Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La historiografía de la filosofía en Colombia no ha prestado, hasta el momento, la suficiente atención al papel que han jugado las mujeres en la difusión y en la producción del pensamiento filosófico. Como es bien sabido, la filosofía es una disciplina que, como muchas otras, ha estado dominada por la presencia masculina. Es así por razones históricas, pues, en términos generales, la mujer no ha tenido las mismas oportunidades para acceder a la educación que los hombres. Esto nadie lo puede negar. Por eso mismo, los actuales estudios feministas, cada vez más presentes en la academia y en la sociedad, y el debate sobre la cuestión de género, ha iniciado una labor de rescate de la presencia de la mujer en los distintos campos disciplinares con el objetivo de visibilizar sus aportes y su papel en la producción del conocimiento. Es lo que podemos llamar una verdadera despatriarcalización epistémica.
Pues bien, en el caso colombiano es necesario resaltar el papel que han desempeñado filósofas como Magdalena Holguín, Lucy Carrillo, María del Rosario Acosta, Laura Quintana, Amalia Boyer, Angela Uribe Botero, Andrea Lozano, entre otras. Este grupo de mujeres no solo han tenido un notable papel en la docencia, la traducción, la difusión, sino que su producción filosófica goza de un creciente reconocimiento en el país y en la comunidad filosófica. El caso de Laura Quintana es sobresaliente, pues sus dos libros Política de los cuerpos y Rabia dan cuenta del posicionamiento, la originalidad y el nivel que ha alcanzado el pensamiento filosófico de las mujeres en el país. Igual puede decirse de la obra de Luciana Cadahia, que, si bien no es colombiana, ha desarrollado parte de su labor intelectual entre nosotros.
Le puede interesar: Ñko: “Hago rap para no engañarme a mí mismo”
Dentro de este grupo es necesario aludir a la obra de la profesora Blanca Inés Prada, quien fue profesora de las Universidades del Rosario, La Salle, San Buenaventura y de la Universidad Industrial de Santander. En esta última institución desarrolló su labor intelectual, la cual empezó, entre otras cosas, con su participación decisiva en la creación del proyecto que dio origen a la actual Escuela de Filosofía en el año 2000, Escuela que hacía falta en una universidad reconocida especialmente por sus ingenierías. Su convicción era que la filosofía es constitutiva de sentido para el desarrollo de la ciencia y de la tecnología, pues le marca horizontes al quehacer técnico-científico, a la vez que es fundamental para el logro de la convivencia, pues tiene “una función comunicativa dialógica, que ayuda a compartir consensos y disensos”, y para evitar el dogmatismo, tal como sostiene en sus memorias “Paisajes de mi vida” (2016).
Desde el año 2001 Blanca Inés Prada se vinculó con algunos cursos en la Escuela de filosofía, entre ellos, seminarios sobre Descartes, Galileo y Karl Popper. Éste último, su autor de cabecera. Desde su formación en Francia en la segunda mitad del siglo pasado, se había interesado por la epistemología y la historia de la ciencia, de ahí que los mencionados seminarios solo eran una continuación de sus tempranos intereses en estas temáticas. Fruto de ese “trabajo de taller”, como decía Rafael Gutiérrez Girardot, o del “esfuerzo del concepto” como dice Hegel en La fenomenología del espíritu, son sus libros: “Galileo Galilei, su vida, su obra y sus aportes al desarrollo del método de la ciencia moderna (1983), “Ensayo en torno al pensamiento de Karl Popper” (1994), “Galileo, Kepler, Descartes. Creadores del pensamiento moderno” (2001), “Epistemología, universidad, ética y valores (2003), “Ciencia y política en Karl Popper” (2006), “Las ciencias naturales en Colombia (1735-1967″ (2007, entre otros.
Le sugerimos: Aurora Reyes Flores, la muralista olvidada
Este conjunto de libros da cuenta de sus intereses investigativos: historia del pensamiento científico, filosofía de la ciencia y epistemología. A estos “objetos de investigación” se suman sus escritos sobre filosofía política, donde encontramos algo muy sobresaliente en su formación: su interés por el liberalismo político y filosófico. Esta filósofa colombiana ha sido una férrea defensora de la democracia liberal, tema en el cual la influencia del pensamiento de Popper es notoria. Por otro lado, es necesario recalcar la importancia que en su trabajo le ha dado a la educación, a los valores ciudadanos y a la sana discusión, todo ello con una gran virtud muy escasa entre los filósofos: la claridad en su escritura. Esta virtud hace que sus libros sean plenamente accesibles, sin descuidar, desde luego, el lenguaje técnico y el manejo categorial que requiere la filosofía.
Su último libro “Los griegos: eternos maestros de la humanidad” (2021), escrito con el profesor Gustavo Galvis Arenas, es un esfuerzo pedagógico por mantener vivo el legado griego, por incitar a la lectura y relectura de la herencia de un pueblo al que le debemos, según afirma: “el nacimiento de la ciencia como epistemología, es decir, teoría, no simple doxa”, “la ética y la filosofía política”, “el amor a la libertad, por la cual valía la pena luchar y morir”, como en el caso Sócrates; “con ellos nace también la literatura, el teatro, la música y la oratoria. En fin, les debemos la Paideia entendida como educación, como cultura y civilización”, como bien lo expresó Werner Jaeger en su voluminosa obra Paideia: los ideales de la cultura griega. Es un libro didáctico, indicativo, con un tratamiento desigual de los temas y de los filósofos o personajes que se abordan, pero donde sobresale, a mi juicio, el abordaje que Prada Márquez realiza de la crítica de Popper a Platón, al igual que las reflexiones sobre la libertad civil y política en los griegos que realizan los dos autores.
Le recomendamos: Casa en ruinas de la literatura colombiana
Sea esta la oportunidad para rescatar y difundir la obra de la profesora Prada Márquez, y para seguir suscitando interés por la producción de las pensadoras colombianas dedicadas a la filosofía y a otras disciplinas. Es cuestión de Justicia epistémica.