“No es que no se crea en los políticos, es que no hay líderes”
El pasado viernes 11 de febrero publicamos un análisis sobre las consecuencias de la desconfianza ciudadana con respecto a la mayoría de políticos y los efectos de la participación democrática en redes sociales. Una de las fuentes tenidas en cuenta fue Carlos Andrés Arias, gerente de la firma Estrategia y Poder. Publicamos la entrevista completa.
Laura Camila Arévalo Domínguez
¿Sentir que se participa cuando uno opina, critica o promueve ideologías políticas, candidatos o cualquier opinión en redes sociales sobre un tema de este tipo es válido o es, simplemente, una sensación? Muchos suponen que la real participación democrática es a través de, por ejemplo, el voto...
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¿Sentir que se participa cuando uno opina, critica o promueve ideologías políticas, candidatos o cualquier opinión en redes sociales sobre un tema de este tipo es válido o es, simplemente, una sensación? Muchos suponen que la real participación democrática es a través de, por ejemplo, el voto...
Antes de darte la respuesta concreta a esa pregunta, quiero mencionar algunas cosas: las redes sociales dinamizaron los sistemas de información y comunicación. Se activó la comunicación política moderna en la que, no solo los candidatos, sino también las organizaciones sociales, activan a los ciudadanos. La movilización ciudadana se quedaba, solamente, en la indignación de un trino o un video, pero no se movía electoralmente. Después del plebiscito, las cosas cambiaron: la gente comenzó a darse cuenta de que estaba siendo manipulada, así que los votos comenzaron a verse no a favor, sino en contra de alguien.
Mi tesis doctoral fue sobre emociones políticas en redes y, en el marco conceptual de esta tesis, confirmamos que hay emociones positivas, negativas y neutras, y que son estas las que están movilizando actitudinalmente el voto. Esa incidencia y esa influencia actitudinal, en algunos de los casos cuando hay bajo compromiso político frente a ciertos temas o candidatos, puede derivar en comportamiento: ese tipo de mensajes que antes generaban emociones que solamente llegaban a la indignación, pasaron a la incidencia de la actitud política. Hoy en día podemos estar hablando de que esa actitud se ve expresada en marchas, cacerolazos y movilización electoral.
En psicología política hay dos efectos llamados primacía y recencia: el efecto de primacía es lo primero que escuchas en un mensaje y el de resencia, lo último. Alguno de esos dos genera alguna relevancia en tu actitud o en tu comportamiento. Cuando ves un mensaje de cualquier candidato que te genera amor, esperanza u odio y tu involucramiento político es muy bajo, es posible que ese mensaje genere una incidencia al votar. Cuando digo “es posible”, lo hago porque aún no hay estudios concluyentes que aseguren que estas emociones deriven en comportamiento. Lo que yo sí he encontrado es que generan actitud, y está comprobado que la actitud está íntimamente ligada con el comportamiento.
¿Se puede equiparar salir a las calles con salir a manifestarse en redes? ¿Es igual de efectiva esta participación?
No. La marcha en la calle genera un ejercicio de comportamiento de facto frente a la institucionalidad: bloqueos, movilidad, dinámicas de política pública. Pero la participación en redes sociales sí es determinante. No la puedes subestimar porque genera climas de opinión que pueden ser adversos a la legitimidad de los gobernantes, a su gobernabilidad y a que los ejes y estructuras de poder estén muy atentos a los climas de opinión en redes.
¿Antes de las redes votábamos más o menos?
Antes votábamos menos.
¿Qué tan nocivo o qué tan positivo es para la democracia que tantos asuntos relacionados al funcionamiento del Estado y las elecciones de sus funcionarios se intenten resolver por redes?
Nefasto: el debate se ha limitado a 280 caracteres, así que la discusión de la cosa pública, que debería tener profundidad, contexto y diferentes dimensiones de un mismo tema, termina reducida y con miles de sesgos, que son atajos cognitivos en donde lo que determinas es si esto es bueno o es malo: no necesariamente es así. Se pierden los grises. Por ejemplo, el tema del POT, que tiene que tener un fondo, una estructura y un trabajo en el que se piense la ciudad a 20, 40 o 50 años, se da en 280 caracteres. Es fatal.
Pero antes de las redes, ¿dónde se daban estas discusiones?
De alguna forma, las redes han democratizado el debate público. Previamente, se daban a puerta cerrada, pero era un ejercicio que reconstruía lo que era la democracia que ahora nos rige: representativa porque están quienes, entre comillas, tienen las capacidades y cualidades para tomar decisiones, y participativa porque todos, de alguna forma, participamos. Claro, lo que ha pasado con las redes tiene su lado positivo, pero estoy convencido de que se tienen que dar discusiones al interior de los partidos en los que se traten temas de construcción de país como, por ejemplo, el POT. Es válido que se muestre esa discusión a la opinión pública, pero cuando ya haya posiciones claras.
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Hablemos de algo que usted acaba de mencionar sobre la democracia representativa: ¿qué piensa sobre aquellos que creen que en estas elecciones se dispararon los candidatos que no están “preparados” para hacer política por, justamente, el desprestigio de los que, en teoría, se han preparado, pero no han dado resultados...
Pienso que todos podemos participar en política, así como todos podemos jugar fútbol. Hay gente que se prepara. Hay cantantes como Juan Luis Guerra y como J Balvin. Los dos gustan, pero ¿quién le ha aportado más a la música en los últimos 40 años? Quién vende más, esa es otra discusión. Es decir, considero que todos podemos participar, pero, además, todos podemos cualificarnos. Hay personas que no son abogados ni politólogos ni economistas, pero llegan al Congreso y hacen un excelente trabajo. El político profesional no es el que estudió ciencia política o derecho, ese es un sofisma.
Lo que uno lee en Twitter, Instagram o Facebook es que los ciudadanos no creen en ningún político. El desencanto es más bien, según las redes, es más bien general...
No es que no se crea en los políticos, es que hoy no hay personas que puedan representar lo que, en términos de atributos y valores, debería tener un líder de verdad: autenticidad, credibilidad, honestidad, etc. Al no tener un líder con estos atributos, la gente dice “No creo en ninguno de ellos”. Por eso algunos buscan referentes en liderazgos políticos anteriores: Álvaro Gómez, Galán y hasta López Pumarejo. La lógica es sencilla: si quieres ser elegido, pero citas a otro, no eres el líder ni el político que me representa. Tal vez lo fue el que mencionaste.
¿Por qué esto es un problema? Si no hay confianza entre ciudadanos y servidores públicos ¿cómo construir colectivamente?
Sí, es muy grave para la democracia. Se alimenta la retórica del héroe y el villano. Antes, el adversario era el partido del otro, ahora son temas. Hoy el liderazgo es de cualquiera contra la corrupción porque, repito, no hay líderes. Esto ocasiona la espectacularización de la política: juegan a hacer show porque no importa lo que digan, sino como lo dicen.