“No creo que toque cambiar el jefe, toca es que cada quien cambie”

El Infierno es una galería contracultural, ubicada en el barrio San Felipe (Bogotá), enfocada en el arte urbano. Además, es el hogar de la familia Arias.

Danelys Vega Cardozo
10 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
Mauricio Arias también es integrante de la agrupación de punk rock Triple X.
Mauricio Arias también es integrante de la agrupación de punk rock Triple X.
Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado
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¿Hace cuánto y cómo se inició esta galería?

Por fiesta y farras, digamos que la gente conoció el espacio y ahí digamos que se nombró El Infierno, pero era más porque la gente venía a farra y a los ensayos. Se fue regando por toda la casa la estética de los carteles y los grafitis, pero en el 2016 fue cuando ya abrimos la casa al público, también por ese afán de mostrar lo que hacíamos, pero de otra manera. Este espacio comenzó antes de que estuviera el Distrito Creativo San Felipe (…) Ya después pasó todo ese fenómeno acá del Distrito Creativo y pues sirve también porque hay más cantidad de gente que sabe del cuento y “cae a la vuelta”. Entonces, por eso también se sale un poquito del formato tradicional de la galería, que es un poco más elitista y con un formato establecido, que a mí me parece que aleja un poco a la persona del arte (…) No es que acá pueda exponer cualquier persona, sino que hay un concepto que más o menos se maneja: mostrar el arte de una manera menos elitista y darles la oportunidad a maneras diferentes de hacer arte, de una forma más amable como es el hogar; me parece que así es un poco más sincero, un poco más acogedor y amable con la persona, a diferencia de la galería convencional, en donde tú entras y todas las paredes son blancas y en silencio, o sino un jazzcesito por ahí. Acá hay rock and roll, que es lo que hacemos, y es como un ambiente familiar y acogedor.

¿El querer alejarse del formato tradicional fue lo que los encaminó a que la galería estuviera en su propia casa?

Digamos que sí, pero, como te digo, ha sido una cosa orgánica, una cosa que no ha sido como tan planeada, porque, digamos, no tengo el dinero para montar una galería y conseguir un espacio y adaptarlo. Esto yo no lo adapté, esto ha sido el paso del tiempo. A mí me fascina lo que hace el tiempo con las cosas, como las deteriora. Entonces esto es el paso del tiempo, aquí hay afiches que están desde los 90 (…) Si yo comprara una galería y la llenara así pues no tendría sentido ni quedaría igual porque se ve planeado (…) A mí me gustaría que ciertas cosas estuvieran en mejor estado por el funcionamiento, pero todo eso tiene que ver como con el ambiente de la casa, que no sea una galería convencional. Acá no es planeado sino que así se ha ido volviendo con el tiempo; obviamente que con lo de la galería se ponen unas luces bacanas, se acomoda el espacio para que pueda funcionar, pero la decoración, la estética, todo eso es sincero, es orgánico, que se ha venido formando con el paso del tiempo y con la gente que ha colaborado acá y por los artistas que han pasado por el colectivo que tenemos, porque obviamente no estoy solo, es El Infierno, pero aliado con muchos artistas, que afortunadamente son parceros míos, y la suma de todas esas vueltas crean este espacio calientico.

¿Por qué es importante para usted conservar cosas de hace años?

Me parece que es un registro histórico bacano, importante, que para mucha gente en algún momento fue relevante (…) Hay personas que han venido y dicen: “Uy, marica, eso es de un concierto, pero jueputa si eso fue en el 2002”, y es bacano porque hay gente que de pronto sí estuvo involucrada en ese momento. Y a mí personalmente sí me parece relevante porque esa ha sido mi vida, esos son mis recuerdos y experiencias. Eso está lleno de carteles de la banda de cuando he girado, de carteles de bandas de amigos, de vainas que me he encontrado por la calle y en otros lugares, y todo eso me parece bacano y es lo que alimenta la estética de El Infierno.

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Mencionaba que no todo el mundo puede exponer en esta galería. ¿Cuál es su criterio para seleccionar a los artistas o las obras que se exhiben?

No es que tenga una curaduría especial ni en cuanto a ejecución ni en cuanto a nada de eso, pero claramente no expondría cosas del Centro Democrático. Nosotros siempre hemos estado contando cosas que a veces la gente no quiere ver o se hacen los que no ven. Siempre ha tenido esto un color hacia la inconformidad que hay hacia ciertas maneras diferentes de mostrar el arte. Hay formas que no serían consecuentes con el espacio. Esto no es para mostrar trabajos de grandes paisajistas, esto tiene un color diferente: contracultura.

¿Por qué es importante que existan espacios contraculturales?

Porque así la gente se quiera hacer la que no ve, siempre han existido personas queriendo mostrar las cosas. Entonces, cuantas más oportunidades haya de difundir las ideas, me parece que va a haber más gente enterada, que por lo menos puede decir si cree en esto o no lo cree, se lo cuestiona por lo menos. Es una buena manera de cuestionarse y hacer las cosas diferentes. Ya nos hemos dado cuenta de que como lo venimos haciendo —lo digo por mí y por el colectivo con el que trabajo—, pues no es cómo funciona (…) Por eso la entrada es gratis: para se enteren de que hay gente que no nos cae bien, que hay cosas que nos gustan o que hay espacios donde uno se puede expresar, donde hay oportunidad para la libre expresión.

Lo que acaba de mencionar con respecto a que la entrada sea gratis es también una manera de democratizar el arte, ¿no?

Sí, es que no me gusta esa palabra, pero es tal cual eso porque la idea es que sea para todo el mundo. No me gusta la palabra porque la gente cree en la democracia y eso es mentira… No creo en la democracia.

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¿Por qué?

Porque mira como estamos…

¿Cómo estamos?

Eso sí se lo dejo a cada quien, que cada quien mire si está bien (…) No creo que toque cambiar el jefe, toca es que cada quien cambie. Qué sacamos con que el jefe sea bueno o malo, si el que votó por el jefe bueno es una “gonorrea”. Yo conozco un poco de petristas que lo son, entonces qué hacemos con que gane Petro si este otro va a seguir haciendo las “cagadas”.

Es que una sociedad, un país, lo construimos entre todos…

Exacto, yo creería que deberíamos es tratar de cambiar las “güevonadas” que uno hace mal. Desde que usted cambie su entorno y tales, y que otros también lo hagan, va a funcionar mejor la nota, pienso yo. En cambio, no creo que la persona que esté arriba mandando, sea el que sea, se preocupe o le importe si yo abro o no El Infierno.

Claro, cada uno se preocupa por sus propios intereses…

Exacto. Yo creo que nos toca a nosotros meterle la ficha a lo de uno. Y estos tipos de espacio me parece que es una manera de decirlo, pero desde nuestra forma de decirlo, y no tener que recurrir al Gobierno u otras instituciones. Esto lo hacemos, en serio, con toda sinceridad y con las uñas. Seguimos haciendo las cosas sinceras, como le nace a uno, como me parece que se deben hacer. Acá lo que exponemos casi siempre es arte urbano.

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¿Por qué?

Porque de ahí venimos un poco también. De ahí viene la música que escuchamos, de ahí viene lo que nos ha alimentado para que la frase del cuadro diga: “No estamos pintados” o lo que sea. Todo eso viene de cosas que hemos vivido. Entonces, digamos que esto se acerca un poco más al arte de la calle, por lo que te digo que no es a propósito, sino que esto es el paso de la “vuelta”; es con otra pretensión. Tú puedes ver el grafiti de una manera más cercana en la calle a como lo vas a ver en una galería que hay por ahí, porque por más que sea una pieza de la calle y que la lleven a la galería, pues la intención no es la misma y además va a costar $7 millones. No es por quitarle el valor, nosotros aprovechamos que lo hacemos en formato galería, pero a nuestra manera, y obviamente vendemos lo que hacemos y lo que realizan los panas porque de eso vivimos y decidimos hacerlo nosotros mismos, autogestionado. Esto no tiene patrocinio de nada ni de nadie.

Me imagino que la autogestión también resulta del hecho de que ustedes puedan mostrar lo que quieran…

Exacto, a nosotros nadie nos censura. Y se hace de la manera más sincera, por lo que la gente lo siente más cercano, más amable y acogedor. Las personas hacen el circuito por las galerías de San Felipe y vienen y se parchan acá, por lo que te digo, porque si tú entras a dos galerías, ya la siguiente se parece a la primera y la otra se parece a la segunda, y después la otra se vuelve a parecer a la primera, no todas, pero sí hay un formato establecido. En cambio, la gente viene acá y con ver “güevonaditas” que hay en la pared tiene un rato para detenerse y mirar (…) Me parece que es invitar a las personas a que pillen otras maneras de hacer las cosas, también mucha gente le tiene miedo a la diferencia.

¿Por qué cree usted que nos cuesta tanto romper con los formatos?

No sé… Yo creo que es eso: miedo a lo diferente. Hay gente que viene y dice: “Huy no, pero esa es la casa de los punkeros”. En otro contexto no se acercarían, pero con este contexto está la oportunidad de que ellos se acerquen y “pillen que los punkies son en la rebuena si no se meten con ellos”. Usted pilla y dicen: “Huy, no, la casa de los punkeros es del putas”: ponen musiquita bacana y arte y tal”. Entonces las personas también se baja de unas “vueltas”, de unos estigmas maricas que a veces se montan. Hay más de un podrido que es un cansón, así como hay más de un gomelo que es un mamón, pero no hay que generalizar. Entonces, también ese prejuicio no deja que la gente se acerque a cosas diferentes. Y claro como es Open San Felipe, entonces si vienen así sean punkeros (…) En este caso, en esta galería estamos dando oportunidad para que artistas emergentes o con trayectoria expongan lo que quieran. La mayoría de las veces la gente que quiere exponer acá es porque les agrada el espacio o tenemos algo en común.

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¿Hay artistas que llegan acá por su propia cuenta ?

Sí, claro. A mí muchas veces me preguntan cómo hacen para exponer acá. Hacemos una curaduría que también es de ejecución, porque tampoco es que vamos a mostrar una vaina mal hecha y eso, pero es más del concepto, que diga algo, que sea consecuente con el espacio y con la vuelta del espacio.

¿Cómo empezó su gusto por el arte, en particular por el arte callejero?

En mi caso empezó de la mano de la música. Desde peladito me ha gustado la música y he tenido bandas de rock. Esa música va ligada a la protesta y para mostrar la inconformidad o las maneras de hacer las cosas diferentes, y eso ha estado en la historia ligado a una gráfica. Los movimientos como el hip hop, el punk y eso, siempre han ido de la mano con una gráfica contundente y contestataria que acompaña el mensaje.

¿Qué encontró en el punk?

Muchas cosas…No sé cómo decírtelo.

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Cuénteme su experiencia…

Tal vez la manera de ser libre y de hacer las cosas por mi cuenta y convencerme de que no son como le dicen a uno que son, sino como uno siente que son, que están bien.

Apartarse un poco…

Claro, tal cual, pienso que para mí en el fondo es eso. “Pienso que hay punkies que, si uno se descuida, se roban la guevonadita y tal”, eso es paila; esa es la gente que necesita policías. Yo realmente pienso que uno tiene que hacer las vainas bien y no porque esté en la biblia y “porque tales”. En ese tren de ideas si usted siente que está bien matar, pues mate, pero eso es de loco. Pero generalmente usted sabe qué es “cagada” o cuándo la está “cagando”.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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