Emil M. Ciorán, en esencia, era todo lo contrario de Nietzsche, muy a pesar de que hubiera sido influido por él en sus primeros años.
Foto: Nátaly Londoño Laura
Le ofreció la mano para levantarlo y lo dejó caer. Le dijo, por ejemplo, que Dios había muerto, cuando Ciorán aún creía en alguna deidad a la cual entregarse, pues no hacía más que pensar en la muerte. “Cuando yo era joven, pensaba en la muerte en todo momento. Era una obsesión, incluso cuando comía -le dijo en octubre de 1978 a Helga Perz, en una entrevista publicada en el diario Süddeutsche Zeitung-. Ese pensamiento nunca me ha abandonado, pero con el tiempo se ha debilitado. Sigue siendo una obsesión, pero ya no es un pensamiento”.
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
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