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La dedicatoria “a Pilar”, con algunas variantes, aparece en todos los libros de José Saramago desde que publicó Ensayo sobre la ceguera. “A Pilar, mi casa”, anotó en Las intermitencias de la muerte. “A Pilar, que no dejó que yo muriera”, confesó en El viaje del elefante. En El cuaderno, recién lanzado en Colombia durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá, optó por explicar: “Este libro no necesita ser dedicado a Pilar porque ya le pertenecía desde el día en que me dijo: ‘Tienes un trabajo, escribe un blog’”.
Debo advertir al lector que no tengo el honor de conocer en persona ni a José Saramago ni a Pilar del Río sino a través de sus libros y de las yemas de los dedos. Gracias al empeño de esta filósofa y periodista en digitalizar la vida y obra del escritor portugués, pude contactarlos a través de las páginas cuaderno.josesaramago.org y http://blog.josesaramago.org.
Primero le escribí al maestro un saludo y mi opinión de por qué sus libros —considerados por el respetado crítico internacional Harold Bloom “los más talentosos del mundo”— marcan la vida y la historia de la literatura. No recibí respuesta. Lo reenvié varias veces hasta que en septiembre del año pasado me llegó un correo de su asistente Saro Pérez. Entonces le mandé un cuestionario. Saramago estuvo enfermo, luego de viaje. La espera terminó el 5 de febrero, día en que las Farc liberaron al ex diputado Sigifredo López, quien en la rueda de prensa citó a Saramago y al Ensayo sobre la ceguera para hacer un símil con la guerra colombiana.
Le recordé a Saro mi cuestionario y le envié otras preguntas sobre Sigifredo. Al día siguiente apareció en el blog del escritor un homenaje al político liberado y en mi correo las respuestas del Nobel. El “comunista hormonal”, como se autoproclama, descalificó a la guerrilla e hizo un parangón de su vida con la de Sigifredo. Pregunté por la enigmática mujer a la que se debe el sello de todos los libros en español: “Traducción de Pilar del Río”. Parecía tema vedado.
Reconstruí su historia. A mediados de los años 80 la española era corresponsal del canal TVE en Sevilla. La mayor de quince hermanos primero se enamoró de la prosa del portugués al leer Memorial del convento. Llamó a Saramago a Lisboa para felicitarlo y le pidió una entrevista. “Fue apenas una hora, leímos unos poemas, fuimos a la tumba de Pessoa… del cementerio de los Prazeres al centro de Lisboa”. Eso bastó. Al día siguiente él la llamó al hotel e intercambiaron direcciones. Se escribieron hasta que Saramago le devolvió la visita y descubrieron que su visión del mundo, sus gustos y disgustos eran similares. Ella también se enamoró de la sabiduría del campesino “levantado del suelo” de Azinhaga, de los misterios del cerrajero de Lisboa y de su acento portugués.
Él, en su eterna búsqueda del otro con la palabra escrita, por cuenta de Blimunda, el gran personaje de Memorial del convento, había encontrado a la mujer a la que dedicaría sus libros y el resto de su vida. “Yo tenía 63 años, ella tenía 36. Los amigos me decían: ¡Esto es una locura, un disparate!”.
Han pasado 23 años y ahora el Nobel dice de su esposa: “No puedo imaginar mi vida sin ella. No puedo concebir nada si Pilar no existiera”. En 2008 lo levantó del que creía su lecho de muerte. Lo resucitó para ella, para la literatura y lo conectó a internet. A ellos les parece una normal historia de amor que no amerita publicarse. Los contradice las palabras de Mercedes de Pablo, amiga de la traductora, el 16 de julio de 2007, día en que doña Pilar y don José renovaron sus votos matrimoniales en Castril, el poblado granadino donde ella nació: “Cuando se encontraron sin buscarse en las páginas de un libro, ella untó de saliva su dedo y, al pasar la última página, borró el punto y final”.
Aunque me había quedado claro que no había lugar para las preguntas sobre su vida privada y columnistas como José Antonio Gómez Marín, del diario El Mundo, definen a Pilar del Río como una “mano de hierro envuelta siempre en guante de seda”, acudí a ella a través del blog, a su correo privado y al de la Fundación José Saramago de la que es presidenta. No hubo respuesta. Era julio. La Fundación Santillana me ayudó a convencerla de enfrentarse al cuestionario una vez se confirmó el lanzamiento de El cuaderno, el libro del sello Alfaguara que ella ideó y que recoge las reflexiones de Saramago en su blog entre 2008 y 2009. El 19 de agosto recibí sus emotivas respuestas.
¿Por qué el maestro y usted deciden que un blog resulta una herramienta efectiva para un escritor de nuestro tiempo?
Porque es una forma de estar en contacto con sus lectores, con sus amigos. En casa se reciben cientos de cartas, que en absoluto Saramago puede responder. Una forma de mandar noticias, de estar en contacto con los amigos y de dar opinión acerca de asuntos que, sin ser siempre noticia, nos interesan a muchos, es el blog. Escribir cada día es un acto de generosidad que sólo se entiende desde el mundo de los afectos. Desde otra perspectiva, no tiene explicación: que Saramago no haya querido comprometerse con algunos de los medios más importantes de mundo y escriba un blog que pone a disposición de todos, no responde ni a la lógica del mercado ni a la del poder. Sólo a la generosidad que le caracteriza.
¿Cuál es el proceso de actualización de esos textos?
Los textos los escribe él y yo los veo cuando me los manda para que los traduzca. Suele escribirlos a primera hora de la tarde, cuando ya ha repasado correspondencia y leído periódicos.
¿Quién es Pilar del Río?
Una periodista que trabaja cada día en su profesión y que al encontrarse con Saramago se encontró también con un idioma, del que ahora traduce libros. Y que preside la Fundación José Saramago por expreso deseo de él.
¿Quién es Pilar del Río desde que se casó con José Saramago?
La misma que era antes, aunque evidentemente ahora tengo veintitantos años más... Pero, por no cambiar, no he cambiado ni siquiera de talla de ropa... Bueno, he asumido la responsabilidad de vivir con una de las personalidades excepcionales de nuestro tiempo y eso ocupa, no por lo que ocurre dentro de casa, que es lo normal de cada casa, sino por lo que llega de fuera. Y hay que poner ciertos diques de contención, para que lo privado no se vea desbordado, ya sea por afectos, ya sea por hostilidades, que las hay también.
¿Cómo define a José Saramago?
Como un ser humano excepcional y un intelectual valiente, con una curiosidad que no tiene límites y una libertad de pensamiento y de expresión que nos asombra diariamente a quienes le seguimos. Sus libros, tocando los asuntos más duros, o los más tabúes, lo dejan claro. Y sus opiniones en el blog despejan cualquier duda. Por eso decía antes que genera afectos: por su calidad y por su valentía. Pero también hostilidades: cada vez que opina sin censuras, varias inquisiciones se activan y llueven chuzos de punta. En fin.
¿Influye su amor mutuo en la literatura de Saramago?
Eso no creo que influya: la vida amorosa queda en el ámbito de lo privado, en la obra está la reflexión intelectual y la observación del mundo, además del personal e intransferible estilo literario. Por supuesto, los escritores escriben desde las circunstancias personales de cada uno, pero las circunstancias pueden cambiar y cambian y eso no tiene por qué verse en la obra. No en la de Saramago, desde luego.
Un resumen de su historia de amor.
Puedo decir lo que tanta gente: que dos adultos se conocieron y decidieron compartir su vida. Que desde entonces han pasado 23 años y necesitamos al menos otros 23 para realizar los proyectos y los sueños que hemos ido concibiendo.
¿Cómo viven un día promedio?
Nuestros días no son excepcionales, salvo por el detalle de que en mi casa nadie se jubila: a los 86 años Saramago desarrolla jornadas de trabajo que muchos jóvenes no aguantarían: en dos años ha escrito tres libros —El viaje del elefante, El cuaderno y otro, que se anunciará en breve y del que ahora no voy a hablar, espero que lo entienda—, ha intervenido en la vida política, ha pronunciado conferencias y atendido a cientos de requerimientos. Esto significa que de la mañana a la noche se está ocupado. Si estamos en Lanzarote, Saramago trabaja en su biblioteca, que está al lado de casa, no dentro, y si en Lisboa, va a la Fundación.
¿Cuál ha sido el papel de Pilar del Río, como periodista y amante de la literatura, detrás de los libros de Saramago?
No estoy detrás de los libros de Saramago, como cualquier otro lector, o lectora, los tengo delante... Eso sí, soy una lectora privilegiada, leo cada día lo que Saramago escribe y traduzco al español lo que él escribe en portugués, de tal manera que los libros de Saramago salen simultáneamente en los dos idiomas. Esta es mi mayor gloria y responsabilidad.
¿Cuál es el significado de su aporte a nivel de traducciones?
Traducir es casi una imposibilidad, porque ¿cómo pasar a otro idioma la respiración del autor, la duda previa, la intención con que se teclea? Eso es imposible, pero se hace lo que se puede. En cualquier caso, el trabajo de traducir es importante, tanto que, como Saramago dice, los autores hacen las literaturas nacionales, pero los traductores son los que hacen la literatura universal... De no ser por los traductores, García Márquez no sería García Márquez en Japón, en Finlandia o en Rusia. Es decir, él sería quien es, pero los japoneses, finlandeses o rusos que lo aman no habrían tenido la posibilidad del encuentro.
¿Qué anécdotas le resultan inolvidables en ese proceso?
Tengo memoria de cada libro y de cada artículo traducido. No he perdido ni un detalle, no he olvidado nada, haber traducido, y al lado del autor, en convivencia con él, es mi tesoro, un tesoro que a nadie más importa y que guardo porque en él me recreo. ¿Una anécdota? Una frase. La pronunció Carlos Fuentes, un día, viendo donde José trabaja y dónde lo hago yo. Dijo: “Qué suerte, la traductora en casa”, y lo dijo con tanta vida que me conmovió oírlo. Me sentí muy orgullosa.
¿Cuál es su papel en la Fundación Saramago y en la consolidación de la memoria literaria de la obra del escritor?
Como ya le he dicho, soy la presidenta y esto no es honorífico: cada mañana, muy a primera hora, estamos en contacto los distintos colaboradores para organizar el día. Tenemos en marcha varios proyectos, porque la Fundación no nació a mayor gloria de Saramago: es una Fundación con objetivos culturales y de ampliación de derechos, considerada legalmente de interés público. Entre nuestros objetivos está la recuperación literaria, y sobre todo emocional, de grandes autores portugueses que no se sabe por qué han entrado en una especie de nube negra. Tenemos una campaña de animación a la lectura, empezando por los niños, impulsamos ciclos y conferencias literarias, recuperamos textos testimoniales que no pueden perderse, hemos puesto en marcha una ruta, “El camino de Salomón”, que puede unir pueblos y aldeas portuguesas muy desconocidas. Estamos digitalizando papeles perdidos de Saramago, las conferencias escritas, datos de una vida larga que a los estudiosos y a los amigos les viene bien tener. Y a nosotros, a los trabajadores, nos hace disfrutar esta búsqueda de textos, de fotos, de vídeos... En poco tiempo queremos presentar un proyecto electrónico que, tal vez, sea puntero.
[José Saramago le dedicó a Pilar del Río el último texto de El cuaderno, titulado “Presidenta”: “Quiero dejar constancia, y supremamente lo quiero, de lo que ella significa para mí, no tanto por ser la mujer que amo (que eso son cuentas de nuestro rosario privado), sino porque gracias a su inteligencia, a su capacidad creativa, a su sensibilidad, y también a su tenacidad, la vida de este escritor ha podido ser, más que la de un autor de razonable éxito, la de una continua ascensión humana. Casi me apetece decir: este es mi testamento. Pero no nos asustemos, no voy a morir, la presidenta no me lo permitiría”].
Pilar, ¿cómo se imagina su mundo familiar cuando falte José Saramago?
Eso no lo imagino.
¿Qué recuerdos tiene de Colombia?
Muchos y buenos. De los amigos y de los actos culturales. También de la intervención cívica. Pero me quedo con el recuerdo de los amigos, tanto en Bogotá como en Cartagena, escritores sobre todo, o relacionados con la escritura, conversaciones mágicas, momentos de esplendor y de inteligencia con ese acento colombiano que todo lo dulcifica. Creo que conocemos la mejor Colombia, la de la cultura y también la de los héroes que intentan acabar con la violencia -y con las causas que generan la violencia- para que el país sea en la práctica lo que es en teoría: una maravilla. Hace unos meses vino a vernos el ex diputado Sigifredo López, recién liberado de su secuestro terrible, y esa visita fue un momento muy hermoso que nos hizo ser más colombianos. Y que compartimos con muchos emigrantes de Colombia, que se ganan la vida en Lanzarote, y que estaban tan orgullosos de Sigifredo que emocionaba el silencio y el respeto con que lo oían... Porque pasamos por la calle, vemos a los emigrantes y seguimos. Y un día se nos muestran con toda su capacidad cívica y su empeño, con todo los sueños que tienen y nos dan una lección. Sigifredo activó ese mecanismo.
¿Qué amigos tienen aquí y qué panorama puede hacer de la literatura colombiana a partir de sus lecturas?
Desde el maestro García Márquez, tan querido, a escritores jóvenes, que nos hacen llegar sus libros, o sus poemas sueltos, intentamos estar al día. Afortunadamente no podemos conseguirlo, y digo afortunadamente dado lo que se escribe y lo bien que se escribe ahí. Pero nos encontramos regularmente con Laura Restrepo, gran amiga del alma, seguimos con el mayor interés lo que escriben Héctor Abad, Fernando Vallejo... El problema de dar nombres es que se quedan fuera algunos que dentro de unos minutos no me perdonaré no haber citado...