Monólogos sucintos
En esta noche cálida, el sueño no ha llegado y estoy indefensa ante su ausencia.
Linda Esperanza Aragón
Me acorrala esta noche y me siento atrapada en ese abrazo desesperado que me da. Somos ella y yo. ¡Qué atinada puntería tiene la noche!, caray, me escogió para que le hiciera compañía. Ella sabe que el sueño no me llega fácil. Me acostumbro a su latir. Casi la quiero, aunque me brinde arrullos en desorden. Sigo acompañando a la noche. Y sus arrullos morirán en mi memoria mientras nacen mis monólogos sucintos que se van a trasnochar conmigo.
Monólogo 1
Hoy, en la tarde, escuché a una señora en el supermercado decir: “Los pudines están para llorar, ¡cuestan más de treinta mil pesos!”. Después de escucharla pensé en comprarme dos botellas de vino barato (cada una de 15 mil pesos) para tomármela sola en casa durante la noche de mi cumpleaños. Lloraré, sí, pero no me empalagaré.
Monólogo 2
¿Me hará menos daño ser un río sosegado o ser un río salvaje?
Monólogo 3
Me gustan los amores que tienen buen sentido del humor; que saben escuchar, cantar, besar y chamuscar mi corazón.
Monólogo 4
Hay domingos en los que me siento como una fruta que ha sufrido el paso del tiempo.
Monólogo 4
Sentir nostalgia se ha vuelto algo natural en mí.
Monólogo 5
Cuando nadie me espera, cuando no tengo planes o citas, la mañana me alcanza para divertirme mientras soplo las migas de pan que quedan en la mesa. No hay prisa, no hay bosquejos de cómo será el día. Contemplar la errancia de las migas es un juego para mí, una manera de inventar una inocencia y de escapar de los mordiscos del reloj.
Monólogo 6
Nunca he llorado más que cuando vi la película Aftersun y leí el libro Apegos feroces. Después de eso no soy la misma. Cuando hablo de esas historias siento que las palabras explotan en mi boca y luego nace en mí una sonrisa que sabe dulce.
Monólogo 7
No sé ahogarme en el odio y no sé coleccionar sonrisas breves.
Monólogo 8
Jugar con la brisa me parece que es lo mismo que reconciliarme con los rincones de la casa de la infancia. Esconderme en el agua de mar es como dejar fluir la disponibilidad para la lentitud y olvidar que el asunto más duro para mí es el miedo a morir.
Monólogo 9
¿Serán el olvido poderoso y el desarraigo complaciente?
Monólogo 10
Sí: elegí ser un río sensible que dejará navegarse por nostalgias caleidoscópicas, heridas intrincadas, monólogos escuetos, noches eternas y amores y soledades libres (aunque a veces nos topemos con esperanza angostas).
Me acorrala esta noche y me siento atrapada en ese abrazo desesperado que me da. Somos ella y yo. ¡Qué atinada puntería tiene la noche!, caray, me escogió para que le hiciera compañía. Ella sabe que el sueño no me llega fácil. Me acostumbro a su latir. Casi la quiero, aunque me brinde arrullos en desorden. Sigo acompañando a la noche. Y sus arrullos morirán en mi memoria mientras nacen mis monólogos sucintos que se van a trasnochar conmigo.
Monólogo 1
Hoy, en la tarde, escuché a una señora en el supermercado decir: “Los pudines están para llorar, ¡cuestan más de treinta mil pesos!”. Después de escucharla pensé en comprarme dos botellas de vino barato (cada una de 15 mil pesos) para tomármela sola en casa durante la noche de mi cumpleaños. Lloraré, sí, pero no me empalagaré.
Monólogo 2
¿Me hará menos daño ser un río sosegado o ser un río salvaje?
Monólogo 3
Me gustan los amores que tienen buen sentido del humor; que saben escuchar, cantar, besar y chamuscar mi corazón.
Monólogo 4
Hay domingos en los que me siento como una fruta que ha sufrido el paso del tiempo.
Monólogo 4
Sentir nostalgia se ha vuelto algo natural en mí.
Monólogo 5
Cuando nadie me espera, cuando no tengo planes o citas, la mañana me alcanza para divertirme mientras soplo las migas de pan que quedan en la mesa. No hay prisa, no hay bosquejos de cómo será el día. Contemplar la errancia de las migas es un juego para mí, una manera de inventar una inocencia y de escapar de los mordiscos del reloj.
Monólogo 6
Nunca he llorado más que cuando vi la película Aftersun y leí el libro Apegos feroces. Después de eso no soy la misma. Cuando hablo de esas historias siento que las palabras explotan en mi boca y luego nace en mí una sonrisa que sabe dulce.
Monólogo 7
No sé ahogarme en el odio y no sé coleccionar sonrisas breves.
Monólogo 8
Jugar con la brisa me parece que es lo mismo que reconciliarme con los rincones de la casa de la infancia. Esconderme en el agua de mar es como dejar fluir la disponibilidad para la lentitud y olvidar que el asunto más duro para mí es el miedo a morir.
Monólogo 9
¿Serán el olvido poderoso y el desarraigo complaciente?
Monólogo 10
Sí: elegí ser un río sensible que dejará navegarse por nostalgias caleidoscópicas, heridas intrincadas, monólogos escuetos, noches eternas y amores y soledades libres (aunque a veces nos topemos con esperanza angostas).