Museos de la memoria en Latinoamérica y el Caribe: la importancia de no olvidar
Colombia, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, El Salvador y República Dominicana son algunos de los países que cuentan con espacios museográficos dedicados a salvaguardar la memoria histórica y promover los derechos humanos. En el Día Internacional de los Museos hacemos un recuento de ellos.
Danelys Vega Cardozo
“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”, decía José Saramago. Y en 1999, como si siguiera aquellas palabras, Ruth Abram, quien había fundado hacia siete años un museo histórico en Nueva York (Museo Lower East Side Tenement), decidió fundar durante una conferencia una organización que impidiera el olvido, que ayudara a la preservación de la memoria: la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Ocho organizaciones de distintos países (Argentina, Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Sudáfrica, Bangladés, Senegal y República Checa) firmaron la declaración fundacional. Entonces la organización se expandió alrededor del mundo; hoy cuenta con siete sedes regionales, entre ellas la Red de Sitios de Conciencia Latinoamericanos y del Caribe. Con el tiempo se fueron erigiendo museos de la memoria.
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“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”, decía José Saramago. Y en 1999, como si siguiera aquellas palabras, Ruth Abram, quien había fundado hacia siete años un museo histórico en Nueva York (Museo Lower East Side Tenement), decidió fundar durante una conferencia una organización que impidiera el olvido, que ayudara a la preservación de la memoria: la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Ocho organizaciones de distintos países (Argentina, Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Sudáfrica, Bangladés, Senegal y República Checa) firmaron la declaración fundacional. Entonces la organización se expandió alrededor del mundo; hoy cuenta con siete sedes regionales, entre ellas la Red de Sitios de Conciencia Latinoamericanos y del Caribe. Con el tiempo se fueron erigiendo museos de la memoria.
En realidad, durante varios años uno de esos museos ni siquiera tuvo una sede física: el Museo de la Palabra y la Imagen de El Salvador. Incluso, su surgimiento data de antes de la creación de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia: en 1996. Carlos Henríquez Consalvi, periodista y escritor, fue su fundador. Su iniciativa surgió tras la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec de 1992, que pusieron fin a un conflicto armado de 12 años que dejó más de 75.000 muertos. El propósito de Consalvi era ayudar a reconstruir la sociedad salvadoreña y con ese objetivo el Museo de la Palabra y la Imagen abrió sus puertas en 1999.
Aquel lugar es definido como un espacio de memoria y reflexión dedicado a la promoción de la paz y los derechos humanos. Sus colecciones se centran en la historia y cultura de El Salvador, a través de publicaciones, manuscritos, afiches, fotografías, cine y video, y obras de arte. Dentro de aquellas colecciones se destaca la dedica al conflicto armado, que incluye fotografías y documentales que permiten tener un acercamiento con personajes y sucesos relevantes de la guerra civil. También hay otra que enfatiza en los refugiados que tuvieron que partir de sus hogares para huir de la violencia; muchos de ellos empezaron a retornar durante los años 80, sin importar que las balas no hubieran cesado.
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Y aunque en Colombia las balas tampoco han cesado, se creó en 2006 en Medellín el Museo Casa de la Memoria, cuya arma es la memoria para la comprensión y superación de la violencia y el conflicto armado. Cuenta con un banco de testimonios y se apoya en procesos artísticos. Sin embargo, su falta de presupuesto, la infraestructura del lugar y la no construcción de su segunda fase son problemas por superar. De hecho, a mediados del año pasado se hizo el anuncio de un cierre temporal de su sala central “Medellín: Memorias de violencia y resistencia”. “Queríamos una casa de la memoria en Medellín que recogiera lo que hemos vivido las víctimas y las mujeres. El MCM es fundamental para la ciudad porque es un espacio de reparación colectiva”, dijo para esa época Amparo Mejía, directora de la Corporación Madres de la Candelaria.
Para estas alturas, el Museo Casa de la Memoria de Medellín no debería ser el único existente en el país, porque en octubre de 2022 se tenía previsto que el Museo de Memoria de Colombia abriera sus puertas, pero hay un retraso en su obra e incluso en febrero la Procuraduría contempló investigar el proyecto encargado de su construcción, sin mencionar que, en enero, Colombia+20 de El Espectador conoció del incumplimiento de la infraestructura con la reglamentación colombiana de sismorresistencia. Este museo será un espacio para la reparación simbólica de las victimas del conflicto armado, a través del esclarecimiento de la verdad y la visibilización de historias y rostros que han dejado la violencia en el país.
Del conflicto armado a las dictaduras militares
No solo el conflicto armado ha generado espacios de reflexión y preservación de la memoria, también lo han hecho las distintas dictaduras militares latinoamericanas del siglo XX, como ha sucedido en Argentina, Chile, Paraguay, República Dominicana y Uruguay.
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El 19 de mayo de 2015, el antiguo Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada (entre 1976 y 1983) pasó a ser un lugar para dar a conocer y comprender las violaciones de derechos humanos y el terrorismo de Estado al que fue sometido el pueblo argentino durante la dictadura de Jorge Rafael Videla, que dejó un saldo de 30.000 desaparecidos, como sostienen diversas organizaciones de derechos humanos. Y es que, en aquel lugar convertido en un museo, “nacieron en cautiverio niñas y niños que fueron separados de sus madres. En su mayoría fueron apropiados ilegalmente o robados. Muchos de ellas y ellos son los desaparecidos vivos que aún seguimos buscando. Aquí se produjo un crimen contra la humanidad”, se afirma en la página web del Museo de Sitio de Memoria Esma, cuya sede física se encuentra en Buenos Aires, Argentina. No es el único museo de este tipo en aquel país, porque la memoria sobre la violencia política también se resguarda en el Museo de la Memoria de la ciudad de Rosario.
Mientras que Argentina vivía su dictadura, disfrazada bajo el nombre de Proceso de Reorganización Nacional, Chile pasaba por una situación similar bajo el yugo de Augusto Pinochet, solo que en ese país la sangre se prolongó un poco más: hasta 1990. De ahí que el 21 de mayo de 2007 la expresidenta Michelle Bachelet anunciara la creación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, que inauguró el 11 de enero de 2010 en Santiago de Chile.
“La inauguración de este museo es una poderosa señal del vigor de un país unido. Unión que se funda en el compromiso compartido de nunca más volver a sufrir una tragedia como la que en este lugar siempre recordaremos, tragedia que desde el primer día sumó la negación y el ocultamiento al dolor del cautiverio o la muerte. Tragedia en la que se asociaron la crueldad y la mentira, el odio y la indiferencia, el fanatismo y la intolerancia. Tragedia que asoló a un país en crisis, profundamente dividido y confrontado, que no fue capaz de superar sus diferencias en los marcos de la democracia. Tragedia que puede tener muchas explicaciones, pero ninguna justificación”, fueron algunas de las palabras que pronunció aquel día de enero Michelle Bachelet.
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Aquel museo no solo es un lugar que salvaguarda la memoria histórica, los documentos y testimonios de un pasado marcado por la violencia, sino también un espacio de reflexión en torno a la discriminación y los derechos de los pueblos originarios.
Un año antes de que la dictadura militar de Pinochet finalizara, el Stronismo en Paraguay había llegado a su fin. Durante casi 35 año aquel país estuvo sometido al autoritarismo de Alfredo Stroessner. Y hoy, al igual que sucedió en Argentina, en donde antes hubo un centro de detención y tortura, se levanta un museo que cambió la violación de derechos humanos por su promoción y reflexión: Museo de las Memorias: Dictadura y Derechos Humanos. Aquel espacio, ubicado en Asunción, fue reconstruido, pero tratando de conservar la esencia del pasado para así proteger la memoria histórica.
Esa misma preocupación de la preservación de la memoria histórica fue lo que motivó la construcción del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana en Santo Domingo, en Republica Dominicana. Uno de sus objetivos es “rescatar la memoria de las víctimas de crímenes de estado y de lesa humanidad”, como señala la misma institución, porque desde 1930 hasta 1961 aquel país estuvo bajo la dictadura de Rafael Trujillo Molina, que dejó aproximadamente 50.000 asesinatos; por algo ostenta el título de haber sido una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica. El Museo Memorial cuenta con una exhibición permanente que se inicia con una explicación en torno a las dictaduras, continua con un repaso de los antecedentes históricos de la dictadura de Trujillo y culmina con la de Joaquín Balaguer.
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Aquel museo no solo conmemora a las víctimas, sino que también es una “institución educativa dedicada a concienciar a las nuevas generaciones sobre el valor de la vida y los derechos fundamentales del ser humano a la libertad, a actuar y expresar sus ideas sin temor a perder su familia, su dignidad y su vida. Es un recinto para conmemorar a los caídos en las luchas democráticas”, aseguran.
La recuperación de la memoria sobre el terrorismo de Estado también se materializó en una edificación, en un museo, en Montevideo, en Uruguay. Fueron casi 12 años en los que la democracia en aquel lugar fue un periódico de ayer, hasta que el 1 de marzo de 1985 se logró su recuperación con la finalización de la dictadura cívico militar. La promoción de los derechos humanos ahora son una de las banderas del país gracias, entre otras cosas, a sitios como el Museo de la Memoria (MUME), que hoy cuenta con exposiciones permanentes dedicadas a los asesinatos y desapariciones forzadas, la instauración de la dictadura, la resistencia popular, la vida de los reclusos en las cárceles, la recuperación democrática y el exilio.