Nicolás Ospina: “Hay desconexión entre la academia y la creación artística”
El pianista, quien ha sido tecladista de Fonseca y arreglista para la Orquesta Filarmónica de Bogotá, lanzó recientemente “Tumbos”, un disco de piano solo.
Danelys Vega Cardozo
Había una vez una casa rodeada por instumentos como la guitarra y el piano. En ella, vivía un señor melómano, a quien le gustaba, entre otras cosas, hacer arreglos corales y tocar guitarra. Era frecuente que en la estancia se escuchara música clásica y opera. De a poco, los hijos de aquel hombre fueron creando afinidad por la música, así que dos de ellos se dedicaron profesionalmente a ella. Uno de esos fue Nicolás Ospina, quien a los siete años ya tocaba piano. Con el pasar de los años no solo se convirtió en pianista, sino en arreglista y compositor.
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Había una vez una casa rodeada por instumentos como la guitarra y el piano. En ella, vivía un señor melómano, a quien le gustaba, entre otras cosas, hacer arreglos corales y tocar guitarra. Era frecuente que en la estancia se escuchara música clásica y opera. De a poco, los hijos de aquel hombre fueron creando afinidad por la música, así que dos de ellos se dedicaron profesionalmente a ella. Uno de esos fue Nicolás Ospina, quien a los siete años ya tocaba piano. Con el pasar de los años no solo se convirtió en pianista, sino en arreglista y compositor.
¿Para qué dedicarse a la música?
Porque es un medio de expresión (para mí siempre ha sido como una necesidad de tocar y componer). Cuando uno compone, y alguien lo oye, es una manera diferente de apreciar el mundo y encontrarle cosas bonitas. Por eso creo que también existe el arte.
¿Qué cosas bonitas ha encontrado en el mundo gracias a la música?
La poesía y la música (como hermana con distintos países y cultura). Me ha pasado mucho compartir en festivales con personas de distintos países con las que uno no habla el mismo idioma, pero, como la música es un lenguaje, uno termina creado una afinidad increíble, comunicándose de una forma muy empática con gente con la que no podrías hacerlo de otra manera.
¿Por qué el piano y no otro instrumento?
No sé, el piano estaba ahí en mi casa y fue con lo que arranqué (también toco otros instrumentos, pero ese es mi fuerte). Lo que más me gusta del piano es la cantidad de posibilidades que tiene (es tener la posibilidad orquestal en un instrumento). Entonces, a uno como arreglista y compositor, le da la oportunidad de acercarse a otros instrumentos, que no sería tan fácil si, por ejemplo, fuera guitarrista: lo que suena bien en la guitarra, no necesariamente suena así en otros instrumentos; en cambio, lo que suena bien en el piano casi que se puede trasladar a una orquesta o un quinteto de cobre o lo que sea. Entonces, el piano me ha servido un montón porque me da mil posibilidades de composición, de arreglos para hacer canciones y música instrumental. No te puedo decir porqué lo escogí, pero es el instrumento que me ha acompañado toda la vida.
¿Qué le hace sentir tocar piano?
No sé, es algo muy natural y orgánico, porque llevo mucho tiempo haciéndolo. Una de las cosas que me gusta es que me conecta con el presente o al menos intento desconectarme del resto y zambullirme ahí. Para mí, tocar piano es una especie de mindfulness, casi una meditación sonora, porque uno está metido con un montón de sonoridades física y sensitivamente.
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Tal vez una especie de pausa en la vida…
Sí, puede ser, aunque ese tipo de pausas se dan todo el tiempo porque toco mucho.
Hace algunos años con su hermano Juan Andrés Ospina subieron a Youtube el video musical “Qué difícil es hablar español”, que hoy cuenta con más de dieciocho millones de visualizaciones…
Fue una locura porque no esperábamos que fuera a pasar eso con una canción que dura nueve minutos, pero fue muy chévere, porque fue la posibilidad de dar a conocer el trabajo, no solo de ese dúo, sino el nuestro como músicos independientes a un montón de gente a la que seguro no hubiéramos podido llegar. También fue una oportunidad para hablar con personas de otras partes y compartir experiencias idiomáticas, culturales y viajeras.
¿Por qué los idiomas se convierten en barreras que nos alejan como seres humanos?
Siempre le digo a mi hija que es importante que aprenda algún otro idioma, porque así se le van a abrir puertas. Puede haber otras maneras de encontrar puntos en común con las personas como la música, el arte o la poesía (son universos más abstractos donde el lenguaje y el habla no son imprescindibles), pero igual el idioma sigue siendo una barrera. En esa canción hablábamos irónicamente de esa barrera no barrera, porque, al final, se trata del mismo idioma, pero se empiezan a generar equívocos y malentendidos que terminan en anécdotas chistosas y acercándonos a otras culturas desde lo humorístico.
A veces sentimos vergüenza o nos burlamos si una persona no sabe hablar inglés, pero quizás no pasa lo mismo si algún extranjero, con una lengua nativa distinta a la nuestra, no habla español…
Sí, creo que se universalizó más el inglés debido a la industria del cine, no tanto por la cantidad de gente, aunque Estados Unidos e Inglaterra son muy grandes y hay muchas colonias inglesas en donde se habla inglés. Entonces, es un idioma que se habla en muchos lugares. El español también es uno de los idiomas predominantes en la tierra. Puede que pase lo mismo es otros lados: seguramente, hay gente que vive, por ejemplo, en Estados Unidos, en donde hay una comunidad latina tan grande, y puede que también sea una humillación no saber español.
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También ha sido docente. ¿Cómo lograr que la academia impulse a los músicos a hacer sus propias creaciones?
Estoy alejado de la academia desde hace muchos años, pues ya no doy clases. Lo que pasa es que, a veces, en la academia hay una especie de desconexión entre el mundo real y el conocimiento. De hecho, me salí de dar clases porque tenía una gira por Australia y me pusieron problema en ese momento: me dijeron que cómo iba a dejar a los estudiantes abandonados durante una semana. Yo decía: “En vez de estar orgullosos de que un docente vaya con su música de gira por Australia”. Me parece que ese es un pensamiento que, a veces, se perpetúa en la academia: mucho conocimiento, teoría, sin mirar hacia fuera o hacia lo que pasa en la vida real. Entonces, hay músicos que se queda dando clase y se les olvida que no estudiaron para eso, aunque les guste; creo que igual es una buena opción para mucha gente porque es muy bonito enseñar (a mí me encanta). Cuando eso te aleja de la creación, de la composición, de los escenarios, no sé si tenga tanto sentido, sobre todo, si lo que uno quería hacer, cuando estudió música, era tocar, hacer arreglos para la gente y componer. Entonces, a veces, hay una desconexión entre la academia y la creación artística.
¿Cómo romper con esa desconexión?
Desde los fundamentos de la academia. Empezar a cambiar desde ahí: si un profesor tiene una gira, pues siéntase orgulloso de él y súbale el sueldo. Se trata de comenzar a conectar lo que está por fuera con la academia, sino carece de sentido que uno esté enseñado un montón de cosas, si ni siquiera tocas un instrumento. Entonces, creo que es una cuestión de empezar a unir ambos mundos: el real (lo que pasa por fuera de la academia) con los libros, la teoría y la tradición musical.
Sí, es que esa experiencia no solo nutre a los docentes, sino también a los estudiantes…
Claro, todas son experiencias de vida y anécdotas, y eso nutrirá un montón a los estudiantes, partiendo de la experiencia del docente.
Recientemente lanzó “Tumbos”, un disco de piano solo…
Este es el primer trabajo que hago de piano solo, pero tengo otros discos, y se trata más de una búsqueda personal. Tiene influencias de haber trabajado con otros músicos, pero más que todo con otros géneros. Yo he sido influenciando por el jazz, el folclore latinoamericano, la música clásica y contemporánea, y eso está presente en este disco. También, digamos, me he movido por distintos mundos: he tocado folclore, pop, jazz, y estudié música clásica. Se llama Tumbos por eso: por estar yendo de un lugar para otro, algo que pasa un poco en el disco (una especie de recorrido por las influencias que he tenido a lo largo de mi carrera).
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¿Para qué esa búsqueda personal?
Una gran parte del disco tiene que ver con el folclore latinoamericano; está permeado por el jazz y otras músicas, pero tiene una esencia latina fuerte, que tiene que ver, un poco, con de dónde venimos y qué podemos crear a partir de nuestra latinidad, porque hay muchas músicas que no se han investigado a nivel pianístico en Colombia, diferente a lo que ha sucedido en otros países. En este disco, se trataba un poco de eso: estandarizar lo que me gusta, pero desde una esencia latinoamericana y todos los ritmos. Entonces, también tenía ganas de explorar por ese lado.
¿Por qué es importante conectarnos con nuestros orígenes?
Porque, a veces, las cosas terminan teniendo más sentido de esa manera. La música de Chaikovski o Rajmáninov (todos esos grandes compositores rusos) tienen su forma de ser gracias a la geografía rusa: a los meses de invierno donde la gente permanece encerrada debido al frío (esa música históricamente tiene mucho más significado). Entonces, para mí, dedicarme a tocar Prokófiev era una cosa muy lejana y no me era tan representativo ni gratificante. En cambio, me conecto con un bambuco, currulao o festejo peruano, pues lo siento más cercano y puedo decir más. Poder apropiarse de lo latinoamericano para mí tiene más sentido.