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Mompox, el corazón de un río que lo olvidó

La cuenca del río Magdalena vio nacer municipios y ciudades, como Santa Cruz de Mompox. Una isla que hoy es patrimonio pero que por años permaneció relegada a la sombra de un río cuya navegación quedó en el olvido. El viaje de lo que hoy es Cartagena a Honda a través de las aguas del Río Magdalena duraba 60 días en piraguas.

Andrea Jaramillo Caro
21 de enero de 2022 - 08:37 p. m.
Mompox, uno de los municipios que se convirtieron en parte vital del río Magdalena no sería lo mismo sin las aguas con las que bordea, ni el río sería lo mismo sin Mompox.
Mompox, uno de los municipios que se convirtieron en parte vital del río Magdalena no sería lo mismo sin las aguas con las que bordea, ni el río sería lo mismo sin Mompox.
Foto: Natalia Romero Peñuela
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Durante siglos fue el río Magdalena fue el enlace de comunidades, un puerto comercial, el símbolo de la unión entre diferentes puntos de un país y la forma de llegar a contactar con otras naciones. “Históricamente el río cumplió varios roles, primero el de vía de comunicación y de penetración de los españoles hacia estos territorios y hacia el interior del país. Segundo, como medio de transporte y tercero como ese dador de vida, dador de riqueza hídrica, de riqueza natural, de pescado con el que se surten y del cual viven muchas familias”, cuenta Luis Alfredo Domínguez, gestor cultural en Mompox. Sin embargo, el tiempo y el desarrollo fueron dejando al Río Grande como un vestigio en la memoria de los colombianos del que alguna vez fue el canal de comunicación más importante del país.

Mompox se creó como villa española sabiendo que ya había un asentamiento indígena en este lugar. Gracias a su posición el río, su desarrollo se dio por la posición estratégica frente a él. “De allí se formó todo lo que es Mompox, lo que fue en su momento, lo que dejó de ser y lo que es hoy en día”. Cuando la navegación por el río decayó, Mompox se aisló y dejó de llegar el comercio “pero siguió teniendo una relación con el río. Siguió dando la pesca y agua para la ciudad, lo único fue que se acabó el comercio. La gente, entonces, se dedicó más a la artesanía y por eso se conservan tantos de estos oficios manuales”.

Más allá de la importancia del río como canal económico, también tiene un fuerte arraigo cultural en las poblaciones que, a lo largo de la historia, se han beneficiado de él. “El río Magdalena ha influido mucho en nuestra cultura desde nuestros indígenas que habitaban estos territorios. Los malibúes, los pocabuyes, aquí dejaron mucha cultura, dejaron la cumbia, dejaron las canoas, que era lo que hacían nuestros indígenas, dejaron muchas cosas interesantes”, dice Domínguez. Pero, así como el río dejó elementos culturales que prevalecen hasta el día de hoy, también se formaron prácticas que aún se mantienen en las comunidades. “También lo que dice el sociólogo barranquillero Orlando Fals Borda, que se refiere a nosotros como hombres de río, hombre rianos, los hombres con costumbres de río, hombres navegantes, hombres, pescadores, hombres que sacamos el sustento del río, hombres que sacamos la arena, construimos nuestra casa desde el río, una relación directa, el río que nos transporta, el río que nos entretiene, también el río que nos da la naturaleza y la vida”.

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Muchos nombres ha recibido el cuerpo de agua que se extiende desde el Huila hasta el Mar Caribe. Su historia y relación con los pobladores de la región, desde comunidades indígenas hasta exploradores españoles, han buscado una forma de referirse al río que se convirtió en una fuerza para domar. Nombrado “Yuma”, que traduce “río del país amigo y de las montañas”, por las comunidades que ven su nacimiento en la montaña, “Caripuaña” o “Río Grande” por las poblaciones indígenas asentadas en la parte baja del nacimiento, a mitad de su recorrido le llamaban “Arli” cuya traducción sería “Río del Pez”, algunas tribus lo conocieron con el nombre de “Guacahayo” o “Río de las tumbas” ya que en él depositaban sus muertos.

Los registros muestran que la primera vez que los españoles entraron en contacto con el Río Grande fue en 1501. “El Río Grande de la Magdalena fue descubierto por Rodrigo de Bastidas. Lo descubrió ese día, el día de Santa María Magdalena, por eso su nombre. En distintos lugares del río durante su paso por lugares diferentes, los indígenas, los asentamientos indígenas le pusieron distintos nombres como el Arli y el Caracalí y el Cariguaño, el río del país amigo, entre otros”, afirma Domínguez. Con Rodrigo de Bastidas comenzó el uso frecuente y la transformación del río en un elemento vital del comercio y transporte. Sin embargo, los españoles no comenzaron a entrar con sus carabelas sino hasta el año 1519, a cargo de Jerónimo de Melo.

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El geógrafo Francisco Javier Vergara y Velasco lo describió como “una arteria por donde las aguas; es decir, la sangre y la vida de los continentes, se escapa hacia las extremidades”; “una gigantesca línea de trescientas leguas [que] se enlaza con Cartagena, Santa Marta, Medellín, Ocaña, Bucaramanga, Ibagué y Bogotá”. Por él entraron carabelas europeas, se transmitieron telégrafos con rapidez y fue testigo del desarrollo de un país prestando su caudal para la navegación, la pesca, minería, comunicación y la unión de unos con otros.

Las orillas del afluente fueron las preferidas para la fundación de ciudades y el asentamiento de diferentes comunidades a lo largo de su historia. Mompox es una de ellas y para esta isla, en la que aún se sienten aires del pasado, “el río fue, es y seguirá siendo todo para Mompox. Fue el génesis para esta ciudad, por la ubicación de la ciudad frente al Río Magdalena. Es por esto que los españoles deciden fundar esta ciudad acá, que ya era un asentamiento indígena que estaba aquí a orillas del río Magdalena. Era el asentamiento de los indios malibúes y cuando llegaron los españoles escogen este sitio por su posición estratégica frente al río para hacer comercio, lo que hizo que se construyera Santa Cruz de Mompox. Yo diría que sin el río, Mompox no sería Mompox, o el río sin Mompox no sería Río Magdalena”. Domínguez hace la comparación con una relación simbiótica en la que importa no solo el comercio sino la cultura, la música que entró por el río con los españoles y que se mezcló con los ritmos y bailes que los indígenas ya tenían establecidos. “Entró mucha música europea de la época. La polka, la mazurka, el vals, todos estos ritmos con los que los músicos momposinos que eran muy virtuosos comenzaron a hacer su propia música con un toque caribeño y a eso le llamamos ‘música momposina’. Entró la Semana Santa, que es uno de los eventos culturales y religiosos más grandes que tenemos. Todo entró por el río Magdalena en materia cultural y también se fue por el río Magdalena el Carnaval de Barranquilla, que nació en esta región”.

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Siglos han pasado y el desarrollo de Colombia es sinónimo del Río Magdalena. Fue la gran arteria, la gran autopista de un país en su conexión con el interior y el exterior, “sin el Río Magdalena este país sería otra cosa muy diferente”. Sin embargo, el tiempo no perdona y nuevas formas de transporte se desarrollaron y el río fue quedando en el olvido como vestigio de una arteria que dejó de ser la misma, a pesar de seguir siendo uno de los cuerpos de agua más representativos de Colombia. Su conservación es un asunto pendiente y aunque “sigue siendo muy importante hoy en día, los colombianos le hemos dado la espalda. El río lo tenemos muy contaminado. Lastimosamente la gran mayoría de ciudades y pueblos que están a orillas del río Magdalena, a pesar de que se surten de él para sus acueductos y para llevar el agua a cada casa, lo están contaminando, lo que ha hecho que se disminuya la pesca. El Gobierno nacional desde hace mucho tiempo no le viene prestando atención al río, se viene hablando hace mucho tiempo de proyectos de dragado, pero no se llevan a cabo. No se le ha prestado atención también como arteria importante para transporte y para el turismo. Le estamos dando la espalda al río. Ciudades como Mompox y como, por ejemplo, Barranquilla han construido malecones en los últimos años, que con eso le están dando la cara un poco al río. La gente se debe voltear a mirar el río, a ver su importancia, a ver su naturaleza y dejar de echar sus aguas negras a él y dejar de contaminarlo”.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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EDUARDO(72089)23 de enero de 2022 - 08:18 p. m.
El río Magdalena cambió su curso al pasar por Mompox , dejando un brazo de menor importancia y caudal frente a la ciudad, y el caudal mayor pasó a estar por el otro lado de la isla de Mompox, por eso perdió importancia porque los vapores y embarcaciones mayores no podían llegar a Mompox, quedando aislada y perdiendo importancia.
Pathos(78770)23 de enero de 2022 - 03:32 a. m.
Esta bella ciudad de Mompox debe incorporarse plenamente al turismo incluyendo al internacional.Ya debería haber un tour por el río entre Cartagena y Mompox de tal manera q quien llega a Cartagena pueda ir por el río a Mompox como una extensión de Cartagena La ubicacion estratégica de Momppox le augura ser un centro articulador interdepartamental
horacio(76762)21 de enero de 2022 - 10:22 p. m.
La crónica nos recuerda "El amor en los tiempos del cólera".En otras palabras, hasta el amor nos llegó por el Magdalena.
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