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Se va un grande de la literatura contemporánea. El aclamado novelista estadounidense Paul Auster, autor de una prolífica obra en la que destacan la ‘Trilogía de Nueva York’, ‘La invención de la soledad’ o ‘Ciudad de cristal’, murió este martes a los 77 años, según informó The New York Times.
Auster falleció en su casa, en Brooklyn (Nueva York), a causa de un cáncer de pulmón que lo aquejó en los últimos meses. Siri Hustvedt, también escritora, y esposa del escritor estadounidense, había dicho hace unos meses que “Viendo a Paul he comprendido cómo es la gracia bajo presión. Inquebrantable y sin quejarse, con su humor intacto, ha hecho que este tiempo de enfermedad, que dura ya casi un año, sea hermoso, no feo”.
Además de su admirable carrera como escritor, Paul Auster también trabajó como director y libretista en películas como Lulu on the Bridge o La vida interior de Martin Frost.
Además de la Trilogía de Nueva York, Auster publicó libros Leviatán, El libro de las ilusiones, Tombuctú, La invención de la soledad y Baumgartner, su publicación más reciente, que había salido al mercado a finales del año pasado.
Guillermo Arriaga, escritor mexicano, fue uno de los primeros en reaccionar por la muerte del estadounidense: “Ha muerto el enorme Paul Auster. Gran pérdida para la literatura. Tuve la fortuna de tener un diálogo público con el en NY. Generoso y amable. A releerlo como el mejor homenaje”.
Ha muerto el enorme Paul Auster. Gran pérdida para la literatura. Tuve la fortuna de tener un diálogo público con el en NY. Generoso y amable. A releerlo como el mejor homenaje.
— Guillermo Arriaga (@G_Arriaga) May 1, 2024
Fue el béisbol, una de sus pasiones, el que lo llevó por esos caminos insospechados del arte a asumir el destino de la escritura. Auster tenía apenas ocho años cuando se encontró de frente con Willie Mays en el estadio de los Gigantes, en ese entonces en Nueva York. El pequeño Paul le pidió un autógrafo y Mays le preguntó si tenía un bolígrafo para firmarlo, pero no tenía. Esperó poco más de un minuto y le dijo: “Lo siento, niño, si no tienes lápiz, no puedo darte un autógrafo”.
Auster diría después: “Después de esa noche, comencé a cargar un lápiz conmigo a cualquier sitio que iba. Se convirtió en mi hábito nunca dejar la casa sin estar seguro de llevar mi lápiz en mi bolsillo (…). Si algo me han enseñado los años ha sido esto: si hay un lápiz en tu bolsillo, existe una buena posibilidad de que algún día te sientas tentado a usarlo. Como me gusta decirle a mis niños, así fue como me convertí en un escritor”.
Dura noticia para la literatura, que en los últimos años vio también partir a escritores de la talla de Charles Simic, Milan Kundera o Louise Glück.