Navegando entre los dos mundos de Mariana Noreña
La artista presentó su exposición “Reflections of Place” en Chicago, donde se ha destacado como una de las artistas jóvenes con mayor proyección. La relación entre el arte y la naturaleza, y su conexión con los lugares que habita, guían su obra.
Para una artista cuya obra se nutre de la relación entre su cuerpo y los entornos naturales que habita, mudarse a un nuevo país adquiere una dimensión especial. No es un simple cambio de ubicación geográfica, sino una redefinición profunda de esa conexión íntima que se ha cultivado a lo largo de los años con un lugar y lo que le rodea.
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Para una artista cuya obra se nutre de la relación entre su cuerpo y los entornos naturales que habita, mudarse a un nuevo país adquiere una dimensión especial. No es un simple cambio de ubicación geográfica, sino una redefinición profunda de esa conexión íntima que se ha cultivado a lo largo de los años con un lugar y lo que le rodea.
Este ha sido el caso de la artista visual colombiana Mariana Noreña, quien se ha venido destacando en los circuitos artísticos en Chicago (Estados Unidos). Aunque el paisaje urbano de la capital del estado de Illinois contrasta notablemente con el de los cerros orientales de Bogotá, esta transición no solo representó un desafío personal, sino también una oportunidad para explorar nuevas formas de conexión con su entorno, donde el paisaje es su principal fuente de inspiración.
“Siempre me han atraído los paisajes y cómo el tiempo los cambia. En los últimos años, he utilizado el paisaje que veo al despertar como mi principal fuente de inspiración”, cuenta Noreña en conversación con El Espectador.
La artista bogotana inauguró, el 13 de marzo, su exposición “Reflections of Place”, una propuesta que es, en sus palabras, “una manifestación de su continua evolución artística y su búsqueda constante de conexiones entre el ser humano y su entorno natural”. Es también una exhibición que va en línea con la propuesta que desde hace años la ha llevado a destacarse no solo en el circuito artístico colombiano, sino también el estadounidense.
“Llegué a Chicago en 2021 y aquí empecé a valorar aún más mi conexión con la naturaleza y los materiales. Siempre he estado rodeada de naturaleza, incluso en mi casa en Bogotá, donde tenía mi jardín y probaba nuevas cosas con la tierra, la comida y las hojas. Mi interés por los materiales y las instalaciones nació ahí, experimentando con las texturas, los olores y los sabores de los elementos naturales que usábamos en casa”, recuerda.
Dejar Bogotá y embarcarse en un viaje para cursar una maestría en Bellas Artes en la School of the Art Institute de Chicago (SAIC) fue un paso significativo en la vida de Noreña. Atrás quedaron no solo los paisajes andinos con los que creció, sino también el clima, las plantas, la naturaleza e incluso el sabor del agua. Este cambio implicó para ella el abrirse a una nueva relación con un lugar distinto, redescubriendo no solo su entorno, sino al mismo tiempo a sí misma.
“En los últimos meses he vivido en una ciudad completamente diferente. Aunque no hay muchas montañas, he notado que el paisaje es igualmente atractivo y parece reflejar mi situación actual. Todo se mueve y cambia más rápido. Estoy en constante transformación, moldeada por mi entorno”, explica Noreña.
Su propuesta, que explora las relaciones con los espacios que habita y se fundamenta en la búsqueda de inspiración y materialidad en la naturaleza, le ha permitido participar en exposiciones en Colombia y Estados Unidos. Su trabajo ha sido exhibido en lugares destacados como el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO) y el Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo de Santa Marta, en Colombia, y en galerías como la LeRoy Neiman en la Universidad de Columbia, en Nueva York, el Krasl Art Center, en St. Joseph, y las galerías 1922, SAIC, RHAA, The Franklin y el Centro de Arte Hyde Park, en Chicago.
Dos mundos
La relación entre Chicago y Bogotá fue el eje de otra de sus más recientes exposiciones: “The House that Lives Within Me” (La casa que habita dentro de mí), exhibida en el Krasl Art Center, en Míchigan. Su propuesta, una instalación a gran escala, sumergía al espectador en un recorrido por la historia personal de la artista, desde su origen en Colombia hasta su nueva vida en Estados Unidos.
“Mi trabajo es el resultado de una intensa exploración de la materialidad y composición. El aislamiento y la contemplación consciente y pausada son partes necesarias de mi proceso. Mi propuesta también utiliza la escultura y la instalación para facilitar una experiencia incorporada en estos territorios”, dice.
En esta exposición, una de las obras de Noreña buscaba establecer un diálogo entre las dos ciudades al combinar elementos como la tierra bogotana con el agua del lago Míchigan, en Norteamérica, utilizando los granos de maíz como vínculo entre ambos territorios. Este maíz, en esencia, se convertía en una representación simbólica de ella misma, actuando como una conexión palpable entre dos mundos aparentemente desconectados el uno del otro.
“Es conocer los dos lugares que llamo mi hogar. Dejarse arrullar por el sonido del árbol que da sombra a mi casa, a oler el romero plantado en mi jardín en Colombia y a sentir la innegable manera de adaptarse y estar en constante movimiento del lago Míchigan”, explica Noreña.
La influencia de su familia ha desempeñado un papel crucial en su conexión con el arte. Su madre es diseñadora y su abuela paterna era pintora. Al recordar su primer encuentro con el arte, Noreña relata cómo de niña se frustraba por detalles tan simples como salirse de las líneas al colorear o no lograr la perfección al dibujar figuras y paisajes. “Era muy perfeccionista”, admite, hasta que su madre le impartió una lección que aún la inspira en su trabajo.
“Mi mamá me enseñó a apreciar la belleza de las imperfecciones, como las margaritas pintadas en un cuadro en nuestra casa. Aunque no fueran perfectas, seguían siendo hermosas. Estas enseñanzas han sido siempre una parte integral de mi vida”, asegura.
Noreña busca continuar expandiendo su carrera en Estados Unidos y en Colombia, explorando nuevas ideas y colaborando con otros artistas, mientras invita a reflexionar sobre nuestra conexión con la naturaleza y el entorno que nos rodea. Su exposición “Reflections of Place” estará en exhibición hasta el 17 de abril, y confía en que habrá nuevas oportunidades para seguir compartiendo su arte y permitir a los espectadores explorar y experimentar con todos sus sentidos.
“Creo que los artistas somos reflejos de la cultura y tenemos el poder de influir como agentes de cambio. Mi objetivo es crear una experiencia accesible, que refleje la creación colectiva de lo que hace que un espacio se sienta como un lugar. Seguir explorando y creando, conectando con mi entorno y compartiendo mi pasión por la naturaleza y los materiales con otros”.