“El sonido del dolor es muy parecido al deleite”
Las voladoras es el más reciente libro de Mónica Ojeda, publicado por la editorial Páginas de Espuma, donde incluye ocho cuentos protagonizados por mujeres que se encuentran inmersas en mitos y ritos andinos.
Laura Valeria López Guzmán - @Lauravalerialo
Desde el comienzo se evidencia la constante relación que hay entre la violencia, la crueldad y el dolor, pero también la relación que hay entre lo divino y lo etéreo, y de cómo los miedos, de una u otra manera, en las protagonistas de Las voladoras, las llevan a pensar en cosas que están más allá de ellas. También aparece el misterio, pero como factor directo entre los mitos y los ritos de la región Andina, que terminan influyendo en el andar de cada mujer de los ocho cuentos.
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Desde el comienzo se evidencia la constante relación que hay entre la violencia, la crueldad y el dolor, pero también la relación que hay entre lo divino y lo etéreo, y de cómo los miedos, de una u otra manera, en las protagonistas de Las voladoras, las llevan a pensar en cosas que están más allá de ellas. También aparece el misterio, pero como factor directo entre los mitos y los ritos de la región Andina, que terminan influyendo en el andar de cada mujer de los ocho cuentos.
Para Mónica Ojeda, escribir sobre el dolor es una obsesión, pues ella considera que la escritura es el único canal que puede utilizar para ver la dimensión real de su propia vulnerabilidad. Además, cree que la gran mayoría de personas, si no todas, han experimentado el sufrimiento. El dolor es algo que nos iguala más allá de pensar en la manera como lo experimenta cada quien.
En Las voladoras los personajes se dividen entre el que ejerce el daño y quien lo recibe, pero cada acto de violencia está permeado por la crueldad, pues en estas páginas habitan el horror de hasta qué punto el ser humano está dispuesto a hacer sufrir a alguien y de cómo este disfruta del dolor del otro. Y así, según Ojeda, aparece una falla en el lenguaje, el cual se ve vulnerado por medio de una carencia o de un deseo no satisfecho.
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Aunque se pensaría que en este tipo de relatos no hay espacio para lo bello y lo poético, estos dos aspectos van apareciendo de manera sutil, como esa flor que logra crecer entre el pavimento. Esto se debe a que Ojeda sigue fielmente el concepto de lo sublime de Edmund Burke, quien dice que la belleza es solo el comienzo del horror.
La idea de lo monstruoso en este libro aparece en la familia de las protagonistas, y no la familia pensada desde la madre, el padre y los hijos, sino en el concepto que se tiene al formar esa institución, que, como cree la autora, ha sido atravesada constantemente por la heteronormatividad, la monogamia, la jerarquía, la dependencia y el patriarcado, situaciones que generan dinámicas de poder que terminan causando daño entre unos y otros.
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Desde hace unos años se habla de la mujer como víctima frente a una sociedad machista, pero aquí las mujeres también son las victimarias, pues el placer de causar dolor no se divide en géneros. Por ejemplo, Slasher, una de las protagonistas, dice: “El sonido del dolor es muy parecido al del deleite”.
Frente a esto, Ojeda —quien también escribió la novela Mandíbula— confiesa que, por medio de estas líneas, y en sí en su literatura, más allá de tildar a la mujer o al hombre como responsable de los actos de violencia y de abuso que hoy en día se conocen, pretende entender el comportamiento y la condición del ser humano y que, al final, todos están atravesados por el deseo y las mismas funciones, y son personas que actúan según sus pasiones, pues Ojeda considera que tanto el hombre como la mujer tienen las mismas capacidades para amar, odiar y hacerles daño a los demás.