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                                                                                                                                Necesitamos una democracia nietzscheana (sobre el fallecimiento de Jean-Luc Nancy)

                                                                                                                                Esta semana falleció el filósofo Jean-Luc Nancy (1940-2021), uno de los intelectuales franceses más notables de la segunda mitad del siglo XX, heredero del llamado posmodernismo filosófico, feudatario de Nietzsche y de Heidegger. Su obra fue ante todo una reflexión sobre el mundo actual. Recordamos aquí algunas de sus ideas sobre la democracia.

                                                                                                                                Damián Pachón Soto

                                                                                                                                La primera edición de "La verdad de la democracia" se publicó en 2008.
                                                                                                                                Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Y es un aparente oxímoron porque, como se sabe, para Nietzsche la democracia misma es hija de los débiles, del espíritu de rebaño heredero del cristianismo y de la modernidad. Pero en Nancy el significante democracia se mantiene re-semantizado, reconceptualizado, con nuevos contenidos, sin que pueda identificarse con la democracia moderna liberal. Es una democracia que rechaza, como Nietzsche, la medianía, la mediocrización, las equivalencias propias del capitalismo. Rechaza esas equivalencias donde “fines, medios, valores, sentidos, acciones, obras y personas”, no son más que sustitución de roles o intercambios de lugares”. La democracia de Nancy, como el proyecto de Nietzsche, busca creación del sentido, introducción de lo nuevo en el tiempo, en fin, superación del nihilismo actual. Se trata de construir un nuevo ser, más allá del individualismo liberal donde todos son intercambiables, sustituibles. La democracia de Nancy es la afirmación de lo común, es decir, busca hacer “posible la afirmación de cada uno, pero una afirmación que solo valga, justamente, entre todos, y en cierto modo para todos, que remita a todos, como a la posibilidad y la apertura del sentido singular de cada uno y de cada relación”. En fin, sería la búsqueda de un ser-juntos donde la política no impone el sentido, sino que posibilita la afirmación misma de muchos sentidos para abrir “toda la riqueza posible que lo infinito es capaz de adoptar”.

                                                                                                                                Lo que propone Nancy es un nuevo basamento para la democracia, uno sin principios a priori, sin marcos rígidos, uno donde hay un nuevo horizonte más allá de las fórmulas caducas ya fracasadas en la experiencia histórica. La democracia asume al hombre como riesgo y posibilidad, como un sí mismo, como un bailarín sobre un abismo (de nuevo Nietzsche): la democracia “es aristocracia igualitaria”, sin que aristocracia signifique el gobierno de los mejores como en Aristóteles, sino donde alude a distinción, al sentido creado, donde ese nuevo “régimen” sea posible para todos, donde la política sea apertura y no oclusión o cerramiento. Así, la política deja de ser una “verdad venidera” totalitaria y pasa a ser, más bien, una especie de metafísica que funda la democracia misma.

                                                                                                                                Le puede interesar: Crónicas de un circo sin gracia: El ombligo más grande del mundo

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                                                                                                                                De Nancy queda revisar sus otros libros, como A la escucha, La representación prohibida y su popular La comunidad desobrada, para valorar justamente su puesto en la filosofía del último siglo y, tal vez, así superar cierta percepción que ha hecho carrera entre nosotros sobre el pensamiento francés, a saber, el de sus pretensiones de originalidad, su falta de rigor y el de su concomitante alambicamiento.

                                                                                                                                La primera edición de "La verdad de la democracia" se publicó en 2008.
                                                                                                                                Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Lo que propone Nancy es un nuevo basamento para la democracia, uno sin principios a priori, sin marcos rígidos, uno donde hay un nuevo horizonte más allá de las fórmulas caducas ya fracasadas en la experiencia histórica. La democracia asume al hombre como riesgo y posibilidad, como un sí mismo, como un bailarín sobre un abismo (de nuevo Nietzsche): la democracia “es aristocracia igualitaria”, sin que aristocracia signifique el gobierno de los mejores como en Aristóteles, sino donde alude a distinción, al sentido creado, donde ese nuevo “régimen” sea posible para todos, donde la política sea apertura y no oclusión o cerramiento. Así, la política deja de ser una “verdad venidera” totalitaria y pasa a ser, más bien, una especie de metafísica que funda la democracia misma.

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                                                                                                                                De Nancy queda revisar sus otros libros, como A la escucha, La representación prohibida y su popular La comunidad desobrada, para valorar justamente su puesto en la filosofía del último siglo y, tal vez, así superar cierta percepción que ha hecho carrera entre nosotros sobre el pensamiento francés, a saber, el de sus pretensiones de originalidad, su falta de rigor y el de su concomitante alambicamiento.

                                                                                                                                Por Damián Pachón Soto

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