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                                                                                                                                  Natalicio de Silvina Ocampo

                                                                                                                                  Presentamos algunos poemas de la argentina Silvina Ocampo, quien nació un día como hoy de 1903, y escribió más de veinte libros.

                                                                                                                                  Silvina Ocampo recibió reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Argentina en 1962.
                                                                                                                                  Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Le sugerimos leer Jeanne Baret: la primera mujer en darle la vuelta al mundo

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                                                                                                                                  Fue una de las escritoras que formó parte la Revista Sur, luego de su primer número, publicado en 1931.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Al rencor

                                                                                                                                  No vengas, te conjuro, con tus piedras;

                                                                                                                                  con tu vetusto horror con tu consejo;

                                                                                                                                  con tu escudo brillante con tu espejo;

                                                                                                                                  con tu verdor insólito de hiedras.

                                                                                                                                  En aquel árbol la torcaza es mía;

                                                                                                                                  no cubras con tus gritos su canción;

                                                                                                                                  me conmueve, me llega al corazón,

                                                                                                                                  repudia el mármol de tu mano fría.

                                                                                                                                  Te reconozco siempre. No, no vengas.

                                                                                                                                  Prometí no mirar tu aviesa cara

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cada vez que lloré sola en tu avara

                                                                                                                                  desolación. Y si de mí te vengas,

                                                                                                                                  que épica sea al menos tu venganza

                                                                                                                                  y no cobarde, oscura, impenitente,

                                                                                                                                  agazapada en cada sombra ausente,

                                                                                                                                  fingiendo que jamás hiere tu lanza.

                                                                                                                                  Entre rosas, jazmines que envenenas,

                                                                                                                                  ¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?

                                                                                                                                  Haz brotar sangre al menos de mi herida,

                                                                                                                                  que estoy cansada de morir apenas.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Apología de la relectura

                                                                                                                                  Diálogo

                                                                                                                                  Te hablaba del jarrón azul de loza,

                                                                                                                                  de un libro que me habían regalado,

                                                                                                                                  de las Islas Niponas, de un ahorcado,

                                                                                                                                  te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.

                                                                                                                                  Me hablabas de los pampas grass con plumas,

                                                                                                                                  de un pueblo donde no quedaba gente,

                                                                                                                                  de las vías cruzadas por un puente,

                                                                                                                                  de la crueldad de los que matan pumas.

                                                                                                                                  Te hablaba de una larga cabalgata,

                                                                                                                                  de los baños de mar, de las alturas,

                                                                                                                                  de alguna flor, de algunas escrituras,

                                                                                                                                  de un ojo en un exvoto de hojalata.

                                                                                                                                  Me hablabas de una fábrica de espejos,

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  de las calles más íntimas de Almagro,

                                                                                                                                  de muertes, de la muerte de Meleagro.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  No sé por qué nos íbamos tan lejos.

                                                                                                                                  Temíamos caer violentamente

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  y nos mirábamos con laconismo

                                                                                                                                  como armados guerreros frente a frente.

                                                                                                                                  Y mientras proseguían los catálogos

                                                                                                                                  de largas, toscas enumeraciones,

                                                                                                                                  hablábamos con muchas perfecciones

                                                                                                                                  no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.

                                                                                                                                  Le sugerimos leer Los aprietos amorosos y legales de Lope de Vega

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  En tu jardín secreto hay mercenarias

                                                                                                                                  En tu jardín secreto hay mercenarias

                                                                                                                                  dulzuras, ávidas proclamaciones,

                                                                                                                                  crueldades con sutiles corazones,

                                                                                                                                  hay ladrones, sirenas legendarias.

                                                                                                                                  Hay bondades en tu aire, solitarias

                                                                                                                                  multiplican arcanas perfecciones.

                                                                                                                                  Se ahondan en angostos callejones,

                                                                                                                                  tus árboles con ramas arbitrarias.

                                                                                                                                  Alguna vez oí el chirrido frío

                                                                                                                                  de un portón que al cerrarse me dejaba

                                                                                                                                  prisionera, perdida, siempre esclava

                                                                                                                                  de tu felicidad que junto a un río

                                                                                                                                  bajaba entre las frondas a un abismo

                                                                                                                                  de intermitente luz, con tu exorcismo.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: El arte de los refugiados en medio de la pandemia

                                                                                                                                  A veces te contemplo en una rama...

                                                                                                                                  A veces te contemplo en una rama,

                                                                                                                                  en una forma, a veces horrorosa,

                                                                                                                                  en la noche, en el barro, en cualquier cosa,

                                                                                                                                  mi corazón entero arde en tu llama.

                                                                                                                                  Y sé que el cielo entre tus labios me ama,

                                                                                                                                  que el aire forma tu perfil de diosa

                                                                                                                                  de oro y de piedra, sola y orgullosa,

                                                                                                                                  que nadie existirá si no te llama.

                                                                                                                                  Entre tus manos quedaré indefensa,

                                                                                                                                  no viviré si no es para buscarte

                                                                                                                                  y cruzaré el dolor para adorarte,

                                                                                                                                  pues siempre me darás tu recompensa,

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  que es mucho más de lo que te he pedido

                                                                                                                                  y casi todo lo que habré querido.

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Cuatro horas junto a un poeta

                                                                                                                                  La visión

                                                                                                                                  Caminábamos lejos de la noche,

                                                                                                                                  citando versos al azar,

                                                                                                                                  no muy lejos del mar.

                                                                                                                                  Cruzábamos de vez en cuando un coche.

                                                                                                                                  Había un eucalipto, un pino oscuro

                                                                                                                                  y las huellas de un carro

                                                                                                                                  donde el cemento se volvía barro.

                                                                                                                                  Cruzábamos de vez en cuando un muro.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Íbamos a ninguna parte, es cierto,

                                                                                                                                  y estábamos perdidos: no importaba.

                                                                                                                                  La calle nos llevaba

                                                                                                                                  junto a un caballo negro casi muerto.

                                                                                                                                  Era de noche -esto será mentira.

                                                                                                                                  Tal vez, pero en mis versos es verdad-.

                                                                                                                                  Una arcana deidad

                                                                                                                                  casi siempre nocturna que nos mira

                                                                                                                                  vio que nos deteníamos y el día

                                                                                                                                  suspendió sus fanáticos honores,

                                                                                                                                  clausuró sus colores

                                                                                                                                  pues también el caballo nos veía.

                                                                                                                                  No digas que no es cierto: nos miraba.

                                                                                                                                  Con la atónita piedra de sus ojos,

                                                                                                                                  bajo los astros rojos,

                                                                                                                                  nos vio como los dioses que esperaba.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Le sugerimos leer Homenaje a Sergio González, a treinta años de su muerte

                                                                                                                                  Los mosaicos

                                                                                                                                  a M.C.B.

                                                                                                                                  SI llevaran las lágrimas inscripto su dolor,

                                                                                                                                  verías que no lloro, como parece, tanto;

                                                                                                                                  si fueran piedras, vidrios grabados, en mi llanto

                                                                                                                                  verías el favor que me hacen al correr,

                                                                                                                                  con perfección y cuánto.

                                                                                                                                  SI llevaran las lágrimas inscripto su dolor,

                                                                                                                                  verías que no lloro, como parece, tanto;

                                                                                                                                  si fueran piedras, vidrios grabados, en mi llanto

                                                                                                                                  verías el favor que me hacen al correr,

                                                                                                                                  con perfección y cuánto.

                                                                                                                                  Te mostrarían, créeme, que sufrir nos depara

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  lugares y personas y objetos que están lejos;

                                                                                                                                  y que la oscuridad pánica que vibra en sus reflejos

                                                                                                                                  es transitable y clara,

                                                                                                                                  y como la ilusión dentro de los espejos:

                                                                                                                                  Similares figuras vimos en los mosaicos:

                                                                                                                                  el Minotauro, Orfeo, las vírgenes en duelo,

                                                                                                                                  sacrificios de Abraham, Venus, el asfodelo,

                                                                                                                                  los rostros más arcaicos

                                                                                                                                  de Daniel con los leones, en el muro, en el suelo.

                                                                                                                                  Silvina Ocampo recibió reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Argentina en 1962.
                                                                                                                                  Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Le sugerimos leer Jeanne Baret: la primera mujer en darle la vuelta al mundo

                                                                                                                                  Ocampo nunca fue a la escuela. Su educación estuvo a cargo de las institutrices que contrataban sus padres. Incluso, antes de comenzar su camino literario, estuvo interesada en las artes plásticas, por lo que estudió pintura en París.

                                                                                                                                  Fue una de las escritoras que formó parte la Revista Sur, luego de su primer número, publicado en 1931.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Al rencor

                                                                                                                                  No vengas, te conjuro, con tus piedras;

                                                                                                                                  con tu vetusto horror con tu consejo;

                                                                                                                                  con tu escudo brillante con tu espejo;

                                                                                                                                  con tu verdor insólito de hiedras.

                                                                                                                                  En aquel árbol la torcaza es mía;

                                                                                                                                  no cubras con tus gritos su canción;

                                                                                                                                  me conmueve, me llega al corazón,

                                                                                                                                  repudia el mármol de tu mano fría.

                                                                                                                                  Te reconozco siempre. No, no vengas.

                                                                                                                                  Prometí no mirar tu aviesa cara

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cada vez que lloré sola en tu avara

                                                                                                                                  desolación. Y si de mí te vengas,

                                                                                                                                  que épica sea al menos tu venganza

                                                                                                                                  y no cobarde, oscura, impenitente,

                                                                                                                                  agazapada en cada sombra ausente,

                                                                                                                                  fingiendo que jamás hiere tu lanza.

                                                                                                                                  Entre rosas, jazmines que envenenas,

                                                                                                                                  ¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?

                                                                                                                                  Haz brotar sangre al menos de mi herida,

                                                                                                                                  que estoy cansada de morir apenas.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Apología de la relectura

                                                                                                                                  Diálogo

                                                                                                                                  Te hablaba del jarrón azul de loza,

                                                                                                                                  de un libro que me habían regalado,

                                                                                                                                  de las Islas Niponas, de un ahorcado,

                                                                                                                                  te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.

                                                                                                                                  Me hablabas de los pampas grass con plumas,

                                                                                                                                  de un pueblo donde no quedaba gente,

                                                                                                                                  de las vías cruzadas por un puente,

                                                                                                                                  de la crueldad de los que matan pumas.

                                                                                                                                  Te hablaba de una larga cabalgata,

                                                                                                                                  de los baños de mar, de las alturas,

                                                                                                                                  de alguna flor, de algunas escrituras,

                                                                                                                                  de un ojo en un exvoto de hojalata.

                                                                                                                                  Me hablabas de una fábrica de espejos,

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  de las calles más íntimas de Almagro,

                                                                                                                                  de muertes, de la muerte de Meleagro.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  No sé por qué nos íbamos tan lejos.

                                                                                                                                  Temíamos caer violentamente

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  y nos mirábamos con laconismo

                                                                                                                                  como armados guerreros frente a frente.

                                                                                                                                  Y mientras proseguían los catálogos

                                                                                                                                  de largas, toscas enumeraciones,

                                                                                                                                  hablábamos con muchas perfecciones

                                                                                                                                  no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.

                                                                                                                                  Le sugerimos leer Los aprietos amorosos y legales de Lope de Vega

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  En tu jardín secreto hay mercenarias

                                                                                                                                  En tu jardín secreto hay mercenarias

                                                                                                                                  dulzuras, ávidas proclamaciones,

                                                                                                                                  crueldades con sutiles corazones,

                                                                                                                                  hay ladrones, sirenas legendarias.

                                                                                                                                  Hay bondades en tu aire, solitarias

                                                                                                                                  multiplican arcanas perfecciones.

                                                                                                                                  Se ahondan en angostos callejones,

                                                                                                                                  tus árboles con ramas arbitrarias.

                                                                                                                                  Alguna vez oí el chirrido frío

                                                                                                                                  de un portón que al cerrarse me dejaba

                                                                                                                                  prisionera, perdida, siempre esclava

                                                                                                                                  de tu felicidad que junto a un río

                                                                                                                                  bajaba entre las frondas a un abismo

                                                                                                                                  de intermitente luz, con tu exorcismo.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: El arte de los refugiados en medio de la pandemia

                                                                                                                                  A veces te contemplo en una rama...

                                                                                                                                  A veces te contemplo en una rama,

                                                                                                                                  en una forma, a veces horrorosa,

                                                                                                                                  en la noche, en el barro, en cualquier cosa,

                                                                                                                                  mi corazón entero arde en tu llama.

                                                                                                                                  Y sé que el cielo entre tus labios me ama,

                                                                                                                                  que el aire forma tu perfil de diosa

                                                                                                                                  de oro y de piedra, sola y orgullosa,

                                                                                                                                  que nadie existirá si no te llama.

                                                                                                                                  Entre tus manos quedaré indefensa,

                                                                                                                                  no viviré si no es para buscarte

                                                                                                                                  y cruzaré el dolor para adorarte,

                                                                                                                                  pues siempre me darás tu recompensa,

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  que es mucho más de lo que te he pedido

                                                                                                                                  y casi todo lo que habré querido.

                                                                                                                                  Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: Cuatro horas junto a un poeta

                                                                                                                                  La visión

                                                                                                                                  Caminábamos lejos de la noche,

                                                                                                                                  citando versos al azar,

                                                                                                                                  no muy lejos del mar.

                                                                                                                                  Cruzábamos de vez en cuando un coche.

                                                                                                                                  Había un eucalipto, un pino oscuro

                                                                                                                                  y las huellas de un carro

                                                                                                                                  donde el cemento se volvía barro.

                                                                                                                                  Cruzábamos de vez en cuando un muro.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Íbamos a ninguna parte, es cierto,

                                                                                                                                  y estábamos perdidos: no importaba.

                                                                                                                                  La calle nos llevaba

                                                                                                                                  junto a un caballo negro casi muerto.

                                                                                                                                  Era de noche -esto será mentira.

                                                                                                                                  Tal vez, pero en mis versos es verdad-.

                                                                                                                                  Una arcana deidad

                                                                                                                                  casi siempre nocturna que nos mira

                                                                                                                                  vio que nos deteníamos y el día

                                                                                                                                  suspendió sus fanáticos honores,

                                                                                                                                  clausuró sus colores

                                                                                                                                  pues también el caballo nos veía.

                                                                                                                                  No digas que no es cierto: nos miraba.

                                                                                                                                  Con la atónita piedra de sus ojos,

                                                                                                                                  bajo los astros rojos,

                                                                                                                                  nos vio como los dioses que esperaba.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Le sugerimos leer Homenaje a Sergio González, a treinta años de su muerte

                                                                                                                                  Los mosaicos

                                                                                                                                  a M.C.B.

                                                                                                                                  SI llevaran las lágrimas inscripto su dolor,

                                                                                                                                  verías que no lloro, como parece, tanto;

                                                                                                                                  si fueran piedras, vidrios grabados, en mi llanto

                                                                                                                                  verías el favor que me hacen al correr,

                                                                                                                                  con perfección y cuánto.

                                                                                                                                  SI llevaran las lágrimas inscripto su dolor,

                                                                                                                                  verías que no lloro, como parece, tanto;

                                                                                                                                  si fueran piedras, vidrios grabados, en mi llanto

                                                                                                                                  verías el favor que me hacen al correr,

                                                                                                                                  con perfección y cuánto.

                                                                                                                                  Te mostrarían, créeme, que sufrir nos depara

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  lugares y personas y objetos que están lejos;

                                                                                                                                  y que la oscuridad pánica que vibra en sus reflejos

                                                                                                                                  es transitable y clara,

                                                                                                                                  y como la ilusión dentro de los espejos:

                                                                                                                                  Similares figuras vimos en los mosaicos:

                                                                                                                                  el Minotauro, Orfeo, las vírgenes en duelo,

                                                                                                                                  sacrificios de Abraham, Venus, el asfodelo,

                                                                                                                                  los rostros más arcaicos

                                                                                                                                  de Daniel con los leones, en el muro, en el suelo.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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