“Muchas veces surgen cosas enormes cuando se hace servicio social”
En esta nueva entrega de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con el abogado Francisco Luis Boada.
Isabel López Giraldo
Soy una persona soñadora, alguien que cree en un mejor país, en el diálogo. Siento un respeto altísimo por ese valor inmenso que es la amistad, por mis padres, por mis ancestros, por mi familia, por las tradiciones, pero también por las innovaciones. Combato el egocentrismo que va de la mano con el egoísmo. Reconozco en los demás sus virtudes. Me gusta enseñar, transmitir a los otros mis conocimientos y experiencias. Disfruté mi juventud, no de manera desaforada, quizás pude hacer más cosas. Pienso en la vejez y me preparo para ella. Me gusta viajar, conocer, el intercambio cultural como sistema de aprendizaje. Considero que debemos ser respetuosos con la naturaleza, cuidar nuestro planeta, nuestro entorno, siendo responsables con las conductas de reciclaje. Creo en el sentido de asociación, pues es un mecanismo que permite construir soluciones y ofrecer alternativas mientras buscamos objetivos comunes.
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Soy una persona soñadora, alguien que cree en un mejor país, en el diálogo. Siento un respeto altísimo por ese valor inmenso que es la amistad, por mis padres, por mis ancestros, por mi familia, por las tradiciones, pero también por las innovaciones. Combato el egocentrismo que va de la mano con el egoísmo. Reconozco en los demás sus virtudes. Me gusta enseñar, transmitir a los otros mis conocimientos y experiencias. Disfruté mi juventud, no de manera desaforada, quizás pude hacer más cosas. Pienso en la vejez y me preparo para ella. Me gusta viajar, conocer, el intercambio cultural como sistema de aprendizaje. Considero que debemos ser respetuosos con la naturaleza, cuidar nuestro planeta, nuestro entorno, siendo responsables con las conductas de reciclaje. Creo en el sentido de asociación, pues es un mecanismo que permite construir soluciones y ofrecer alternativas mientras buscamos objetivos comunes.
Orígenes
Rama paterna
Luis José Boada Guauque, mi abuelo, tuvo dos matrimonios. Nació en Nobsa, Boyacá, tomó su rumbo para instalarse en Ubaté y dejar huella en Sutatausa, Cundinamarca, caserío muy pequeño, donde se convirtió en un gran líder: en la Casa de la cultura y en la Alcaldía tienen una placa con su nombre. Fue el primero en explotar las minas de carbón de este pueblo, también fue concejal, alcalde, gestor de proyectos, líder regional. Murió en 1976 cuando yo tenía pocos meses de nacido.
Mi abuela, María Cristina Gómez Rico, murió muy joven, esto llevó a que reconociera como abuelas a las tías de mi papá, mis tías abuelas, especialmente a Georgina y Carmenza. Aprendí de ellas muchos valores, como el que no debía llegar a ningún sitio con las manos vacías.
Luis Francisco Boada Gómez, mi papá, cursó algunos años de primaria en el colegio Simón Bolívar de Ubaté. Tuvo la oportunidad de continuar sus estudios en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Bogotá. Cuando comenzó su bachillerato, se inauguró la sede de la Quinta de Mutis donde vivió interno y donde conoció a sus grandes amigos de toda la vida.
Ernesto Cediel, líder del Valle de Ubaté, presentó a mi papá en la Universidad del Rosario en la Facultad de Jurisprudencia permitiéndole con esto acceder a un cupo como estudiante y en adelante fue su tutor. Su nivel de exigencia lo calificaría como supremo en medio de muy pocos alumnos. Estudió con las primeras mujeres que se matricularon en su Facultad, Olga Villa y Astrid Acevedo, quienes obtuvieron su grado, pues era un mundo muy masculino: se tenía al Colegio Mayor como “la congregación de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes”. Aunque eso no sería obstáculo para que en ese contexto histórico la Universidad abriera sus puertas para que pudieran cursar presencialmente y graduarse sus compañeras. En los años que cursó, mi papá tuvo como compañeros a personajes muy reconocidos en la vida nacional, jurídica y académica, entre otros, su gran amigo Eduardo García Sarmiento, Carlos Lleras de la Fuente, Álvaro Mendoza Ramírez y, un par de años más adelante que él, Pedro Gómez Barrero.
Papá siguió los pasos de mi abuelo multiplicando su obra, y muy conectado a los líderes de la región. Fue legatario de las gestiones políticas de mi abuelo: concejal de Sutatausa y Nobsa; se vinculó al Directorio Nacional Conservador en Bogotá en donde tuvo la oportunidad de compartir con políticos pertenecientes a familias de esa corriente política como los Ospina, los Pastrana, los Lloreda y muchos otros; fue subsecretario del Congreso de la República por treinta y ocho años, donde fue reelegido en dieciocho oportunidades, esto gracias a su neutralidad y gran aceptación con congresistas de distintas vertientes políticas. Conoció, pues, tres generaciones de congresistas recordando la historia en detalle y conserva consigo múltiples anécdotas de la vida en el Congreso y de los miles de debates que presenció. Esto cambió su rumbo para siempre y nunca tuvo la oportunidad de ocupar la oficina que había adquirido recién egresó de la Universidad con el objetivo de ser litigante.
Rama materna
María Isabel Rodríguez Sánchez, mi abuela materna, fue una persona que se dedicó al hogar, oriunda de Anolaima. Tuvo más de siete hijos, vivió con algunos de ellos en su etapa de adulto mayor, para terminar sus días en un ancianato, como fue su voluntad. Murió cuando yo tenía catorce años. La recuerdo con mucho cariño, fue muy afectuosa, calmada, tranquila, nunca la vi descompuesta. Nos enseñó con el ejemplo.
Gerardo Rodríguez Castellanos, mi abuelo, fue muy imponente en su apariencia, un hombre alto, buen mozo, con una presencia impresionante, de cabeza descubierta, sociable, eso muestran las fotos que se conservan de él porque nunca lo conocí.
Ana Isabel Rodríguez, mi mamá, nació en Anolaima y heredó la presencia de mi abuelo, porque es una mujer muy linda, paciente, alguien que no se descompone fácilmente, amorosa, generosa, desprendida de lo material, hogareña. Se educó en un internado normalista en Facatativá y trabajó toda su vida como educadora con niños de primaria.
Casa materna
Mi mamá es doce años menor que mi papá, lo conoció en un evento en Bogotá. Una vez casados, dedicó medio tiempo a su labor docente y las tardes a mi hermana y a mí, se ocupó de ayudarnos con las tareas mientras Aurora, nuestra nana, la apoyaba en los temas del hogar.
En la casa la biblioteca fue muy generosa en libros que disfrutaron nuestros amigos, la música también fue protagonista. Compartíamos alrededor de la mesa, sin celulares, desarrollando los temas de la actualidad nacional después de leer los periódicos a los que estaban suscritos mis papás y que lanzaban por debajo de la puerta.
Isabel Cristina, mi hermana menor, estudió con las hijas de Cristo Rey, colegio femenino. Es psicóloga de la Javeriana, viajó a Chicago para estudiar inglés, luego estudió en España. A su regreso, un acto de violencia en la casa que ocupaba con su novio, el ingeniero Francisco Buitrago, los llevó a decidir irse lo más lejos posible, así llegaron a Sídney, Australia. Ahora son papás de dos niños muy hermosos, Felipe y Pablo.
Infancia
Nací en el barrio Modelia de Bogotá en un entorno muy amigable con los niños, en la época en que todos los vecinos se conocían, compartían y se ayudaban. Algo que añoro.
Íbamos sin limitaciones al parque cercano a Cafam, en el que vimos crecer los árboles en los que construimos casas. Dejábamos volar la imaginación como cuando creamos una gran estación espacial en el patio de la casa: cavamos un hueco enorme, a propósito de la ausencia de nuestros padres. También corríamos después de tocar los timbres de las casas. En la única rueda del parque que, además, estaba oxidada, me corté la mano dejando una cicatriz que no se ha borrado. Compraba la música en casetes, recuerdo a Menudo, también tuve sus botas y los muñecos de Mazinger Z, jugábamos con el Atari de mis primos. Viajamos muchísimo a Cali cuando visitábamos a los primos de mi papá donde conocimos su música, su comida, su feria, sus orquestas.
Veíamos poca televisión cuando solo se contaba con el Canal 1 y Canal 2, pero nos tocó la transmisión de la tragedia de Armero con todo lo que eso significó, también la toma del Palacio de Justicia que nos fue más cercana: recibimos una llamada de mi papá en la que anuncia que algo muy malo estaba pasando frente al Capitolio Nacional y que tenían la orden de salir porque parecía que se iban a tomar también el Congreso. Como no había celulares debíamos esperar hasta que llegara a la casa: recuerdo que desde el parque cercano a la casa se alcanzaba a ver una humareda enorme.
Academia
Inicié estudiando en el jardín infantil Mi Mundo Maravilloso, en el barrio Normandía. No olvido a Rosita, mi profesora. Tuve actos de rebeldía por no querer asistir, me quedaba en el carro de mi papá hasta que saliera la directora, entonces contrató el transporte con un vecino, abuelo de unos compañeritos quienes también iban con nosotros en un campero Nissan viejo de techo color verde y crema que se convirtió en la ruta.
Después estudié en la Quinta de Mutis, donde se educó mi papá. Hice dibujos para la entrevista de preescolar en unas mesas de la dirección de primaria. Aquí conocí a mi primer amigo, el hoy empresario Carlos Alberto Pisciotti. Piedad, la profesora, nos recibió de manera muy amorosa, y el coordinador de disciplina, el señor Díaz, nos hizo una recepción muy grande.
Desde el inicio nos enseñaron que estudiábamos en una de las instituciones más representativas del país, que había sido creada por Fray Cristóbal de Torres en diciembre de 1653, que no era de poca monta estar ahí, que debíamos ser superiores a los retos que había impuesto el fundador. Rápidamente me aprendí el himno del Rosario, de hecho, no muchos se lo saben y les parece extraño cuando en eventos lo cantamos.
La parte religiosa viene desde la virgen de la Bordadita, ubicada en la capilla. Nos contaron que había sido la reina de España quien había enviado bordada la virgen, que esta era una réplica de la que estaba en el centro, pero que debíamos guardar devoción a ella e invocarla permanentemente para el éxito de nuestros estudios: de forma sagrada, pronunciábamos la oración al comienzo de las clases. Recibimos una formación religiosa, pero sin fanatismos.
El Rosario es una institución de los alumnos para los alumnos, no de curas, como se piensa erróneamente. Aprendimos la importancia de mantener una institución centenaria, que sí moría en nuestras manos, sería nuestra responsabilidad.
Recuerdo a los rectores, pero también al profesor de geografía que se parecía al rey Pelé a tal grado que cuando fue al Maracaná todos le pedían autógrafos. La profesora de matemáticas se casó con el profesor de estética (ninguna costura, pues la gente perdía el año por esta materia). Nos enseñaron cosas prácticas para la vida, como electricidad. Hacían concursos de ortografía, esta fue muy marcada. Me hice amigo de los genios de los diferentes cursos como Juan Oviedo, exdirector del DANE, Giovanni Casadiego, importante médico, y Luis Fernando Velásquez, científico investigador principal en MIT. No hay tiempo para nombrar a todos mis amigos, compañeros de curso de quienes guardo muy buenos recuerdos.
Decisión de carrera
Siempre me gustó la medicina, pero tuve una experiencia con el papá de un compañero, quien era oftalmólogo. Cuando los visitaba para ver la NBA en su TVCable, yo veía cómo este señor salía a altas horas de la noche a atender a sus pacientes por alguna urgencia que se presentaba. Ahí supe que no quería esta responsabilidad para mi vida, sino poder contar con mi tiempo libre, entonces me empecé a desanimar. El ICFES fue muy importante para el colegio: los tres genios que nombré nos barrieron con puntajes de 398 cada uno.
Tuve un entorno muy jurídico: una casa colmada de debates políticos, una biblioteca atiborrada de libros de leyes, también escuchaba los discursos que mi papá llevaba en casetes, los mejores del Congreso como el que se dio entre Alberto Santofimio Botero y Luis Carlos Galán Sarmiento cuando el uso de la palabra, el respeto y los contenidos de lo que se hablaba era tan representativo pese a los ataques desde el punto de vista ideológico. Estos factores me fueron conduciendo a ser abogado. Finalmente, la orientación vocacional ayudó a aclarar mi camino.
Uuniversidad del Rosario
Jaime Arteaga Carvajal, quien después fuera mi profesor de Derecho de las Sucesiones, marcó la entrevista que me realizaron en la sede del colegio, Quinta de Mutis, con preguntas especialmente difíciles como la de que si yo defendería a Pablo Escobar. Entonces dije: “Creo que el hecho de ser abogado me permite la libertad de escoger a mis clientes. Definitivamente no concilio con la ideología, comportamientos y actitudes de este señor, por lo mismo no me prestaría a defenderlo”. Esta fue la que considero mi puerta de entrada.
Cuando llegaron los resultados del Rosario, porque también me había inscrito en la Javeriana y en la Nacional, decidí ingresar sin vacilar. El primer año fue absolutamente duro, con profesores supremamente exigentes. Iniciamos sesenta y dos alumnos, terminamos treinta y dos el primer semestre (porque fuimos el primer grupo que estudió de manera semestral). Esto generó una competencia muy sana, amigos que nos retábamos para ser los mejores. Me asocié con uno de ellos cuando nos graduamos.
La primera clase que recibimos no fue de Derecho, sino de Economía con el profesor Ernesto Caballero, también nos enseñó José Manuel Restrepo quien era el profesor auxiliar en ese momento, luego rector de la Universidad y más adelante ministro de Hacienda. Su clase era terrorífica, altísimo nivel de exigencia, cerrando la puerta a la hora en punto, lo que implica disciplina. Hacían pequeños exámenes semanales sobre las lecturas que nos dejaban y que discutíamos los compañeros por fuera de clase, generalmente reuniéndonos en nuestras casas. Contamos con excelentes profesores, imposible nombrarlos a todos, quienes nos brindaron una formación muy precisa y quienes nos generaron conciencia de nuestro rol como abogados.
ABCM abogados asesores
Siempre me gustó el Derecho Laboral, el Internacional y el Contencioso Administrativo, aunque uno no siempre ejerce en lo que quiere. He sido consultor en estas áreas, en el 99 fui monitor de Laboral de quienes hoy soy grandes abogados.
Después del consultorio jurídico, en el 2000 se creó la oficina de abogados de la que hoy soy socio junto a José Yecid Córdoba y Mauricio Amaya, porque Alba Raquel Medina lo fue durante dos años. Gracias a Alba Raquel, iniciamos con clientes grandes como Conavi y Suizo, también algunos de Bucaramanga como Maravillas de Colombia, y tuvimos un espectro jurídico muy amplio. Hoy día seguimos siendo socios y, más que socios, amigos. Actualmente laboro para la firma.
Universidad de París II
Desde el colegio dediqué tiempo a aprender francés y en la Universidad tomé clases de francés jurídico. En algunas vacaciones mi papá me dio un cheque para que me matriculara en clases de inglés con el que fui al Colombo Americano, pero las inscripciones habían cerrado el día anterior. Entonces, para no quedar como quien no hizo la debida diligencia, pasé a la Alianza Colombo Francesa. Mi profesora Monserrat fue fantástica, con dinámicas representativas y diálogos, como si viviéramos en Francia. Entonces busqué un programa jurídico que me fuera atractivo, lo que me llevó a estudiar por dos años Derecho Internacional en la Universidad de París II. Luego extendí mis estudios para hacer un LLM en temas de Derecho Internacional, Derecho Francés y Derecho Europeo, lo que me permitió conocer muchísimas personas de distintas nacionalidades con quienes todavía conservo el vínculo.
Corte Constitucional
A mi regreso recibí una llamada del decano de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, Marco Gerardo Monroy Cabra, profesor destacadísimo, exdecano de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario y eminencia en Derecho, quien había sido nombrado magistrado de la Corte Constitucional. Quería entrevistarme a fin de sumarme a su despacho. Me vinculé desde el 2005 por cuatro años que fueron muy enriquecedores en términos profesionales manejando sustanciación de fallos de tutelas y demás temas relativos al despacho.
Departamento Nacional de Planeación - DNP
Cumplida esta etapa, no solo me reintegré a la firma de abogados ABCM, sino que me ofrecieron un cargo en el DNP para trabajar en temas de desplazamiento forzado coordinando el actuar frente a la Corte Constitucional. Aquí interactué con economistas, sociólogos y profesionales de las más diversas áreas. Lo más importante fue que trabajando en Planeación conocí a Laura, mi esposa.
Consejo Superior de la Judicatura
En el año 2011, José Agustín Suárez Alba, a quien había conocido en el Colegio de Abogados Rosaristas, me manifestó que había sido nombrado magistrado del Consejo Superior de la Judicatura y que quería que fuera parte de su equipo de trabajo con él como uno de sus magistrados auxiliares. Allí pudimos realizar una labor muy importante para la independencia de la Rama Judicial en distintos debates de reformas a la justicia y en la administración de los despachos judiciales de todo el país. Adicionalmente de aportar a las políticas de la Rama especialmente desde la coordinación de la jurisdicción penal en un trabajo conjuntos con las entidades del sector justicia.
En el 2019, cuando terminó su período, fue reemplazado por el abogado Jorge Luis Trujillo. Me quedé un tiempo más hasta antes de iniciar la pandemia y empecé a trabajar en aspectos académicos como experto temático en una firma contratista, para desarrollar material académico para la Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla.
Colegio de abogados rosaristas
Dado que ya no tenía compromisos que generaran algún conflicto de interés con las entidades para las que había trabajado, especialmente con el Consejo Superior de la Judicatura, acepté el amable ofrecimiento de la Presidencia del Colegio del que había hecho parte desde que era estudiante de carrera participando en diferentes eventos y la misma que me habían ofrecido de manera reiterada.
Recuerdo que, siendo muy joven, en el año 2000, con Yecid Córdoba montamos presidente, venciendo al candidato de los veteranos que manejaban la Junta Directiva. Se presentó un empate, como los estatutos son claros en que la suerte decide, esta estuvo de nuestro lado. Fuimos revolucionarios y disruptivos, lo que nos dio mucho protagonismo. En abril del 2001, recibí mi diploma como miembro activo y mi presidencia inició en febrero del año 2020 hasta el 2022. Esta fue la cumbre de toda una carrera que había surtido en su interior, pues considero que es una asociación muy valiosa en cuanto a los contactos personales y profesionales que se hacen, al estudio de la actualidad jurídica, a la posibilidad de desarrollar proyectos.
Quince días después de asumir funciones llegó la pandemia. Teníamos programado un evento de Derecho Comercial y animé a que no se cancelara. Lo hicimos virtual, nuestro primer experimento de zoom que fue observado por varias instituciones que siguieron nuestros pasos, porque fuimos pioneros en este manejo. Como iban a surgir normas que regulaban el periodo de pandemia con decretos, los estudiamos e hicimos un evento que resultó multitudinario, pues todos querían conocer cómo se manejarían temas como la suspensión de términos, qué pasaría con los juzgados, cómo se realizarían las audiencias, qué pasaría con las firmas en papel y cientos de dudas más en las dinámicas jurídicas y judiciales. Tuvimos una convocatoria de más de mil seiscientas personas de todo el país conectadas, llegamos a rincones donde no nos conocían para volvernos una institución muy importante que acompañó a los nacionales en este proceso. Fuimos referentes, quienes mantuvimos actualizada a toda la población.
Pero también abrimos espacios para desarrollar otros temas: eventos de cuidados de mascotas, de cocina, de cine. Contamos con gente de Naciones Unidas, abogados de los más grandes bufetes del mundo, tertulias como la de Andrés Barreto, superintendente de Industria y Comercio, quien se conectó desde un punto de la carretera en Chinauta para asistir a uno de nuestros eventos y permaneció allí hasta que terminó para que no se cortara la llamada. Desarrollamos textos jurídicos, hicimos ciclos de tertulias sobre los treinta años de la Constitución del 91 con eventos mensuales con protagonistas de esa época. Varios de ellos murieron por COVID, como la ilustre decana de la Facultad de Jurisprudencia Marcela Monroy o nuestra miembro adherente de pregrado que pertenecía a nuestro Consejo Directivo, Laura Camila Huertas. También hicimos nuestro tradicional Congreso Anual de manera virtual, enviamos una botella de vino y una copa a cada uno de los colegiados para hacer un brindis muy emotivo por las circunstancias que nos rodeaban, y el segundo presencial dentro de todas las limitaciones del momento.
En esta etapa fue muy importante el trabajo de la coordinadora ejecutiva Juliana Oliveros, del vicepresidente Ricardo Medina y del resto del Consejo Directivo que siempre estuvo pendiente de aportar ideas y ayudar a sacar adelante los eventos.
Docente universitario
Al tiempo que presidí el Colegio de Abogados, trabajé con contratistas de la rama judicial brindando asesoría en los cursos de formación de futuros magistrados y jueces de la República. El gusto por la docencia es heredado de mi madre impulsado por el magistrado Hernando Sánchez Sánchez quien, a la vez, me motivó a estudiar en Francia como él lo había hecho: había sido su profesor asistente y luego ayudó a que se me promoviera como profesor titular. La carrera docente ha sido muy satisfactoria en mi vida gracias a los alumnos que nos animan a continuar.
Laura Elizabeth Muñoz
Laura, mi esposa, es mi compañera de vida, psicóloga, docente con sensibilidad por los temas sociales y una persona colmada de virtudes muy grandes. Tiene mucho de mi mamá en cuanto a la paciencia, es reflexiva, aterrizada, buena consejera, bondadosa, además es muy bonita. Compartimos gustos, como los viajes que programamos en detalle. Me veo compartiendo mi vejez a su lado. Fue mamá a sus diecinueve años cuando nació Valentina, para lo que contó con el apoyo irrestricto de sus padres.
A Valentina la conocí a sus doce años y actualmente vive con nosotros, estudió Ciencia Política y Desarrollo Urbano, trabaja en unos estudios que adelantan para el Banco Mundial.
Cierre
Eventos que nos marcan muy profundo invitan a sensibilizarse, como cuando nos consultó un joven en la oficina de abogados por la sucesión de un mendigo, quien era su tío y quien resultó ser un millonario que acumuló por décadas sus limosnas en las paredes de un inquilinato. Reflexionamos sobre el rol de todos en la vida, de nosotros como abogados. Muchas veces surgen cosas enormes cuando se hace servicio social.
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