Nicolás Montero, secretario de Cultura de Bogotá: “Hay que cuidar el detalle”
El pasado 16 de septiembre, la alcaldesa Claudia López y el Secretario de Cultura, Nicolás Montero, realizaron una transmisión de #DespachAndo, un ejercicio de gobierno con el que la ciudadanía puede conocer y preguntar sobre la gestión y los avances de la institución. Montero respondió por los reclamos que se le han hecho a la Secretaría en temas de asistencia, las funciones para las que está diseñada la institución y las formas en las que se están usando los recursos.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Hay reclamos sobre la gestión de la Secretaría de Cultura en temas de asistencia a los artistas más vulnerables de la ciudad...
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Hay reclamos sobre la gestión de la Secretaría de Cultura en temas de asistencia a los artistas más vulnerables de la ciudad...
La Secretaría de Cultura no está diseñada como una institución de asistencia. Su función es delinear las políticas públicas de lo que debe ser cultura, recreación y deporte, por eso hemos insistido en que los ejercicios culturales deben ser parte de la vida cotidiana. La Secretaría genera esas reflexiones y lineamientos, pero no tiene ni en su presupuesto ni en su diseño institucional una función de asistencia. Ahora, en épocas de pandemia hemos participado en estos ejercicios, pero esto no quiere decir que la institución tenga esta vocación. Al principio de la pandemia el Distrito nos preguntó cuáles recursos podíamos pasar a Bogotá Solidaria y pasamos una suma importante a esa bolsa.
Es decir, ¿la institución no tiene la responsabilidad de responder o socorrer a, por ejemplo, los artistas que quedaron desempleados?
Tiene que ver con la realidad. Es difícil responder porque no somos una institución de asistencia, pero con ejercicios como los de Fomento o Corazón productivo, sí ponemos recursos en el sector para que el impacto de la crisis sea lo menor posible, pero lo que no podemos es dar, por ejemplo, una renta básica o subsidios de desempleo. No está en nuestro resorte. Lo que sí podemos es ser muy efectivos con otros ejercicios e inyectar ayudas en los sectores. Por ejemplo, la convocatoria LEP ya puso 4.600 millones de pesos y va a poner otra suma.
Se mencionó el traslado de 23.101 millones de pesos para aportar en acciones de asistencia a los artistas y creadores más vulnerables… ¿Quiénes se encargan de repartir estas ayudas? ¿Cómo les llegan a los artistas?
Eso se hace en el marco de Bogotá Solidaria en Casa, que es competencia de la Secretaría de Planeación y de la de Integración Social.
Ustedes hablan de “Bogotá a cielo abierto”, ¿está fue una estrategia que salió de la Secretaría de cultura?
Esa apuesta la lidera la Secretaría de desarrollo económico y nosotros contribuimos con formatos como “Asómate a tú ventana”. Cuando nos encerramos, todas las plataformas digitales crecieron de manera exponencial y esta apuesta nació de la pregunta: ¿Cómo le llevamos a la gente algunos productos para su esparcimiento, salud mental y la necesidad de acceder a los vínculos culturales? A partir de esa estrategia, se crearon otros formatos que a su vez terminaron alimentando a “Bogotá a cielo abierto”.
¿Cómo cuáles pequeños formatos?
Como los pequeños formatos de la Orquesta Filarmónica. Como pequeñas lecturas desde el mismo móvil. Formatos que no requieran unas aglomeraciones de artistas ni de espectadores.
Dijeron que de ninguna manera se podían realizar actividades en recintos cerrados, pero hace unos días salió el Decreto Distrital 207 en el que se autoriza la apertura de teatros y cines…
El gobierno establece unos protocolos generales. Hay que acordarnos de una cosa: esta es una balanza cuidadosa y compleja entre la salud y la reactivación económica. Lo que se había abierto eran las actividades que no generaban aglomeraciones importantes. Por ejemplo, los ejercicios de grabación se podían hacer desde hacía bastante tiempo, así como también los grupos de teatro podían ensayar con unos protocolos de bioseguridad. Después llegó la posibilidad de hacer auto eventos. Lo último que nos dice la nueva realidad es que, cuidándonos muchísimo, teniendo los protocolos y siguiéndolos, estamos listos para asistir a actividades muy pequeñas en las que no nos pongamos en riesgo.
Sigue siendo muy difícil: los teatros, por ejemplo, pueden abrir pero con aforos muy bajos que no suplen todas las necesidades…
Claro, es que la realidad nos cambió muchísimo. Tenemos que, entre todos, inventarnos cosas para funcionar en la nueva realidad: hay un jefe mayor que es la pandemia. Es muy doloroso. No podemos salir como locos para que nos cierren como en Madrid. Ante lo que estamos viviendo, los ciudadanos y las ciudadanas de Bogotá lo han hecho muy bien. No podemos perder lo logrado. Cuidar el detalle es vital. Si te cuidaste doce horas, pero vas y te comes una empanada y no te retiraste de las personas que tenías cerca, no hiciste nada. Nunca antes podíamos tener tantos saldos pedagógicos en términos de aprendizaje: qué descubrimos, qué nos queda como sociedad después de que pase todo eso.
¿Qué son los saldos pedagógicos?
Es una frase elegante para decir ¿Qué nos queda después de una experiencia? Los saldos pedagógicos es, sencillamente, lo que aprendimos. Esto, en este campo, es muy interesante: cuántos recursos públicos puse aquí y cuánto, con esos recursos públicos, le dejé en aprendizaje al ciudadano. Hay experiencias que nos dejan saldos pedagógicos, que son los aprendizajes que tenemos. Puede ser que, por controlar una pandemia, lo que aprendamos sea que parte de nuestra vida cotidiana deba virar a una noción de cuidado mutuo. Esa noción debería expandirse a más actividades.
Por ejemplo…
La estrategia alas se basa en gestos cotidianos. Es la que invita, no solamente a guardar distancia con el otro. Invita al cuidado de no solamente tu vida, sino también de la de los demás. Abrir las alas es un gesto para la protección de todos. Al final aprendiste a protegerte, pero también que tenías que moverte con el otro. La idea es que los fomentos, esos dineros que tenemos para inyectarles al sector, dejen saldos pedagógicos. Se piensa no en términos de audiencia, sino de comunidad. Hay un Consejo para que nos diga cuál es la forma más asertiva de que esas platas sean más efectivas.
¿Qué son los Fomentos?
El dinero que tenemos para inyectar en el sector.
¿Qué es lo que más lo enorgullece o lo emociona de lo que ha hecho, hasta hoy, en la Secretaría?
Hay dos cosas que tienen una agencia de futuro muy interesante. El ejercicio con lo local es lograr establecer que unas localidades deciden que los ejercicios culturales, léanse las empresas culturales y creativas, son parte de su corazón productivo. Esto es muy importante porque genera futuro. Es entender que la creación no es una cosa que se hace por allá en un centro o es algo de unos cuantos privilegiados, sino que está ahí en la localidad y sus agentes. Que los alcaldes reconozcan que eso reactiva, económica y socialmente, a sus localidades, me parece muy importante.
¿Y la segunda?
A pesar de la pandemia, la creación no ha parado nunca. Ahí ha estado. Cuando hablas de que solo desde las plataformas digitales hay más de 22.000 pinchazos, te das cuenta de que la cultura siempre estuvo ahí. Las bibliotecas pusieron más de 27.000 mil libros a domicilio. La biblioteca digital también creció. La cantidad de conciertos que hizo la Filarmónica, que fueron los primeros en decir: aquí estamos. El ejercicio de cultura ciudadana con las mediciones que se han hecho desde la dirección de Cultura ciudadana para revisar en dónde confiamos, desconfiamos y qué tenemos que hacer, nos ha llevado a que una ciudad como Bogotá, en sus dimensiones y densidad, se porte bien en general. No es fácil, pero el comportamiento ha permitido que el sistema de salud no colapse. También debo hablar de Leer para la vida, un ejercicio con el que ya hemos hecho varios conversatorios. En uno de esos el rector de la Universidad de Los Andes dijo que teníamos razón, que todas las bibliotecas deberían ser públicas e hizo el anuncio de que la Universidad de los Andes, por lo menos y en algunos de sus ejercicios, será pública. Maravilloso que muchas otras universidades se puedan sumar en esto. Si El Espectador tuviera una biblioteca, también les pediría que la volvieran pública.