Natalia Lafourcade y su concierto en Bogotá: “Qué bonito jardín”
Este fue el saludo de la mexicana en medio de su concierto en el Movistar Arena. Un recuento de la única presentación que la cantante tuvo en Colombia, como parte de su gira “De todas las flores”.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Natalia Lafourcade fue organizada. A las 8 de la noche comenzaba el concierto y, pocos minutos después, la introducción de Vine solita, la primera canción de su álbum, comenzó a sonar. Ella salió con un vestido negro de encaje en el torso y de falda larga, tan larga que ocupaba gran parte del escenario. “A este mundo vine solita, solita me voy a morir”, cantó la mexicana. Ante la emoción, la gente gritó, pero fue más bien un ruido corto: lo sublime del escenario, el momento y la voz de la mexicana, calmaron al público. Nos sentamos y nos dedicamos a escuchar. Así fue como se nos comunicó el tono de la primera parte del concierto.
De todas las flores, el nombre del álbum y el primer sencillo que la cantante lanzó al anunciar su trabajo, inquietó a muchos: era una canción esperada. Fue el primer tema de aquel trabajo que se escuchaba como el más íntimo. Con este grupo de obras, Lafourcade logró acercarse. Se acercó tanto que si tuviésemos que adivinar los olores y paisajes de los días en los que se ocupó de componer y grabar, es probable que coincidieramos en respuestas similares a la madera, la neblina y el café. Metida entre su jardín de Veracruz y embelesada con la montaña más próxima, la cantante sembró y cosecho flores que convirtió en canciones.
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Cantó, como dije, en orden. Siguió, entonces, Pasan los días. Escribiendo canciones fue que pudo drenar el corazón. Existe un pódcast llamado De todas las flores y que fue descrito como el diario sonoro que daría cuenta de la grabación de este álbum. Allí contó que atravesó momentos solitarios, amargos. Que entendió que solo aceptando esas sensaciones, logró que las letras aparecieran. Llegaron con paciencia y hablaron de momentos precisos. Pudo sentirse atrevido que publicara canciones con información tan suya, tan propia. Se expondría, pensó. Después de cantarlas entre sus sábanas o al lavar sus platos, decidió que la Natalia Lafourcade que estaba naciendo, ya podía atreverse a compartir esos dolores tan hondos, pero tan musicales. Ya tenía obra.
“Siento que necesitaba hacer música que me ayudara a sanar emociones. Cuando la habito, me voy limpiando por dentro. Me ayuda a sanar, olvidar y honrar todo aquello que, en el pasado, fue doloroso, pero que en el presente se va aliviando. Este disco es muy personal. Muy desnudo. Muy crudo”, agregó.
Colaborar significa perder el control. Así se describió este proceso en el episodio que llevó el nombre de la canción en cuestión, el episodio de la confianza. En este tema, habla sobre ese tiempo amargo en el que, aparentemente, no pasa nada, pero por dentro… por dentro hay un desgarre. Es la canción para ver cómo el tiempo no se detiene a pesar de las tristezas ni de los desamores ni de lo incapacitante que puede ser cualquier ausencia. La canción sobre el amor y su insuficiencia para juntar dos almas. La canción de la frustración y del absurdo: “pasa la vida y sigo pensando que, teníamos todo para hacernos mucho bien. Que la distancia no podría destruir, aquel espacio construido en la ilusión”.
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Todos, aplicadísimos, cantamos sentados. Las manos limpiando algunas lágrimas se vieron a medida que la letra fue saliendo. En el escenario, Lafourcade se veía duplicada: ella sentada tocando su instrumento con su vestido negro y su cabello rizado que le llegaba hasta la cintura, pero también ella en una pantalla. Estaba sentada en una mesa mirando al vacío. Sola. Viendo el tiempo pasar con los ojos adoloridos.
La proyección hizo parte del trabajo visual que recreó el concierto: imágenes de montañas, lagos, jardines. Tomas de la cantante bailando con un vestido blanco en medio de claveles, o algunos videos de mujeres haciendo un performance que dieran cuenta de sus letras.
De todas las flores, un disco grabado en cinta que se logró después de pocos ensayos y “mucha intuición”, ocupó la primera parte de este concierto, que conservó un aire de majestuosidad que no permitió mucho contacto con el público. Como si salir de esa especie de trance en el que entró la cantante, fuese el mandato mayor.
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Después, la artista salió con un vestido ancho, rojo y con brillantes. Antes, permaneció descalza, pero este traje lo acompañó con unas botas de tacón que le dieron una relevancia mayor a sus pasos, a sus gestos, y a su esperado saludo al público. Durante el concierto, la compositora describió su noche como un “hecho histórico”, al ser la primera Arena que se había llenado totalmente durante la gira de De todas las flores.
Canciones como Tonada de luna llena, Soledad y el mar, Hasta la raíz y Tú si sabes quererme, cerraron este concierto, que se dio después de siete años de ausencia de la cantante en Colombia.
Natalia Lafourcade fue organizada. A las 8 de la noche comenzaba el concierto y, pocos minutos después, la introducción de Vine solita, la primera canción de su álbum, comenzó a sonar. Ella salió con un vestido negro de encaje en el torso y de falda larga, tan larga que ocupaba gran parte del escenario. “A este mundo vine solita, solita me voy a morir”, cantó la mexicana. Ante la emoción, la gente gritó, pero fue más bien un ruido corto: lo sublime del escenario, el momento y la voz de la mexicana, calmaron al público. Nos sentamos y nos dedicamos a escuchar. Así fue como se nos comunicó el tono de la primera parte del concierto.
De todas las flores, el nombre del álbum y el primer sencillo que la cantante lanzó al anunciar su trabajo, inquietó a muchos: era una canción esperada. Fue el primer tema de aquel trabajo que se escuchaba como el más íntimo. Con este grupo de obras, Lafourcade logró acercarse. Se acercó tanto que si tuviésemos que adivinar los olores y paisajes de los días en los que se ocupó de componer y grabar, es probable que coincidieramos en respuestas similares a la madera, la neblina y el café. Metida entre su jardín de Veracruz y embelesada con la montaña más próxima, la cantante sembró y cosecho flores que convirtió en canciones.
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“Siento que necesitaba hacer música que me ayudara a sanar emociones. Cuando la habito, me voy limpiando por dentro. Me ayuda a sanar, olvidar y honrar todo aquello que, en el pasado, fue doloroso, pero que en el presente se va aliviando. Este disco es muy personal. Muy desnudo. Muy crudo”, agregó.
Colaborar significa perder el control. Así se describió este proceso en el episodio que llevó el nombre de la canción en cuestión, el episodio de la confianza. En este tema, habla sobre ese tiempo amargo en el que, aparentemente, no pasa nada, pero por dentro… por dentro hay un desgarre. Es la canción para ver cómo el tiempo no se detiene a pesar de las tristezas ni de los desamores ni de lo incapacitante que puede ser cualquier ausencia. La canción sobre el amor y su insuficiencia para juntar dos almas. La canción de la frustración y del absurdo: “pasa la vida y sigo pensando que, teníamos todo para hacernos mucho bien. Que la distancia no podría destruir, aquel espacio construido en la ilusión”.
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La proyección hizo parte del trabajo visual que recreó el concierto: imágenes de montañas, lagos, jardines. Tomas de la cantante bailando con un vestido blanco en medio de claveles, o algunos videos de mujeres haciendo un performance que dieran cuenta de sus letras.
De todas las flores, un disco grabado en cinta que se logró después de pocos ensayos y “mucha intuición”, ocupó la primera parte de este concierto, que conservó un aire de majestuosidad que no permitió mucho contacto con el público. Como si salir de esa especie de trance en el que entró la cantante, fuese el mandato mayor.
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Canciones como Tonada de luna llena, Soledad y el mar, Hasta la raíz y Tú si sabes quererme, cerraron este concierto, que se dio después de siete años de ausencia de la cantante en Colombia.