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Recientemente, El Coso abrió sus puertas, pero hablemos del momento en el que eran reconocidos como galería de arte social. ¿Por qué cambió el nombre?
Para llegar a nuevos públicos. Queremos que la gente pierda el miedo de entrar a una galería, que cambie el formato y sienta toda la tranquilidad de buscar asesorías y consejos. Quisimos mantener nuestros clientes de toda la vida, pero también comenzar a buscar alternativas de público en los jóvenes.
¿Cuál era ese público antes?
Más tradicional. Obras de artistas más consolidados, como Hugo Zapata y David Manzur, o tal vez obras un poco más serias, en el buen sentido de la palabra. Lo que queremos es llegar a nuevas generaciones con obras más frescas que los inviten a tener una decoración en su casa distinta a la que tuvieron con sus papás. Nos hemos dado cuenta de que les gusta el arte, pero la tendencia es el pop art y el arte contemporáneo.
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¿Por qué cree que existe ese miedo hacia la galería?
La gente aún se siente intimidada, por ejemplo, para preguntar precios. También sienten que sin la experiencia de los artistas no pueden equivocarse al preguntar por algo, etc. Aunque en Colombia estamos muy bien en ese sentido. Hay gente a la que le da pena y miedo acercarse al arte o a los recintos culturales. Hay rigidez.
¿Cómo eligieron a los nuevos artistas?
Buscando en ferias, en Instagram, llamamos a varios conocidos o retomamos a los que ya venían trabajando con nosotros. El voz a voz de ellos también nos ayudó para comenzar a buscar para este nuevo formato.
¿Hubo algún acercamiento previo con alguno de ellos?
Sí, con Héctor Mejía, Gabriel Ortega, Marcelo Wong...
¿En qué se diferencia el espacio pasado con esta nueva propuesta?
Las obras son más asequibles en cuanto a precios, además de que el grupo de artistas es nuevo. Las obras que teníamos antes eran de artistas con trayectorias inmensas. Esta vez hablamos de unos más jóvenes o recientes.
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¿De dónde surgió su interés por el arte contemporáneo?
Llevo 20 años en esta fundación. Desde que esta nueva tendencia llegó, nos encantó. Me refiero a esta idea de refrescar el catálogo y de que la tienda se convirtiera en un espacio para que nuevas obras llegaran. Ha sido una evolución constante.
¿Por qué cree que es importante que, además del interés por el arte, haya un propósito social?
Porque las dos se llevan de la mano. Es un gana gana: el artista, la fundación, sus beneficiarios y la gente, que al adquirir una pieza contribuye a nuestro rubro social de una manera importante en educación y apoyo psicológico. Ese vínculo que se crea con la pieza recordará que esa inversión es una ayuda para viudas y huérfanos de la Policía. Obras que ayudan a ayudar.
¿Cuáles son las causas de la Fundación Verde con las que más resuena?
Todas... Vinculamos a artistas y a los clientes con los artistas y los beneficiarios, que saben que hacemos programas para ellos. La educación para los niños es una garantía importante. El apoyo psicológico en el momento de la pérdida de un familiar. Todos nuestros programas sociales son iguales de importantes.
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Dice que el arte es poderoso para transformar a las personas, ¿cómo el arte la transformó?
Desde que entré a la fundación he respirado arte. Mi evolución en el entendimiento, la vivencia y la experiencia acerca de estos temas han sido impresionantes. Ahora sé que estar en contacto con los artistas te cambia la mirada. Ahora me encanta estar pendiente de las ferias y toda la agenda cultural...
¿Este paso de galería a tienda de debe a un intento por ajustarse a las nuevas realidades?
Sí, por eso salió este formato. Queremos ajustarnos a las nuevas realidades, compradores y tendencias. Queremos estar actualizados.