“Navidades trágicas”, el misterio decembrino de Agatha Christie
La familia Lee se reunirá en Gorston Hall, la mansión donde su huraño padre, Simeon Lee, pasa sus días acompañado de su enfermero y sus mayordomos. Los cuatro hijos y sus esposas planean pasar juntos la cena de la víspera de Navidad, pero sus planes se irán al traste luego de un estruendo que emerge de la habitación del patriarca.
El viejo mayordomo Tressilian servía el café en el salón a las esposas de los muchachos Lee, mientras sentía la tensión entre los miembros de la familia con la que trabajaba desde hacía décadas. De repente, escuchó un estruendo. Porcelana y muebles rompiéndose sobre el suelo y un alarido que decaía en volumen. Todo parecía provenir de la recámara de Simeon Lee.
La puerta, cerrada a cal y canto, necesitó que sus cuatro hijos se valieran de su fuerza, y una silla como ariete, para hacerla salir de su marco. Dentro, la imagen era horripilante: en medio de la destrucción de una pelea, Simeon Lee yacía degollado. “Quién hubiera creído que el viejo tuviera tanta sangre dentro de él”, murmuró Lydia, la esposa del primogénito del viejo Lee.
El inspector Sugden arribó a la mansión y dio una primera mirada a la escena del crimen. Allí, tuvo que pedirle a Pilar Estravados (nieta de Simeon Lee), que le entregara unos objetos que había recogido del suelo. Su primera pista: una vejiga de goma y un trozo de madera.
Simeon Lee no era un hombre de familia. Había hecho sus millones con la minería de oro y diamantes en África del Sur. Es por esto que la invitación a sus cuatro hijos, Alfred, David, George y Harry, los tomó por sorpresa. Al igual que a su nieta, la española Pilar Estravados, quien había perdido contacto con su familia luego de la muerte de su madre.
“¿Cree usted que las Navidades son inapropiadas para el crimen?”, preguntó el afamado detective belga, Hércules Poirot, durante una conversación con el coronel Johnstone, director de la policía de Middleshire, justo antes de que fuera informado del crimen cometido en Gorston Hall. El misterio estaba puesto, y cada miembro de la familia Lee tenía un motivo para haber asesinado al patriarca, pero, ¿cómo el asesino entró a la recámara cerrada? Y, ¿qué secretos mantenía la familia entre sí?
“Navidades trágicas”, escrito por Agatha Christie y publicado en 1938 con el título “Hercule Poirot’s Christmas”, presenta al afamado detective belga en medio de una investigación criminal por el simple hecho de quedarse con un amigo durante las fiestas. El mismo Poirot afirmaba que en las épocas navideñas se presentaba una tensión entre las familias y que “la gente que no siente buena voluntad debe esforzarse en aparentar lo que no siente. En Navidad abunda mucho la hipocresía”.
Lo que en apariencia es un robo de diamantes, rápidamente se transforma en mucho más bajo la penetrante mirada de Poirot. El misterio, ligeramente clásico de Christie —la mansión campestre, una investigación entre los asistentes a una fiesta—, ahonda en los malos tratos del viejo Lee hacia sus hijos, en las sospechas de si son verdaderamente quienes dicen ser y en la búsqueda por el asesino entre sus herederos.
El viejo mayordomo Tressilian servía el café en el salón a las esposas de los muchachos Lee, mientras sentía la tensión entre los miembros de la familia con la que trabajaba desde hacía décadas. De repente, escuchó un estruendo. Porcelana y muebles rompiéndose sobre el suelo y un alarido que decaía en volumen. Todo parecía provenir de la recámara de Simeon Lee.
La puerta, cerrada a cal y canto, necesitó que sus cuatro hijos se valieran de su fuerza, y una silla como ariete, para hacerla salir de su marco. Dentro, la imagen era horripilante: en medio de la destrucción de una pelea, Simeon Lee yacía degollado. “Quién hubiera creído que el viejo tuviera tanta sangre dentro de él”, murmuró Lydia, la esposa del primogénito del viejo Lee.
El inspector Sugden arribó a la mansión y dio una primera mirada a la escena del crimen. Allí, tuvo que pedirle a Pilar Estravados (nieta de Simeon Lee), que le entregara unos objetos que había recogido del suelo. Su primera pista: una vejiga de goma y un trozo de madera.
Simeon Lee no era un hombre de familia. Había hecho sus millones con la minería de oro y diamantes en África del Sur. Es por esto que la invitación a sus cuatro hijos, Alfred, David, George y Harry, los tomó por sorpresa. Al igual que a su nieta, la española Pilar Estravados, quien había perdido contacto con su familia luego de la muerte de su madre.
“¿Cree usted que las Navidades son inapropiadas para el crimen?”, preguntó el afamado detective belga, Hércules Poirot, durante una conversación con el coronel Johnstone, director de la policía de Middleshire, justo antes de que fuera informado del crimen cometido en Gorston Hall. El misterio estaba puesto, y cada miembro de la familia Lee tenía un motivo para haber asesinado al patriarca, pero, ¿cómo el asesino entró a la recámara cerrada? Y, ¿qué secretos mantenía la familia entre sí?
“Navidades trágicas”, escrito por Agatha Christie y publicado en 1938 con el título “Hercule Poirot’s Christmas”, presenta al afamado detective belga en medio de una investigación criminal por el simple hecho de quedarse con un amigo durante las fiestas. El mismo Poirot afirmaba que en las épocas navideñas se presentaba una tensión entre las familias y que “la gente que no siente buena voluntad debe esforzarse en aparentar lo que no siente. En Navidad abunda mucho la hipocresía”.
Lo que en apariencia es un robo de diamantes, rápidamente se transforma en mucho más bajo la penetrante mirada de Poirot. El misterio, ligeramente clásico de Christie —la mansión campestre, una investigación entre los asistentes a una fiesta—, ahonda en los malos tratos del viejo Lee hacia sus hijos, en las sospechas de si son verdaderamente quienes dicen ser y en la búsqueda por el asesino entre sus herederos.