“No diría que el arte esté hecho para la paz, pero sí para sanar”: Lucía González
Esta semana González fue nombrada como presidenta ejecutiva de la Fundación Nacional Batuta. La gestora cultural y social habló sobre este nuevo capítulo que se empezó a trazar en su vida.
Samuel Sosa Velandia
¿Esperaba el nombramiento? ¿Cómo fue el momento en el que se enteró?
Estaba en la junta directiva de Batuta y supe que María Claudia Parias se retiraba tras su nombramiento como directora del Idartes. Ella me preguntó si me interesaba asumir el cargo y le dije que sí; sin embargo, nadie más me volvió a hablar del tema, hasta que el ministro de Cultura me llamó el lunes antes del mediodía a decirme que había sido elegida por consenso. Me puse muy feliz, y además no es mi primera vez con la Fundación, pues estuve apoyando su proceso de creación y luego fui parte de la junta. Admito que sí me tomó por sorpresa el nombramiento, pero me siento muy segura y tranquila, porque llego a una institución que conozco, que está en un buen momento y que tiene mucho por hacer en el país.
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¿Cuál será su principal labor en Batuta?
Todavía no he asumido el cargo y tengo que mirar todo más en detalle, pero se trata de seguirla fortaleciendo y ampliando. Hay muchos territorios que quieren y necesitan que Batuta llegue como un proyecto de atención a los niños y las niñas. Además, tenemos el reto de responderle al Gobierno Nacional, que ha entendido que la música es muy importante y poderosa para la formación y construcción de condiciones y competencias.
¿Qué es lo que más la emociona de asumir la dirección?
He trabajado toda la vida en entidades culturales y sociales, y siempre he creído que el arte tiene sentido más allá de ser un tema de diversión o entretenimiento. Las prácticas artísticas pueden comunicar, conmover y transformar. Por ejemplo, a muchas poblaciones y comunidades les ha servido para expresar sus dolores, pero también sus deseos. Por eso, en toda mi trayectoria, he puesto un sentido social a esto, y me emociona llegar a una entidad que articula las dos dimensiones: lo artístico y lo social. Quiero que mi experiencia signifique una tarea que valga la pena y que impacte en la vida de los niños, las niñas y las comunidades de Colombia.
¿Para usted el arte está hecho para la paz?
Sí siento que en el país hay una conciencia más clara sobre el lugar de la cultura y del arte en la construcción de ciudadanos mejores, felices y capaces de vivir en paz. Asimismo, se ha configurado la creencia de que lo artístico solo está en una dimensión estética, y también es algo ético y político. Sin embargo, no diría que el arte está hecho para la paz, pero que sí es un medio para nombrar y sanar cosas que de otra manera no se pueden enunciar. Desde ahí se pueden construir diálogos de paz.
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Hablemos ahora de alguno de los mayores retos en el cargo.
Lo que veo ahora es que hay una entidad muy fuerte y que ha sabido capitalizar los aprendizajes, porque los sistematiza y los piensa para desarrollar sus proyectos. No obstante, creo que siempre habrá que profundizar en nuestros objetivos, que no solamente son hacer música o conciertos, sino hacer del arte un vehículo para que los niños y las niñas puedan construir sus propias narrativas y comunicarlas. Otro reto es el de la sostenibilidad, porque esta es una entidad que vive de recursos de empresas privadas, públicas, internacionales y locales, por lo que cada año hay que volver a presentar el proyecto y animar a que sigan participando. Así que hay que tener inteligencia para saber qué es lo que conmueve y motiva a esos benefactores.
¿Y cómo se puede atraer a los niños y jóvenes para ser parte del proyecto?
Lo más impresionante de este proyecto es cómo se contagia el arte. Cuando los niños ven que hay un plan musical siempre preguntan qué tienen que hacer para estar ahí. Hay una demanda muy grande, incluso, es mayor que la oferta que tenemos. Pero a pesar de eso vamos a los municipios donde nos llaman o en los que creemos que Batuta va a hacer una tarea importante. Para convocar a los infantes solo basta con preguntar quién quiere hacer música, y siempre hay una fila larga.
¿Qué música le gusta escuchar?
Escucho de todo, menos reguetón, porque me parece una música con letras bastante empobrecedoras. Lo que más me gusta escuchar es música clásica contemporánea, música folclórica, en especial del Caribe, pero también tengo mi lado rockero y rapero. En mi labor he tenido la posibilidad de acercarme a muchos géneros, de comprenderlos y de entender que cada uno tiene su lugar y de que la riqueza está precisamente en esa diversidad.
¿Cómo abrirles paso a otros géneros en una orquesta sinfónica?
Hace rato Batuta entendió que hay que dialogar con otros géneros, ese es uno de los avances más grandes. Antes se creía que la formación debería partir de la música clásica, pero hoy en día se tiene claro que no existen niveles de importancia, lo relevante es que los sujetos se sientan parte de eso que están haciendo. En la Fundación todo ritmo tiene notabilidad, y tenemos coros, ensambles y orquestas que hacen música colombiana o urbana.
También puede leer: “Si uno no fue el mejor rector, al menos puede ser el mejor exrector”.
¿A qué lugar le gustaría llevar a Batuta?
Hay que llegar a todos los escenarios. Sin embargo, el primero debe ser el lugar que habitamos, porque ese es el espacio del orgullo colectivo. Donde están los padres, los vecinos y los amigos apreciando las expresiones de los niños.
Cada jueves podrán recibir en sus correos el newsletter de El Magazín Cultural, un espacio en el que habrá reflexiones sobre nuestro presente, ensayos, reseñas de libros y películas y varias recomendaciones sobre la agenda cultural para sus fines de semana. Si desean inscribirse a nuestro newsletter, que estará disponible desde la segunda semana de marzo, puede hacerlo ingresando aquí.
¿Esperaba el nombramiento? ¿Cómo fue el momento en el que se enteró?
Estaba en la junta directiva de Batuta y supe que María Claudia Parias se retiraba tras su nombramiento como directora del Idartes. Ella me preguntó si me interesaba asumir el cargo y le dije que sí; sin embargo, nadie más me volvió a hablar del tema, hasta que el ministro de Cultura me llamó el lunes antes del mediodía a decirme que había sido elegida por consenso. Me puse muy feliz, y además no es mi primera vez con la Fundación, pues estuve apoyando su proceso de creación y luego fui parte de la junta. Admito que sí me tomó por sorpresa el nombramiento, pero me siento muy segura y tranquila, porque llego a una institución que conozco, que está en un buen momento y que tiene mucho por hacer en el país.
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¿Cuál será su principal labor en Batuta?
Todavía no he asumido el cargo y tengo que mirar todo más en detalle, pero se trata de seguirla fortaleciendo y ampliando. Hay muchos territorios que quieren y necesitan que Batuta llegue como un proyecto de atención a los niños y las niñas. Además, tenemos el reto de responderle al Gobierno Nacional, que ha entendido que la música es muy importante y poderosa para la formación y construcción de condiciones y competencias.
¿Qué es lo que más la emociona de asumir la dirección?
He trabajado toda la vida en entidades culturales y sociales, y siempre he creído que el arte tiene sentido más allá de ser un tema de diversión o entretenimiento. Las prácticas artísticas pueden comunicar, conmover y transformar. Por ejemplo, a muchas poblaciones y comunidades les ha servido para expresar sus dolores, pero también sus deseos. Por eso, en toda mi trayectoria, he puesto un sentido social a esto, y me emociona llegar a una entidad que articula las dos dimensiones: lo artístico y lo social. Quiero que mi experiencia signifique una tarea que valga la pena y que impacte en la vida de los niños, las niñas y las comunidades de Colombia.
¿Para usted el arte está hecho para la paz?
Sí siento que en el país hay una conciencia más clara sobre el lugar de la cultura y del arte en la construcción de ciudadanos mejores, felices y capaces de vivir en paz. Asimismo, se ha configurado la creencia de que lo artístico solo está en una dimensión estética, y también es algo ético y político. Sin embargo, no diría que el arte está hecho para la paz, pero que sí es un medio para nombrar y sanar cosas que de otra manera no se pueden enunciar. Desde ahí se pueden construir diálogos de paz.
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Lo que veo ahora es que hay una entidad muy fuerte y que ha sabido capitalizar los aprendizajes, porque los sistematiza y los piensa para desarrollar sus proyectos. No obstante, creo que siempre habrá que profundizar en nuestros objetivos, que no solamente son hacer música o conciertos, sino hacer del arte un vehículo para que los niños y las niñas puedan construir sus propias narrativas y comunicarlas. Otro reto es el de la sostenibilidad, porque esta es una entidad que vive de recursos de empresas privadas, públicas, internacionales y locales, por lo que cada año hay que volver a presentar el proyecto y animar a que sigan participando. Así que hay que tener inteligencia para saber qué es lo que conmueve y motiva a esos benefactores.
¿Y cómo se puede atraer a los niños y jóvenes para ser parte del proyecto?
Lo más impresionante de este proyecto es cómo se contagia el arte. Cuando los niños ven que hay un plan musical siempre preguntan qué tienen que hacer para estar ahí. Hay una demanda muy grande, incluso, es mayor que la oferta que tenemos. Pero a pesar de eso vamos a los municipios donde nos llaman o en los que creemos que Batuta va a hacer una tarea importante. Para convocar a los infantes solo basta con preguntar quién quiere hacer música, y siempre hay una fila larga.
¿Qué música le gusta escuchar?
Escucho de todo, menos reguetón, porque me parece una música con letras bastante empobrecedoras. Lo que más me gusta escuchar es música clásica contemporánea, música folclórica, en especial del Caribe, pero también tengo mi lado rockero y rapero. En mi labor he tenido la posibilidad de acercarme a muchos géneros, de comprenderlos y de entender que cada uno tiene su lugar y de que la riqueza está precisamente en esa diversidad.
¿Cómo abrirles paso a otros géneros en una orquesta sinfónica?
Hace rato Batuta entendió que hay que dialogar con otros géneros, ese es uno de los avances más grandes. Antes se creía que la formación debería partir de la música clásica, pero hoy en día se tiene claro que no existen niveles de importancia, lo relevante es que los sujetos se sientan parte de eso que están haciendo. En la Fundación todo ritmo tiene notabilidad, y tenemos coros, ensambles y orquestas que hacen música colombiana o urbana.
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¿A qué lugar le gustaría llevar a Batuta?
Hay que llegar a todos los escenarios. Sin embargo, el primero debe ser el lugar que habitamos, porque ese es el espacio del orgullo colectivo. Donde están los padres, los vecinos y los amigos apreciando las expresiones de los niños.
Cada jueves podrán recibir en sus correos el newsletter de El Magazín Cultural, un espacio en el que habrá reflexiones sobre nuestro presente, ensayos, reseñas de libros y películas y varias recomendaciones sobre la agenda cultural para sus fines de semana. Si desean inscribirse a nuestro newsletter, que estará disponible desde la segunda semana de marzo, puede hacerlo ingresando aquí.