 años. Su objetivo es lograr que la niña estudie en España.
“La meta es conseguir los documentos para que mi hija venga a estudiar. Ni siquiera estoy hablando de que venga a vivir, no. Que venga a estudiar, que se capacite en España, porque es mejor que estudie aquí que allá”, explica este músico de oscuros ojos vidriosos que dice no tener sueños porque vive la vida “día a día” y dejando que tome su curso.