Napoleón, en el nombre del arte y un museo universal
El documental “Napoleón: arte y poder”, que se presenta en salas seleccionadas de Cine Colombia hasta este domingo, revela algunas facetas del emperador y general. El largometraje narrado por Jeremy Irons relata cómo llegaron algunas de las piezas más famosas al Museo Louvre y la forma en que Napoleón utilizó el arte y la cultura a su favor.
Andrea Jaramillo Caro
“La coronación de Napoleón”, es la colosal obra que recubre una de las paredes del Museo Louvre, en París. ¿Cómo empezar a describirla? Tal vez por la figura del emperador que sostiene la corona de su esposa, Josefina, mientras ella se hinca esperando a que su esposo le otorgue el símbolo máximo de realeza. En este lienzo, donde resaltan el rojo, dorado y blanco, Jacques-Louis David dio una pequeña muestra de la opulencia de este hombre que ha sido llamado: “el segundo más importante después de Jesús”.
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“La coronación de Napoleón”, es la colosal obra que recubre una de las paredes del Museo Louvre, en París. ¿Cómo empezar a describirla? Tal vez por la figura del emperador que sostiene la corona de su esposa, Josefina, mientras ella se hinca esperando a que su esposo le otorgue el símbolo máximo de realeza. En este lienzo, donde resaltan el rojo, dorado y blanco, Jacques-Louis David dio una pequeña muestra de la opulencia de este hombre que ha sido llamado: “el segundo más importante después de Jesús”.
La obra comisionada al pintor francés en 1805, y terminada en 1807, originalmente iba a representar el momento en que Napoleón fue coronado. Sin embargo, en un acto de rebeldía o desdén por los protocolos, el emperador decidió que no sería el papa quien lo coronaría, sino que sería él mismo, el elegido de Dios. Los bocetos preliminares de David retratan esta escena con el emperador sosteniendo la corona sobre su cabeza, pero ante el cambio de planes, David optó por retratar el momento en que el emperador coronaba a su primera esposa, Josefina.
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Este lienzo, de gran formato, es solo uno de los miles que se encuentran al interior del Louvre y que permite ver cómo Napoleón utilizó el arte como medio de propaganda, paz y negociación. El que hoy es el museo más visitado del mundo ya contaba con varios siglos de historia, como palacio y gabinete de curiosidades o sala de arte antes de la llegada de Napoleón.
En 1802 designó a Dominique Vivant Denon como primer director del museo. Este académico participó hasta 1801 en la campaña de Egipto, en la que se embarcó Napoleón en 1798. En los cuatro años que pasó el emperador en el país africano, saqueó una gran cantidad de objetos egipcios que pasaron a hacer parte de la colección del museo.
Con el mismo modus operandi llegó a España, Austria, parte del norte de Europa, Siria e Italia. A través de tratados de paz, y otras veces por la fuerza, Napoleón hizo de París la meca del arte y la cultura del primer imperio. Un ejemplo es el Tratado de Tolentino, firmado entre Francia y los Estados Papales para alcanzar la paz, en el que se acordó confiscar 100 pinturas y otros tesoros vaticanos que fueron a parar al Louvre. El profesor de historia moderna europea en la Universidad de East Anglia, David Gilks, aseguró en un artículo académico que el saqueo napoleónico comenzó en 1794 y continuó hasta la firma del Congreso de Viena en 1815, con el que varias naciones reclamaron su patrimonio.
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En cada una de las campañas de conquista, los franceses justificaban el saqueo y expolio de iglesias, instituciones, palacios y tumbas, argumentando que era su derecho como botín de guerra y que, a través de estos, contribuían al avance de las ideas de la ilustración y a la educación pública. Toda expoliación se hizo con el objetivo de Napoleón de crear un “museo universal” y, además, con la subasta de algunas piezas se financió, en ocasiones, a la milicia francesa que tanto éxito había tenido a lo largo y ancho de Europa. Entre las motivaciones para los saqueos también se encontraban “la avaricia, la ambición militar, la creencia en la superioridad del sistema político francés y la convicción equivocada de que crear un gran museo en un lugar sería mejor que el mismo arte disperso”, según dijo el profesor de la Universidad de Tufts, Andrew McClellan a France 24.
Algunos, como Tommaso Puccini, director de la Galería Uffizi en el año 1800, lograron resguardar algunas obras de las garras de Napoleón. “Cuando los ejércitos de Napoleón se acercaban a las puertas de Florencia, un convoy de lo más inusual salió de la capital toscana y navegó por el río Arno hasta el puerto marítimo de Livorno. El convoy secreto, encargado por Tommaso Puccini, director de la galería de arte de los Uffizi, transportaba 75 cajas repletas de algunas de las mejores esculturas y pinturas del museo florentino y del palacio ducal de la ciudad. En Livorno, el precioso cargamento se cargó en una fragata británica y envió rápidamente a Sicilia, fuera del alcance de Bonaparte... por ahora”, escribió Benjamin Dodman para France 24.
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“Tiemblo por la puerta de bronce del Baptisterio, el Perseo, el Centauro, el San Jorge matando al Dragón de Donatello y las pinturas más destacadas de nuestras iglesias”, fueron las palabras de Puccini, refiriéndose a las obras que no logró salvar. En Roma, Venecia y Milán los italianos temieron por su patrimonio y vieron con enojo cómo algunos de los tesoros artísticos de su tierra eran arrancados de sus hogares, mientras que ellos caían ante el régimen napoleónico. Estos saqueos “constituyeron el primer desmantelamiento significativo del patrimonio artístico del territorio italiano” le dijo Valter Cruzi, profesor de historia del arte en la Universidad Sapienza de Roma, a Dodman.
Obras de Rafael, Veronese, Da Vinci, Rubens, Rembrandt, y muchos más fueron transportadas hasta París durante esos años. “La gloria del arte y la del ejército bajo tus órdenes son inseparables. Italia debe al arte la mayor parte de sus riquezas y de su fama, pero ha llegado el momento del dominio francés para consolidar y embellecer el reino de la libertad”, decía la orden que recibió el general Bonaparte cuando a los 26 años se embarcó en su primera campaña italiana, en 1796.
Al regresar de sus éxitos militares, Napoleón y su armada mostraban en procesiones las adquisiciones que se habían realizado en el extranjero. Aquellas piezas que eran consideradas obras maestras eran transportadas con cuidado hasta París. Sin embargo, otras, como “La familia Gonzaga en adoración de la Santísima Trinidad” de Rubens, fueron cortadas en pedazos por el ejército de Napoleón.
En 1815, con Napoleón derrotado y exiliado, y diferentes naciones exigiendo el retorno de su patrimonio, Denon y el Louvre se vieron obligados a partir con muchas de las obras confiscadas. Aunque varias piezas regresaron a sus países de origen, otras debieron permanecer en tierra francesa por los costos de la restitución o fragilidad de estas.