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León a la justicia

“All the Beauty and the Bloodshed”, documental firmado por la oscarizada Laura Poitras y ganador absoluto de la 79° edición de la Mostra de Venecia, da constancia del activismo de la conocida fotógrafa Nan Goldin contra la familia Sacklers, responsables de la crisis de los opioides en EE. UU.

Janina Pérez Arias
12 de septiembre de 2022 - 11:30 p. m.
Laura Poitras recibiendo el León de oro por su película “All the Beauty and the Bloodshed”, en la ceremonia final de la 79° edición de la Mostra de Venecia.
Laura Poitras recibiendo el León de oro por su película “All the Beauty and the Bloodshed”, en la ceremonia final de la 79° edición de la Mostra de Venecia.
Foto: EFE - ETTORE FERRARI

Contra todo pronóstico, por tercer año consecutivo una directora se llevó el León de Oro, el máximo galardón de la Mostra de Venecia. La desigual proporción en la que competían las mujeres directoras, con la presencia además de realizadores de rimbombantes nombres y pesos pesados del cine, llevaron a pensar que las féminas no figurarían en el cuadro final de la 79° edición de esta cita cinematográfica. Error de cálculo, para bien.

El León a la justicia ha sido pues por partida triple. El documental firmado por la oscarizada Laura Poitras, All the Beauty and the Bloodshed, ganador absoluto de este festival, da constancia del activismo de la conocida fotógrafa Nan Goldin contra la familia Sacklers.

El premio, cual justicia poética, pone en el foco de atención en las maniobras de los Sacklers, los billonarios dueños de Purdue Pharma, la compañía farmacéutica fabricante del medicamento OxyContin, causante de la crisis de los opioides en EE.UU que ha ocasionado alrededor de 500 mil muertes en el territorio estadounidense además de un buen número de adictos.

Completa el triángulo de esta justicia, el espaldarazo que este premio le otorga a la no ficción, un género que cada vez da muestras de su valor, de su valentía y de la importancia que tiene tanto para la humanidad como para la industria cinematográfica.

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Sin dudas vivimos una época en la que el ejercicio de la justicia y su significado como tal parecen una especie en extinción o una fantasía, en algunos países brilla por su ausencia, o se presenta como comprable, corruptible y prostituida. Creer en la justicia, por mínima que sea, se percibe como una quimera, y su maltrato y desvanecimiento colman a los ciudadanos en todo el mundo de una sensación de desprotección, miedo, indignación y desesperanza.

La justicia como hilo conductor nos lleva a la otra gran ganadora. Una historia basada en hechos reales que se desarrolla en el máximo templo de la aplicación de la justicia como lo es un tribunal. Saint Omer, que entrelaza un juicio por infanticidio con las dudas hacia la maternidad de una novelista que asiste como espectadora al litigio, constituye el debut en la ficción de la documentalista francesa Alice Diop. La cinta efectiva en realización y exploración temática ganó dos de los grandes premios, el León de Plata- Gran premio del Jurado así como el León del Futuro – Mejor ópera prima.

El peso de la justicia – de la divina y la de los humanos - por abuso de poder se vio en Tàr, de Todd Field. Su protagonista Cate Blanchett se llevó la Copa Volpi a Mejor actriz, por su rol de la incombustible directora de orquesta Lydia Tàr en su travesía del Olimpo al purgatorio.

Si ciertas historias de ficción fueran el modelo para implementar la justicia, definitivamente el mundo fuese mejor. Los abusadores y otras malas hierbas estuvieran encarcelados o pagando sus penas de una u otra forma.

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En la Mostra vimos películas que nos dieron un subidón y nos hicieron creer en que la Justicia (¡con mayúscula!), más allá de su imagen de mujer ciega y con un seno afuera, pueda que aún siga existiendo, que en su agonía todavía da sus coletazos, tal como lo plantea Argentina 1985 (de Santiago Mitre), sobre el histórico Juicio a las Juntas militares por el genocidio en el país austral.

Esta apuesta latinoamericana, tal como Bardo (de Alejandro González Iñárritu), no fue premiada, aunque ambas estuvieron en las quinielas desde su primera proyección. Injusto o no, queda en la conciencia de los que deliberaron. Al final será el público el que tenga la última palabra para concederle sus (buenos) quereres a estas dos producciones que muy bien se lo merecen.

Otras justicias poéticas

Cada quien, según sus gustos e intereses, sacará conclusión del hecho de que los títulos de las plataformas de streaming presentes en la competición oficial, muy a pesar de su calidad y de sus abrumadoras propuestas cinematográficas (Blonde, de Andrew Dominik, y Bardo entre ellos), no hayan conseguido figurar en el cuadro de honor.

Esa es definitivamente otra historia.

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El clamor por la justicia también se sintió fuera de las salas de cine. Horas antes de la gala que pondría fin a la 79° edición de la Mostra, un corro encabezado por la presidenta del jurado, la actriz y productora Julianne Moore y la directora española Isabel Coixet (que presidió el jurado de la sección Orizzonti), junto a la Coalición Internacional de Cineastas en Riesgo (ICFR), tomaron la alfombra roja para exigir la liberación de los cineastas Jafar Panahi, Mohammad Rasoulof y Mostafa al-Ahmad, encarcelados por la dictadura iraní.

Aquel día de la protesta tendría su estreno mundial No Bears, la nueva película de Panahi, o más bien su más reciente muestra de resistencia ante la prohibición del ejercicio de su profesión impuesta por el gobierno autoritario de su país en 2010 durante 20 años. Panahi, un habitual de los festivales y acaparador de galardones, se las ha ingeniado nuevamente para rodar una historia que se desarrolla en la frontera con Azerbaiyán, ante la mirada hostil de los esbirros que le solían hacer de sombra.

Otro acto de justicia poética vivido en la Mostra lo constituye el hecho de que No Bears, la cual después de su estreno mundial se lograra colar entre las favoritas, consiguió el Premio Especial del jurado.

¡Ay, la Justicia! Tan etérea como insondable, tan predecible como sorpresiva.

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Por Janina Pérez Arias

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