Nina Simone: “Frágil y fuerte, vulnerable y dinámica a la vez”
Pasar de la música clásica a la música popular y convertirse en una abanderada de la música de los derechos civiles. Ser revolucionaria, decir lo que la mayoría de las personas querían decir, pero no se atrevían, y usar la rabia para hacer música, son algunos de los rasgos que el documental ¿Qué pasó, Miss Simone? rescata de uno de los íconos del jazz, del blues y del soul estadounidense: Nina Simone.
María José Noriega Ramírez
Crecer en una niñez en la que siete horas diarias eran dedicadas al estudio del piano, a repasar a los maestros de la música clásica, como Beethoven, Debussy, Brahms y Bach. Aprovechar que en la iglesia su mamá predicaba, y hacer de dicho espacio un escenario propio. Estar aislada de los demás, crecer sin esa noción de compartir con las personas de su edad, y tener prohibido mencionar algún tema de raza en la casa, aunque los primeros recuerdos sobre la segregación, de cuando se sintió discriminada, la remontaron a un recital de piano en el que sus papás tuvieron que ubicarse en la parte de atrás del salón, lo que tiempo después se tradujo en no ser admitida para una beca en el Instituto de Música Curtis. Agotar el dinero del fondo que tenía desde que era niña para estudiar, luego de pagar un año y medio en Juilliard, y entender que la música y el piano podían ser un medio de supervivencia. Tocar en un bar, pero ocultar su identidad para que su madre no se enterara que estaba cantando “la música del diablo”. Enterrar a Eunice Waymon y convertirse en Nina Simone.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Crecer en una niñez en la que siete horas diarias eran dedicadas al estudio del piano, a repasar a los maestros de la música clásica, como Beethoven, Debussy, Brahms y Bach. Aprovechar que en la iglesia su mamá predicaba, y hacer de dicho espacio un escenario propio. Estar aislada de los demás, crecer sin esa noción de compartir con las personas de su edad, y tener prohibido mencionar algún tema de raza en la casa, aunque los primeros recuerdos sobre la segregación, de cuando se sintió discriminada, la remontaron a un recital de piano en el que sus papás tuvieron que ubicarse en la parte de atrás del salón, lo que tiempo después se tradujo en no ser admitida para una beca en el Instituto de Música Curtis. Agotar el dinero del fondo que tenía desde que era niña para estudiar, luego de pagar un año y medio en Juilliard, y entender que la música y el piano podían ser un medio de supervivencia. Tocar en un bar, pero ocultar su identidad para que su madre no se enterara que estaba cantando “la música del diablo”. Enterrar a Eunice Waymon y convertirse en Nina Simone.
Lo invitamos a leer Nina Simone, una fruta extraña
Pasar de la música clásica a la música popular y convertirse en una abanderada de la música de los derechos civiles. Ser revolucionaria y decir lo que la mayoría de las personas querían decir, pero no se atrevían. Usar la rabia que sentía para hacer música, al punto de casi romper su voz cantando Mississippi Goddam, luego de que en septiembre de 1963 asesinaran a cuatro niñas en Birmingham, una ciudad segregada en Alabama. “Primero llegó la depresión, luego la rabia. Y cuando estas niñas fueron bombardeadas, me senté a escribir esta canción, que es conmovedora y violenta a la vez. Así me sentía”: “Alabama me enojó. Tennessee me hizo perder la calma. Todos saben lo de Mississippi, maldición (…). Creo que cada día será el último. Pero mi país está lleno de mentiras. Moriremos todos y moriremos como moscas. Yo ya no confío en nadie”. Cantar estos versos en la marcha de Selma a Montgomery, en medio de la tensión entre las instituciones y los activistas, y cambiar la letra diciendo: “¿Acaso no lo ven? ¿Acaso no lo sienten? Se siente en el aire. Ya no soporto esta presión. Que alguien rece. Alabama me enojó. Selma me hizo perder la calma. Todos saben sobre Mississipi, maldición”.
Encontrar un sentido de vida en el Movimiento de los Derechos Civiles. Juntarse con escritores, poetas y artistas para fusionar el contexto intelectual con su vena musical. Ser amiga de Langston Hughes, de cuya disposición a los versos surgió Backlash Blues, un canto que se oponía el incremento de los impuestos, el estancamiento de los salarios, la guerra de Vietnam y el desprecio hacia la comunidad afroamericana, así como de Lorraine Hansberry, cuya obra de teatro Joven, talentosa y negra se convirtió en una canción. “Qué hermoso y precioso sueño ser joven, talentoso y negro”, cantó Simone en la Universidad de Massachusetts, cuando solo 300 estudiantes, de 18.000, eran afroamericanos. Con esta canción, “la gente se ponía de pie y se apropiaba de su origen africano, sin pedir disculpas”, afirma Attallah Shabazz.
Cantar para su gente, despertando la curiosidad de la comunidad sobre ella misma, sobre su origen, sobre su identidad, y afirmar que el deber de un artista es retratar su tiempo, “pues yo elijo reflejar la época y las situaciones que estoy viviendo. Para mí, ese es mi deber. En este momento crucial de nuestras vidas, cuando hay tanta desesperación, cuando cada día se trata de sobrevivir, creo que es inevitable involucrarse. Nosotros vamos a darle forma a este país o nadie jamás lo hará. ¿Cómo se puede ser artista y no reflejar la época en la que uno vive?”. Esta convicción le trajo un alto costo: reconocer que la carga política de sus canciones le cerró varias puertas en la industria, como cuando los DJs se negaron a reproducir Mississippi Goddam y le devolvieron el disco de vinilo roto por la mitad. “Es algo que yo he elegido hacer y que me he sentido obligada a hacerlo. Así que es mi rol, pero a veces quisiera que no fuera así. Creo que los artistas que no participan en la difusión de un mensaje, probablemente, son más felices. Yo tengo que convivir con Nina y eso es muy difícil”. Anhelando la sensación de libertad, como un estado sin presiones ni miedos, Simone cantó: “Desearía poder dar todo el amor que siento. Derribar los muros que nos mantienen distantes. Desearía poder saber qué significa ser yo. Entonces, entenderías y coincidirías que todos deben ser libres”.
Más allá de Nina Simone, la artista, está una mujer que tuvo que lidiar con la violencia de su esposo, con los cambios de comportamiento debido a su trastorno bipolar, que la llevaron a ser violenta (recordando que un día admitió frente a Martin Luther King no ser una persona pacífica), así como con el decaimiento de su carrera musical. Tocó fondo en absoluta soledad. Así, en Suiza, en un concierto en Montreux, cantó una canción de Janis Ian, unos versos que hablan de la persona que era en ese entonces: “Las estrellas vienen y van. Llegan rápido y se van despacio. Se van como la última luz del sol, todas en un resplandor. Solo ves la gloria, pero es solitario no tener con quién compartir (…). La gente ansía la fama. Como atletas en un juego, se rompen la espalda y vienen joviales. Algunos son coronados, algunos son hundidos, algunos perdidos y nunca encontrados”. Tiempo después le dijo “sí” a una segunda oportunidad de vida, luego de años de haber sacrificado la que tenía. Así, entregó su alma de nuevo a la música y con la canción My Baby Just Cares for Me, que volvió a sonar 25 años después de haber sido lanzada en su primer álbum, Nina Simone resurgió como lo que siempre fue: “frágil y fuerte, así como vulnerable y dinámica a la vez”, tal como lo afirma Shabazz.